EN ESTE PAÍS


JUAN JOSÉ MORODO,

subdirector de Cinco Días

 

Una España que llenar

@JuanjoMorodo

La infraestructura tradicional de acceso al dinero en efectivo en España es «amplia» y tiene una cobertura «generalizada», pero necesita impulsar soluciones alternativas para garantizar ese acceso ante la reducción de oficinas y cajeros automáticos, derivada del «incremento de la digitalización y la búsqueda de una mayor eficiencia por parte de las entidades de crédito» y que va paralela al proceso de fusiones en el sector.

El anterior párrafo es el corto resumen de un reciente informe del Banco de España en el que parece estar pensando en lo que se ha dado en llamar la ‘España vaciada’, un problema que se expresa con la despoblación y se ceba especialmente en los mayores y en zonas rurales. Hoy existen 1,3 millones de ciudadanos en una situación que se puede considerar vulnerable en el campo financiero tras los numerosos cierres de sucursales.

En eso, en la exclusión financiera, ha centrado una de sus batallas Teruel Existe, la agrupación de electores con representación en las Cortes. Porque la sangría de servicios financieros convencionales en la España rural es imparable. Cada vez más alcaldes, instituciones y colectivos ciudadanos muestran su preocupación ante un mapa que deja a amplios sectores de la población con menos servicios y recursos.

El supervisor bancario propone varias alternativas al servicio urbano tradicional. Entre ellas, las sucursales móviles, la movilización de agentes financieros, el uso para servicios bancarios de las múltiples y extendidas oficinas de Correos y la retirada de efectivo en establecimientos comerciales como posibles respuestas al implacable recorte de oficinas de banca.

De que los bancos ya están la búsqueda de soluciones da idea, por ejemplo, que las oficinas móviles de uno de los mayores bancos del país, CaixaBank, recién fusionado con Bankia, prestan servicio a cerca de 270.000 personas en los más de 430 municipios que visitan, la mayoría de ellos con riesgo de exclusión financiera. Estas sucursales móviles, que prestan sus servicios de lunes a viernes en once provincias, permiten a los usuarios, sean o no clientes de la entidad, realizar las operaciones más habituales, como retirar e ingresar efectivo y pagar recibos e impuestos. Son oficinas sobre ruedas que recorren una media de 52.500 kilómetros al mes.

Del mismo modo, a multitud de pueblos y aldeas de España acuden cada semana panaderos, pescaderos, carniceros y suministradores de comestibles y otros productos como una suerte de supermercados móviles que ofrecen su mercancía a los ciudadanos que aún los habitan.

Porque la exclusión financiera es solo una de las partes del problema de la España vaciada. Primero fueron los colegios cerrados por falta de alumnos; después, el fin de la presencia física del médico, la farmacia y los servicios sanitarios en general; anteriormente, el cierre de estaciones y apeaderos ferroviarios y, en fin, la eliminación de esa especie de servicio universal instalado en casi cualquier punto de España.

El servicio universal ha sido una tradicional exigencia a Telefónica, recogida en la Ley General de Telecomunicaciones, para garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a una serie de prestaciones “con independencia de su localización geográfica, con una calidad determinada y a un precio asequible”.


El desmantelamiento del servicio ferroviario es otra de las causas
(y al tiempo consecuencia) de esa España sin habitantes


Ello suponía llevar la red de telecomunicaciones a cualquier punto de la geografía, incluidos los no rentables y se veía gráficamente en los teléfonos públicos instalados en los pequeños bares/tienda de muchas aldeas y pueblos. Pero quién se acuerda hoy de las cabinas telefónicas, punto clave de ese servicio universal. La misma Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) manifiesta la necesidad de suprimirlo como servicio universal “al haberse constatado el progresivo abandono de su uso”. Y es que, ¿quién piensa hoy en una cabina telefónica cuando va a efectuar una llamada?

España está dotada de una de las mejores y más amplias redes de fibra de Europa y cuenta con un parque de terminales de telefonía móvil que supera al de la propia población. Las posibilidades que esto ofrece son formidables, y sería un error no aprovecharlas. Las soluciones que diseñan tanto la banca como las compañías privadas de servicios sanitarios o de telecomunicaciones van en esa línea.

El desmantelamiento del servicio ferroviario, iniciado a comienzos de los años ochenta, es otra de las causas (y al tiempo consecuencia) de esa España sin habitantes. Una red ferroviaria en forma de estrella con el centro en Madrid, y no de malla en todo el territorio, es la razón principal de esa carencia. Muchísimos de los trayectos regionales que enlazaban los pueblos también han sido cerrados. Desde Felipe González, todos los Gobiernos han apostado por la alta velocidad y abandonado el tráfico de mercancías y trayectos medios. Los políticos lo justifican por racionalidad y ahorro. Pero el cierre de esas líneas no ha hecho más que contribuir a un desaforado aumento del tráfico por carretera, tanto de viajeros como de mercancías, y ha dejado dependientes solo del coche, la furgoneta o el camión a las áreas rurales y pequeñas poblaciones. Un ferrocarril moderno, diseñado en términos territoriales con una idea global de país y no exclusivamente urbana, habría contribuido a frenar el despoblamiento de la España vacía.

Hace pocos meses se presentaron en el Congreso más de un centenar de medidas diseñadas por múltiples colectivos para intentar detener la despoblación. El proyecto reivindica nuevas infraestructuras, servicios sanitarios avanzados, conexiones telemáticas rápidas, beneficios fiscales, descentralización o energías renovables, entre muchas otras propuestas. Hay decenas de plataformas, con Teruel Existe como altavoz y el concepto político de “fijar población” como bandera. Estas denuncian que la escasez de prestaciones, por un volumen de población insuficiente, impide el arraigo y alimenta el éxodo demográfico en un círculo vicioso.

Pero la población no se va a fijar al territorio por decreto. La pandemia del Covid debe servir para repensar la solución. El despegue del comercio electrónico, de las teleconsultas médicas y la prestación de múltiples servicios de manera online, incluido el teletrabajo, anima a reflexionar en términos muy diferentes sobre la sangría de servicios en la España vaciada. Otra cosa son las capacidades de los ciudadanos para aprovechar las enormes posibilidades que ofrece la tecnología frente a una España vaciada. Entre otras cosas, porque cabe preguntarse muy seriamente si alguna vez España ha estado llena.