ESFERA CULTURAL

CECILIA LAVILLA BERGANZA,

SOPRANO

JUAN ANTONIO LLORENTE

«Quiero hacer mucha música española»

Hace ahora un año que nos dejó la mezzosoprano madrileña Teresa Berganza, una de las grandes voces de la Historia. Un momento oportuno para hablar con Cecilia, la menor de sus hijos, nacidos del matrimonio con el pianista y compositor Félix Lavilla. La única que ha decidido transitar por el mundo de la voz, buscando siempre, dice, nuevos retos al servicio de la música y la cultura, alternando en sus actuaciones obras familiares del repertorio con los estrenos de nuevos creadores. Una actitud similar a la que caracterizó la carrera de su madre, de quien, además del gusto y del buen hacer, ha heredado la expresión, la sonrisa y una mirada que a nadie deja indiferente.

-En casa, de tres hermanos sólo usted ha recogido el testigo de su madre.

Eso es mucho decir. Recoger su testigo es muy difícil. Creo que lo que más pesó en la decisión tiene que ver con haber vivido siempre en la música, mis hermanos y yo. Teniendo en casa esos dos figurones, es fácil imaginárselo. La tentación de cantar la tuvimos todos nosotros. Por mi parte, quizá por no atreverme a recoger ese testigo, siendo muy jovencita empecé a estudiar baile, luego teatro, después decoración… Y cuando por fin tuve mi carrera terminada, dije: voy a probar. Porque mi madre insistía siempre en que lo hiciera.

-Incluso para animarla le subió al escenario para actuar con ella…

Me llevó a bailar en dos montajes de Carmen que ella protagonizaba. La primera vez, en Hamburgo, para la conocida producción de Edimburgo, haciendo lo que en el estreno se le había encomendado a Mariemma. Como en aquella ocasión Mariemma no podía, me preparó a mí para bailar ese trocito del segundo acto en la taberna. La segunda vez fue en la Opéra Comique de París.

-¿Fueron sus debuts escénicos?

Durante el tiempo que pasé estudiando danza con Rosella Hightower, hicimos muchos espectáculos con la propia escuela. Pero en teatros de grandes dimensiones, fueron las primeras veces.

-¿No le dieron ganas de seguir?

No. Además, poco tiempo después dejé el baile y, tras una etapa haciendo teatro, que también me gustaba mucho, como todo lo que tenía que ver con las artes escénicas, empecé a estudiar en Madrid la carrera de Diseño de Interiores. Cuando la terminé, pensé que había llegado el momento de formarme a conciencia en el mundo del canto.

 


SIENDO MUY JOVENCITA EMPECÉ A ESTUDIAR BAILE, LUEGO TEATRO, DESPUÉS DECORACIÓN… Y CUANDO POR FIN TUVE MI CARRERA TERMINADA, DIJE: VOY A PROBAR (EL CANTO)


 

-¿Todo le ha servido por igual a la Cecilia cantante?

Todo nos sirve para ser quienes somos. El baile me ha servido mucho como disciplina, a la hora de desenvolverme frente al público. Como forma de vida, quizá más comprometida en el aspecto corporal que la del cantante, que a su vez es mucho más delicada. Pero también me han servido el teatro y hasta, diría, la decoración. Siempre he dicho que soy una mujer multitarea, por todas las cosas que he simultaneado, y sigo haciendo.

-En el terreno vocal, ¿optó por una enseñanza reglada o tenía en casa la mejor escuela?

Tal vez lo hubiera necesitado, pero yo lo hice todo, digamos, en casa. Mi madre me mandó primero con Isabel Penagos, y fue un tiempo maravilloso el que pasé con ella, porque puso a funcionar todo el instrumento. A la vez, empecé clases de repertorio con mi padre, dedicándole cada semana las horas que hicieran falta. Me sometí a una disciplina impresionante. Más tarde, cuando ya estaba preparada para cantar, mi madre tomó las riendas de todo. Y por supuesto, todo lo vivido en casa estaba ahí.

