ÁMBITO EUROPEO

JOSÉ RAMÓN PATTERSON,

Periodista

 

"De momento, donde yo vivo el acceso se limita a los informes hospitalarios de atención en urgencias, consultas externas, altas y cuidados de enfermería”"

Hay que empezar por nuestra propia casa

Aunque me estruje las meninges, me cuesta trabajo encontrar palabras para hablar de los aspectos positivos de una pandemia que ha matado a millones de personas. Sin embargo, si examinamos cuidadosamente lo ocurrido en los dos últimos años podremos ver que los ha habido. Y no me refiero a la ingenua esperanza que albergábamos cuando estábamos confinados de que íbamos a salir mejores de aquella catástrofe, porque se ha visto que no ha sido así. De hecho, seguimos siendo tan poco solidarios con el sufrimiento ajeno como antes.

Una de esas facetas valorables es que, de rebote, la lucha contra la Covid-19 ha dado un impulso a la integración europea. Por un lado, la UE centralizó la compra de vacunas, lo que permitió disponer de más capacidad de gasto y mayor fortaleza para moderar los precios. Por otro, se ha puesto en marcha un plan de recuperación, el Next Generation, que se financia, entre otros mecanismos, con la emisión de deuda conjunta respaldada por los 27 e impuestos específicamente europeos, lo cual es una novedad.

Me gustaría creer que también ha servido para advertirnos sobre cómo obrar en situaciones análogas, pero los seres humanos tendemos a olvidar rápido las circunstancias o acontecimientos que hemos vivido, lo que nos lleva a volver al mismo lugar donde nos hemos equivocado y a tropezar una y mil veces en la misma piedra. A mí, que soy muy de refranes, me gusta esa paremia que dice: vieja escarmentada, pasa el vado arrezagada, aunque creo que es más acorde con nuestras costumbres lo de: el hombre bestia en lo claro yerra.

Lo que quiero decir es que lo ocurrido también ha puesto de relieve bastantes carencias, sobre todo las de nuestro sistema de salud, como la penuria de la atención primaria o las disfunciones de unos servicios territorializados, a los que no veo que se esté poniendo remedio. En lo más duro de la pandemia, por ejemplo, un residente en Madrid desplazado temporalmente a Asturias podía hacerse allí una PCR, pero al no ser usuario en la comunidad conocer el resultado resultaba arduo.

Ahora, la Comisión Europea se ha venido arriba basándose en el más que discutible éxito del “pasaporte Covid” y ha propuesto la creación del Espacio Europeo de Datos Sanitarios (EEDS) para que todos tengamos nuestro historial clínico en formato electrónico y sea accesible desde cualquier país. España ha aplaudido la idea con entusiasmo, aunque seamos el mejor ejemplo de la inutilidad del “pasaporte” para frenar la ola de contagios con la variante Ómicron o forzar a vacunarse a los remolones.

En principio, la existencia de una infraestructura que permita compartir los historiales de todos los europeos, y más adelante hasta sus datos genómicos, parece una buena idea. Disponer de esa información sería útil para prestar una asistencia más eficaz, con independencia de dónde estemos; además, el acopio de datos serviría de manera secundaria para desarrollar medicamentos y planificar políticas sanitarias y en investigación. Eso sí, habrá que garantizar la protección de la información confidencial de los pacientes.

El problema, creo, no está en controlar el uso y la difusión de esos datos. El principal obstáculo es mucho más simple. De hecho, el Ejecutivo comunitario prevé que sea el mayor inconveniente: para que el EEDS sea una realidad hay que crear infraestructuras interoperables que permitan el uso transfronterizo de los datos sanitarios; y eso exige que, previamente, a nivel nacional, la información (historial, analíticas, pruebas de imagen, etc.) también esté disponible en un formato común accesible para cualquier profesional. Y no es el caso, al menos en España.

La Comisión ilustra con ejemplos cómo funcionará el EEDS. Así, si una portuguesa que se pone enferma estando de vacaciones en Francia acude a un médico; este verá en su ordenador -“¡en francés!”- los datos de la paciente y prescribirá los medicamentos teniendo en cuenta su historial y, si es el caso, los productos a los que sea alérgica. Otro ejemplo es el de un hombre atendido de urgencia en un hospital cualquiera; más tarde, su neumólogo habitual evitará repetir innecesariamente las pruebas gracias al EEDS.

¿Verdad que sería fantástico? Pero, ¿es realizable en un horizonte no muy lejano? Difícilmente, aunque ojalá me equivoque. De momento, donde yo vivo el acceso se limita a los informes hospitalarios de atención en urgencias, consultas externas, altas y cuidados de enfermería. No se puede acceder a los historiales del principal hospital de la región, cuyo sistema informático es incompatible con los demás de la red, ni de los centros de salud; tampoco a los de las mutuas ni a los de las clínicas privadas.

El reto es, precisamente, conectarlo todo. Y a la vista de la paupérrima situación de nuestro sistema sanitario público, es un hándicap que costará franquear.