LA @

UN CINE MUY INTELIGENTE (Y ARTIFICIAL)

La irrupción de la IA en la industria cinematográfica abre la puerta a la recreación digital de imágenes y voces reales o inventadas. ¿Estamos ante los últimos actores de carne y hueso de la historia? ¿El próximo Chaplin será un disco duro de un ordenador? Pasen y vean.

Tiene su cara, usa sus gestos y se mueve de idéntica manera. El protagonista de la recién estrenada película Putin no es otro que el presidente ruso. Una película biográfica (biopic) que recorre su historia durante seis décadas, desde su infancia hasta su muerte. Un momento. ¿Muerte? ¿De verdad Vladimir Putin ha consentido recrear su final? ¿Cómo saca tiempo en su apretada agenda para grabar una película? Porque Putin, en la gran pantalla, no es Putin. Pero se le parece muchísimo más que ningún otro actor caracterizado.

 


EL DIRECTOR PATRYCK VEGA RECREÓ LA FIGURA
DE PUTIN CON AYUDA DE UN ACTOR CON COMPLEXIÓN SIMILAR AL REAL Y USÓ LA TECNOLOGÍA IA


 

El director polaco Patryck Vega es el responsable de este nuevo proyecto que dejó boquiabierto al público en su presentación en Cannes este mismo año. Él mismo explicó a la prensa cómo dio con su Putin: recreó la figura del líder ruso con ayuda de un actor con complexión similar al real y usó la tecnología IA (Inteligencia Artificial) para superponer la cara del mandatario. ¿El resultado? Un deepfake como nunca se ha visto. Es decir, una imagen manipulada, extremadamente realista, del presidente. La película se ha comercializado a más de 50 países y el director está dispuesto a vender su tecnología, de gran precisión, a quien quiera pagarla en la industria. Se abre la caja de Pandora.

El principio del fin

Los productores están de suerte: la inteligencia artificial en la industria cinematográfica puede ser una fantástica herramienta para reducir costes y mejorar la eficiencia. Los actores figurantes y extras se pueden recrear digitalmente y mezclarse en escenas sin que el público tan siquiera se percate de que no son reales. Por ejemplo, recrear una batalla o llenar un circo romano. Incorporar estas fórmulas de trabajo a gran escala, sin embargo, deja en entredicho a gran parte de las profesiones implicadas en el proceso. Los primeros, por supuesto, los propios actores, y detrás de ellos, aquellos que trabajan en el proceso de selección: agentes, directores de castin (sí, sin g como recomienda la RAE), personal de apoyo en plató… todos dejarán de ser imprescindibles. Si la puerta se abre también a los protagonistas, ¿seguirá siendo cine el cine?

La situación es extrapolable a los actores de doblaje, míticos en nuestro país. El reconocimiento les llega hasta del mismísimo Hollywood. Así lo demostró con sus palabras la premiada Sigourney Weaver en su recogida del último Goya Internacional. “Mi amigo Bill Murray siempre me dice que mi interpretación es mucho mejor doblada al español”, afirmaba. La actriz María Lluïsa Solà, que la ha doblado en más de 30 películas, lo sintió como un reconocimiento a toda la profesión. Preguntada por el debate que abre la IA en el mundo del doblaje, se muestra preocupada: “Amenaza con ser un problema grave”.

