ESFERA CULTURAL

LAS CICATRICES CULTURALES DEL HORROR BÉLICO

El conflicto de Ucrania y los que siguen su curso en Siria o Iraq dejan un importante saldo en daños al patrimonio común de la humanidad.
JULIÁN DÍEZ

"LA UNESCO ESTIMÓ A FINES DE 2022 EN 231 LOS «OBJETOS SIGNIFICATIVOS» DAÑADOS EN UCRANIA, INCLUYENDO MUSEOS, IGLESIAS O BIBLIOTECAS"

La Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado firmada en La Haya en 1954 considera este tipo de actuaciones como «crimen de guerra».

Iglesias destruidas, restos del pasado vandalizados, bombas sobre lugares venerados por la cultura del enemigo… No es una situación nueva (capitales de imperios como Cartago o Persépolis fueron destruidas hasta los cimientos por romanos o griegos con sus incalculables riquezas artísticas), pero la progresiva sensibilización de la sociedad moderna con los conflictos bélicos ha puesto también su mirada en los daños culturales.

“Genocidio” cultural

El concepto de «culturicidio» o «genocidio cultural» fue por primera vez propuesto por el abogado judío polaco Raphael Lemkov en 1944. No es un término aceptado de manera unánime, pero sí abrió la puerta a iniciativas como la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado firmada en La Haya en 1954, y suscrita hasta ahora por 126 países, que considera este tipo de actuaciones como «crimen de guerra».

Incluso se han producido ya juicios en el Tribunal Penal Internacional por la destrucción de monumentos culturales. El primero de ellos en 2016 por los daños sufridos por distintos templos de la histórica ciudad medieval africana de Tombuctú, que terminó con una pena de cárcel de nueve años para el líder del grupo yihadista responsable.

La situación se está repitiendo en Ucrania de forma preocupante, pese a que ambos países en conflicto han suscrito esa Convención de La Haya. Iglesias de madera del siglo XIX quemadas hasta los cimientos, bibliotecas destruidas, museos enteros como el de Ivankiv reducidos a ruinas o desperfectos graves en monumentos como la catedral de Kiev se cuentan entre los daños sufridos, así como el saqueo de numerosos objetos arqueológicos por parte de las tropas rusas, por ejemplo, durante el periodo en que fue tomada la ciudad de Mariupol.

En total, la UNESCO informó a finales de 2022 que, pese a sus intentos de proteger el patrimonio ucraniano, se habían causado daños, de los que existían pruebas contrastadas, a 231 objetos significativos, incluyendo iglesias, museos y lugares de interés artístico. El ministerio de Cultura ucraniano elevaba esa cifra por encima del millar.

Con ser importantes, las cifras palidecen en comparación con otros conflictos actualmente en curso y que no ocupan ya tanto espacio en los medios informativos. Seguramente el más relevante es el daño al rico patrimonio de Siria, un territorio en el que la civilización se ha desarrollado durante milenios y donde el conflicto civil sigue su curso. Allí, por ejemplo, los restos de la antigua ciudad de Palmira, una de las grandes capitales del mundo a comienzos de la Era Cristiana, han sido espantosamente vandalizados. Otros lugares con el distintivo de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, caso de la Gran Mezquita y la Ciudadela de Alepo, resultaron prácticamente destruidos. El conocido como Crac de los Caballeros, antiguo castillo de la Orden Hospitalaria de enorme relevancia durante las Cruzadas, fue dañado por bombardeos cuando fue usado por distintos bandos como fortaleza.

La intermitente violencia en Iraq se ha cobrado víctimas como la histórica torre Malwlya de la Gran Mezquita de Samarra, la Gran Mezquita de Al-Nuri en Mosul, o distintos restos de la antigua capital del Imperio Asirio, Nínive, como sus estatuas de toros alados, las puertas monumentales o la tumba donde según la tradición descansaban los restos del profeta Jonás, todos ellos víctimas de campañas para terminar con restos del pasado que grupos como ISIS consideran como heréticos.

Ruinas milenarias

También en radicalismo islámico se cobró en Afganistán víctimas tan dolorosas como los Budas de Bamiyán, que se contaban entre los mayores del mundo. Eran de los monumentos budistas más relevantes del occidente, y fueron demolidos por los talibanes en 2001.

En cuanto a la guerra de Libia, existen informaciones contradictorias acerca de los daños sufridos por los restos de la antigua ciudad de Cirene, fundada en el siglo VII a. de C. y que llegó a ser capital de provincia romana. Otra guerra un tanto olvidada, la de Yemen, se ha cobrado buena parte de la ciudad vieja de Sana, otro lugar considerado Patrimonio de la Humanidad.

