Aranda de Duero, ciudad europea del vino

AL ENCUENTRO

ARANDA DE DUERO

A LA TERCERA, LA VENCIDA

Cada vez que el viajero haya respondido «sí» a la pregunta «¿un Ribera?», clásica de amigos o personas dispuestas a servirle una copa de vino, habrá dado un paso para conocer Aranda de Duero: el santo y seña de la denominación de origen Ribera del Duero y en 2022, por fin, Ciudad Europea del Vino. ¿Hace una copita virtual, a la que hemos puesto, además de cultura vitivinícola, aromas de historia, tradiciones y gastronomía?

JESÚS ORTÍZ

Mail: [email protected]

Twitter: @JesOrtizAl

En 2019, Aranda de Duero fue designada Ciudad Europea del Vino 2020 por la Red Europea de Ciudades del Vino, RECEVIN. Ya se imagina el lector que las actividades programadas, y que requerían la presencia de los interesados, se vieron interrumpidas por la llegada a nuestras vidas de un perverso virus que trastocó todos nuestros hábitos sociales y laborales. Se llegó a la conclusión de que convenía aplazar los actos de la capitalidad un año, pero 2021 tampoco se mostró dispuesto, así que 2022 tuvo que «ponerse las pilas» para hacer bueno el nombramiento. A ello vamos.

Aranda de Duero, empecemos por el principio, es capital vitivinícola con o sin actividades añadidas. Es una de las localidades más pobladas, capitales de provincia al margen, de Castilla-León y cabeza de partido judicial de la comarca Ribera del Duero. Cierto es que se baña en el agua del río que le da apellido, pero lo es también que se crece en el tesoro líquido que surge de los viñedos que la rodean y las bodegas que la horadan. Y es que el viejo poblachón «de paso», que era Aranda hasta el siglo XIV, se fue convirtiendo en potencia agrícola, primero, e industrial, después, ya mediado el siglo XX.

 


EL CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE LA ARQUITECTURA DEL VINO, CIAVIN, PERMITIRÁ ENTENDER UN POCO MEJOR LOS PROCESOS VITIVINÍCOLAS


 

Lo primero que le contarán al viajero, quienes conocen las calles arandinas, es que no se pierda las bodegas subterráneas. El casco antiguo de la localidad está construido sobre unos siete kilómetros de túneles que tienen entre nueve y doce metros de profundidad. Algunos de ellos se empezaron a excavar en plena Edad Media, en el siglo XII, y la red llegó a lo que hoy conocemos en el siglo XVIII. Su misión, obviamente, es mantener unas condiciones controlables de temperatura y humedad todo el año para que el mosto de la uva fermentado llegue a ser «un Ribera». Y no es que cada casa tuviese su bodega; los túneles eran comunales, con varias entradas correspondientes a las distintas viviendas.

El Museo del Vino, de hecho, está en una de esas bodegas subterráneas; del siglo XIII, para más datos. En su escueta página web, donde destaca el eslogan «Ribiértete», dice: «El visitante logra asomarse a los entresijos de la larga y compleja elaboración del vino. Con un atractivo planteamiento expositivo, recorre la historia, los procedimientos, las herramientas, los útiles de medida, las botellas, la cata…». Y sí: esta inmersión en la cultura vitivinícola tiene otro color con una copa del rojo elemento en la mano… Queda todo dicho.

Si algo se puede recomendar en este punto es visitar antes el Centro de Interpretación de la Arquitectura del Vino, CIAVIN, cosa que permitirá entender un poco mejor los procesos, ver dioramas de cómo están construidos los túneles, una maqueta de la Aranda medieval y hasta la reproducción y la historia del que probablemente es el plano urbano más antiguo de España (1503), surgido de la necesidad de documentar, ante los Reyes Católicos, un pleito a cuenta de la posible demolición de unas casas en pleno centro de la población, por seguridad para las mujeres obligadas a pasar, si no, por un callejón en el que se les «echaban los hombres». ¿La razón del enfrentamiento vecinal? Cómo no: las bodegas, las que estaban debajo de las casas; que no es que peligrase su estructura con la demolición, sino que las vibraciones del paso de caballos y carros por la calle, que se abriría tras derribar las edificaciones, perjudicarían al vino que maduraba en las profundidades.

