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Suele decirse que la importancia de un embotellamiento es directamente proporcional a la prisa que tenga el conductor. Sin embargo, el problema es real; algo mucho más grave que una simple percepción cuando se nos echa el tiempo encima. Los europeos, sin ir más lejos, perdemos entre 100 y 250 horas por conductor y año en los atascos, con un coste próximo en muchos casos a los 2.000 euros, también por conductor y año. Y parece que el problema crece.

En la clasificación de las ciudades con mayor impacto de atascos por habitante, publicada por Inrix Global Traffic (febrero de 2019), Madrid y Barcelona se sitúan en los puestos 22 y 38, respectivamente, de un listado encabezado por Moscú, Estambul y Bogotá. Entre los datos curiosos, el trabajo de Inrix Global Traffic revisa la velocidad media que puede esperar desarrollar la víctima (y verdugo) del atasco en el último momento de su recorrido, cuando llega al centro donde están tiendas, bancos y demás negocios. En el podio está Dublín, donde sus 9,7 Km/H hacen más rápido a cualquier runner urbano, seguida de Londres, Nápoles, Burdeos y Bruselas, que empatan a 11,3 Km/H, y una larga lista encabezada por Roma, París y Madrid, donde se consigue avanzar a 12,9 Km/H. Una bicicleta, en fin, conseguiría mejores medias en cualquiera de estos lugares.

Sin soluciones claras. Cabe confiar en que el conocimiento de estos datos ayude a cada ciudad a solucionar sus problemas. Solo hace falta voluntad por parte de quienes tienen que poner los medios. Pero no es menos cierto que no hay soluciones globales. Algunos expertos hablan de crear sistemas de túneles en las ciudades más afectadas para duplicar la capacidad de las vías; otros de potenciar de una vez por todas los transportes públicos creando una gran red de aparcamientos disuasorios y restringiendo al máximo el acceso a las ciudades. Tener datos, ya ven, no es suficiente para encontrar vías. También están los que confían en las tecnologías para proponer un plan anti embotellamientos. Los economistas Peter Cramton, R. Richard Geddes y Axel Ockenfels presentaron en la revista Nature (julio de 2018) un estudio avalado por la Universidad de Colonia, a la que pertenecen Cramton y Ockenfels, en el que proponen el pago de un canon variable como elemento disuasorio. Y no solo basado en el tamaño del coche, que cuanto más grande más “atascaría”, sino también en la densidad del tráfico en cada momento, de manera que, cuanto más alta sea, más costará circular por la vía atascada. El GPS y un sistema de pagos tipo VíaT serían elementos suficientes para llevar a cabo el plan, con el que calculan que se reducirían los atascos y la contaminación.

Por Melchor del Valle

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