ESFERA CULTURAL

ELENA MENDOZA,

COMPOSITORA

Elena Mendoza (Sevilla, 1973), primera mujer distinguida en España con el Premio Nacional de Música en el apartado de composición, es nuestra creadora más internacional. Catedrática en Berlín de la mayor academia de arte de Europa, conjuga en su universo música y literatura como principales fuentes nutricias. Recientemente recaló en Madrid para seguir de cerca los preparativos para el estreno absoluto de una obra, encargo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, contando al frente con su titular, David Afkham.

JUAN ANTONIO LLORENTE,

Dónde encontrarla

Aunque le gustaría poseer el don de la ubicuidad para seguir de cerca por todo el mundo la ejecución de sus obras, lo cierto es que de su actividad docente en Berlín se puede alejar sólo en ocasiones especiales. Como cumplir con su compromiso esta temporada y la próxima en calidad de compositora residente en la Orquesta de Valencia, para la que está preparando una obra novedosa. Más información en su página

“Todo influye en la creación: se canaliza, se somatiza, se digiere y se transforma en obra de arte”

¿Por qué decidió marcharse de España?

En 1993 me fui a estudiar a Alemania. No sabía exactamente lo que quería, pero sí que me tenía que ir de Sevilla. Desde entonces fui pasando por varias etapas en distintas ciudades alemanas, hasta que, en 2001, para hacer unos estudios de postgrado, llegué a la capital donde, después de obtener algunas becas y de vivir en varias residencias de artistas entre Berlín y Colonia, instalé mi residencia en 2004.


“LOS ENCARGOS, CUANTO MÁS ABIERTOS, MEJOR, PORQUE FAVORECEN LA CREATIVIDAD DEL COMPOSITOR O LA COMPOSITORA, NO DE NINGÚN MANAGER”


En este tiempo, ¿le han llegado encargos desde España?

Me han ido llegando. De España y de fuera. De Alemania, fundamentalmente, pero también de Suiza, Austria, y de otros países del entorno.

¿Trabaja a dedicación completa como compositora?

Desde 2015 soy catedrática de composición en la Universität der Künste de Berlin, pero tengo la plaza parcialmente reducida para poder compaginarla con mi carrera de composición que, por otra parte, se fructifican mutuamente.

Los encargos: ¿le halagan o le aterroriza enfrentarlos?

Los encargos tienen que cuadrar con aquello que en aquel momento estés persiguiendo artísticamente. Los compositores no tenemos que ser sólo productores de obras. Alguien que, cuando se le solicita un trabajo, se limita a hacer lo que le han pedido. No. Tú tienes tu labor, y los encargos tienen que cuadrar en tu búsqueda. O de alguna manera, los tienes tú que hacer cuadrar. Por eso pienso que no todos se pueden aceptar en cualquier momento. Debes hacer una selección de aquellos que realmente te interesan, porque están en tu línea. Claro que, si vives sólo de la composición, seguramente tendrás que decir que sí en todos los casos. Pero si cuentas con alguna otra actividad, te puedes permitir el lujo de aceptar sólo aquellos que te interesan, haciéndolo armonizar con lo que estás rumiando artísticamente.

Pudiera darse el caso de que la idea que le transmiten le ayude, abriendo una espita.

Claro, si en ese momento justo te cuadra con lo que tienes entre manos, con lo que estás investigando, o con lo que en general te interesa

¿Hasta dónde admite imposiciones? ¿O reclama libertad absoluta?

Dependerá del encargo. Algunos te vienen muy bien tal como te los plantean, pero en general creo que deben ser lo más abiertos posibles, para poder desarrollar tu proyecto y no el de aquel que te lo está solicitando. Se dan circunstancias curiosas. A veces hay festivales muy tentadores que te sugieren una idea concreta que a lo mejor no te gusta; no te encaja, porque no tienes nada que aportar. Por eso digo que los encargos, cuanto más abiertos, mejor, porque favorecen la creatividad del compositor o la compositora, que es quien tiene que aportarla, no de ningún manager.

¿En la creación, influye lo que sucede en el entorno?

