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España ha perdido dos puestos en el índice global de competitividad del Foro Económico Mundial, pero no porque no mejore en este aspecto, sino porque los países equiparables lo hacen aún más. La atonía del mercado laboral, la falta de incentivos a la innovación y la ralentización macroeconómica son los tres vectores principales del estancamiento del país en esta materia. Además, las exportaciones dejan de crecer tanto como antes por la menor pujanza de la demanda europea.

Camino hacia el progreso. Arturo Bris, director del Centro Mundial de competitividad IMD es tajante: “no hay una sola nación en el mundo que haya tenido éxito de manera sostenible sin preservar la prosperidad de su pueblo. La competitividad se refiere a un objetivo de este tipo, determina cómo los países, las regiones y las empresas gestionan sus competencias para lograr un crecimiento a largo plazo, generar empleo y aumentar el bienestar. Por lo tanto, es un camino hacia el progreso que no da lugar a ganadores y perdedores. Cuando dos países compiten, ambos están mejor”. En efecto, el de la competitividad es un círculo virtuoso del sector privado que, sin embargo, necesita de gasolina pública para no frenarse. Esa gasolina tiene dos ingredientes básicos: la regulación laboral y el fomento de la innovación y las exportaciones. Pero no solo. A veces, la propia desaceleración de la economía impide maximizar la ganancia de competitividad. Es lo que le ocurrió a España en 2018: perdió dos puestos en el ranking mundial publicado por el Foro Económico Mundial, también llamado Foro de Davos. Baja en competitividad por empleo, entorno macroeconómico e innovación.

De esta manera, España ocupa ahora el trigésimo cuarto lugar de un total 137 países. Y eso que ha podido mejorar su puntuación general, al lograr 4,70 puntos este año frente a los 4,68 de 2016. Para el Foro Económico Mundial, dirigido por el alemán Klaus Schwab, el hecho de que España baje dos escalones en el ranking mundial y a la vez consiga aumentar su puntuación global, sugiere que otras naciones mejoran más rápidamente su competitividad. España se ha beneficiado claramente de la política de tipos bajos y de la inflación reducida. Quiere esto decir que cuando estos dos factores dejen de remar a favor, España necesitará más reformas para poder ganar competitividad.

¿Qué necesitamos? La economista del Foro Económico Mundial Silja Baller señaló, en una entrevista reciente, que los factores más problemáticos para hacer negocios en España son una burocracia ineficaz, la política fiscal, unas regulaciones laborales restrictivas, la insuficiente capacidad de innovar y el escaso acceso a financiación, según una encuesta efectuada a ejecutivos. En el índice de competitividad global, España saca buenas notas en el pilar de las infraestructuras (décimo segundo), en el tamaño del mercado (17) y en la educación superior y la formación (28), ya que en este último capítulo ha subido tres puestos.

Por Juan Arza

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