AL ENCUENTRO

ALCALÁ DEL JÚCAR

Cultura troglodítica

Primera impresión de Alcalá del Júcar.
No cuesta imaginar, a nada que el viajero se vaya acercando a Alcalá del Júcar, que tanta riqueza, de agua, de vegetación, de fauna, de acantilados en los que es obvio construirse un refugio, haya sido un atractivo para todo el que por ese lugar pasase, ya fuera para quedarse una temporada o para instalarse. Desde las primeras casas troglodíticas o el castillo de origen andalusí hasta hoy, el tiempo ha dado lugar a la bellísima estampa de todo un pueblo «tapizando» de viviendas blancas una de esas verticalidades imponentes fruto de la erosión fluvial.

JESÚS ORTÍZ

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Twitter: @JesOrtizAl

Es difícil saber con exactitud en qué momento a un ser humano se le ocurrió averiguar si era o no factible excavar en la pared de caliza que fue presidiendo el curso del río a medida que este erosionaba el terreno. Lo que sí sabemos es que quien lo hizo se dedicó con un entusiasmo contagioso, a causa del cual, durante años, se fue formando un conjunto de seguros habitáculos para personas y ganado, además de túneles de diversas dimensiones que unían algunos de esos refugios o que suponían una vía de escape en caso de peligro.

Las casas-cueva de Alcalá del Júcar fueron, en un principio, de lo más simple: una sola habitación para resguardarse, cocinar, comer y dormir, incluyendo en el «paquete familiar» a los animales. Poco a poco, como puede verse en la Casa-Cueva del Castillo, se fueron diferenciado los espacios y adaptándose a una mayor, digámoslo así, habitabilidad. La cocina seguía siendo centro neurálgico de la vivienda, porque además el fuego del hogar proporcionaba el calor necesario para disfrutar de cierta comodidad, pero ya había algún espacio algo más separado para dormir y el ganado empezó a disponer de sus propios espacios, establos siempre al abrigo de la cueva, lo que probablemente evitó también algunos problemas sanitarios.

Casi la totalidad del casco antiguo alcalaeño, hoy por hoy, se basa en la estructura de estas casas cueva, de manera que presentan una fachada de obra, a modo de entrada, y habitaciones excavadas en la roca a continuación. La ventaja ambiental es que temperatura y humedad son constantes. Sus 16 a 18 grados centígrados se combaten fácilmente en invierno y son un lujo total en los calurosos veranos. Eso de veranear durmiendo con mantita, ya saben.

 


EL CASCO ANTIGUO ALCALAEÑO SE BASA EN LA ESTRUCTURA DE LAS CASAS-CUEVA, CON UNA FACHADA DE OBRA Y ESPACIOS EXCAVADOS EN LA ROCA A CONTINUACIÓN


 

El acantilado que ha quedado «abrazado» por el meandro del Júcar, su verticalidad, mejor dicho, no fue obstáculo para que las cuevas se fuesen excavando unas encima de las otras. Esto conformó la distribución urbana del casco antiguo que, visto de lejos, da la sensación de que las pequeñas edificaciones de obra se soportan unas sobre las otras como si de una torre de Lego se tratase. Y, claro, son el origen también de las callejas empedradas y empinadas por las que merece la pena darse unos paseos.

Por ejemplo, para subir al castillo. Se trata este de una edificación del siglo XV construida sobre otra anterior, de origen almohade, del siglo XI. Su uso fue históricamente militar. Para sus primeros habitantes fue una de las fortificaciones que vigilaban la frontera entre ellos y el Reino de Castilla. Cuando Alfonso VIII se hizo con la zona a principios del siglo XIII, fue núcleo de defensa para los colonos enviados a repoblar las fértiles tierras del Júcar. El Marqués de Villena, en el siglo XV, lo rehabilitó, potenció su capacidad defensiva y mandó construir la torre del homenaje. Tuvo su importancia la fortificación, según las crónicas de la época, durante la Guerra del Marquesado, que enfrentó a Juan Pacheco, el de Villena antes citado, con los partidarios de Isabel de Castilla cuando esta era aún candidata al trono. Tras algún accidente, como un colapso del terreno que fue desastroso para los habitantes de Alcalá del Júcar, llegaron las guerras Carlistas, principios del siglo XIX, y el castillo fue dotado de fusileras para poder utilizar armas de fuego. Es decir: su «mili» duró siglos.

