EN PLENO DEBATE

CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO,
director de «El Independiente»

"Lo que está claro es que la Europa que nació tras la caída del Muro de Berlín ha dejado de existir””

¡ES LA GUERRA!

La cumbre de la OTAN de Madrid ha sido un éxito… para los intereses de Estados Unidos. Joe Biden ha logrado todos sus objetivos. Ha revitalizado una organización que estaba de capa caída, ha puesto en la diana a la Rusia de Putin y, esto es lo más importante, ha convertido a China en un enemigo potencial para Occidente.
America is back!, rezaban las crónicas de los optimistas vocacionales. Sí, América ha vuelto como líder indiscutible de occidente. Y, además, ha convencido a sus aliados para que, a partir de ahora, pongan más dinero en la cuenta del rearme.

Eso no hubiera sido posible sin la torpeza y brutalidad de Putin al atacar Ucrania sin declaración previa, con engaños, y sin que su país vecino hubiera hecho nada para provocar una invasión que viola los acuerdos a los que la propia Rusia se había comprometido cuando se quedó con el arsenal nuclear ucraniano tras la descomposición de la URSS.

Putin no ha estado bien asesorado y está demostrando ser más bravucón que inteligente. Leyó mal los acontecimientos. Se quedó con la península de Crimea en 2014 y, como no pasó nada, pensó que todo el monte era orégano. La desastrosa retirada de las tropas aliadas de Afganistán el pasado verano fue como una iluminación para el Kremlin. Putin creyó que había llegado la hora de recuperar el imperio perdido, dando por hecho que ni Europa ni Estados Unidos harían nada para impedirlo.

Pero se pasó de la raya. Los países que antes estuvieron tras el Telón de Acero pusieron el grito en el cielo. Advirtieron a gritos de que, si no se hacía nada, la invasión de Ucrania iba a ser sólo el primer paso para que Rusia llegase hasta las mismas fronteras de Alemania.

Angela Merkel, la líder indiscutible de Europa durante dos décadas, había tratado a Putin como a un amigo, a cambio de recibir gas por un tubo. Esa confianza en contar con energía barata y de sobra fue lo que llevó a la canciller a tomar la decisión de prescindir de las centrales nucleares, para alborozo de verdes y socialdemócratas. Un inmenso borrón en la brillante hoja de servicios de Merkel. Ahora, en su país y en Europa se ve como un trágico error estratégico haber dejado en manos de Rusia el suministro de más del 60% de toda la demanda energética alemana.

Las opiniones públicas de los países europeos cambiaron ante la barbaridad de lo que estaba ocurriendo en Ucrania. La fuerza de las imágenes. El descarado abuso de poder de Putin, unido a la heroica resistencia del ejército de Ucrania, han convertido a Zelenski en el jefe que necesitaba su país en el momento más crítico de su historia. La invasión, desde luego, no está siendo el paseo militar que los generales rusos preveían.

Todas las piezas del tablero comenzaron a moverse. China se puso del lado de Rusia, aunque sólo fuera por debilitar a su gran enemigo, Estados Unidos. Era un movimiento lógico. Pero también la prueba que necesitaba la Casa Blanca para apretar el acelerador y convertirse otra vez en el centinela de occidente.

China y Estados Unidos llevan mucho tiempo en guerra. Silenciosa, económica, salpicada de ciberataques,… Xi Jinping ha convertido a su país no sólo en una potencia económica, sino en un gigante tecnológico, igualando por primera vez a EE.UU. en un terreno clave para determinar la supremacía mundial: la inteligencia artificial.

China ha movido sus peones en África y Latino América. Y quiere convertirse en referente mundial para los países que no están o no quieren estar bajo el paraguas de Estados Unidos.

¿Cómo va a terminar esto? En el escenario más benigno, Putin recobraría un cierto equilibrio, la guerra concluiría a finales de este año con un pacto con Ucrania, y los precios de la energía volverían a niveles asumibles. Ese panorama idílico, por desgracia, es el menos posible de todos a día de hoy. El gran miedo lo origina la posibilidad, cada vez más probable, de que Rusia corte el suministro de gas a Alemania a la llegada del invierno. Eso provocaría la recesión en el país más grande y poderoso de Europa que, en su caída, arrastraría a toda la UE.

¡Es la guerra! Y, como ocurre con todas las guerras, se sabe como comienzan, pero nunca se sabe cómo acabarán. Lo que está claro es que la Europa que nació tras la caída del Muro de Berlín ha dejado de existir. La globalización ha durado poco más de 30 años con más cosas buenas que malas en su balance, y ahora volvemos a los bloques, a una nueva Guerra Fría, pero con un invitado estelar: China.

¿Se pudo evitar? ¿Era posible otra solución que no fuera el rearme y enseñarle los dientes a Rusia? Son preguntas que no nos ayudan mucho a comprender lo que está ocurriendo.

Cuando al frente de un país poderoso, y Rusia lo es desde el punto de vista armamentístico, hay un desequilibrado, es difícil prever cuál será su comportamiento. Por desgracia, no es la primera vez que esto sucede a lo largo de la historia. Sólo nos queda confiar en que el miedo también lo atenace a él y a su camarilla. Que el pavor ante una aniquiladora Tercera Guerra Mundial haga que Putin retire sus tropas de Ucrania y volvamos a una situación previa a la invasión.