Así lo viven y sufren, también, otros de sus compañeros, como Ángel G. Morón. “Hace poco hice una campaña institucional en la que concluía: ‘No es magia, son tus impuestos’. Al poco tiempo, en redes sociales, circulaba un video trucado atacando al organismo para el que trabajé emulando parte de mi voz. Sin duda es ilegal porque han usado mi registro sin mi consentimiento”. Morón tiene una larga trayectoria como actor de doblaje, es profesor de comunicación y cuenta con varios libros sobre la materia. Sabe que la IA se acerca peligrosamente y que, además, es inevitable. “Hace poco realice una locución para un video corporativo. El cliente quería una versión en inglés. Cuando me la enseñó, me pareció correcta. El cliente me confesó que la había realizado con una aplicación de IA que en su versión de prueba te da 3 minutos. Una locución puede rondar los 500 euros, pero si la puedes conseguir gratis total, es imposible luchar”. Aun así, de momento hay peros: “La calidad no es comparable. La riqueza de matices y giros que da un actor profesional aún no la ofrece la IA”. Pero, ¿hasta cuándo? Como señala Roberto Torena, arquitecto de soluciones IA, “hasta ahora la IA pierde información en la interacción por voz porque solo entiende de texto, no de emociones. Pero vamos a oír voces más naturales, con más entonación y sentimiento, capaces de reír, susurrar o hablar con tonos pausados”.

El escándalo estalló de manera definitiva hace unos meses, cuando un estudio de grabación español organizó una “convocatoria de emociones” por encargo de una multinacional. El objetivo era pedir a actores que expresaran emociones con su voz. ¿La finalidad? Entrenar una IA. Los implicados crearon expresamente una asociación, PASAVE (Plataforma de Asociaciones y Sindicatos de Artistas de Voz de España), para defender sus intereses. “Yo nunca he permitido que mi voz sea usada para entrenar la IA” afirma Morón. “De hecho, hay un movimiento sectorial de los actores de doblaje a nivel internacional para que sus voces no sean usadas por estudios y productoras para este fin”. La amenaza es inevitable pero no quieren alimentarla.

Sin permiso y sin límites

En la era digital, ni los más famosos se libran de sus copias digitales. La actriz Scarlett Johansson declinó hace poco más de un año una oferta de OpenAI para usar su voz en la nueva versión de Chat GPT-4o. A pesar de la negativa y sin conocimiento de la interesada, la tecnológica siguió adelante y la sorpresa fue mayúscula cuando los usuarios de la recién estrenada plataforma escucharon la opción de voz Sky del chatbot. “La voz es tan similar a la mía que ni mis amigos más cercanos ni los medios de comunicación podían notar la diferencia” explicaba Johansson en un comunicado a la revista Variety. La afrenta se resolvió con la retirada de su tono por parte de la tecnológica (abogados mediante) aunque OpenAI nunca reconoció haber copiado su timbre. Siempre sostuvieron que recurrieron a la voz natural de una actriz profesional. Si nuestros sentidos no son capaces de diferenciar humanidad y tecnología, tal vez necesitemos un aviso que nos descubra la verdad: “Este protagonista se ha recreado virtualmente y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. La magia será diferente, incluso ¿desaparecerá? ¿O acaso es lo mismo ver a un trapecista dar un triple salto mortal que contemplar cómo lo hace una recreación por ordenador?

Indiana sin Harrison

No hace falta recurrir ni al maquillaje ni a las prótesis. Si la Inteligencia Artificial (IA) ya consiguió rejuvenecer a Harrison Ford en la última entrega de Indiana Jones (Indiana Jones y el dial del destino, 2023) retrocediendo hasta la década de los 80, ¿quién impide que el mítico personaje no sea recreado en su totalidad con el archivo de voz e imagen del actor? Eso incluye, por supuesto, sus gestos más personales, como su cautivadora media sonrisa o su réplica interpretativa. La IA puede conseguirlo si se entrena con material del propio Ford: sus movimientos corporales, su voz, su mirada… y ahí está el problema. ¿Cómo se reconoce la propiedad intelectual sobre el material del que bebe la tecnología? El más internacional de los arqueólogos reducido a fantasma digital… ¿Qué opinarán sus fans?

EN REDES

@LaGeneralLoc (La General de Locutores) permite leer íntegramente la cláusula IA desarrollada por PASAVE (Plataforma de Asociaciones y Sindicatos de Artistas de Voz de España). Debe estar incluida en todas las cesiones de derechos de doblaje desde enero de este año.