 


EL CASTILLO ES UNA EDIFICACIÓN DEL SIGLO XV CONSTRUIDA SOBRE OTRA ANTERIOR, DE ORIGEN ALMOHADE, DEL SIGLO XI. SU USO FUE HISTÓRICAMENTE MILITAR


 

La iglesia de San Andrés tiene dos vistas: a pie de calle, donde se aprecian los sillares de grosor XXL que la soportan, y desde las alturas; mientras se va subiendo hacia el castillo, por ejemplo, lo que destaca es su cúpula rematada con teja de color verde, que fue terminada de construir en el siglo XVIII: unos trescientos años después de haberse empezado las obras, justo en el momento en que Pacheco empezó a rehacer el castillo. Lógicamente, su arquitectura muestra una mezcla –más bien sucesión- de estilos, que van desde el gótico al neoclásico. Al otro lado del río, y ya se ve desde las alturas en que se aprecia perfectamente el crucero de San Andrés, está la más singular plaza de toros de toda España, porque no es circular, sino ovalada, con sus gradas excavadas en la roca y sus paredes hechas de adobe. Obra con misterio, además, porque no se sabe cuándo se construyó realmente, lo que ha dado lugar a cuentos de atardecer y silla «a la fresca».

Otra de las edificaciones que el viajero se encuentra a sus pies, una vez repuesto de su asombro tras ver de cerca y de frente la escalada de casa blancas hacia la cumbre del acantilado, es el llamado puente romano. Llamado, decimos, porque no se hizo cuando Hispania formaba parte de Roma, sino mucho más tarde. Una inscripción indica que se acabó de construir el 27 de marzo de 1771, pero no hay ninguna referencia de cuándo empezaron con él. Eso sí: su estructura da la sensación de haber sido diseñada cuando los legionarios eran enviados a explorar la Península buscando metales, cultivos y, de paso, dónde hacer un buen garum. Además de ser tremendamente fotogénico, el puente es, «de todos los pasos que llegaron a cruzar el Júcar en nuestra comarca, el que recibirá mayores elogios a lo largo de la Historia», en palabras del arquitecto Luis Sedano Lozano en su artículo El puente nuevo de Alcalá del Júcar (Alaxarch. Revista de estudios de la Manchuela).

 


EL PUENTE ES, «DE TODOS LOS PASOS QUE LLEGARON A CRUZAR EL JÚCAR EN NUESTRA COMARCA, EL QUE RECIBIRÁ MAYORES ELOGIOS A LO LARGO DE LA HISTORIA»


 

Para darse una idea de lo que es habitar una casa-cueva o transitar por las galerías interiores, el viajero tiene algunas visitas posibles, como la Cueva del Diablo, la del Rey Garadén, la de Masagó y la del Duende. En la primera no hay ni hubo ningún ser demoníaco, aunque sobre aclararlo. Es el apodo con que se conoce a su dueño. Las cuevas tienen varios espacios amplios, que hoy se utilizan como bar, restaurante y discoteca, pero destaca su larga galería que prácticamente atraviesa el peñón de lado a lado. En su interior, son tan sorprendentes las vistas sobre el río como la colección de aperos de labranza y otras antigüedades ahí expuestas. Desde la cueva del Diablo se accede a la del Rey Garadén, que era el nombre del señor del castillo en época almohade, y que funcionaba como una galería de vigilancia para controlar el pago de impuestos de los mercaderes que iban de Castilla-La Mancha hacia Valencia.

En cuanto a las de Masagó y el Duende, también nos encontramos con túneles que horadan el peñón de un lado a otro, pero su peculiaridad es que son de origen almohade y el picado de paredes y techo es casi obra de orfebrería. También aquí algunas herramientas de la agricultura popular, como las que se usaban para prensar aceitunas o uvas, aunque lo que más llama la atención es la enorme colección de fósiles, algunos con varios cientos de millones de años. Si el visitante es aficionado a la numismática, el espacio dedicado a monedas antiguas será muy de su agrado. La parte exterior de la casa-cueva, por cierto, representa la vivienda típica de Alcalá del Júcar.

 


LAS CUEVAS DE MASAGÓ Y EL DUENDE SON DE ORIGEN ALMOHADE Y EL PICADO DE PAREDES Y TECHO ES CASI OBRA DE ORFEBRERÍA


 

El entorno natural y paisajístico alcalaeño es otro más de los grandes atractivos que tiene esta localidad albaceteña incluida en la comarca de La Manchuela. Y lo bueno es que a pie o en bicicleta, hay varias rutas que pueden hacer las delicias del visitante. Por empezar por lo más sencillito, la Ruta del Agua, que es un camino entre un canal de aguas verdes pegado al acantilado y el río, de muy poquito recorrido, donde lo que manda es rumor del agua y el frescor. Ideal para ir con gente menuda y al atardecer, cuando el sol va cediendo protagonismo a la iluminación del pueblo.

