ENTRE MAGNITUDES

Plan de contingencia para las pymes

El coronavirus está suponiendo un auténtico tsunami en materia sanitaria y empresarial. A sus devastadoras consecuencias en términos de decesos y afectados se empieza ahora a vislumbrar un obscuro panorama económico que augura un auténtico otoño caliente. Al riesgo del rebrote, se une la incertidumbre en que se ha sumido la continuidad de cientos de miles de puestos de trabajo. La batería de ayudas europeas anunciada puede ser un bálsamo y un complemento a las decretadas en España, pero la gravedad de la situación evidencia la necesidad de tomar medidas adicionales. Como en toda crisis, los eslabones más débiles de la cadena son siempre los más propensos a romperse. En el caso del mundo corporativo, este colectivo lo encarnan las pymes, que constituyen la amplia mayoría del tejido empresarial en nuestro país, así como los 3,2 millones de autónomos.

 

FERNANDO GEIJO

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La escasez de recursos complica la supervivencia de compañías pequeñas, medianas, microempresas, startups y autónomos.

POSIBILIDAD DE QUE algo pueda o no suceder. De esta manera simple, escueta y certera es como el diccionario de la Real Academia Española define el término contingencia. Sin embargo, la pandemia sanitaria que aún nos asola ha puesto también patas arriba nuestra economía. Un tejido industrial integrado por millones de trabajadores que prestan su labor en la galaxia de pequeñas y medianas empresas que aglutinan la parte del león del entramado empresarial en nuestro país. Una constelación de pymes que ya ha constatado la evidencia en sus propias carnes, léase en balances y cuentas de resultados, de los estragos causados por el Covid-19.

A la paralización en seco de la economía derivada del estricto confinamiento generalizado, se suma ahora una incipiente y titubeante deshibernación comercial. El tenue resultado del retorno a un consumo apenas comedido aventura un tímido repunte económico y aleja la rápida y deseada recuperación económica para instalarnos en una suerte de recuperación en “v asimétrica”, como lo ha definido el propio Gobierno. O lo que es lo mismo, un retorno a la normalidad que será desigual por sectores de actividad, que dejará inevitables cicatrices en la economía y que, inexorablemente, tardará años hasta recuperar los niveles del PIB previos a la pandemia.

En este panorama nada halagüeño, la escasez de recursos complica la supervivencia de compañías pequeñas, medianas, microempresas, startups y autónomos. De hecho, de no ser por el paraguas desplegado por las autoridades en el marco del diálogo social en relación con los Ertes, estaría en juego la supervivencia permanente de 300.000 puestos de trabajo, según estimaciones de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (Cepyme), de los que casi la mitad corresponderían a pymes y autónomos.

Baja cilindrada, gran potencia. Las pymes suponen más del 99% del tejido empresarial, el 65% del producto interior bruto y nada menos que tres cuartas partes del empleo total en España. Con esas credenciales, estas empresas modestas en tamaño, pero no en empuje e innovación, constituyen un entramado de pequeños gigantes de no más de 250 empleados y 50 millones de euros de facturación que están soportando un auténtico calvario en términos de caída de ingresos.

Un complejo entramado que incluye diferentes tipos de compañías que van desde las consideradas como medianas, con entre 50 y hasta 249 empleados y que suponen un total de 25.050 unidades, según datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo de enero de 2020, hasta 1.133.528 microempresas con entre uno y nueve trabajadores, pasando por las 154.861 pequeñas, con entre 10 y 49 asalariados. Y todo ello sin olvidar las consideradas como unipersonales, que ascienden a 1.569.992. En resumen, el conjunto de las pymes aglutina nada menos que el 99,83% del total y genera 10.456.276 empleados, el 65,4% del empleo en España.

¡Tenemos un plan! La inseguridad con relación a la duración de la crisis, unida a la efectividad de las medidas tomadas para tratar de paliarla, está generando un mayor grado de incertidumbre que debe ser atenuado, ahora más que nunca, con la puesta en marcha de un adecuado plan de contingencia.

Lo que se pretende conseguir es compensar la inevitable falta de control en una situación como la actual, minimizar el impacto en la cuenta de resultados en el medio y largo plazo y, de esta manera, mitigar los aspectos negativos que toda crisis lleva aparejada.

La clave de un buen plan, ajeno a los aspectos emocionales, debe servir para llevar la toma de decisiones a escenarios previstos y controlados, sin olvidar su permanente actualización a fin de corregir posibles desviaciones y actuar sobre las mismas.
Para ser realmente efectiva, esta herramienta empresarial debe establecer una panoplia de medidas que incluya las correspondientes al nivel técnico, organizativo y, sobre todo, humano. Sin perder nunca el foco en la evidente continuidad del negocio. Auténtico sanctasanctórum irrenunciable que debe ser la estrella polar en la que fijar el astrolabio para no perder el norte durante la navegación en aguas procelosas y aquilatar así la toma de decisiones capaz de esquivar cualquier tipo de riesgo en el medio y largo plazo.

