En los próximos 30 años, la población mayor de 65 años en la Unión Europea crecerá casi un 50%. No solo habrá más mayores, sino que además vivirán más. España es el país más longevo de la UE-28 y se espera que su población centenaria se multiplique por cuatro en solo 15 años. El envejecimiento de la sociedad es uno de los fenómenos más determinantes de este siglo y todo un reto desde el punto de vista social, sanitario, político, económico y jurídico. De todo ello se debatirá en el XII Congreso Notarial Español, que se celebrará en Málaga en mayo.

Incertidumbre. Nos encontramos ante una situación que no sabemos cómo nos afectará en el futuro porque el incremento de la longevidad es algo relativamente reciente, que comienza a principios del siglo XIX en varios países de Europa. Hasta entonces, parece que la esperanza de vida apenas había variado “En los países occidentales la esperanza de vida ha pasado de estar en torno a los 40 años a principios del siglo XX a situarse por encima de los 80 años en el momento actual”, explica Luciana Miguel, médico forense especialista en Geriatría. Además, como apunta el informe El reto de la longevidad en el siglo XXI, publicado por el Instituto Santa Lucía, de momento no se vislumbra un freno en este fenómeno. Es probable que a finales de este siglo el ser humano supere a menudo los 100 o los 120 años de vida.

Más dependencia. Sin embargo, vivir más no necesariamente significa tener buena salud, permanecer activo o mantener una vida independiente. Carmen Sánchez Castellano, facultativa especialista en Geriatría en el Hospital Ramón y Cajal, señala que imaginamos a los centenarios como ‘superdotados genéticos’, que apenas sufren enfermedades degenerativas, por lo que logran una supervivencia extraordinaria, con gran calidad de vida. En el futuro inmediato, ante el logro de vivir más tiempo, es primordial la calidad de vida de esos años extra y el mantenimiento de la función física y mental.

Sostenibilidad económica. La perspectiva de una población tan longeva ha llevado a debatir también qué pasará con las pensiones, la asistencia sanitaria, las ayudas a la dependencia y otros sistemas de cuidado. La duda es si el actual sistema corre el riesgo de volverse financieramente inviable. Para Enrique Feás, técnico comercial y economista del Estado e investigador asociado del Real Instituto Elcano, la longevidad debería ser un motivo de alegría, más que de preocupación, siempre y cuando vaya acompañada de una buena calidad de vida, pero ello requiere garantizar recursos económicos suficientes. Feás añade que será necesario un cambio radical en las políticas públicas.

Apoyo normativo. Las políticas que se vayan adoptando en el futuro deberán ir acompañadas de un marco jurídico que refuerce la protección del mayor cuando este haya perdido facultades mentales o físicas, o no disponga de los medios necesarios para sobrevivir. Ascensión Leciñena Ibarra, profesora de Derecho Civil de la Universidad de Murcia, subraya que la vejez incrementa de manera exponencial la indefensión de las personas, por lo que “además de las medidas asistenciales dirigidas a paliar la fragilidad física, urge que el Derecho facilite a las personas mayores un marco normativo que les sirva de auxilio en su fragilidad mental”.

Estar preparados. Desde el ámbito individual, la capacidad de anticipación será de gran ayuda para asegurarnos cómo vivir los últimos años, cuando quizás ya no tengamos plenitud de facultades. El notario, como garante de la libertad individual en los aspectos personales y patrimoniales más importantes de la vida privada, desempeña aquí un papel esencial. Él asesorará de forma imparcial sobre la realización de poderes preventivos, testamentos, testamentos vitales y otros documentos públicos relacionados con el envejecimiento y el final de la vida.

Por Elvira Arroyo

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