AL ENCUENTRO
MORELLA
DONDE SIENTAN BIEN LOS AÑOS
JESÚS ORTÍZ
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De alguna manera, se produce una relación osmótica entre el visitante y el ambiente morellano. Tras la primera y contundente imagen de la aproximación a las murallas, que va moldeando la imaginación del viajero, todo acaba formando parte de quien pasea por Morella, incapaz de sustraerse a los sucesivos impactos: el entorno urbano; las calles, callejas y pasajes; los edificios señoriales, los monumentales y los de arquitectura tradicional; las plazuelas, los pequeños comercios o la presencia volátil de los hornos de leña donde se da vida al pan de siempre o a los imprescindibles flaons.
Els Ports, o Los Puertos, es la comarca de interior castellonense en la que reina Morella y de la que casi podemos decir que es parte del Maestrazgo. Casi, porque nunca se incluyó entre los territorios que controlaron por ahí las órdenes militares del Temple, San Juan y Montesa (Maestrazgo viene de maestre, máxima autoridad de los monjes castrenses), pero está rodeada por el área geográfica que incluye aquella denominación y que se reparte por las provincias de Castellón, Lérida y Teruel. Hablamos, va en el nombre, de una zona montañosa en cuyas sierras el viento y las corrientes fluviales han ido formando cortados y «muelas», que muestran sus caras ocres y rojizas entre los verdes de la vegetación.
EL MISMÍSIMO CID CAMPEADOR ESTUVO CUATRO VECES AL PIE DE LAS MURALLAS MORELLANAS Y CUENTAN LAS CRÓNICAS QUE NUNCA LOGRÓ ENTRAR
Y en una de esas «muelas», precisamente, está Morella. Ya imagina el lector, por el paisaje que acabamos de describir, que la capacidad defensiva es una de las características que hicieron de la localidad objeto de deseo de los pobladores prehistóricos, para empezar, y de íberos, romanos, visigodos, musulmanes… El mismísimo Cid estuvo cuatro veces al pie de las murallas morellanas y cuentan las crónicas que nunca logró entrar. Ganó batallas en su entorno, según la Historia Roderici, pero Morella, que entonces pertenecía a la taifa de Lérida, se le resistió. Vaya a saber qué contó Rodrigo a su jefe en aquel momento, el rey de la taifa de Zaragoza, para explicar las dificultades de traspasar aquellas murallas.
EN LA CANTERA DE LA PARRETA DE MORELLA, DE DONDE SE EXTRAE ARCILLA ROJA, SE HAN ENCONTRADO RESTOS FÓSILES DE VARIAS ESPECIES DE DINOSAURIOS
Morella la Vella es una masía que está a unos seis kilómetros del centro urbano. En su entorno está la muestra de que los primeros pobladores de la Península ya tuvieron aprecio por la zona: un conjunto de pinturas rupestres, declaradas Patrimonio de la Humanidad (1998), que representan escenas de caza y que dan fe de que la cabra fue un animal importante por esos lares y en aquellas épocas. Hay varias cuevas con pinturas en la zona: la del Barranquet, la de Llepús o la Coveta de la Cornisa, a las que se deben añadir las galerías Alta y del Roure. Solo se pueden visitar algunas y, aviso para entusiastas, es necesario concertar una cita en la oficina de turismo morellana para verlas de cerca.
También debió ser la zona del gusto de los habitantes del Cretácico Inferior, porque en la cantera de la Parreta de Morella, de donde se extrae arcilla roja para hacer cerámica, se han encontrado restos fósiles de varias especies de dinosaurios y de algunos tipos de vertebrados no dinosaurianos, como pterosaurios y plesiosaurios, amén de peces, anfibios, tortugas, cocodrilos… Quienes saben de esto califican el registro fósil de la comarca de El Ports como «uno de los más abundantes y diversos de la Península Ibérica». El Museo de Dinosaurios de Morella ofrece una muestra más que interesante de lo que se va descubriendo en la cantera de arcilla.
La mola fue del gusto, en fin, de los sucesivos pobladores que vieron en ella un lugar ideal para instalarse. De íberos y romanos, se han localizado restos de edificaciones en el área del castillo. Poca cosa, lógicamente, porque cada uno que llegaba, sobre todo si era a «sangre y fuego», hacía obra nueva sobre los restos. De tiempos de visigodos, siglo VII, hay un yacimiento en la misma cantera donde se localizan los restos de los dinosaurios. Tuvo que ser importante el asentamiento, dicen los arqueólogos, porque uno de los edificios pudo haber tenido unos doce metros de altura, a lo que hay que añadir estructuras posteriormente añadidas de origen andalusí.
Puede decirse, pues, que Morella ha estado habitada sin interrupción desde hace unos cinco mil años, aunque lo que más huella ha dejado en su fisonomía es la Edad Media. A partir de la reconquista, sobre todo; aunque también la pertenencia de la ciudad a la taifa de Lérida, hablamos de la ocupación musulmana, por tanto, aportó lo que hoy es algún resto visible en lugares como la base de las murallas o de algunos muros del castillo. Pero, en fin, abundando en la idea de que el que llega nuevo remodela y redecora la casa, es el transcurrir de los tiempos a partir de la llegada de Jaime I, en enero de 1232, la que marca esa estética arrolladora de la ciudad de Morella.
