Entre la Málaga que le vio nacer y la pequeña población francesa de Mougins, en los Alpes Marítimos, donde pintó su último sueño, Pablo Picasso tuvo estancias más o menos largas en lugares emblemáticos como París, meta inevitable de todo aquel que quisiese vivir el arte en su tiempo, o las poblaciones francesas de Céret y Sorgues. Daría para todo un libro de viajes seguir cronológicamente los pasos del pintor durante sus prolíficos 92 años de vivencias e innovación artística. Nosotros, que para eso somos compatriotas, empezamos por poner nuestros pies sobre sus huellas en España.
Málaga.
Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz Picasso (tenía donde elegir para firmar con seudónimos, ¿no?) vivió en la capital malagueña sus primeros nueve años y medio de vida. Su padre, José Ruiz, era profesor de dibujo en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y todo indica que alimentó su vocación desde pequeño. De hecho, a los ocho años pintó El picador amarillo: un pequeño cuadro al óleo aprovechando, como soporte, una caja de puros de madera de cedro. El pequeño espectador de los festejos celebrados en la plaza de toros de La Malagueta empezó así su carrera artística y su amor por la tauromaquia, que no le abandonaría el resto de su vida.
EN MÁLAGA, A LOS OCHO AÑOS, PINTÓ EL PICADOR AMARILLO: UN PEQUEÑO CUADRO AL ÓLEO APROVECHANDO UNA CAJA DE PUROS DE MADERA DE CEDRO
La visita a la Málaga picassiana comienza en su casa natal, hoy convertida en un museo donde se busca, con obras de otros pintores, fotos y ambientes de finales del siglo XIX, definir lo que fue influyendo en el pequeño Pablo. El edificio, en cuya tercera planta vivió la familia Ruiz Picasso, está en el número 32 de la Plaza de la Merced; y este espacio es, precisamente, otro de los lugares que nos pueden evocar al pintor: sus juegos y travesuras de niño, sus escapadas a la Playa de la Malagueta o al, entonces, moderno Mercado de la Mercé. Imprescindible también el paso por la Iglesia de Santiago (s. XV-XVIII), donde se casaron José Ruiz y María Picasso y donde se bautizaron sus tres hijos. Además de la ya citada Plaza de Toros de La Malagueta, en este pequeño recorrido no debe faltar el Museo Picasso, con 155 obras del artista como pintor y escultor, situado en el Palacio de Buenavista (s. XVI), en cuyo subsuelo, por si fuera poco, se pueden ver actuaciones arqueológicas con restos fenicios, romanos y árabes.
A Coruña.
José Ruiz obtiene una plaza como profesor en la Escuela de Bellas Artes coruñesa y toda la familia se traslada de Málaga a la ciudad gallega en agosto de 1891, poco antes de cumplir Pablo los 10 años. Se instalan en la calle Paio Gómez, en La Peixería (Pescadería), lo que era el corazón comercial y pesquero, muy cerca de la Playa de Riazor y de los entonces recién construidos Jardines de Méndez Núñez. Fue en ese ambiente donde el adolescente Picasso fue perfeccionando su técnica, en la propia Escuela de Bellas Artes, y se empapó del aire pesquero del Cantábrico gallego, en esa «ciudad divertida» en la que lo pasaba muy bien, como él mismo confesó, hasta que cumplidos 14 años llegó el siguiente traslado. En A Coruña tuvo lugar la primera exposición individual del Pablo Ruiz pintor, con 13 años, en una mueblería situada en la Calle Real. Y ya conseguía entonces ganarse unas «perras» gracias al entusiasmo del médico y ex ministro de Pi y Margall, Ramón Pérez Costales, que daba al niño cinco pesetas por cada dibujo que le hacía en una caja de puros.
