ÁGORA CULTURAL Y JURÍDICA

Te quiero ‘libre’

Por Xenia Rambla,

Notaria de Sagunto (Valencia).
Archivera del distrito notarial de Sagunto.
Mediadora de Solutio Litis en Sagunto.
Finalista del Premio Planeta en 2018, con su novela “Mate”, un thriller histórico con pinceladas de novela negra.

Expertos en diferentes áreas del Derecho se dan cita en nuestra revista para ofrecernos su visión de lo acontecido en el mundo de la Literatura, las Artes, la Justicia y, por qué no, en la vida misma. En este segundo número nos acompañan: Rafael Navarro-Valls. Catedrático emérito y profesor de honor de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. Xenia Rambla. Notaria de Sagunto (Valencia). Archivera de distrito notarial de Sagunto. Guillermo José Velasco Fabra. Profesor titular de Derecho Mercantil en CUNEF Universidad.

Imagina un primitivo. Uno de esos hombrecillos del Norte de África, edad de piedra, que apenas levanta diez palmos de la hierba, peludo, con dientes asimétricos. Ha dejado a su tribu con el fuego y se aventura en el bosque, lasca afilada en mano, en busca de un depredador, para avisar luego a los otros, a los más fuertes. Imagina que, en lugar de una bestia, lo que encuentra es una pareja de homínidas hembra, que han salido al mismo ecosistema en busca de algunas plantas silvestres para comer.

Origen del lenguaje

El hombrecillo las mira, curioso, deseoso. Las mujercillas, sin embargo, bajan la mirada y sopesan la posibilidad de huir. En ese momento, alentado por una inexplicable ansia de atención, una vanidad incipiente, un conato de lucha de poder, una semilla genética del etnocentrismo de unos tiempos en que lo mágico, lo sagrado, están a servicio del hombre, el sapiens comienza a articular sonidos que siguen un ritmo, una melodía rudimentaria, pero reconocible. Y el oído de esas diosas que se han cruzado, por azar, en su camino, es rozado por la blandura de esa voz, que quiere ser un grito, pero que, modulada por la pasión, queda en un lamento agradable, en una música, en la primera canción.

Es la hipótesis más creíble del origen del lenguaje. El imperativo emocional, la seducción, el cortejo. Más poderosa, incluso, que la urgencia de transmitir un aprendizaje para la supervivencia, para construir armas, para curar males, para dar la bienvenida al extraño o para enterrar a los muertos.

Y esa necesidad social de atraer al otro, de obtener lo que se anhela, de gozar la vida, de amar, es la que crea la fuerza para emitir el rugido amable, el ruido domado y sugerente, que, en lugar de ahuyentar a la dama, la haga querer sentarse sobre la hierba mojada, y escuchar; escuchar ese aire que sale de la garganta del hombre, de su estómago, de su sexo, de su corazón. Para iniciar luego la danza de la reproducción.

Palabras eternas

Miles de años en medio, los semióticos estudiarían cómo las pinturas de las cuevas de Francia, los jeroglíficos del creciente fértil, los ideogramas del imperio oriental, el sánscrito y muchos otros signos, trataron de hacer eternas las palabras, las ideas, las conciencias y la vida de quienes fueron los primeros amanuenses y artistas de los mundos conocidos.

En la edad oscura, serán las viejas historias y leyendas las que brotarán también con cánticos y poemas de los labios de los trovadores, las ilustraciones a punzón de los glosadores en las abadías; y después, mucho después, en Maguncia, un hombrecillo, esta vez más alto, con el cerebro expandido por la evolución, ideará un sistema de cajetines de hierro con planchas de madera, en una vieja casa con cuatro prensas, y alumbrará la biblia de 42 líneas, en los primeros dos volúmenes impresos.

Y todo esto ¿para qué?, te preguntarás.

Para tantas cosas… Para que el conocimiento pueda abrirse paso frente al fanatismo, para que los niños puedan leer, y así soñar, y así escapar de esas cuevas insalubres en cuyas paredes pegajosas escampa el odio de los otros, quizás también niños, el de sus padres acaso, o el que se profesan a sí mismos, tantas veces por falta de palabras de amor. Y cruzar mares, y cazar ballenas, y atravesar el centro de la tierra, y poder hablar otras lenguas, todas buenas, todas bellas. Y sanar, así.

Y en cada lectura, un fantasma se disipa y un prejuicio se muere lentamente, y sale el sol, y la tiniebla clarea, y por entre los adverbios, los pronombres, y los acentos: la libertad.

Gozar del pensamiento

Un día creí que podía leer justo aquello que quería. Aunque no fuera tan limpio como descubrir a quienes dominan el arte de jugar con las palabras. Y admití que lo imperfecto es deseable; que tiene un propósito, que es gozar del pensamiento; que tiene un impulso, que es el afán de entenderlo todo; y que tiene un recorrido, que, como el viaje de Kavafis, es el sentido mismo de la existencia.

Ese día empecé a escribir. Paco Umbral decía que escribir es la manera más profunda de leer la vida. El leyó en Mortal y Rosa a su hijo muerto. Y yo, hoy, en nombre de cuantos escriben, vuelcan en negro sobre blanco sus batallas, sus vergüenzas, y someten la buhardilla de sus almas a tu veredicto, conecto contigo en una onda gravitatoria de pensares y emociones, y te pido que nunca, mientras seas, dejes de leer.

«Un escritor es un mundo atrapado en una persona.»
VÍCTOR HUGO