ESFERA CULTURAL

Muriel Romero,

directora de la Compañía Nacional de Danza

“Mi propuesta es versátil y brinda su espacio a coreógrafos y dramaturgos nacionales”

Bailarina, coreógrafa, pedagoga, gestora cultural o investigadora, son algunos de los méritos que acreditan a Muriel Romero como directora de la Compañía Nacional de Danza (CND), puesto que no ocupaba una mujer desde hace más de tres décadas. Asume el cargo después de haber sido recompensada en grandes certámenes como primera figura en conjuntos internacionales de danza y de haber creado la compañía Stocos.
JUAN ANTONIO LLORENTE

Cuando usted bailaba para la Compañía Nacional de Danza (CND) que dirigía Maya Plisetskaya, ¿imaginó que ocuparía ese cargo en el futuro?

No, era muy pequeña entonces, solo tenía quince años. En aquel momento lo que me interesaba era bailar, bailar y bailar. Quizás pensé en dirigirla en la época de Nacho Duato pero tampoco muy conscientemente. La coreografía y la dirección siempre han estado dentro de mí pero las fui incorporando a mi vida un poco más tarde, como una consecuencia lógica, orgánica. Llevo dedicándome a esto desde los once años, cuando salí de mi casa en Murcia, y acabo de cumplir cincuenta y dos. Toda mi vida sacrificada a la danza en activo: en compañías institucionales y grandes conjuntos. Hasta que me pasé al mundo independiente, creando Stocos, mi propia compañía.

¿Seguirá bailando?

En la Compañía Nacional de Danza no voy a hacerlo, pero he bailado hasta ayer. Entre los 35 y los 40 años se produce un cambio en los seres humanos. En el caso del bailarín, llegando a los 40, el cuerpo requiere otros cuidados, otro tipo de actividad. Después de tanto tiempo de aquí para allá, me apetecía conocer otros ambientes, otras formas de crear.

Sucede a Joaquín de Luz, que recuperó el neoclásico, y este a su vez sucedía a José Carlos Martínez, devoto del clásico. ¿Hacia dónde apunta su propuesta?

En la línea que empezó José Carlos, volviendo a esa oferta versátil de los siglos XIX, XX y XXI: al repertorio clásico, neoclásico y a las coreografías actuales, contemporáneas. También me interesan las piezas de absoluta vanguardia, con miradas únicas de grandes artistas del presente y brindar su espacio a coreógrafas, coreógrafos y dramaturgos nacionales. Como, por ejemplo, La Ribot, la primera española con un León de Oro de la Bienal de Danza de Venecia. También quiero mostrar un Onegin de John Cranko, que no se ha visto aquí. Para el primer programa voy a rescatar Serenade, una pieza de Balanchine que trajo la bailarina María de Ávila. Esas obras maestras que forman parte de la compañía hay que sacarlas del cajón y volver a darles vida. Sin olvidar la danza del futuro.

 


AL BAILARÍN LE DOY LIBERTAD PARA QUE SEA ARTISTA, NO MERO EJECUTANTE


 

Ese aspecto futurista me descoloca.

Si no se conocen mis trabajos en Stocos, es fácil tener ese sentimiento. En este momento estoy al servicio de una compañía que, después de veinte años con Nacho Duato, tiene un repertorio muy amplio. Suyo, y de otros coreógrafos como Ohad, Forsythe, con los que también vamos a contar. En la Compañía no puedo apostar por un extremo. Bailando en Múnich o en Berlín, tenía una pieza de Momix de 1989 y luego La Bella durmiente. Debe haber variedad, para lo que es preciso que los bailarines sean de lo más versátil.

¿Cómo transmite sus ideas al bailarín? Su colega Tamara Rojo aboga por darle libertad para que sea valiente.

Yo le doy libertad para que sea artista, no un mero ejecutante. Mi asistente de dirección, Ana Catalina Román, ha trabajado veinte años con William Forshythe, la casa donde se han fabricado cantidad de movimientos, porque los bailarines eran creativos a través de esa búsqueda, mediante la improvisación y la composición. Estoy trabajando mucho desde esa libertad el aspecto de mente abierta-bailarín creativo y valiente, por todo lo que sacrifica desde muy pequeño por su pasión y porque, de forma natural, se expone desde una corta edad ante mil, dos mil personas. Es algo que conozco bien. Y esa disciplina, te da libertad.

Hasta ayer mismo, el baile en España era la “Cenicienta de las artes” y Madrid, el “yermo de la danza”. Usted se encuentra con un ballet flamenco de la Comunidad, y con María Pagés gestionando un teatro del ayuntamiento. Tanta oferta ¿funciona a favor de la danza o puede confundir?