Aunque la música sea un medio muy abstracto, quizás la más abstracta de todas las artes, la actividad de un compositor es una reflexión constante sobre lo que está sucediendo, al menos así lo entiendo yo, en mi interior y en mi exterior. Evidentemente, la pandemia y a continuación la guerra de Ucrania, nos han tenido y nos tienen absolutamente condicionados, porque todo lo que hacemos tiene que ver con lo que ocurre en nuestro entorno. Todo influye en la creación: se canaliza, se somatiza, se digiere y se transforma en obra de arte.

Su ópera La ciudad de las mentiras, encargo del Teatro Real de Madrid, ¿fue el gran momento de su carrera?

Fue un gran momento, pero he tenido otros

¿Como cuáles?

Mis momentos mejores, los de más satisfacción en mi carrera, han sido en general aquellos que tenían que ver con el teatro musical.


“LA ACTIVIDAD DE UN COMPOSITOR ES UNA REFLEXIÓN CONSTANTE SOBRE LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO, AL MENOS ASÍ LO ENTIENDO YO”


¿Cuántos títulos se anota en ese apartado?

Tengo cuatro obras, llamémoslas genéricamente de teatro musical, nacidas junto al director de escena Matthias Rebstock, con quien siempre trabajo. Además de una ópera para niños, diría que otras tres obras en esa línea definen posiblemente mis mejores momentos: Niebla, que fue la primera; la segunda, La ciudad de las mentiras, para Madrid, y la tercera, Der Fall Babel (El caso Babel), encargo del Festival de Schwetzingen en la edición de 2019.

¿Todas ellas estrenadas?

No sólo estrenadas. Las cuatro han contado además con sus respectivas producciones, fruto en todos los casos de una labor conjunta con Matthias, con quien mantengo una colaboración muy especial, trabajando ambos el proyecto desde el principio hasta el final: escribimos el libreto juntos, intercambiando cada una de las ideas musicales y, finalmente, yo también me implico en la codirección escénica. Porque considerando que la obra es muy mía, no se la entrego a otro director de escena para que la haga, sino que también asumo mi parte en ese territorio.

Ese fue el esquema de trabajo en La Ciudad de las mentiras, del Teatro Real, la última apuesta del desaparecido Gérard Mortier. ¿Faltan hoy valientes como él?

Creo que sí, que harían falta más Mortiers. Yo le estoy muy agradecida. Mortier para mí era un modelo, y lo sigue siendo. Una persona muy controvertida, que defendía una utopía y corría riesgos en todas sus propuestas intentando innovar en el deseo de llegar a otros lugares.


“MIS MOMENTOS MEJORES, LOS DE MÁS SATISFACCIÓN EN MI CARRERA, HAN SIDO EN GENERAL AQUELLOS QUE TENÍAN QUE VER CON EL TEATRO MUSICAL”


Recientemente estrenaba Stilleben mit Orchester (Naturaleza muerta con Orquesta), respondiendo a una petición de la OCNE. ¿Las ha recibido de otras orquestas españolas?.

En España tuve un encargo de José Manuel López López en su etapa de director del Auditorio Nacional. Iba a ser para la Orquesta de la Comunidad de Madrid y, finalmente, tras la remodelación institucional, el CNDM la reubicó y el estreno corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica de Sevilla.
-De su tierra…

(Sonríe). Si, mira por donde, por una carambola fue a aterrizar en Sevilla.

Haber sido la primera mujer en recibir en España el Premio Nacional de composición, ¿se ha traducido en algo especialmente positivo?

¿El premio, o ser la primera mujer en recibirlo (risa)? . El premio fue un reconocimiento muy grande. Sobre todo, teniendo en cuenta que no me he formado en España; que, aun siendo española, venía de fuera, digamos. Y claro, el gesto pudo interpretarse como que aquí también estaba presente, y eso me llenó de satisfacción. Por otra parte, el hecho de concedértelo siendo bastante joven, te crea una especie de responsabilidad, que te motiva para estar a la altura. Y eso a su vez se traduce en un acicate para mejorar.

En España, ¿siente que se le concede la importancia que se merece a la música contemporánea, o se encuentra muy vendida?

No creo que sea una prerrogativa de España. Los compositores nos sentimos vendidos en todos los lados. Somos siempre seres un poco extraños en todos los países. En Alemania, evidentemente, la escena es muchísimo más amplia, porque institucionalmente está todo más apoyado. Pero también allí, socialmente, sigue siendo, por desgracia, un arte minoritario.