EN ESTE PAÍS

MARÍA CAPELLÁN,

presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA)

“Debemos aprovecharnos de sus utilidades y huir de los excesos, preparando y educando al alumnado para los riesgos inherentes a las tecnologías”

Móviles en la escuela: debatamos desde la sensatez

Parece mentira cómo cambia el mensaje de una película en función del momento en que esta se proyecte. Pues lo mismo ocurre con el uso de los dispositivos móviles en nuestra sociedad.

Apenas hace cuatro años que el niño o niña que no tenía un móvil de última generación con conexión a internet, cámara de 500 megapíxeles, acceso al televisor y descargadas miles de aplicaciones, además de conexión a la impresora o una tablet u ordenador desde el que poder acceder a los contenidos que el profesorado le mandaba, parecía que se quedaba desconectado del sistema educativo. Fue así durante los 100 días que duró el confinamiento en nuestro país y el cierre de las aulas. La tecnología fue, además, la única forma en la que podían mantenerse conectados con el grupo de amigos con los que, hasta entonces, se reunían en extraescolares, parques o recreos en sus ratos de ocio.

Cómo es posible que hoy en día el planteamiento nuevo sea que, aquello que en pandemia era tan maravilloso, hoy sea algo similar a un arma de destrucción masiva a través de la que nuestros hijos e hijas van a acabar no solo con su vida, sino también con la de todo el planeta.

En la era en la que para comprar cualquier cosa no necesitas salir de casa, puedes ver las mejores series y películas a cualquier hora y en cualquier espacio, hablar y ver a cualquier persona en cualquier lugar del mundo y encontrar cualquier información con solo dar una tecla, ¿pretendemos volver a la época de las cavernas, como cuando la comunicación era a través de señales de humo y con pinturas en las cuevas?

Hagamos caso a los sabios como el señor Aristóteles, que dijo hace muchos años que en “en el término medio está la virtud”, o quizá deberíamos actuar como pondría en el prospecto de cualquier medicamento que encontramos en las farmacias de nuestro país: “El uso moderado y responsable del mismo no creará ni adicción ni efectos secundarios en nuestro organismo”.

Por tanto, enseñemos a todo el mundo, y no solo a los más jóvenes, que los dispositivos tecnológicos están aquí para quedarse entre nosotros y que debemos aprovecharnos de sus utilidades y huir de los excesos, preparando y educando al alumnado para los riesgos inherentes a las tecnologías de la información y comunicación, tales como la dependencia, la desinformación y la falta de socialización que el uso de este tipo de dispositivos puede producir.

¿Quién es capaz de hacer que, después de ver las ventajas que tiene contar con cualquier información a un solo clic, tengamos que acudir a las bibliotecas y grandes enciclopedias para poder acceder al conocimiento y a la información que podemos manejar al instante? ¿Estamos los adultos dispuestos a renunciar a ello? Y entonces, ¿con qué superioridad moral vamos a prohibírselo a nuestros jóvenes?

Desde CEAPA hemos abogado siempre por no criminalizar el uso de dispositivos tecnológicos y, en cambio, generar un debate desde la serenidad y la sensatez para valorar los efectos positivos que tiene la tecnología, siempre que hagamos buen uso de ella. Esperamos que se abra realmente un debate serio y calmado con toda la comunidad educativa, en el que, por supuesto, se cuente con la opinión de las familias, porque somos una parte importante para que nuestros hijos e hijas hagan un uso adecuado de los dispositivos tecnológicos.

La otra parte fundamental es el profesorado. Es esencial brindar a los docentes la formación adecuada para que estén capacitados en el uso y enseñanza de estas herramientas tecnológicas, garantizando así una educación más sólida y preparada para los nuevos retos que la sociedad nos plantea.

Además de la correcta formación del profesorado, nos preocupa cómo puede afectar a la equidad educativa el uso de dispositivos electrónicos en el aula. Como ya he comentado, estamos a favor de aprovechar los grandes beneficios de la tecnología para mejorar la educación. Pero eso no puede suponer que haya casos en los que determinado alumnado se quede atrás. Si es necesario un dispositivo digital para realizar tareas pedagógicas, debe ser el propio centro educativo el que lo aporte, no el alumnado, pues lo contrario genera desigualdad. No todos los alumnos y alumnas pueden tener acceso a un móvil, tablet o internet, así que el uso de la tecnología debería ser equitativo para todos.

Desde las familias de la escuela pública seguiremos rechazando la prohibición como la mejor manera de afrontar el uso de los dispositivos digitales por parte de nuestros hijos e hijas. Eduquémoslos, tanto desde la escuela como desde la propia familia, para que aprendan a hacer un uso responsable y moderado de la tecnología. Cuando sean adultos nos lo agradecerán.