Es nuestro despertador, nuestro periódico, nuestro reloj, nuestra agenda, nuestro parte meteorológico, nuestra cartera… A él recurrimos para leer el último mensaje de WhatsApp, el último correo electrónico, el último tuit, para saber cuándo llega el próximo autobús… Con él pedimos cita con el médico, operamos con nuestro banco, buscamos apartamento para las vacaciones, compramos en línea, vemos una serie, jugamos, escuchamos música, hacemos fotos… e incluso hacemos llamadas.
Pasamos casi cuatro horas diarias de media mirando el smartphone. En muchos casos es lo primero y último que hacemos, y un tercio recurre a él más de 100 veces al día. El abuso de internet y las redes sociales se considera como una adicción sin sustancia, algo que supone un trastorno de conducta para una de cada cuatro personas, según la OMS.
Un análisis del comparador online Rastreator sobre las tendencias de consumo del teléfono móvil en España, revela que 3,7 millones de españoles (el 12,5% de los encuestados sobre la población de entre 18 y 65 años) aseguran que son incapaces de estar más de una hora sin consultar el móvil, mientras que más de 7,6 millones de españoles se consideran adictos al móvil, lo que supone el 25,6%.
A la luz de estos datos, la investigadora de la URJC, Gloria Rojo, sugiere que es necesario “reconsiderar la relación que los seres humanos establecen con estas tecnologías y las consecuencias que un mal uso puede acarrear”.
¿Cómo se trata? “La familia juega un papel muy importante, porque los perfiles que suelen llegar en prevención son chavales pequeños. Los chicos mayores presentan un perfil diferente que se mezcla con otras variables, como el juego con apuestas”, señala María Bejarano, psicóloga experta en prevención. En el caso de los niños pequeños, además del atractivo que supone jugar con el móvil, en muchas ocasiones influye que los padres permiten a sus hijos acceder al dispositivo para que estén tranquilos y puedan dedicarse a otras actividades. Esto genera un hábito al que los niños se van acostumbrando, y que luego puede dificultar la limitación de los tiempos de uso. Por esto es tan importante el papel de los padres a la hora de educar en un ocio variado y saludable.
“Desde la prevención, uno de los objetivos es establecer, ayudar, orientar y manejar espacios y horarios para que el uso del móvil no sea la única forma de ocio, de relacionarse, de vivir. Se trata de observar qué aspectos de la vida diaria se ven influidos por este uso problemático y valorar hasta qué punto invade aspectos de la vida diaria”, propone Bejarano.

Por Luis Menéndez

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