PROTECCIÓN AL CONSUMIDOR

JOSÉ RAMÓN LOZANO PETIT,

secretario general de la Federación UNAE

@_UNAE_

Asegurar el futuro, cuestión de salud

LA pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 ha hecho estragos en una generación, la de los mayores, que ha sufrido otras crisis de nuestra historia como la posguerra y que ha sido protagonista de la transición. Aunque el problema ha sido especialmente grave en las residencias de ancianos, también ha afectado a muchas personas que tenían suscritos seguros de salud con compañías privadas.

Los mayores de sesenta y cinco años representan a un colectivo cada vez más numeroso, muy heterogéneo, pero con necesidades específicas. Se calcula que en 2060 en Europa la proporción de mayores se encontrará en torno a una de cada tres personas, y España se sitúa a la cabeza de este envejecimiento demográfico a nivel mundial. Esta tendencia sin duda va a suponer un gran cambio social y un enorme desafío asistencial.

Aunque en la actualidad ya no puede considerarse ancianas a las personas que alcanzan los sesenta y cinco años, pues la mayoría llegan a esta edad en mejores condiciones físicas y de salud que las de generaciones anteriores, con los años aumentan significativamente las dolencias y las enfermedades crónicas o que generan dependencia, lo que incrementa el gasto sanitario. Y estas particularidades tienen su reflejo en los seguros médicos. Así, el coste de una póliza de asistencia sanitaria aumenta exponencialmente con la edad, y a partir de sesenta o sesenta y cinco años suele duplicar el importe de la prima para una persona menor de treinta.
Además, como todos los seguros, estos se renuevan anual-mente de forma tácita, es decir, si ninguna de las partes manifiesta con determinada antelación su voluntad de rescindirlo. Sin embargo, muchos usuarios desconocen esta circunstancia por lo que creen, erróneamente, que estas pólizas son indefinidas, mientras se continúen pagando las primas. Por eso, la realidad es que muchas personas se sorprenden cuando su aseguradora les comunica que les rescinden el seguro sanitario cuando más lo necesitan. Efectivamente, muchas compañías extinguen la póliza cuando el usuario cumple una determinada edad, generalmente entre los sesenta y los setenta y cinco años. En otros casos, las compañías aumentan el precio de las primas a los mayores de sesenta años, situándolo generalmente por encima de los cien euros mensuales, en los supuestos más favorables, llegando a superar los doscientos euros, un coste inasumible para la mayoría de pensionistas.

No obstante, ante un aumento de precios que no haya sido notificado con anticipación, el asegurado pue-de cancelar la póliza sin el preaviso exigido legalmente, pero esto no resuelve el problema de los mayores que dejan de tener cobertura sanitaria privada, porque muy pocas asegurado-ras aceptan nuevos clientes de esas edades, incluso si han tenido suscrita una póliza de salud con otra compañía durante muchos años. Este problema es grave especialmente cuando las listas de espera en la sanidad pública han aumentado mucho y donde se limita el número de pruebas o las visitas a especialistas, y especialmente ahora, debido a la saturación provocada por la crisis del Covid-19, que ha llegado a colapsar los servicios de urgencias públicos.

Estas subidas de precios y rescisiones unilaterales de pólizas, que reflejan el aumento del riesgo en función de la edad del asegurado, son uno de los principales motivos de reclamación ante la Dirección General de Seguros, aunque desde 2015 las compañías deben informar a los asegurados de los precios para cada tramo de edad antes de contratar la póliza, y publicarlos además actualizados en su página web.

No obstante, algunas compañías aseguradoras intentan adaptarse a las circunstancias demográficas, ya que el CSIC prevé que para el año 2050 más de trece millones de personas tengan más de sesenta y cinco años, y que los octogenarios superen los cuatro millones. Este envejecimiento poblacional ha sido muy rápido, como consecuencia de una mayor longevidad, pues en menos de treinta años se ha duplicado el número de mayores de sesenta y cinco años, proceso acentuado por la baja tasa de natalidad que se viene registrando desde mediados de los años setenta.

 


«Muchas compañías extinguen la póliza cuando el usuario cumple una determinada edad, generalmente entre los sesenta y los setenta y cinco años»


 

Por eso las compañías ensayan nuevas alternativas, como ofrecer precios más bajos en pólizas familiares, que incluyan al menos al asegurado y su cónyuge; pólizas supervisadas por especialistas en geriatría, que actúen como filtro para acceder a los especialistas y pruebas, u otras que excluyen la hospitalización a partir de los sesenta y cinco años, pero la fórmula más habitual es la póliza de cuadro médico con copago, que permite reducir la prima por-que disminuye las visitas a las consultas médicas.

Finalmente, han aparecido recientemente algunos seguros de dependencia, aunque aún son muy incipientes y tendrán que evolucionar. En la práctica se concretan en una indemnización o renta, la prestación de servicios asistenciales, o incluso una combinación de ambas modalidades, con un tratamiento fiscal favorable.

En definitiva, dado que las diferencias de precios entre las compañías suelen ser considerables porque, como se ha indicado, las coberturas son muy diferentes, antes de contratar un seguro de salud es imprescindible comparar atentamente las condiciones generales y particulares de cada póliza, la denominada comúnmente “letra pequeña”, especialmente a las prestaciones que incluyen y que excluyen cada una, solicitando incluso asesoramiento especializado. Estas exclusiones de coberturas también dan lugar a numerosas reclamaciones, ya que en muchos casos no están especificadas en las pólizas, por lo que resultan abusivas.