El castillo, por omnipresente, ya es todo un tratado de historia. Según un texto publicado en La Gaceta de Madrid en 1931, con motivo de la declaración del monumento como bien de interés histórico-artístico, «cada piedra encierra historias, leyendas, alianzas y conflictos. Salones y Patio de Armas que han sido escenario de las batallas de El Cid Campeador, de contiendas como la Guerra de Sucesión, y eje de las guerras Carlistas. Estas piedras han sido testigo de los tiempos de Cátaros y Austrias». Imposible no asumir la descripción. Hoy se entra a esta fortaleza (s. XIII y sucesivos) por lo que fue el claustro del Convento de San Francisco (s. XIV) y en su interior se puede visitar el Palacio del Gobernador (s. XV), construido aprovechando una de las muchas cuevas en las paredes de la mola.
EN EL CASTILLO, «CADA PIEDRA ENCIERRA HISTORIAS, LEYENDAS, ALIANZAS Y CONFLICTOS; SALONES Y PATIO DE ARMAS QUE HAN SIDO ESCENARIO DE BATALLAS»
Las murallas tienen tanta historia encima como el castillo y su estado de conservación es sobresaliente. Hablamos de un cinturón de dos kilómetros y medio, con alturas de entre diez y quince metros, construidas entre los siglos XIV y XV, con dieciséis torres y siete puertas, entre las que destaca la de San Miguel (s. XV), que se puede considerar la entrada principal a la ciudad, entre otras cosas por sus dos imponentes torres de planta octogonal. Muy cerca de este acceso, en la base de la mola, está un acueducto construido en el s. XIV del que se conservan dos tramos y que da una fidedigna idea de cómo se hacía llegar el agua a un aljibe en la Plaça de la Font desde la fuente de Vinatxos, que Jaime I cedió a Morella pasado medio siglo de su entrada triunfal tras la reconquista.
La Iglesia de Santa María, entre los monumentos religiosos, tampoco se queda atrás en cuanto a importancia histórica y arquitectónica. De estilo gótico, y construida entre los siglos XIII y XVI, se abre al viajero por las impresionantes puertas de los Apóstoles y de las Vírgenes, ambas en la misma fachada, solamente igualadas en el grado de asombro del visitante por la escalera de caracol interior que sube al coro. Su protagonismo en la historia surge en pleno final del Cisma de Occidente. Cuando ya solo quedaban dos papas en discordia (llegaron a ser tres), se citaron en Morella Benedicto XIII (el Papa Luna), Fernando I de Aragón y fray Vicente Ferrer. No se puede decir que arreglasen del todo el conflicto, porque Benedicto «se mantuvo en sus trece» a pesar de ser rechazado desde ese momento, pero en los anales de la iglesia arciprestal quedó escrito que ante su altar se reunieron un rey, un papa y un santo.
Hay, por supuesto, más edificios reseñables civiles y religiosos, desde la propia sede del ayuntamiento, gótica del s. XV, y un puñado de casas solariegas que dan muestra de la importancia que tuvo Morella en la Edad Media, hasta la ermita de Santa Llúcia i Sant Llacer, con su intrahistoria de asesinatos, pero es imposible dejar de citar aquí otro tipo de monumento: la gastronomía morellana y los productos locales que la sustentan. A la cabeza de esos productos está la trufa. Durante los meses de enero a marzo, cuando se recolecta la tuber melanosporum, tienen lugar las jornadas de la trufa Morella-Els Ports, en las que los restaurantes morellanos hacen maravillas con este «oro negro». En paralelo, el Festival Gastro-Literario Morella negra como la trufa: vino, novela y hongo… ¿se puede pedir más? Bueno, sí: quizás empezar cada menú con algún queso «de servilleta» y finalizarlo con un flaó, santo y seña de la repostería local, bien relleno de requesón y almendras.
INFORMACIÓN
Oficina de Turismo
Plaza San Miguel, s/n
Tel.: 964 173 032
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www.morella.net/morellaturistica
ALOJAMIENTO
Hotel Cardenal Ram ***
Costera de la Suner, 1
Tel.: 964 160 046
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https://hotelcardenalram.com/
RESTAURANTES Y TAPEO
Casa Roque
Cuesta San Juán ,1
Tel.: 964 160 336
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www.casaroque.com
Vinatea
Blasco de Alagón, 17
Tel.: 964 160 744
[email protected]
www.restaurantevinatea.com
Casa Pere
Blasco de Alagón, 22
Tel.: 964 160 215
Bar Prats
Virgen del Pilar, 24
Tel.: 964 160 160
Bar Xuso
Julià Prats, 14
Tel.: 964 173 050
Para no perderse
Los dinosaurios de la Cantera del Mas de la Parreta, Morella (Formación Morella, Barremiense superior, Cretácico Inferior): Sistemática, análisis filogenético e implicaciones paleobiogeológicas.
José Miguel Gasulla Asensio. Memoria para optar al grado de Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid (2015).
Morella Turística. Ayuntamiento de Morella
INFORMACIÓN
Bando Caballos del Vino
C/ de las Monjas – Casa de la Cruz
Tel.: 669 081 842
[email protected]
https://caballosdelvino.org/
(Nota: la carrera de los Caballos del Vino puede verse en directo, vía YouTube, en la web).
Casa Museo de los Caballos del Vino
C/ Gregorio Javier, 21
Tel.: 868 185 096
[email protected]
http://museocaballosdelvino.com