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Dar el paso de crear una puede dar vértigo, ya sea por el miedo a la competencia o por los trámites obligatorios para montar un negocio propio. En primer lugar, hay que conocer las diferencias entre una empresa tradicional y una startup. Esta segunda se define como una compañía de nueva creación y pequeño tamaño, pero con potencial para crecer rápidamente, y en la mayoría de los casos con un modelo de negocio escalable (que los beneficios puedan crecer sin tener que reinvertir al mismo nivel que aumentan los ingresos).
Aunque no es estrictamente necesario, estas empresas tienen un elevado componente tecnológico, lo que suele implicar que sus costes de desarrollo sean menores a los de otras compañías recién creadas y sus necesidades de financiación sean también inferiores. Precisamente, otra de las características de las startup es que recurren a fuentes financieras no tradicionales, como el capital aportado por inversores a cambio de un porcentaje del accionariado.
Pero antes de poner en marcha una empresa es crucial realizar un estudio de viabilidad y resolver las dudas que puedan surgir en el proceso. El modelo de negocio va a condicionar las necesidades de financiación, por lo que es imprescindible realizar un exhaustivo análisis de costes y definir adecuadamente el potencial de crecimiento, el volumen de clientes que será necesario alcanzar en cada fase del proyecto, el tamaño y coste de la plantilla, y las posibilidades de internacionalización del producto o servicio que desarrollará la startup.
Un buen plan de negocio debe partir de un conocimiento detallado del mercado. De esta manera será posible definir mejor a qué necesidades o deficiencias de un sector puede dar respuesta el proyecto. También es oportuno definir el perfil del cliente potencial de la startup, así como la estrategia a seguir para dar a conocer a la empresa.
El siguiente paso será hacer frente a la burocracia. Es conveniente registrarse en los organismos oficiales de la forma más segura. El papel de los notarios aquí es relevante, ya que, además de constituir la sociedad y asesorar imparcialmente, pueden realizar la inscripción telemática de documentos, agilizando así los trámites de la manera más segura posible. Cabe recordar en este punto que las ideas no están protegidas por la Ley de Propiedad Intelectual, sino sólo su expresión, por lo que las startups deben ser muy cuidadosas a la hora de proteger sus intereses.
La última fase de la puesta en funcionamiento de una startup es la redacción de los estatutos y la escritura pública de constitución. En este punto algunos emprendedores optan por el camino más rápido, elegir el modelo estándar. Pero cuando el negocio crece y los socios discrepan surgen los problemas. Para evitarlo, se recomienda incluir cláusulas específicas para evitar conflictos futuros. Son numerosos los casos que acaban en ruina o en separación traumática por un malentendido entre los socios fundadores, por lo que es recomendable fijar de antemano cómo serán las relaciones entre los accionistas mediante el denominado pacto de socios y el reparto de roles entre estos de la manera más específica posible. En cuanto a la escritura pública de constitución que redactará y autorizará el notario, esta debe incluir la identidad de los socios cuyas participaciones superen el 25% del capital; el tipo de sociedad elegido; la aportación que cada socio realice o se comprometa a realizar; los estatutos de la empresa, y la identidad de los administradores y representantes. Y es que tan importante es tener una buena idea de negocio como saber ponerla en práctica en todos los aspectos, incluido el jurídico
Por Juan Arza
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