En septiembre de 2008 la caída del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers marcaba el comienzo de una crisis financiera que dio lugar a la mayor recesión mundial en siete décadas.  Diez años después, tenemos una economía que crece pero con incertidumbres y bajo la amenaza de un próximo frenazo. Aunque se han dado pasos fundamentales para fortalecer el sistema financiero, son necesarias nuevas reformas estructurales que den solidez a la economía y nos protejan de futuras tormentas.

En Europa, como ha reconocido la Comisión Europea, la crisis mundial puso de manifiesto “los puntos débiles de la todavía joven moneda y golpeó la zona euro con especial dureza”. Los bancos se encontraban en una serie de dificultades tras las burbujas financieras e inmobiliarias que se habían creado en países como España y los gobiernos tuvieron que utilizar el dinero de los contribuyentes para prestarles ayuda financiera.

Al haber más gastos y menos ingresos, la deuda pública europea aumentó, pasando de menos del 70% del PIB antes de la crisis a una media del 92% en 2014 (en España este desfase ha sido aún mayor, ya que en 2007 estaba en el 35,6% del PIB y en 2018 se sitúa en el 97,72%). La disponibilidad de crédito disminuyó más de un 18% entre 2008 y 2013, lo que hundió la inversión; y el desempleo se disparó especialmente en España. La crisis financiera se convirtió en una crisis de la economía real que tuvo graves consecuencias en millones de ciudadanos y empresas.

España respondió de entrada con recortes presupuestarios para reducir el gasto público, pero también tuvo que hacer una serie de reformas estructurales, todas ellas en consonancia con las recomendaciones de la Unión Europea (UE). En este contexto, se aprobó la reforma laboral, se redimensionó el sector público para reducir sus gastos y se reformó el sistema financiero español, entre otras acciones.

Diez años después. Las políticas adoptadas como respuesta a la crisis han conducido a una economía actualmente en crecimiento. La economía europea y española han entrado en su quinto año de recuperación y se espera que continúe así hasta 2019.

Próximos retos. La Comisión Europea cree que una de las prioridades para 2019 debe ser la aprobación de medidas para reducir los riesgos asumidos por los bancos. También recomienda definir una estrategia europea para los préstamos dudosos, uno de los legados más perjudiciales de la crisis. Además, es primordial reconducir las divergencias económicas y sociales que existen entre los Estados miembros.

Por Elvira Arroyo

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