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La pandemia pasa examen a la universidad

La Universidad reclamaba desde hace años una tercera ley universitaria que le diese mayor flexibilidad. Finalmente ha sido un virus el que la obligará al mayor cambio de su historia.

GABRIEL CRUZ

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@Gabrielcruztv

 

Quien ha dado la sorpresa ha sido la UNED con su aplicación Aula Virtual de Examen (AvEx), marca España vaciada.

ES BIEN conocida la anécdota que se le atribuye a Fray Luis de León en 1576, aunque se relató dos siglos después de suceder. Al ser absuelto de un proceso en el que estuvo cuatros años encarcelado volvió a sus clases en la Universidad de Salamanca y dijo: “Dicebamus hesterna die” (“como decíamos ayer”). Como si el tiempo no hubiese pasado. Ahora, lo hará vertiginosamente tras sólo un par de meses de verano que equivaldrán a un cambio de siglos.

Si visitamos el aula de Fray Luis de León en la Universidad de Salamanca, que se conserva tal cual era hace 500 años, advertimos que no se ha modificado sustancialmente la enseñanza. Un aula en la que el profesor recita unos conocimientos y al que los alumnos prestan atención. Lo que sí ha cambiado han sido titulaciones y normativas. La primera ley universitaria de la democracia fue la 11/1983, después pasamos a la vigente, la norma de 2001 que fue modificada sustancialmente en 2007. Últimamente se reclamaba otra ley nueva que la dotase de mayor flexibilidad, y justo en ese momento… irrumpe la pandemia. ¿Su consecuencia directa? Nuestro “Fray Luis de León” podría estar en un aula vacía enseñando a unos alumnos repartidos por todo el mundo… ¿o no?

Ensayo general. Porque lo cierto es que el primer ensayo general que hemos tenido antes del verano ha sido bastante pobre y ha demostrado que las universidades y el sistema educativo no estaban preparados para las clases online. A no ser que creamos que las clases virtuales consisten en mandar enlaces de web y ejercicios en documentos adjuntos. Esta es más o menos la impresión que se desprende de las opiniones de muchos profesores y bastantes alumnos. Así lo recoge uno de los pocos estudios existentes, dirigido por Ingrid Gil, profesora de traducción de la Universidad de Comillas. Gil realizó una encuesta a más de 200 docentes universitarios: el 60%nunca impartió una asignatura online y el 65,8% reconocía tener poco o ningún conocimiento previo. Cada docente inició esta etapa como buenamente pudo, de forma individual, sin que hubiese una estructura coordinada. Lo llamativo viene con el grado de satisfacción. Mientras que la mayoría de los profesores, un 61%, se mostraba satisfecho con el resultado, para los alumnos la experiencia resultó negativa o muy negativa (36,6% de los encuestados) o directamente, indiferente (40,7%). El caso es que en el mundo hay 800 universidades que ofrecen formación en línea. Sus estudiantes no tienen nada que ver con los de las clases presenciales: tienen cargas familiares, una media de edad mayor a los 35 años y una tasa de abandono muy superior.

Volvamos a los universitarios tradicionales, los veinteañeros que acuden a clase. ¿Cómo ha sido su experiencia durante la pandemia? Los entrevistados coinciden en el resumen que nos hace Clara, estudiante de periodismo: “muchos profesores se limitaban a enviar-nos emails con enlaces a textos sobre la materia y en el mejor de los casos, hacían videollamadas. La sensación era la de ir tirando, que pareciera que se hacían cosas”.

Evaluación polémica. También el sistema de evaluación ha sido polémico. Algunas facultades han optado por el examen presencial con medidas de seguridad (distanciamiento, mascarillas…) porque era la única forma de tener un mínimo de calidad. Los que prefirieron los exámenes online se han encontrado con varios problemas. Por ejemplo, modificar el tipo de preguntas. Pruebas del tipo “papel de un minuto”: preguntas concretas y con un tiempo muy limitado de tal forma que solo el que sabe la respuesta tiene tiempo a responder y, si necesita más, es porque estará copiando.

Quien ha dado la sorpresa ha sido la UNED con su aplicación Aula Virtual de Examen (AvEx), marca “España vaciada”, diseñada en su centro de Barbastro, Huesca. El sistema evita comportamientos como la suplantación de examinados. La aplicación toma fotografías aleatoria-mente que se envían al profesor junto con el ejercicio. Carlos Gómez, el director del centro de la UNED en Barbastro confiesa que “no hay un 100% de seguridad de que el alumno no nos engañe y copie, pero en los exámenes presenciales tampoco”. Esta aplicación la usan los 155.000 alumnos que tiene la UNED. Para el resto, el único documento oficial acordado que habla sobre los exámenes en línea es el Informe sobre Procedimientos de Evaluación no Presencial elaborado por la CRUE, la conferencia de rectores, y que merece un recuadro aparte.

Pasos futuros. Pero entonces, ¿cómo serán las clases? Eso mismo es lo que se preguntan las propias universidades ante el silencio del Gobierno y las Comunidades Autónomas. Hemos hablado con diferentes portavoces universitarios y admiten que ni el Ministerio de Sanidad ni el de Educación dan instrucciones claras para el nuevo curso. Una muestra de lo que sucede es que ambos abogan por educación presencial para colegios e institutos. En el caso de las Universidades, sin embargo, prefieren cupos en las aulas e incluso, hacer algunas clases en exteriores. ¿Por qué? ¿Acaso el virus ataca más a los universitarios que a los escolares? La ausencia de líneas claras revela la falta de planificación de nuestro sistema educativo. Si no, recuerden las paradojas del comienzo de la desescalada: los jóvenes podían juntarse en grupos de diez en las terrazas pero no podían entrar en un aula, con distancia de seguridad y mascarilla, para hacer un examen.

