ESFERA CULTURAL

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CONVENIO EL PRADO-FUNDACIÓN NOTARIADO

CLAVES DE LA OBRA

Autor: Francesco Tortorino
Fecha de creación: 1550 – 1575
Material: Cristal de roca
Ubicación: Expuesto en la sala 79B
Medidas: 20,5 x 13,8 cm

“Vaso de la Montería”
En el siglo XVII, llegó a España el Tesoro del Delfin, la herencia que Felipe V recibió de su padre, Luis de Francia, el Gran Delfín. Los gabinetes de curiosidades eran colecciones que reunían objetos únicos, realizados con materiales raros o exóticos, que adornaban a sus propietarios como personas cultas y acaudaladas.
ELENA ARIAS RIERA,

Restauradora del taller de escultura y artes decorativas.

Dentro del tesoro destaca como obra maestra El vaso de la montería. Realizado en cristal de roca, cuarzo hialino, de una transparencia y luminosidad destacable, lleva tallada una elaborada escena de cacería. Pequeñas figuras, acompañadas de perros, marchan a pie y a caballo cazando pájaros, liebres, un ciervo, un león y un jabalí. Merece la pena ver estas figuras ampliadas, ya que, como ejemplo, se puede distinguir la pupila del ojo en los magníficos caballos de aproximadamente 15 mm de altura, o reconocer con facilidad las diferentes razas de los perros, destacando los rizos del perro de aguas. Desafortunadamente no se conserva la orfebrería de oro y esmalte que ornaba el conjunto.

Minucioso y perfeccionista.

El cuarzo con el que está realizado se consideraba una gema. Un bolo blanco y limpio, sin pajas ni jardines, se apreciaba como una rareza de gran valor. Considerado hielo solidificado procedente de las entrañas de la tierra, hasta el siglo XVIII fue el único material completamente transparente, y lo suficientemente duro, para poder ser tallado. El trabajo de estas piedras se centraba en Milán, ciudad productora de lujo y belleza, y con una antigua tradición lapidaria. Durante el s. XVI, coincidiendo con la estancia de Leonardo da Vinci, los talleres desarrollaron importantes avances tecnológicos, alcanzando su momento de mayor esplendor a partir de la segunda mitad del siglo. Además, los Alpes, por la zona de San Gotardo, abastecían a los talleres de cuarzos de gran tamaño y calidad. De entre los talleres lapidarios, compuestos en su mayoría por sagas familiares, destaca el autor de este vaso, Francesto Tortorino, gran “intagliadore” de cuarzo, de trabajo lento, minucioso y perfeccionista.

 


EL CUARZO NORMALMENTE CONTIENE INCLUSIONES E IMPUREZAS, POR ESO UN CRISTAL DE CUARZO COMPLETAMENTE TRANSPARENTE ERA CONSIDERADO UNA VALIOSA GEMA


 

Sin embargo, en la actualidad nos cuesta entender la consideración del cuarzo como una gema muy valiosa, ya que se confunde con vidrio, un producto barato y manufacturado. El cuarzo es sílice natural cristalizado. Normalmente contiene inclusiones e impurezas, por eso un cristal de cuarzo completamente transparente era considerado una valiosa gema. Mientras, el vidrio es un producto fabricado mediante la fusión del sílice de la arena, con fundentes y estabilizantes, para obtener una pasta vítrea moldeable. Pero el vidrio era ligeramente turbio, con burbujas, y muy frágil por lo que no se podía tallar, y no admitía comparación con la belleza del cuarzo.

El ocaso del cuarzo comenzó cuando en la industria del vidrio inglesa, buscando la forma de abaratar la producción, empiezan a usar como fundente minio, óxido de plomo, obteniendo un vidrio completamente transparente, duro y de bonita sonoridad. Habían encontrado el sucedáneo barato del cristal de roca, y lo denominaron “cristal”. De este material conocemos marcas de vidrio como cristal de Bohemia o Baccarat. Así el cuarzo perdió valor como gema, y su trabajo fue abandonando por los grandes intagliadores. Sin embargo, que el desconocimiento del material no nos impida apreciar el valor que tuvieron, y tienen, estas obras.