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RICARDO MAIRAL,

rector de la UNED

@UNED

La educación superior en un futuro post-Covid

HACE apenas unos meses en la universidad trabajábamos con una visión clara de cuáles eran nuestros retos a corto, medio y largo plazo. La llegada de la crisis del Covid-19, primero sanitaria y ya social y económica, nos ha golpeado como al resto de la sociedad. Aquellos claros objetivos de principios de marzo quedaban desplazados por la necesidad de adaptarnos a la nueva situación.

Durante las semanas de confinamiento la actividad en las universidades no ha cesado: el personal de administración y servicios ha trabajado desde sus casas; las autoridades académicas han buscado soluciones ante los nuevos desafíos que conformaban un escenario absolutamente inédito, y los profesores y profesoras han seguido con su labor, trasladando la docencia a sus hogares y transforma-do sus clases en tutorías virtuales a las que los estudiantes se han conectado, dando sentido a todo el proceso.

Ciertamente, en este tiempo la universidad ha redoblado su actividad con el fin de garantizar la formación, la investigación y la transferencia e innovación que tan fundamentales son para la sociedad, como se ha demostrado con especial intensidad en estas últimas semanas.

Con la mirada puesta en el futuro más próximo, cumple preguntarse sobre el papel que tendrán las universidades en una etapa que podemos denominar “post-Covid”. Tras la pandemia, retomaremos aquellos retos de principios de marzo. Pero no nos equivoquemos, lo ocurrido nos marcará. La universidad saldrá herida, pues ya no podremos olvidar a quienes han quedado en el camino. Pero, a la vez, la universidad saldrá fortalecida. En lo humano, por el esfuerzo realizado por quienes son parte de esta gran comunidad, que han demostrado contar con el dinamismo y la solidaridad que exige un mundo en constante cambio. En lo tecnológico, porque hemos ampliado y madurado nuestras capacidades para dar respuesta a los retos que vienen.

Pero, sobre todo, de esta experiencia sale fortalecido un concreto modelo de enseñanza: el online y el semipresencial. La necesidad de mantener la docencia, de evaluar a nuestros y nuestras estudiantes durante la crisis, lo ha puesto a prueba y lo ha certificado como el modelo de la universidad del futuro, en la que las enseñanzas presencial y virtual se han de combinar como respuesta a las necesidades y características de la sociedad del siglo XXI. Un modelo que, sin duda, perdurará en el tiempo.

Y, si convenimos que el futuro de la universidad es un modelo online y también semipresencial, el ejemplo de la UNED, universidad pionera en la doble concepción, desarrollo e implantación del mismo, que cuenta con una tupida red de 61 centros en España y 13 en el exterior a la que asisten más de doscientos mil estudiantes, es decisivo para el resto de la Academia.

En una sociedad interconectada, nuestras universidades deberán ser capaces de llegar a los hogares de sus estudiantes, ampliando el abanico de experiencias y posibilidades de estudio. Siendo ya este objetivo una realidad en el caso de la UNED, deberemos seguir trabajando para fortalecer su papel como elemento vertebrador de la España vaciada e impulsor de ese país urbano en el que tan importantes son la formación a lo largo de la vida y la conciliación. Acercar el mundo del conocimiento y de la investigación es una aspiración legítima y realista.

En este nuevo marco, también resultará fundamental la apuesta decidida de nuestras universidades por la innovación y la investigación, de modo que la metodología del modelo online y semipresencial sea sensible a los avances logrados en disciplinas como la inteligencia artificial. En la UNED ya trabajamos en la utilización de las tecnologías basadas en datos masivos para adaptarnos aún más a las necesidades de nuestros y nuestras estudiantes. El objetivo es mejorar su proceso formativo, logrando automatizar y simplificar los procesos administrativos, mejorar el modelo de enseñanza aprendizaje y la eficacia y la productividad de nuestra institución, pero siempre de acuerdo con un marco ético prudente y garantista y contando con la participación de todos quienes forman la comunidad universitaria.


«En una sociedad interconectada, nuestras universidades deberán ser capaces de llegar a los hogares de sus estudiantes»


Pero, alcanzar todos los retos que quedaron en un segundo plano a principios de marzo y los que vayan surgiendo no será posible sin un apoyo institucional claro. Este apoyo, siempre al margen de la contienda política, de la lucha partidista, debe establecer los marcos normativos y de financiación necesarios para contar con los recursos humanos y tecnológicos que proporcionen la formación, investigación, transferencia e innovación imprescindibles para el resto de la comunidad. Un apoyo institucional que permita que la Academia se sitúe en el lugar trascendental que ha de ocupar como motor del desarrollo del conjunto del país, tal y como se ha hecho tan visible en estos momentos de crisis.

Si en estos tiempos trufados de posverdad hemos conseguido que los ciudadanos miren de nuevo a la universidad y a sus investigadores como pilar de su desarrollo, incluso de su seguridad, estamos en la senda correcta. Ahora, es crucial que Política y Ciencia se den la mano. Quizá en este momento, más que nunca.