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La tecnología evoluciona imparable, y consecuentemente, cada vez son más las posibilidades y facilidades que ofrece. Pero debemos ser realistas y concienciarnos de que además de la infinidad de ventajas que proporciona, el progreso tecnológico también implica cierto riesgo. Y este riesgo se agrava en función del uso que hagamos de ella.
La cantidad de datos personales que se generan son almacenados en un paradigma abstracto que identificamos comúnmente como internet o la nube. Determinar la capacidad de este espacio intangible es una tarea inútil. Es una red de redes a escala mundial cuya extensión aumenta en función de la información que se genera; por esta razón, habiendo alcanzado ya unas dimensiones desorbitadas, internet continúa sometido a una constante expansión.
Toda acción desarrollada en la Red queda registrada. Cada vez que encendemos el ordenador, utilizamos un smartphone o consumimos cualquier dispositivo electrónico conectado a la web, procedemos a compartir datos. La información otorga un gran poder a quien goza de ella, por lo que debemos tratar de ser conscientes del alcance que tiene este fenómeno tecnológico y cuestionarnos dónde queda la privacidad de todos y cada uno de los individuos que hacemos uso de Internet. Continuamente estamos informando sobre nuestros intereses, necesidades y gustos sin prestar a esta práctica importancia alguna. Y como consecuencia, el propio control que cada usuario tiene sobre sus datos personales se ha visto debilitado.
Los datos se han convertido en un reclamo para muchos de los internautas, y entre ellos, las empresas, ya que el interés del consumidor ha pasado a ser un factor condicionante en el desarrollo de los nuevos servicios digitales- ya sean aplicaciones, dispositivos o sistemas. Hay entidades que buscan obtener nuevas ventajas competitivas a partir de la información que proporcionan los distintos usuarios. Es, por ejemplo, el caso de los responsables del marketing, cuyo reto actual es sacar el máximo rendimiento de los datos personales que seleccionan y almacenan. Estos profesionales llevan a cabo un análisis exhaustivo con el fin de conocer los intereses que predominan en la comunidad de internautas y mejorar su estrategia de comercialización.
La ambición por el control de los datos y el dominio de la información a partir de internet, las redes sociales y las aplicaciones móviles ha desatado un mercado en el que existen ciertas grietas legales. En ocasiones, el tráfico de datos se realiza de forma irregular, ya que algunas entidades han optado por sobrepasar los límites impuestos por la Ley: apropiación indebida de datos personales e íntimos, es decir, sin el consentimiento del usuario; o también la cesión de los mismos a terceros. Esta práctica supone un problema que cada vez es más frecuente; hay miles de ciberdelincuentes campando por la Red.
Los expertos pretenden alertarnos sobre esta tendencia y aseguran que el riesgo se agrava con el uso indebido de las nuevas tecnologías. Los ciudadanos confiamos en el ecosistema que supone internet, desconocemos su alcance y tendemos a creer que nuestra propia irresponsabilidad será lidiada por otros. Y no es así. Debemos proteger la privacidad de todos y cada uno de los usuarios, asegurarnos de los datos personales que estamos dispuestos a aportar voluntariamente a las empresas y ejercer un firme e imprescindible control sobre lo que queremos compartir en internet.
Tenemos que ser prudentes; la información es clave, y el comportamiento responsable también.
Por Marián Lezaun
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