ESFERA CULTURAL

ALMUDENA FERNÁNDEZ OSTOLAZA,

NOTARIA Y ESCRITORA

«Escribir es una labor muy gratificante y divertida»

Almudena Fernández Ostolaza estudió Derecho en la Universidad Complutense. Posteriormente obtuvo el título de notaria por oposición, profesión que le ha llevado a recalar en varias localidades españolas hasta acabar en Bilbao. En 2019 publicó su primera novela, Primera instancia. Este año verá la luz Segundas intenciones, su nueva incursión en lo policíaco.
ALEX OVIEDO

Su vocación como escritora comenzó tarde. “Tendría más de cuarenta años y fue a raíz de que mi cuñada, Laura Balagué, también escritora, y mi hermana Patricia, comenzaron unos cursos de escritura creativa. Les gustó tanto que escribieron sus primeras novelas y, de alguna forma, me arrastraron a mí”. A Almudena Fernández Ostolaza le gustaba mucho leer por lo que era fácil que le entrara el gusanillo de la escritura, “a la que suele llegarse si lees mucho. Es entonces cuando puedes sentir esa necesidad de escribir”.

¿Qué le aportan la literatura y la escritura?

-Con la lectura descubro a grandes escritores, historias muy buenas, gente que sabe decir las cosas muy bien. Y te sumerges en un mundo de sentimientos. En cuanto a la escritura, se trata de una afición y soy consciente de mi nivel. Estoy aprendiendo y mejorando cada día. Escribir es muy gratificante, divertido, engancha. Cuando escribo me meto en un mundo con mis propios personajes, un planeta inventado en el que me encanta estar, en el que me recreo.

¿Y cómo llega a los temas que plasma en sus novelas?

Primera instancia está vagamente inspirada en un crimen real. Pero no quería que se reconociera, así que fui suprimiendo los elementos que lo recordaran. Al final no tiene absolutamente nada que ver: quedó ese recuerdo de un caso que había ido viviendo en la distancia, las sensaciones que me produjo. La segunda novela, que publicaré a finales de año, es una continuación de la primera porque la historia se me quedó en la cabeza y faltaban cosas por contar. Se trata de un caso distinto, en el mismo pueblo, con personajes que se repiten.

En ambas la protagonista es una juez, Inmaculada Alday…

-Al escribir una novela se te plantea el dilema: quién es el investigador. Yo me ponía en la piel de un policía, pero no en su cabeza. En cambio, me sentía un poco identificada con la juez. Imaginaba que podría hacer cosas más parecidas a las que yo hago, aunque la labor de una juez y una notaria sea distinta. Pero sí tiene que ver con documentos, procedimientos, etc. De hecho, el personaje fue creciendo, porque al principio no la quería como protagonista. Se fue haciendo con las riendas. Es lo que me encanta de la escritura, que surgen cosas que tú no has pensado. Creo que nuestro cerebro es más listo que nosotros, que en realidad lo que ves es sólo una parte de lo que recuerdas o lo que sabes. Al escribir surgen historias que no recordabas haber vivido. No es que sea magia, pero consigue sacar de ti aspectos que tenías dormidos.

¿Por qué llevar la historia a un pueblo pequeño?

-En parte por el crimen que la inspiró, pero, sobre todo, porque me puse en el estado de ánimo de un primer trabajo en un sitio desconocido, una mujer sola que ha de tirar hacia adelante. Y lo identificaba con mi primera notaría en un pueblo de Córdoba: llegas con todo el conocimiento teórico sobre tu profesión, pero sin el conocimiento práctico. No le quito importancia a la dureza de la oposición, pero no es lo mismo enfrentarse directamente a tus clientes, hablar de sus vidas, sus problemas. Aquí tienes ya una responsabilidad más personal.

Con un trabajo como el notarial, ¿cuándo saca tiempo para escribir?

-Soy bastante hogareña, me parece un planazo quedarse en casa leyendo, por ejemplo. Y pasé mucho tiempo criando a mis hijos, lo que me permitía escribir. De todos modos, tengo la suerte de que me concentro en cualquier parte, bajo cualquier circunstancia. Somos muchos hermanos y nos gustaba estudiar juntos, en una mesa en el comedor, con la televisión encendida. Aprendimos así a concentrarnos en cualquier espacio. Una suerte porque no necesito una rutina o un horario, me basta con un rato para escribir. Antes de llegar a la notaría de Bilbao, para ir al trabajo hacía muchos trayectos en transporte público, y aprovechaba para leer, corregir lo que había escrito. El manuscrito, el rotulador y el autobús.

A finales de año su nueva novela.

-Para después del verano. Se titula Segundas intenciones, con una juez más madura, que no está tan desbordada como en la primera novela. Desaparece la turista que protagonizó Primera instancia, pero aparece un segundo punto de vista, el del secretario del juzgado, como llamaban en 2007 a los letrados de la Administración de Justicia. Lo publica Cosecha Negra, editorial en la que han publicado Juan Infante o Laura Balagué.

¿Hay tercera novela en ciernes?

-Sí, se titula provisionalmente Tercera edad, en principio también con la juez, pero no estoy del todo convencida. Escribir de esa jueza en ese pueblo me retrotrae a un momento feliz que me gusta recordar. Y la segunda la escribí casi por necesidad. Pero ahora me da la sensación de que aquello está ya muy lejos, que es necesario un cambio. Llevo ya alrededor de cincuenta páginas, por lo que está aún muy al principio y me va a permitir cambiar o empezar en otro escenario.

 


“EN ALGUNA OCASIÓN HE AÑADIDO TEMAS RELACIONADOS CON EL DERECHO Y QUE CONOZCO A TRAVÉS DE LA NOTARÍA”


 

Sus novelas están cercanas al género negro…

-Si nos ponemos estrictos son policíacas, porque no hay esa denuncia social de la novela negra. Dentro de lo policíaco hay escritores que muestran lo que ocurre en los juzgados, con abogados, fiscales, como Scott Turow. El alemán Ferdinand von Schirach me encanta. Yo intento seguir este camino, aunque me falte la práctica procesal. Es decir, soy notaria, no abogada penalista ni tengo esa experiencia en los tribunales. Como lectora disfruto de las novelas negras, policíacas, aunque lea de todo. Siempre me han gustado escritores como Mankel o Fred Vargas, no porque sean historias policíacas sino porque escriben bien. Y me gusta la novela de espías, Le Carré, Cumming… Si empecé a escribir policíaco fue porque me gustaba el género como lectora y porque ofrece una estructura, un esquema al que te puedes agarrar. Tienes un crimen, un investigador, varios sospechosos… Pero no descarto en el futuro escribir algo que no tenga nada que ver.

¿De su trabajo como notaria?

-Lo he pensado. En alguna ocasión he añadido temas relacionados con el Derecho y que conozco a través de la notaría. Leí hace poco una novela de Javier Sagastiberri, Perversidad, en la que mete un caso de troncalidad. Me encantó y así se lo dije. Me gustaría hacer algo parecido, pero aún no me sale.