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ESTHER ESTEBAN, periodista
 


Médicos ingenieros e ingenieros médicos

Mi sobrina Eva Esteban Velasco, ingeniera de telecomunicaciones, -que estudió su Carrera primero en el Reino Unido en la Universidad de Surrey y luego en Nueva York en la Universidad de Cornell- tuvo muy claro desde el principio que su especialidad sería la aplicación de su carrera a la medicina y la salud. Hizo sus prácticas en General Electric, donde trabajó en varios software para aparatos de electromedicina, y en concreto diseñaba programas de ordenador para detectar automáticamente diagnósticos a partir de radiografías del cerebro.

Ella se especializó en las personas con Alzheimer, porque su abuela Carmen padece esa enfermedad y quería averiguar el desarrollo que pueda tener la maldita dolencia a través de algoritmos. También en la misma empresa utilizó realidad virtual para hacer una aplicación de cara a enseñar a estudiantes de medicina, cosa que ahora ya hacen muchas compañías.

Como trabajo fin de máster, hace apenas dos años, Eva nos sorprendió a todos diseñando una especie de casco con sensores que captaban las señales cerebrales y, con ellas conectadas a un programa de un ordenador, solo con el pensamiento podía hacer pequeñas acciones. Su idea final era conseguir, por ejemplo, que los parapléjicos pudieran manejar una silla de ruedas solo con pensar en hacerlo, dando órdenes a la silla a través del casco y las señales cerebrales. Como es lógico ella lo hizo de manera rudimentaria: compró unas piezas de un juguete que se vendían para la realidad virtual y cuando consiguió mover pequeñas cosas solo pensando en hacerlo, a mí me pareció algo increíble, mágico. Me dejó impresionada porque nos hizo visualizar, de repente, una realidad que ya intuíamos, que nos situaba en un futuro esperanzador y sobre lo que muchos investigadores de todas las especialidades llevan avanzando hace años.

 

A nadie se le escapa que en el futuro, o mejor dicho casi ya en el presente, el sector sanitario será “inteligente”. El avance digital, ya imparable en todo el mundo, ha obligado a las facultades de Medicina en España a incluir una pincelada de tecnología puntera: desde la robótica hasta la impresión en 3D, pasando por el uso de la realidad virtual y la telemedicina.

 

A partir de ahora el reto es formar a los médicos y sanitarios del futuro para que, con la ayuda de las tecnologías digitales, puedan mejorar nuestra salud y calidad de vida en temas tan variopintos como la diabetes, el Alzheimer, el envejecimiento de la población, los problemas de salud mental y un larguísimo etcétera que incluye prácticamente todo lo referido al cuerpo humano. El campo es amplísimo porque es muy probable que cualquier desarrollo e innovación tecnológica con potencial aplicación en el ámbito clínico pueda ser adaptada.

En los próximos años los estudiantes de medicina y de todo el sector sanitario serán formados en el conocimiento de aparatos conectados a los humanos (internet de las cosas), el uso de análisis de información, tanto para la gestión hospitalaria como para la investigación (big data) y la inteligencia artificial (el uso de algoritmos que ayuden a tomar decisiones sobre algún diagnóstico, por ejemplo). Así lo ha advertido el informe El futuro de los trabajos, publicado por el Foro Económico Mundial, que es una excelente plataforma de divulgación.

 

Otro de los avances significativos de la medicina del futuro será sin duda el desarrollo de implantes biónicos. A través de la nanotecnología y la tecnología microscópica, el cuerpo humano podrá ser monitoreado en todo momento para medir sus funciones con el fin de estar más alerta frente a posibles situaciones de riesgo.

De hecho mi sobrina -que fue contratada por la empresa americana OpenBCI, precisamente por su proyecto fin de máster- trabaja ahora en un sistema muy sofisticado para dar órdenes con el pensamiento. Ellos fabrican un producto de nombre Galea: desarrollan el software , los sensores y todo lo necesario para instalarlo bien en un casco, bien en unas gafas de realidad virtual, y manejarlo como si fueran los controles. Galea es un sistema integrado con realidad virtual o realidad aumentada que incorpora sensores para leer actividad cerebral, ocular, muscular, cardiaca, y de la sudoración de la piel. Esta empresa, de hecho, ofrece gratuitamente el software para que las universidades, los hospitales, o los médicos puedan utilizarlo.

En España ese software se está empleando para desarrollar aplicaciones de ayuda a los parapléjicos, mover un exoesqueleto, una máquina, o por ejemplo, con el movimiento de los ojos apuntar a una pantalla de un ordenador. Estos ingenieros y estas empresas son por decirlo de alguna manera, los facilitadores, es decir, no hacen proyectos de medicina ni de salud directamente, sino que fabrican los instrumentos que permiten manejar distintos aparatos con las ondas cerebrales.

Se ha dicho y es cierto que la medicina y los avances tecnológicos suelen ir de la mano, lo que ha permitido transformar estos sectores a través de la Inteligencia Artificial, Big Data o Internet de las cosas. Cada vez con más frecuencia veremos a ingenieros dando clases en la Universidad de Medicina y, de hecho, este campo abre muchas y muy amplias posibilidades laborales a medio y largo plazo. Sin duda habrá médicos que sean ingenieros e ingenieros que sean médicos, dos disciplinas que antaño hubieran tenido un maridaje imposible.

Otra derivada muy interesante es cómo se utiliza la realidad virtual para ayudar a ver zonas del cuerpo humano que, de otro modo, sería imposible observar si no fuera a través de una disección. Los alumnos de medicina pueden estudiar y practicar con detalles muy minuciosos cualquier zona del cuerpo humano y crear escenarios casi reales en intervenciones quirúrgicas, por ejemplo, lo cual de cara a la formación ya es algo fundamental. Sea como fuere la realidad es que el sector sanitario no solo será en un futuro plenamente digital: es que ya lo es. El futuro ya está aquí.