-Los apellidos marcan. En su caso ¿a favor, en contra?

A favor, en lo personal. Las experiencias que hemos vivido, criándonos en el ambiente musical y cultural que tuvimos, es un lujo. A la hora de trabajar en lo mismo que brillaron nuestros padres, tal vez marcan un poco más en contra. Porque se busca siempre que seamos iguales que ellos. Y si eso no se pretende, es complicado.

-¿Usted no lo pretendía?

No. Sería absurdo pretender ser igual y querer hacer lo mismo que Teresa Berganza, que sólo hay una…

-¿Y cuántos Felix Lavilla?

Uno también. Entonces, lo que hay que hacer es aprender de esas circunstancias. Tirando adelante con mucho trabajo, entendiendo con claridad dónde estás. Lo inteligente es saber dónde está cada uno en cada momento. Y qué puede hacer.

-¿Cuáles son los recuerdos más valiosos de cada uno de ellos?

¡Hay tantos! De mi madre, lo más importante siempre que trabajaba con ella eran la dedicación y la seriedad: en el texto, en la emoción y en todo lo relativo a la música. Con ella, aparte del aspecto técnico, se trabajaba muchísimo el lado emocional. Exigía que cada cosa estuviese en su sitio, y que fuera muy acorde con lo escrito; con lo que estabas diciendo y con lo que estabas cantando. De mi padre destacaría el rigor absoluto, repitiendo hasta la saciedad hasta encontrar el resultado apetecido. Recuerdo cosas que se me han quedado desde entonces a base de repetirlas tantas veces. Era muy duro, pero sabes que cada vez que cantas aquello, te viene todo el mundo de trabajo que hay detrás.

-Decía que Teresa hay sólo una, y pensando que usted ha grabado las canciones que su padre escribió para ella, después de habérselas escuchado… ¿Cómo las abordó?

Con mi padre directamente, que aún vivía. Fue con él, cuando un alumno suyo, Josu Okiñena, con quien grabé las canciones, quiso hacer toda su obra para voz y piano.

-¿Las remodeló a su medida?

No creo que mucho, pero todos evolucionamos, y también la obra, que está viva. La ajusté más a mi momento, después de asimilar lo que había escuchado. Pero teniendo allí al autor, era él quien decía qué quería y cómo.

-En el perfil que aparece en su página, un crítico le adjudica como dones sabiduría y maestría ¿Se reconoce en el retrato?

Me cuesta trabajo. Sé que estoy siempre buscando, intentando encontrar cosas nuevas, y que todo esté en su sitio y de la mejor manera posible. Pero no sé reconocerme en esas alabanzas.

-Dice también que está absolutamente segura de sí misma.

Eso es lo que parece (risas). Cuando era joven, menos, también es verdad. Ahora mucho más, porque con los años aprendes a manejar tus capacidades. Llegamos a saber cuáles son y cómo manejarlas, y eso da bastante seguridad.

-Cuando opta en sus programas por la zarzuela, género en el que su madre estuvo universalmente reconocida, ¿sabe marcar su personalidad?

Intento cantar cosas que se adaptan a mi voz y a mi estilo, sin entrar en aquellas que eran muy suyas. Aunque a veces las hago sin ningún tipo de problema, cuando encajan en el programa que propongo, porque veo que se ajustan a mí. Algo genético habrá, pero mi preocupación se centra siempre en lo que la partitura pide. Sobre todo, en la música española, porque quiero hacer mucha música española. La de mi padre, que he mamado desde que nací, me siento segura al cantarla, con el convencimiento de hacerlo bastante bien.

-Al plantearse una carrera, ¿valoró la valentía de su madre aceptando la suya?

Por supuesto. Protagonizó un momento dorado de la ópera y de la lírica en general, pero fue con muchísima entrega y un enorme trabajo. Lo podíamos comprobar cuando íbamos con ella. Nos llevaba siempre que podía: cuando éramos pequeños, en nuestras vacaciones de verano…

-Aprendiendo tan de cerca, habiéndose formado en tantas disciplinas escénicas, parece haber temido los grandes formatos. Hace años que no encara ninguna ópera. ¿Por miedo, por las cargas familiares?