Cuanto más se multiplique y más centros coreográficos y compañías haya, mejor. La crisis de 2008 se cargó muchos festivales: el famoso de Escena Contemporánea y el de Música de Alicante desaparecieron. Yo apuesto definitivamente por que se hagan cosas y pasen cosas. Cada propuesta de cualquier comunidad y de cualquier color político redundará en favor de este arte sublime. ¡Que surjan compañías, que hay muchísima gente interesada! A mi audición se presentaron casi quinientas personas. Necesitamos más espacios y más teatros, y para ello abogo por la unión del sector. Desde mi estancia en Roma, tras nueve meses con veintiún artistas de diferentes disciplinas, mi amor por la danza se multiplicó. Con esa perspectiva, ves tu propio arte en otra dimensión, y lo valoras mucho más. El bailarín es un ser frágil, en conexión constante con su cuerpo, su psique, su espíritu y sus emociones.

 


CUANTO MÁS SE MULTIPLIQUE EL ARTE Y MÁS CENTROS COREOGRÁFICOS Y COMPAÑÍAS HAYA, MEJOR


 

¿Pugna o colaboración con Pagés?

Siendo vecinas y amigas ¡cómo no va a haber colaboración! Así es el arte. La Compañía va a actuar en su sala del Centro de Danza Matadero el 7 de junio en un proyecto europeo muy interesante, compartido a través de un agente de Londres. Y tenemos programa también en mayo de 2026.

Van como invitados, después de tanto tiempo luchando por un teatro propio…

Que tras cuarenta y cinco años la Compañía Nacional de Danza no tenga teatro, sólo prueba que no existe voluntad política. Que nadie ha dicho: esta gente necesita un teatro ¡que es la Compañía Nacional y hay un dinero público que los españoles estamos pagando y tiene que revertir en más espectáculos! Yo estoy dirigiendo esta compañía de cien personas, pero haciendo casi la misma labor que hice quince años en Stocos: buscar teatros, hablar con ellos. Algunos nos programan regularmente, pero eso no quita que, hasta que me vaya, siga reclamando nuestro teatro en cada entrevista.

Habla de los que se han ido. ¿También en la danza hay fuga de cerebros?

Sí. En mi programa está un “No a la fuga de puntas”. Yo no me he quedado como primera bailarina en Berlín haciendo veinte o treinta años Bellas durmientes cada dos semanas, ni me ha interesado nunca ser una estrellita. Quería ver, vivir, otras cosas. Estaba de primera bailarina, y de repente me venía con Nacho Duato para un contrato de cuerpo de baile, para luego volver como solista. Siempre me ha importado bailar y aprender y conocer más sobre este mundo que no eliges tú; te elige.

Un objetivo al que quiera apuntar en estos cinco años…

El proyecto que pretendo sacar adelante es complicado. Ante todo, por la falta de ese teatro en que hacer cada año tres programaciones y cinco o seis creaciones, que luego fueran girando. Sería lo ideal. Mi objetivo es intentar que el bailarín esté bien alimentado de una versatilidad de estilos, que crezca artísticamente. Y poder satisfacer al público, intentando darle lo que pide, porque es el deber de esta compañía.

Parte de ese público se ha preocupado al escucharle que no quiere tantas Bellas durmientes y tantas Cármenes.

Cuando hablo de mis preferencias por la creación contemporánea, nueva, actual, es porque prefiero programar un Onegin, y voy a intentarlo. Pero no por ello estoy en contra del repertorio. Hay grandes trabajos, como la Sylphide que presentamos el mes pasado, para la que vino de Copenhague Petrusjka Broholm, que procede de esa tradición y es única reflejando el romanticismo. A lo que me refería es a las reposiciones, que se presentan como esta es “mi Carmen” o este es “mi Romeo y Julieta” y en el noventa y nueve por ciento de los casos no valen nada. Tienes que ser un gran coreógrafo como Massine o Petipa -y genios así salen tres cada siglo-, de los que hay reposiciones maravillosas, que puedes comprar, alquilar o coproducir con otros teatros. Fuera de eso anda que no hay historias interesantes en la literatura, como para vender “tu” Bella Durmiente o “tu” Cascanueces. Con diez vídeos del mercado, hacen su versión y se forran, porque sólo les interesa ganar dinero.

¿Dónde encontrarla?

Responsabilizándose de la Compañía Nacional de Danza en cada actuación dentro y fuera de España. O en su despacho resolviendo el gran puzzle para celebrar en 2029 el medio siglo de vida de la compañía.