La oficina de turismo, al lado de CIAVIN (bueno: todo está cerca en Aranda), ofrece información de las muchas bodegas subterráneas y exteriores visitables, las que ofrecen guía y las que van con la cata incorporada o con teatralización. Uno de los indicadores del orgullo arandino por sus bodegas, y sus vinos, claro, es que algunos permiten que se entre en su «castillo» subterráneo desde su propia casa. Por ejemplo, en lo que hoy es el restaurante Lagar de Isilla, se puede visitar la bodega histórica (siglos XIII y XIV), con doce metros de profundidad, cuyo acceso está dentro del propio restaurante –la visita es gratis, no sean mal pensados–.

 


EL CASCO ANTIGUO DE LA LOCALIDAD ESTÁ CONSTRUIDO SOBRE UNOS SIETE KILÓMETROS DE TÚNELES QUE TIENEN ENTRE NUEVE Y DOCE METROS DE PROFUNDIDAD


 

Las bodegas exteriores visitables también son todo un atractivo. Si nos queremos quedar con una, como ejemplo, podemos apuntar a la Finca Torremilanos. La visita aporta más de un siglo de historia de los vinos arandinos (la marca empezó a elaborarlos en bodegas subterráneas de la villa) y hasta el nombre tiene su porqué: en el monte donde se creó la finca, había una torre de vigía, utilizada hasta los tiempos de Felipe II, en la que, una vez abandonada cuando su uso no fue necesario, anidaron varias generaciones de milanos. Hoy, vinos al margen, es todo un centro de enoturismo que incluye alojamiento y restauración.

El lechazo, uno de los signos de identidad para los castellanos-leoneses, tiene a Aranda como sede de la denominación de origen de este producto pecuario. Existe, de hecho, la marca «Lechazo asado de Aranda de Duero»: una distinción que tiene en cuenta cómo debe ser la materia prima, la forma de elaboración y su presentación al comensal. Si el viajero no es vegetariano, tendrá la oportunidad de disfrutar del espectáculo que supone ver los platos de cerámica tosca entrar y salir de los hornos de barro, donde la leña arde al lado de las propias carnes, y de participar del ritual de degustar el cordero acompañado de un buen vino, de lechuga de Medina y mordisqueando torta de Aranda, que es ese pan dorado y tierno untado, después de cocido, con aceite.

Una sorpresa es, para quien no lo haya probado, el congrio a la arandina, donde manda el azafrán y cuya receta, cuentan los más veteranos, se lleva transmitiendo de padres a hijos desde hace más de diez generaciones, como poco. No salgamos del restaurante virtual sin recordar que estamos en la provincia de Burgos y que su famosa morcilla, esa hecha con arroz, tiene una fórmula casi única en cada pueblo y en cada casa. Las que se pueden catar en Aranda, qué más se puede decir, están buenísimas. Y de postre, por supuesto, el ‘del abuelo’: queso fresco de Burgos con un poco de miel y nueces frescas; tan sencillo como delicioso.

 


ES UN ESPECTÁCULO VER LOS PLATOS DE CERÁMICA TOSCA CON EL LECHAZO, PEGADOS A LA LEÑA, ENTRAR Y SALIR DE LOS HORNOS DE BARRO


 

El centro de Aranda ofrece al visitante experiencias añadidas a los diversos placeres gastronómicos y gustativos. En el capítulo de monumentos está, por orden de antigüedad, la iglesia de San Juan Bautista (s. XIV), que tiene adosada la que probablemente fuese primera torre defensiva que se levantó en la villa (s. IX) y con acceso al puente románico (s. XIII, construido sobre la base de otro del s. III), que cruza el río Bañuelos. La iglesia tiene la importancia histórica de haber sido la sede del Concilio de Aranda (1473), en plena reforma de la Iglesia y con el mar de fondo de las rivalidades entre Juana e Isabel de Castilla. Hoy el es Museo de Arte Sacro.
A poca distancia está la Iglesia de Santa María (s. XV). La portada es como un pañuelo nupcial de encaje de bolillos, tan propio de finales del barroco: no cabe una figura más, ni en la doble puerta ni en el tímpano ni en el arco ojival de entrada. No se la pierdan al detalle, porque es tan impactante como hermosa. Ya dentro, el gótico flamígero de la nave deja imágenes impresionantes; y el visitante no podrá apartar la mirada, durante un buen rato, de la escalera de subida al coro y sus cientos de filigranas geométricas.

