ALDEA GLOBAL

TOMÁS COBO CASTRO,

presidente de la Organización Médica Colegial de España

“La distribución irregular de las vacunas y del acceso a medicamentos y tratamientos que existe entre países ricos y pobres preocupan a la profesión médica"

Mejorar el mañana requiere aprender del ayer

Dicen que la vida nunca deja de sorprendernos y así, de manera fulminante, lo hizo en diciembre de 2019 con la confirmación del primer caso positivo en COVID19 en Wuhan, China, el epicentro de la pandemia. A partir de ahí, todos conocemos el resto de una historia que ha quedado escrita para la posteridad.

Aplicando las reflexivas palabras atribuidas al icónico escritor uruguayo Mario Benedetti, cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas, cada día se convirtió en un lienzo en blanco en el que -sin certezas, pero con esperanza- dibujar un nuevo mañana.

Muy pendientes y alerta ante nuevas informaciones, actualización de protocolos, adaptación continua y aprendizajes forzados, la realidad de la vulnerabilidad del ser humano nos cayó encima como un aguacero inesperado.

Al tiempo que los acontecimientos aplastaban sueños e incredulidad, fuimos conscientes de que los peligros para la salud de la población global son posibles y que siguen estando al acecho las amenazas que plantea el futuro y que impactarán directa o indirectamente en la salud comunitaria. Las enfermedades infecciosas, aunque prevenibles y controlables gracias al avance de la ciencia, a los descubrimientos en investigación, al conocimiento y a la experiencia, siguen siendo un motivo de preocupación, sobre todo en países y zonas en los que disponen de sistemas sanitarios muy débiles o directamente carecen de ellos sin posibilidades de acceso a los servicios básicos de salud y que siguen siendo zona cero de enfermedades ya erradicadas en los países desarrollados.

Estas desigualdades mundiales en el acceso a la salud no son problema de los países que las padecen, sino que es una cuestión que afecta a la humanidad en su conjunto. En un mundo globalizado, con flujos migratorios relevantes, y ante la magnitud de amenazas colectivas, la Organización Médica Colegial siempre ha recordado que los esfuerzos en vacunación y en prevención de enfermedades transmisibles tienen que responder a los principios de solidaridad y equidad. Porque no solo nos sirve aprobar el examen en ciencia, pero no en ética, en contundentes palabras de António Guterres, secretario general de la ONU.

Recientes datos de vacunación contra la COVID19 en el mundo reflejan que todavía hay países con un alarmante porcentaje de población vacunada con la pauta completa por debajo del 5% a fecha de enero de 2023: Papúa Nueva Guinea, Haití, Yemen y el más grave, Burundi, con tan solo un 0,2 por ciento de población que ha recibido la dosis completa.

La distribución irregular de las vacunas y del acceso a medicamentos y tratamientos que existe entre países ricos y pobres preocupan a la profesión médica en una doble vertiente: por una parte, porque contribuyen a mantener viva la tragedia de la desigualdad; por otra parte, porque su uso correcto y equilibrado puede ayudar a detener y controlar la propagación de virus transmisibles, e incluso su erradicación.

Y con vacunación no solo hay que aludir a la inmunización contra la COVID19, sino también contra el resto de infecciones como la difteria, el tétanos y la tosferina en la población infantil. Según datos reportados por la Organización Mundial de la Salud y UNICEF, 25 millones de menores no recibieron una o más dosis de la vacuna contra estas enfermedades en el año 2021, cifra que supone un descenso en vacunación infantil mundial: son 2 millones menos de niños vacunados en 2020 y 6 millones menos que en 2019.

Las organizaciones profesionales y las autoridades internacionales con competencias y capacidad tenemos la responsabilidad y la obligación de trabajar en planes mundiales de inmunización que cuenten con financiación adecuada y suficiente. Ayudar a los países en la producción, distribución y consumo de vacunas determinará el éxito de cualquier estrategia de inmunización. Si podemos hacerlo, debemos hacerlo.

En esta línea, acogimos con gran entusiasmo el anuncio de la creación de una agencia estatal de salud pública en nuestro país el pasado año 2022 porque la prevención también es Medicina. Es vital dotar de este espacio científico-profesional a los servicios de salud pública, que son el paso previo a la asistencia sanitaria porque sus estudios y registros permiten que podamos adelantarnos a la enfermedad y prepararnos ante epidemias y emergencias sanitarias. Mejorar el mañana requiere aprender del ayer.

Este organismo, que se dedicará a la prevención y control de enfermedades; a reforzar el sistema sanitario ante riesgo para la salud comunitaria; a la vigilancia, análisis, estudio y evaluación de políticas e intervenciones públicas; a la evaluación de contextos de riesgo para la salud de la población española –principalmente de carácter epidemiológico- y al asesoramiento técnico a las autoridades sanitarias competentes; desempeñará funciones tan necesarias para el cuidado de la salud como la seguridad alimentaria, la resistencia a los antibióticos y los problemas derivados de la zoonosis; y funciones de coordinación de todos los niveles administrativos con competencias en este ámbito, tan necesarias para garantizar la equidad.

No podemos afirmar que la vida no vaya a volver a sorprendernos, pero lo que sí podemos garantizar es que los médicos seguiremos estando al lado de los más débiles y los más quebradizos, que son los enfermos, porque es la esencia de nuestra profesión y el único motivo por el que decidimos dedicar nuestras vidas a ayudar a los demás.