El senderismo un poco más «serio» tiene tres rutas reseñables: el Morrón, el Batán y el Corciolico; las dos primeras de unos quince kilómetros y la tercera de solo cinco. La del Morrón lleva de Alcalá del Júcar hasta Tolosa por el río y bordeando el valle. La del Batán llega hasta Gila caminando por encima del valle y dejando en la retina magníficas estampas de la Hoz del Júcar, para regresar remontando el río. La del Corciolico parte del fondo del valle para llegar a Casas del Cerro y volver a descender entre impensables barrancos. Para los amantes de la bicicleta de montaña, está la exigente ruta hasta Fuentealbilla que es el clásico «rompepiernas» de sesenta y tres kilómetros. Un poco más tranquilas son la del Barranco del Lobo, de poco menos de treinta kilómetros, que sigue el cauce del Júcar hasta Villa de Ves; y la del Puntal Blanco, de veintiún kilómetros, que también finaliza en el mismo lugar que la anterior, pero que parte del paraje de Las Rochas y atraviesa el Tranco del Lobo y el Molinar. Mucho donde elegir, en fin, y muchísimo que disfrutar.

 


LA MÁS SINGULAR PLAZA DE TOROS DE TODA ESPAÑA, PORQUE NO ES CIRCULAR, SINO OVALADA, CON SUS GRADAS EXCAVADAS EN LA ROCA Y CON SUS PAREDES DE ADOBE


 

Las pedanías de Alcalá del Júcar dan para varias excursiones y disfrutes. El paisajístico es común a todas, porque han ido surgiendo en torno a las hoces. En general, sus señas de identidad son la tranquilidad, el ambiente sosegado y los caminos que se adentran en las arboledas. Son núcleos con muy pocos habitantes censados y suelen ser objeto de visita de quienes quieren disfrutar de la naturaleza. Y luego están las leyendas y las costumbres.

De las primeras, se lleva el premio Zulema. Según quien cuente la historia, el nombre viene de una cristiana de la que se prendó el Rey Garadén; este se la llevó al castillo de Alcalá del Júcar y la quiso obligar a renunciar a su fe, con lo que la moza prefirió tirarse por el acantilado antes que aceptar. O de una joven princesa almohade que se enamoró de un cristiano y, ante la oposición de su padre, posiblemente Garadén, ambos huyeron a donde hoy se encuentra la aldea llamada, claro, Zulema. Una variante menos feliz supone que la chica huyó herida por su padre y llegó a morir al lugar, que tomó su nombre. De las segundas, las costumbres, nada tan divertido como como las Carastolendas de La Gila durante los carnavales. Las mujeres se empeñan en llenar las caras de los hombres de harina, porfía para la que desarrollan sesudas estrategias, mientras estos deben intentar terminar el día sin que su rostro tenga contacto con el blanco resultado de moler el cereal. Unas risas garantizadas.

Almenas (s. XV) y fusileras (s. XIX) en el castillo.
Castillo (s. XV).
Punto de vigilacia (cueva del Rey Garadén).
Cocina de la casa-cueva del castillo.
Estancia en la casa-cueva del Diablo.
Maceteros singulares sobre el Museo del Cine.
Un rincón del casco urbano.
La iglesia de San Andrés (ss. XV a XVIII) desde una almena del castillo.
Plaza de toros excavada en la roca y con muros de adobe.

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo
Avda. de Los Robles, 1
Tel.: 967 473 090
[email protected]
www.turismoalcaladeljucar.com


 

ALOJAMIENTO

Hotel Spa Elià ****
Carretera de Tolosa, s/n
Tel.: 967 110 190
[email protected]
https://www.hotelspaelia.com/

Nido de Águilas (casa-cueva)
Calle Algarrada, 22
Tel.: 676 081 376
[email protected]
https://casatunelnidodeaguilas.es/


 

RESTAURANTES Y TAPEO

Casa el Molí
Avda. de Los Robles, 6
Tel.: 967 474 127

Elià Bar
Carretera de Tolosa, s/n
Tel.: 967 110 190

Fogones El Chato
Calle Canal, 16
Tel.: 622 035 696

Los Robles
Avda. de los Robles, 7
Tel.: 616 852 952

Para no perderse


Alcalá del Júcar: piedra, tierra, agua y sus gentes.
Gregorio López Sanz (coordinador).
Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel” (2014).
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