Más allá del miedo, soy muy sincera. Y en un momento dado, cuando empecé, sin ser tan joven como cuando mi madre dio sus primeros pasos, las audiciones para teatros y óperas grandes no funcionaron. Y no pasa nada. A lo mejor la voz no estaba aún hecha del todo. O buscaban que fuese otra voz. O la mía no era lo suficientemente grande para lo que pretendían. Decidí entonces que, si no me querían en un sitio determinado, había otros. Y mucho que hacer. No hay que empeñarse en estar donde otros no quieren que estés. En el Teatro Villamarta de Jerez es donde más ópera he hecho, y he disfrutado muchísimo en cada una de las producciones. La última en la que participé fue también en una de Carmen, donde hacía la Frasquita. Me ha gustado mucho hacerlas.

Por otra parte, me entusiasmaban la música de cámara, el recital y todo ese entorno. Decidí que podía ser muy feliz, como lo he sido y lo soy, haciendo producciones en ese formato.

-Hace mucho recital…

Sobre todo, con Miguel Ituarte, mi pareja, y es otra gozada, porque es un trabajo al milímetro: de estilo, de indagar en repertorios, tratando de que todo esté en su sitio… He tenido mucha suerte de estar rodeada siempre de maravillosos músicos y personas. Como otro pianista, Juan Antonio Álvarez Parejo, con quien trabajé anteriormente. Pero también me gusta mucho cantar con guitarra. Hice un dúo durante muchos años con guitara romántica y un contratenor y me encantaba, porque la música del XIX me gusta mucho.

 


TONADILLAS HE HECHO MUCHAS TAMBIÉN Y HE DISFRUTADO INTERPRETÁNDOLAS. AUN TENIENDO UN FORMATO MÁS BIEN PEQUEÑO, ME PARECE UN GÉNERO MARAVILLOSO


 

-Empezando por las tonadillas, que llevó al disco con el Ensemble Elym.

Tonadillas he hecho muchas también y he disfrutado interpretándolas, incluidas en producciones cuando he podido. Aun teniendo un formato más bien pequeño, me parece un género maravilloso. Divertido y dificilísimo. Parecen sencillas, pero son muy complicadas. Hice muchas con Alicia Lázaro, y con escena, cuando estaba empezando, llegué a participar incluso en un montaje de Emilio Sagi en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.

-¿El repertorio contemporáneo le atrae?

También. Hace poco hice con Miguel el ciclo de Jesús Torres Cinco Canciones de Aleixandre. Y como cuando digo que vamos, vamos a por todas, hemos hecho hasta lied alemán. O las canciones en polaco de Chopin… Pero donde más cómoda me siento, además de con la canción española, es con la francesa, ya sea más contemporánea o más clásica. Por haber estudiado allí y porque a través de mi madre, que trabajó mucho en Francia, mamé mucho esa cultura.

-¿Hay algo que le apetezca especialmente en este momento de su vida y su carrera?

Se me ocurre que poder grabar algunas cosas de las que he hecho. Pero ahora es muy complicado que te lo ofrezcan. La mayoría lo hace por su cuenta. A lo mejor llega, pero hay que encontrar el momento, el sitio, decidir qué grabas… Si tiene que llegar, llegará, pero tampoco me quita el sueño si no se da la circunstancia. Voy mucho a lo que marca el día a día.

-¿Alguna obsesión en el camino?

Obsesiones me he quitado casi todas. No valen la pena. Hay que aprovechar lo que va viniendo.

DÓNDE ENCONTRARLA

Al tiempo que imagina nuevos contenidos para sus conciertos, Cecilia Lavilla Berganza repone la muestra que se pudo ver en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, con los trajes creados por el diseñador de moda italo-francés Loris Azzaro para su madre, y prepara para el homenaje las doce Canciones Xacobeas que Antón García Abril le dedicó.