EN A CORUÑA TUVO LUGAR LA PRIMERA EXPOSICIÓN INDIVIDUAL DEL PABLO RUIZ PINTOR, CON 13 AÑOS, EN UNA MUEBLERÍA SITUADA EN LA CALLE REAL
La casa de Paio Gómez, como punto de partida del recorrido picassiano coruñés, es hoy museo dedicado al artista y, en cierto modo también, a su padre. Lugar de juegos y encuentros, además de la Playa de Riazor, fue con seguridad la Plaza de Pontevedra, donde además está el Instituto Eusebio Guarda, en el que estudió Pablo desde los 10 años. En la Escuela de Artes y Oficios, en la calle Pelamios, recibió clase del escultor Isidoro Brocos, quien le puso en la pista de las vanguardias artísticas de la capital francesa. Y, por supuesto, es imprescindible la visita a la Torre de Hércules o la «Torre de Caramelo», como llamaban padre e hijo a este singular faro romano, tan presente en varias de las obras de Picasso.
EN SU SEGUNDA ETAPA EN BARCELONA SE CONVIERTE EN ASIDUO DE LA ENTONCES CERVECERÍA EL ‘CUATRE GATS’, EN LA QUE BULLÍA EL MODERNISMO
Barcelona.
De nuevo José Ruiz decide cambiar de aires y obtiene una plaza de catedrático en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, también conocida como Escola de la Llotja, por estar en ese momento en lo que hoy es el Palacio de la Lonja del Mar. Esto tiene lugar en septiembre de 1895 y el ‘catorceañero’ Pablo aprueba en un suspiro el examen de ingreso en La Llotja. La Barcelona de su primera etapa, hasta septiembre de 1897, fue de estudio y de trabajo en sus primeros grandes lienzos. En su segunda etapa, a partir de febrero de 1899, se convierte en asiduo de la entonces cervecería El cuatre gats, en la que bullía el modernismo, donde tuvo lugar su segunda exposición individual. Amistades hechas ahí, como Isidre Nonell, pintor modernista catalán, abrieron las puertas de París al malagueño.
Los Ruiz Picasso tuvieron dos domicilios en Barcelona, en las calles Cristina y, ya definitivo, de la Mercè. Es más atractiva, sin embargo, la lista de ubicaciones en las que Pablo instaló sus estudios de pintura y donde dio rienda suelta a su inspiración: las calles de la Plata, de Escudellers Blancs, de la Riera de Sant Joan, de Nou de la Rambla y la del Comerç. Imposible, en la visita a la Ciudad Condal siguiendo los pasos de Picasso, no acercarse al Palacio de la Lonja del Mar, visitable y dedicado a actos y exposiciones, y sobre todo a El Cuatre Gats, hoy restaurante que no ha perdido un ápice de su encanto. Y, por supuesto, rematar con el Museo Picasso, que ocupa varios palacetes y casas modernistas en la calle Montcada. Como dicen en la web del Ayuntamiento, el museo «es, más que un lugar de Picasso en el itinerario de Barcelona, un lugar de Barcelona en el recorrido por Picasso».
Madrid.
Después de dos años en Barcelona, tras lo que hemos denominado la «primera etapa», el joven Pablo obtiene ayuda económica de un tío y se traslada a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aprobando con nota y a la primera, como era habitual en él. Cuentan que muy pronto empezó a hacer novillos, cosa en la que debieron influir factores como su sensación de que aprendía poco, las horas muertas en el Museo del Prado observando, sobre todo, las pinturas de El Greco y su creciente interés por la compañía femenina. Demasiadas cosas en contra para un joven estudiante. Su tío «cerró el grifo» de las ayudas ante las reiteradas ausencias académicas y él se volvió a Barcelona aquejado, además, de un brote de escarlatina.