 


Las pymes suponen más del 99 por ciento del tejido empresarial y tres cuartas partes del empleo total en España


 

La receta de un buen plan

INGREDIENTES básicos para que las pymes afronten una situación de crisis como la actual:

  • Dos cucharadas soperas para recabar información mediante el acopio de datos reales de la empresa y el sector.
  • Cuarto y mitad de previsión de diferentes escenarios, desde los más probables a los más extremos.
  • Dejar a fuego lento una actitud indolente hasta que se evapore y pasar a la acción. Esperar a que escampe no es una opción.
  • Cortar en juliana un plan propio a nuestra medida, sin copiar el de terceros a pesar de que funcione.
  • Realzar el elemento humano, ya que es un ingrediente crucial. El bienestar y la seguridad sanitaria de los empleados deben ser siempre lo primero.
  • Abundante actualización a diario de los pasos dados y generosa adopción de medidas correctoras en caso necesario.
  • Por último, pero no menos importante, una pizca para aprovechar las posibles oportunidades que toda crisis supone para salir reforzados y ser más competitivos.
Un buen plan debe servir para llevar la toma
de decisiones a escenarios previstos y controlados,
sin olvidar su permanente actualización.

Ponerse a ‘plan’

Un plan de contingencia que se precie debe permitir:

  • Elaborar una radiografía para conocer la situación real de la compañía.
  • Analizar la evolución de nuestra demanda de productos y servicios.
  • Determinar los puestos de trabajo presenciales y en remoto. 
  • Establecer medidas de conciliación familiar, flexibilización de la jornada de trabajo, creación de una bolsa de trabajo por horas, adaptación del período vacacional, suplencias y bajas, entre otras.
  • Fijar protocolos de seguridad sanitaria en el entorno laboral.

Fuente: Confederación empresarial multisectorial Cecot.

Ojo al dato

Plan de contingencia empresarial Covid-19.
Confederación empresarial multisectorial Cecot.

Plan de contingencia y continuidad de negocio.
Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe). Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital.

Guía para la actuación en el ámbito laboral con relación al nuevo coronavirus. Ministerio de Trabajo y Economía Social.

Información actualizada sobre el coronavirus. Documentos técnicos para profesionales.
Ministerio de Consumo, Ministerio de Sanidad y Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.

Dirección General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa. Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Cifras Pyme. Datos de enero de 2020.

Pyme precavida vale por dos. La fiabilidad de un plan de contingencia se basa en la realización previa de un exhaustivo y riguroso análisis de riesgos. Para ello, indagar en una serie de cuestiones, como los objetivos a alcanzar, la afectación en el negocio, actual y futura, o en cómo está impactando esta situación a clientes y proveedores, debe constituir el punto de partida para trazar una oportuna hoja de ruta.

El siguiente paso sería establecer las premisas que ayuden a amortiguar los efectos nocivos de la situación, al sincronizar la cadencia en la toma de decisiones para acompasarla con la rapidez en que toda crisis se propaga e incluso muta. Cuatro puntos se antojan básicos en este sentido: realizar una radiografía que nos aporte una imagen real de la situación de nuestra empresa, interpretar con la cabeza fría esa información de manera adecuada, establecer un plan de acción y evaluarlo de forma periódica para proceder a su adecuada actualización.

Mejor si estaba previsto. La prueba del nueve para comprobar que el plan de contingencia camina por el sendero adecuado se lleva a cabo cuando este es capaz de aportar información sobre aspectos como la rentabilidad de las líneas de negocio, la tesorería, la proyección de cierre de año, la cartera de clientes, el estudio de mercado y la asignación de objetivos y tareas por empleado. Además, debe comportarse de manera coherente bajo diferentes escenarios de estrés, de más a menos pesimista, y de simulaciones, siempre realistas, enmarcadas durante y después de la crisis.

No en vano, con el plan de contingencia las pymes consiguen compensar la pérdida de control que toda crisis lleva aparejada. Para ello es fundamental mantener las emociones fuera de la ecuación de la toma de decisiones. En caso contrario, es sumamente complicado comprobar la idoneidad de estas y, sobre todo, actuar de forma rápida en las desviaciones que se produzcan.

Por consiguiente, la obtención de información veraz, su impávido análisis y el permanente reajuste para conformar una estrategia a la medida de nuestras necesidades serían la trinidad sobre la que fundamentar un efectivo plan de contingencia para aprovechar también las oportunidades que toda crisis conlleva. No en vano, el propio Einstein reconoció en su día que “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos.