CONSUMO

JOSÉ RAMÓN LOZANO PETIT,
secretario General de la Federación UNAE

"Se calcula que los consumidores desperdiciamos 460.000 millones de euros anuales en ropa desechada"

Acabar con la ropa de usar y tirar

La industria textil es una de las más contaminantes del mundo ya que siempre se ha basado en un modelo de consumo lineal (extraer, producir y desperdiciar), que a menudo no prioriza la calidad, la durabilidad y la reciclabilidad en el diseño y la fabricación de prendas de vestir. Ello supone gastar enormes cantidades de recursos para fabricar y crear ropa, la mayoría de la cual además es importada, de escasa calidad y que no respeta los derechos laborales, cuyo ciclo de vida es muy corto y se descarta rápidamente, lo que supone un grave problema medioambiental.

Algunos datos nos permiten concretar este impacto ambiental de la industria textil, que la sitúan como una de las más contaminantes: cada año se producen 100.000 millones de prendas, de las cuales el 75% acaban en vertederos, mientras sólo el 25% son reutilizadas. Esto genera el 8% de las emisiones de CO2, es decir, 850 millones de toneladas anuales, y produce el 20% de las aguas residuales, que además son altamente contaminantes por los productos químicos utilizados en la producción; sin olvidar el desprendimiento de micro plásticos de los tejidos sintéticos y el calzado durante todas las fases de su ciclo de vida. Por ejemplo, para fabricar un solo pantalón vaquero se emiten a la atmósfera 13 kilos de dióxido de carbono, y se utilizan 10 litros de productos químicos y tintes.

En cuanto a la cantidad de agua necesaria para producir una prenda, unos vaqueros requieren hasta 10.000 litros entre todos los procesos, incluyendo la fabricación del tejido, producción y lavados; un traje de chaqueta de lana utiliza entre 4.000 y 5.500 litros; unos zapatos de piel 8.000 litros y unas zapatillas de deporte 4.400; una camiseta de algodón 2.700 litros, más que un jersey, que usa 2.200, mientras una camisa sintética “sólo” requiere 1.500 litros.

Otro factor importante es la pérdida económica en recursos, energía y materias primas, ya que se calcula que los consumidores desperdiciamos 460.000 millones de euros anuales en ropa desechada. Además, se está perdiendo la costumbre tradicional de arreglar las prendas en casa.

Sin duda, la mayoría de los consumidores desconocemos estos datos cuando compramos o tiramos una prenda de ropa, pero resultan muy preocupantes y merecen una profunda reflexión tendente a modificar nuestros hábitos, ya que las decisiones de compra que tomamos influyen de forma muy importante en los productores y en el impacto global de esta industria, aunque a veces aún estamos demasiado influenciados por la presión de la moda y de la publicidad.

No obstante, los jóvenes son los más sensibles a este problema, se preocupan mucho porque el origen de la ropa sea sostenible y no tienen tantos prejuicios a la hora de comprar o intercambiar ropa de segunda mano, lo que ha provocado el auge de algunas tiendas y plataformas que apuestan decididamente por un concepto de moda circular y sostenible, que incluso se anuncian en televisión, dando una segunda vida a las prendas que otras personas ya no utilizan.

Por tanto, hay un cierto auge de la moda sostenible debido a una mayor demanda de consumidores más concienciados, que prefieren ropa de cultivo orgánico y sostenible y más respetuosa con el medio ambiente y, consciente de esta preocupación creciente en la sociedad, la industria ha propuesto algunas soluciones que publicitan como un valor añadido.

Así, algunas grandes cadenas de distribución textil se han apuntado al reciclado de fibras o a la reutilización de materiales y tejidos aprovechables por la industria, ofertando desde colecciones con ropa reciclada hasta campañas y promociones que incentivan o remuneran la entrega de ropa usada a cambio de descuentos o ventajas adicionales en la propia tienda, o incluso incluyen etiquetas con un código QR que va apareciendo a medida que la prenda llega al final de su vida útil.

Incluso existen marcas específicas cuyo catálogo de ropa y complementos está completamente elaborado con materiales reciclables y reciclados, y que hasta facilitan la información sobre la huella ecológica de sus productos o, por ejemplo, cuántas botellas de PET han sido empleadas en la fabricación de una prenda, lo que ofrece mayor información al consumidor y permite cerrar el círculo de la sostenibilidad.

Sin embargo, estas iniciativas aún son claramente insuficientes cuando no, a veces, un mero reclamo publicitario, sobre todo si consideramos que la producción mundial de ropa y calzado casi se duplicó entre los años 2000 y 2015, y se espera que aumente un 63% hasta 2030, lo que incrementa aún más el impacto medioambiental de este sector económico. Por estos motivos la Unión Europea ha tomado cartas en el asunto y ha presentado una nueva estrategia para el sector textil, que apuesta decididamente porque los consumidores dispongan de ropa sostenible, que además sea fácil de reparar y de reutilizar, evitando el actual e insostenible modelo lineal de producción y consumo.