Quizá lo más preocupante de todas estas pérdidas es que, a diferencia de muchas otras del pasado, su reconstrucción es compleja o directamente imposible cuando hablamos de ruinas milenarias. Aunque existen algunos esfuerzos como los de instituciones japonesas para la reconstrucción de los budas de Bamiyán.

En comparación, los estragos causados por las dos guerras mundiales en Europa o los distintos conflictos vividos por los Balcanes a finales del siglo XX han sido paliados con el paso de los años y el esfuerzo de las autoridades locales. Así, el puente de la ciudad de Mostar que fue símbolo de la barbarie de la guerra en la antigua Yugoslavia, hoy está reconstruido, así como la catedral ortodoxa de la ciudad.

La práctica totalidad de los monumentos destruidos en Alemania por los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial han sido reconstruidos, en particular en la zona de la antigua RDA y alrededores de Berlín a partir de la reunificación. Con algunas excepciones, como la Iglesia Memorial del Káiser Guillermo, cuya torre superviviente es una de las siluetas icónicas del Berlín Occidental, en las inmediaciones de Kurfurstendamm.

 


LA INTERMITENTE VIOLENCIA EN IRAQ SE HA COBRADO VÍCTIMAS COMO LA HISTÓRICA TORRE MALWLYA DE LA GRAN MEZQUITA DE SAMARRA O LA GRAN MEZQUITA DE AL-NURI EN MOSUL

 

Un caso similar es el de la catedral de Coventry, quizá el principal monumento inglés destruido por el llamado «blitz» de 1942. Hoy existe otra construida cerca, pero los restos de la original se mantienen como recuerdo del terrible coste de los bombardeos alemanes y la resistencia del pueblo británico.

El castigo de las bibliotecas

Mención aparte entre las víctimas culturales de las guerras merece el sufrimiento de las bibliotecas. La Biblioteca de Alejandría original, con sus colecciones que se estimaban únicas de grandes clásicos griegos y romanos, resultó destruida en las sucesivas tomas de la ciudad durante los conflictos que Roma mantuvo con la emergente ciudad de Palmira (cuyos restos, por cierto, fueron arrasados recientemente en la guerra de Siria). Además de numerosas quemas de bibliotecas sufridas durante las guerras de religión europeas, puede citarse como una pérdida singular la del manuscrito original iluminado del Hortus Deliciarium (Jardín de las delicias), considerada una de las primeras obras en las que se recogía un sistema de notación musical polifónico, y que ardió en el bombardeo de la ciudad de Estrasburgo en la guerra francoprusiana (1870). Un caso singular fue el de la biblioteca de la universidad de Lovaina (Bélgica), que cuando ardió en la I Guerra Mundial perdió un millar de incunables entre sus 250.000 volúmenes. Reconstruida en la posguerra, su siguiente encarnación perdió un millón de ejemplares en la II Guerra Mundial. Las grandes bibliotecas nacionales de Sarajevo y Belgrado estuvieron entre los principales lugares destruidos en las sucesivas guerras en los Balcanes.

La gran mezquita de Al-Nuri, en Mosul, antes y después de la destrucción. Estados Unidos e ISIS culpan al otro S bando de su pérdida.
Monumentos nunca recuperados en España
La lista de grandes monumentos desaparecidos en España de los que los propios españoles no somos muy conscientes es enorme. Debido a que en algunos casos fueron destruidos antes de que existiera la fotografía, o incluso de que se hicieran tasaciones artísticas con criterios contemporáneos, el valor de muchos de ellos resulta incierto. La lista es larga, pero estos serían algunos de los más destacados: el castillo de Burgos (quedan restos, destruido en las guerras napoleónicas); el Palacio original y la Fábrica de Porcelana del Buen Retiro en Madrid (guerras napoleónicas); el Alcázar de los Califas de Córdoba (su estructura principal sucumbió en la reconquista de la ciudad en el siglo XIV); la Torre de la Parada herreriana de Madrid (guerra de Sucesión); o el castillo del Patriarca de Tarragona (donde Carlos I mantuvo prisionero al rey de Francia Francisco I, guerras napoleónicas). La mayor parte de los monumentos relevantes que sufrieron daños en la guerra civil fueron en cambio reconstruidos después; un caso curioso sería el del Palacio de la Moncloa.

Otras fuentes