 


LA IGLESIA DE SAN JUAN BAUTISTA TIENE ADOSADA LA QUE PROBABLEMENTE FUESE PRIMERA TORRE DEFENSIVA QUE SE LEVANTÓ EN LA VILLA


 

Entre otras curiosidades arandinas está el Museo de los Juegos Tradicionales, al que se entra por la misma puerta por la que se accede a CIAVIN. Lo puso en marcha la asociación La Tanguilla, en referencia a como llaman en Aranda al juego de la tuta, que tiene alguna similitud con los bolos, y que se describe desde el s. XIII, aunque es probable que fuese anterior; romano, incluso. La exposición reúne gran cantidad de juguetes y juegos ‘de toda la vida’, algunos con más de un siglo a sus espaldas. Destaca la representación de los juegos de bolos, con muestras de todas las regiones españolas y de muchas partes del mundo donde se utilizan en los ratos de ocio. Fenomenal para los pequeños y para algún sentimiento de nostalgia de los mayores, que se disipará, volvemos al vino, en cualquier local de Aranda.

Puente de las Tenerías (s. XIII) sobre el Bañuelos.
EN LO QUE HOY ES EL RESTAURANTE LAGAR DE ISILLA, SE PUEDE VISITAR LA BODEGA HISTÓRICA (SIGLOS XIII Y XIV), CON DOCE METROS DE PROFUNDIDAD. Sala en la bodega del Lagar de Isilla.
Portada de Santa María (s. XV).
Juego de la tanguilla (Museo de los Juegos Tradicionales).
Plaza Mayor.
Portada de San Juan Bautista (s. XIV).
Torre de San Juan (s. XIII).

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo
Plaza Mayor, s/n
Tel.: 947 510 476
[email protected]


 

Actividades Ciudad Europea
e información turística


 

ALOJAMIENTO
Hotel Torremilanos ****
Nacional 122, km. 274
Tel.: 947 512 852
[email protected]
Web


 

RESTAURANTES Y TAPEO
El Lagar de Isilla
Isilla, 18
Tel.: 947 510 683
https://www.lagarisilla.es/


 

El Somatén
Plaza Mayor 16
Tel.: 947 107 275
[email protected]
Web


 

La Pícara gastroteca
Plaza Santa María 2
Tel.: 645 44 66 88
[email protected]
Web

CIUDAD EUROPEA DEL VINO 2022

ARANDA DE DUERO, MAYO DE 2022 A ENERO DE 2023

No pudo ser en 2020 ni en 2021, pero llegados a 2022, y quizás por seguir el viejo dicho de que «no importa lo que pasa, sino lo que hacemos con ello», los organizadores de la distinción de Aranda de Duero como centro europeo del enoturismo han redondeado la oportunidad: «22 motivos para visitar Aranda de Duero en 2022».

Sin pretender ser exhaustivos, podemos citar A cielo abierto, de mayo a septiembre, que ofrece teatro, danza, circo, magia y música en distintos espacios al aire libre. Un espectáculo de luz durante el verano, Un río de vino, que «convierte» el agua del Duero en vino de Ribera. El Teatro en las bodegas (sí, sí: en las propias bodegas subterráneas), en julio y agosto, cuyo objeto es, como dicen los organizadores, «lograr que, mediante una historia de intriga, haciendo partícipes a los asistentes y con escenas cómicas, se conozcan de primera mano anécdotas de la villa y personajes históricos que han vivido o pasado por Aranda como Napoleón, Isabel la Católica, Hemingway…».

El Certamen internacional de bandas, un clásico de julio y agosto en la coqueta Plaza del Trigo, tendrá este año como piezas obligatorias composiciones relacionadas, claro, con el mundo del vino. Entre los clásicos, también, la Fiesta de las Peñas (30 de julio), Sonorama, que es uno festivales de música indie con más renombre en España (10 a 14 de agosto), La fiesta de la vendimia, el 24 de septiembre, o el genial Concurso de tapas, pinchos y banderillas, durante todo el mes de octubre.