 


El primer ensayo que hemos tenido ha sido bastante pobre y ha demostrado que las universidades no estaban preparadas para las clases online


 

En este momento las universidades optan por tres posibilidades: presencial con distanciamiento social, completamente online y una intermedia, o sistema híbrido que sería una mezcla de ambas. Si bien los centros prefieren ser políticamente correctos y no quejarse de la falta de instrucciones claras, quien sí lo hace es José Antonio López, profesor de biología molecular de la Universidad Autónoma de Madrid. Nos enseña un aula de su facultad. “Aquí es donde doy clase. Caben unas 200 personas y en un día normal aparecen unos 60 alumnos. Es decir, es posible respetar una distancia de seguridad. Si a esto le sumas que van con mascarilla, que estarán callados y que el único que hablaría soy yo, a mucha más distancia de ellos, no veo tanto problema para venir a clase. El problema viene cuando se juntan fuera.”

 


Las universidades optan por tres posibilidades: presencial con distanciamiento social, completamente online o sistema híbrido


 

Más complicado lo tienen las escuelas en las que sí es necesario el contacto físico; por ejemplo, las sanitarias. Desde la Escuela de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios Comillas, Julio de la Torre, su jefe de estudios, señala a ESCRITURA PÚBLICA que además de impulsar la enseñanza online con la adquisición de cámaras y plata-formas, “en las clases de prácticas se reduce el número de personas. Todos con máscaras de protección, geles y lavado frecuente de manos. De hecho, en todas las aulas prácticas tenemos lavabos”.

Otro enfoque

Lector, vuelve a casa: Cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas.

Maryanne Wolf

La lectura en enseñanza online es digital. En esto no hay escapatoria, pero ¿tiene efectos secundarios? Wolf es especialista en lectura y aprendizaje en la Universidad de California. Señala que incluso los lectores de toda la vida están cambiando sus hábitos y su capacidad de concentración. En el cerebro manda la norma de que, si no se usa una capacidad, ésta se pierde. La lluvia de información a través de las plataformas digitales, no permite “detenernos y entender” lo que estamos leyendo. El papel, sin las distracciones de la pantalla (sus constantes ventanas abiertas) es más simple y directo. La pregunta es evidente: ¿aprenderán peor los universitarios de la tablet que los que toman apuntes a bolígrafo?

“Triste y sola …”

“… sola se queda Fonseca. Triste y llorosa queda la Universidad.” Esta popular canción de la tuna sonará más a partir de ahora. La enseñanza online tiene otro efecto secundario y, si no, que se lo pregunten a ciudades como Santiago de Compostela, Salamanca o Granada. Si bien Barcelona o Madrid tienen la mayor concentración de sedes universitarias, las anteriores viven en gran parte de los miles de estudiantes que van a ellas y con la explosión de la enseñanza online eso no sucederá. En España hay un millón y medio de alumnos matriculados en universidades. Los extranjeros son 139.708, pocos, pero suponen un 20% de los que se matriculan en másteres y doctorados (las matrículas más caras) y como reconocen desde la CRUE ningún alumno viene para quedarse encerrado sino para disfrutar de la vida estudiantil.

Si tomamos como ejemplo el caso de Granada, el estudio Generación de Valor de la UGR en su entorno, del profesor Teodoro Luque, señala que la universidad aporta 217 millones a la economía de la provincia y genera casi el 8% de sus empleos. Principalmente mueve alquileres, residencias, hostelería o servicios. Por ejemplo, la asociación de Hostelería de Compostela reconoce que la facturación bajará hasta un 50%. Salamanca triplica la media nacional de estudiantes extranjeros, un 10%. Por eso insisten en que la enseñanza en línea será excepcional. El agujero económico será mayor en las universidades de Reino Unido, Suiza y Austria donde casi un tercio de sus ingresos por matrícula proviene de estudian-tes extranjeros. Sin embargo, algunas universidades, como la de Cambridge, han anunciado que el próximo curso será absolutamente online. Es decir, estamos ante un verdadero examen global pero no para alumnos, sino para saber si las universidades están a la altura de la era post pandemia.

Evaluación no presencial

A falta de unas directrices claras de Ministerios y Consejerías, este informe, del Grupo de Trabajo Intersectorial de CRUE Universidades Españolas, es el único documento que concreta procedimientos de evaluación. Propone que en las pruebas por videoconferencia, el estudiantado esté provisto de documentación acreditativa de su identidad que podrá ser exigida en cualquier momento por el profesorado. También trata de las cuestiones normativas, en especial la protección de datos, que en España es de las más restrictivas de Europa. Advierte de los pros y contras de cada plataforma. Por ejemplo, en los exámenes por videoconfe-rencia destaca el peligro de sobrecarga en el sistema por un almacenamiento masivo. Un informe que todo alumno debería conocer para saber, por ejemplo, cómo reclamar adecuadamente sus calificaciones.

Cada docente inició esta etapa como buenamente pudo, de forma individual, sin que hubiese una estructura coordinada.