ESFERA CULTURAL
SARAMAGO EN EL RECUERDO
JULIÁN DÍEZ
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El único autor lusófono galardonado con el Premio Nobel fue celebrado por igual a ambos lados de la Raya. En Lisboa, la Casa dos Bicos, sede de la fundación que el escritor apadrinó desde años antes de su fallecimiento, organizó distintos actos de recuerdo y exposiciones. Lo mismo ocurrió en las otras dos sedes que mantiene: en su localidad natal de Azinhaga, un pequeño pueblo portugués próximo al Tajo, y Lanzarote, donde vivió sus últimos años.
Los actos en territorio español han incluido algunos tan curiosos como la iniciativa de convertir la frase Saramago mola en el lema de la Feria del Libro de Las Palmas. Quizá el más relevante, con todo, fue la exposición El taller de Saramago, que pudo verse primero en la Biblioteca Nacional de Portugal y después en la de España.
“El cariño por José Saramago se ha demostrado en aldeas, pueblos y ferias. Incluso desde las instituciones, que es desde donde menos te puedes imaginar que se lleven a cabo iniciativas en su recuerdo”, señaló su viuda, Pilar del Río, que ha tenido un papel destacado en las distintas celebraciones.
Una obra viva
Lo más importante quizá es que la obra del autor está absolutamente viva en ambos países. En España, la totalidad de sus libros fue reeditada por Alfaguara en una Biblioteca Saramago con portadas exclusivas para la ocasión. La vigencia de novelas que forman parte permanente del panorama cultural ibérico como Memorial del convento (1982), Ensayo sobre la ceguera (1995) o La caverna (2000) queda fuera de toda duda.
Que mantengan el interés puede deberse en parte al tono de parábola de algunos de sus mejores trabajos, que, pese a confrontar muchas de las pesadumbres de la humanidad contemporánea, no incurren en la obviedad y prefieren una denuncia sutil. En la incertidumbre de la presente década, los personajes atribulados de Saramago parecen más próximos que nunca, destacando la ternura hacia la condición humana siempre presente en el autor, que fue uno de los factores señalados por la Academia Sueca en la concesión del Premio Nobel.
LA TOTALIDAD DE SU OBRA SE REEDITÓ EN ESPAÑA EN UNA COLECCIÓN CONSAGRADA A SU FIGURA
Desde La balsa de piedra (1986), novela donde la península se desgaja del resto de Europa, Saramago se convirtió en un referente para las ideas de unificación peninsular. Algo que se consolidó con su propia trayectoria vital, dada su fluidez en el habla en español, su matrimonio con una española y su residencia alternativa en ambos lados de la frontera.
La idea iberista tuvo altibajos, fue defendida en España por sobre todo Ramón Menéndez Pelayo y Miguel de Unamuno, pero luego ha tenido una mayor continuidad en Portugal. Entre los creadores de narrativa destacados en España, sólo Julio Llamazares parece sentir ese compromiso con libros como Trás-os-Montes.
Aunque la posibilidad de una unidad que Saramago dio por segura en 2007 parece todavía lejana, la opinión pública parece albergar una visión cada vez más favorable. Las últimas encuestas realizadas a ambos lados de la frontera son elocuentes. En la que publicó en 2016 el Instituto Elcano, un 78% de los portugueses se mostraban favorables a la unión. En una de la web Electomanía de 2021, el número de españoles favorables era de un 73,6%.
Su primera obra editada en español
Quizá uno de los detalles más memorables del centenario de Saramago se produjo a finales de 2021, como arranque. Entonces apareció por primera vez en español su primera novela, que en su momento (1947) se editó con el título de Terra de penumbra, pero que Alfaguara recuperó con el original de La viuda. Obra cruda y costumbrista, aunque ya con detalles sobre lo que sería su obra posterior, fue el único libro que Saramago publicó antes de cumplir los 55 años. Después de su aparición, que pasó totalmente inadvertida, el Nobel se dedicó a trabajar en una compañía de seguros primero y como periodista después, hasta retomar la escritura de manera continua en los años setenta.Otras fuentes:
Entre las curiosidades del centenario puede destacarse la representación de la ópera Blimunda, que no pisaba los escenarios desde la década de los noventa