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My text in your handwriting es un software desarrollado por un grupo de científicos de la Universidad de Londres que permite imitar la escritura humana. Bastan unas pocas palabras escritas en un papel para que, tras escanearlo, el algoritmo estudie su contenido y las peculiaridades del estilo ortográfico y sea capaz de replicar cualquier letra con gran precisión.

Para Tom Haines, uno de los padres de la herramienta, el software posee “muchas aplicaciones valiosas”, como por ejemplo que las personas que por problemas médicos tengan dificultad para expresarse por escrito, pueden escribir cartas sin preocuparse por la legibilidad. No obstante, y pese a las buenas intenciones, no es descartable el riesgo de que esta herramienta se utilice para falsificar documentos, y de que estos documentos falsificados pudieran ser aportados como prueba en un juicio.

Ante una situación generada por el desarrollo de las nuevas tecnologías y sobre todo ante la duda de si el documento es veraz, podría ser necesaria la valoración de un perito calígrafo. Para Rafael Martín Ramos, perito calígrafo, crear estructuras de edificios, puentes o cualquier otro objeto destinado a ser estático no representa ningún problema para reproducirse tantas veces como fuese necesario con idénticas formas y características, pero “replicar la escritura manual es otro asunto porque, por su naturaleza de acto humano, le es inherente la variabilidad: la mano no es un instrumento mecánico capaz de repetir con exactitud siempre los mismos gestos”. Nunca se escribe igual.

Esta variabilidad debería suponer un grave escollo para que un programa informático reprodujese de modo verosímil el manuscrito de cualquier persona. Para el experto es necesario tener en cuenta varios aspectos con carácter general, como las variaciones naturales, ya que dependiendo del carácter del escribiente las transformaciones pueden llegar a ser tan drásticas que pueden dar la apariencia de no corresponder a la misma mano.

La reproducción de una firma a partir de una muestra no debería representar ningún obstáculo para que un programa informático la replique con absoluta identidad, pero una réplica así de exacta “no serviría a los propósitos de imitación con fines falsarios porque de poder cotejarse entre ellas, cualquier experto dictaminaría inmediatamente que una de ellas o ambas son falsificaciones”, explica el experto.
Las firmas pueden clasificarse en las que se realizan con diferente número de trazos y las textuales, es decir, en las que puede leerse total o parcialmente el nombre o los apellidos y se rematan con un rubricado accesorio.

Dado que en el primer tipo las formas pueden adoptar diseños sin sujeción a reglas, si se ofreciera al programa varios ejemplos de los que extraer variables con las que aplicar varias transformaciones simultáneas, las posibilidades de obtener una copia verosímil serían “cercanas al éxito”.

Sin embargo, en el caso de las firmas de estructura textual el panorama es diferente. Los textos sí se rigen por las reglas de la legibilidad, al menos parcialmente, por lo que los cambios que introduzca el firmante legítimo en este tipo de firma debe ser tenido en cuenta a lo largo de un mayor grupo de muestras para establecer, entre otros aspectos, qué es lo que cambia formalmente, cuánto y qué permanece estable.

 

 

Por Luis Menéndez

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