Los meses que estuvo viviendo en Madrid como estudiante, ocupó un piso en la calle San Pedro Mártir, 5, muy cerca de la Plaza del Progreso, hoy llamada de Tirso de Molina. En la fachada del edificio hay actualmente unos murales de azulejos que recuerdan el paso del pintor por esa casa. A «tiro de piedra» de la Academia, situada en la calle de Alcalá, están la Puerta del Sol que vivió Pablo, repleta de cafés bohemios, entre otras muchas cosas que probablemente «calmasen» la revolución hormonal del muchacho de 16 años; el Círculo de Bellas Artes, donde podía ir a pintar modelos del natural; el Ateneo, templo de la intelectualidad decimonónica; el Parque del Retiro, donde el joven se iba con su caballete y sus pinceles a practicar; y el Museo del Prado, claro, donde compartía con los copistas impresiones sobre Goya, Velázquez o Tiziano y, por supuesto, El Greco.
Horta de Sant Joan.
La escarlatina con la que volvió a Barcelona le llevó directamente a Horta del Ebro, como entonces se llamaba, a casa de quien se convertiría en inseparable amigo desde que compartieron pupitre en La Llotja: Manuel Pallarès i Grau. Para poner en valor la intensa amistad de los dos artistas, cabe recordar que Pallarès fue, años más tarde, ayudante de José Ruiz en la citada escuela y heredó de este su cátedra posteriormente. Pablo fue a pasar unos días a la población tarraconense, pero se quedó ocho meses. Parece que le marcó especialmente agosto de 1898, cuando los dos amigos decidieron pasar un tiempo en Els Ports, en medio de un paisaje de formas abruptas y… ¡viviendo en una cueva! Hay quien dice que a Horta llegó Pablo Ruiz y se fue Picasso: «Todo lo que sé lo he aprendido en Horta», dijo. Todavía volvería una vez más, acompañado, en este caso, de Fernande Oliver, modelo de pintores y primera pareja del pintor.
La montaña de Santa Bárbara y el convento de San Salvador, a los pies de la mole montañosa, son lugares objeto de varias pinturas de Picasso, algunas ya con estilo cubista, correspondiente a la segunda visita. El hoy Parc Natural dels Ports ofrece numerosas rutas de senderismo, entre ellas la de la ‘Cueva de Picasso’: un camino sencillo, circular, de poco más de tres kilómetros, que parte del área de ocio de La Franqueta (al lado del río de los Estrechos). La cueva era donde pasaban el día los dos amigos, pero lo normal es que se refugiasen de noche en la masía de Quinquet, también objeto de un cuadro que se expone hoy en el museo picassiano de Barcelona. En la recoleta plaza porticada de «Missa», estaba el Hostal del Trompet, en el que estuvo el pintor con Fernande Olivier y donde se encontraba la buhardilla de un amigo panadero, donde Picasso tuvo un estudio.
Gósol.
Pablo, acompañado de Fernande, había viajado de París a Barcelona en 1906, posiblemente con la intención de que familia y amigos conociesen a su pareja. En mayo deciden ir a pasar el verano a Gósol, donde llegan a lomos de una mula, que era la única forma de acceso entonces a esta población prepirenáica de la provincia de Lleida. Se quedaron hasta agosto y la producción del pintor fue de lo más fértil, porque en el viaje de vuelta a París se llevaron, al parecer, más de trescientas obras que cargaron a en varias mulas para cruzar la frontera por el Paso de los Gosolans. Hay quien opina que el cubismo picassiano nació en Gósol.
EN GÓSOL, LA PRODUCCIÓN DEL PINTOR FUE DE LO MÁS FÉRTIL, PORQUE EN EL VIAJE DE VUELTA A BELLVER SE LLEVARON, AL PARECER, MÁS DE TRESCIENTAS OBRAS
La localidad leridana se encuentra en el Parque Natural del Cadí-Moixeró, en el lugar donde se enseñorea del paisaje el macizo de Pedraforca, que muestra la exuberancia de su cima bicéfala a 2400 metros de altura. Para emular al pintor y su pareja, se puede realizar la ruta del «Camino de Picasso del Berguedà a la Cendanya» (es de varios días y algo exigente). Y, ya en el pueblo, el Centro Picasso: un museo que expone reproducciones de sus obras y fotografías, a lo que añade elementos etnográficos de la vida y tradiciones locales.