No podemos dejar de citar dos actividades más. Una, por singular: I Congreso de la Arquitectura del Vino, del 10 al 11 de noviembre y con entrada gratuita como «oyente» para todo el que esté interesado, que busca poner en valor «conjuntos arquitectónicos formados por cuevas, zarceras y lagares que representan el pasado económico, social y cultural de los pueblos en los que se encuentran». Y otra por obvia: la Gala de clausura de Ciudad Europea del Vino (enero de 2023), donde se dará el relevo a la Ciudad Europea del Vino 2023.

Para no perderse


Bodegas de Aranda.
Historia y tour virtual. Ayuntamiento de Aranda de Duero.
VER


Museo de los Juegos Tradicionales.
Asociación Cultural la Tanguilla.
VER

Málaga. La antigua modernidad del «Soho».

AL ENCUENTRO

MÁLAGA

LA ANTIGUA MODERNIDAD DEL ‘SOHO’

De entre las muchas miradas que el viajero puede dirigir a Málaga, el siglo XXI trajo una más: el ‘Barrio de las Artes’ o ‘del Soho’. Fachadas que son lienzos y espacios para que la expresión plástica encuentre lugar, apuestas por las artes escénicas y patio de recreo de quienes hacen del tapeo de cada zona su particular viaje interior.

JESÚS ORTÍZ

Mail: [email protected]

Twitter: @JesOrtizAl

Si miramos hacia atrás, solo un poquito, nos cuentan las crónicas que en las primeras décadas del pasado siglo se construyó en torno al puerto lo que entonces se denominó Ensanche Centro. El límite con el mar –con el puerto, si se prefiere– era el Paseo de Heredia, que llegó a ser escenario de carreras de coches con aquellos «locos cacharros» de 1910-15. Hoy es Avenida de Manuel Agustín Heredia, pero es el recuerdo del mismo Heredia: el que plantó altos hornos en Málaga, entre otras industrias, y marcó el camino de la ‘I Revolución Industrial’ en muchos lugares de España. Los otros límites del Ensanche Heredia (también lo llamaban así) eran la desembocadura del Guadalmedina y el entonces veinteañero Parque de Málaga o de La Alameda.

El Soho, como tantas otras cosas, nació de la iniciativa popular. Por un lado, deterioro social y urbanístico de aquel Ensanche a un paso del centro de la turística ciudad; por otro, la intención vecinal de contar a todo el mundo que el arte va en el ADN de los malagueños. Cuentan que la idea de transformar aquella zona en barrio de las artes nació entre cervezas, en un bar; y seguramente es cierto, porque Sergio García, que fue el primer presidente de la Asociación Cultural Soho Málaga, creada para presentar el proyecto, regentaba el desaparecido bar El Demolde. El caso es que el ayuntamiento asume la idea, la presenta en 2011 y se logran fondos FEDER para dar forma al Soho y hacer peatonal la calle Tomás Heredia (este Heredia es hijo del anteriormente citado y persona importante también en la vida malagueña).


El soho, como tantas otras cosas, nació de la iniciativa popular: contar a todo el mundo que el arte va en el adn de los malagueños


A partir de ahí, y como explican desde el ayuntamiento malagueño, «grafitis de reconocidos artistas internacionales, galerías de arte, cervecerías artesanas, tiendas de gastronomía, laboratorios de cocina, espacios para el flamenco, terrazas y áticos de hoteles con restaurantes mirando a la bahía y tiendas de comics y figuras, entre otras muchas sorpresas, marcan una ruta alternativa para descubrir Málaga». Si había que poner una guinda al pastel, de ello se encargó el actor Antonio Banderas dando en 2019 una segunda vida al Teatro Alameda, hoy llamado Teatro Soho, y concitando en torno a él al colorido del espectáculo estilo Broadway.

Arte urbano, según con quien lo debata el lector, no es lo mismo que grafiti. Si alguien mira en el diccionario de la RAE, vera que la adaptación a nuestro idioma de la palabra italiana graffito (graffiti, en plural) implica «hecho sin autorización». Y nos referimos a lo de pintar en paredes, fachadas, etcétera. Pero cuando es el ayuntamiento quien encarga (y paga) a reconocidos «grafiteros» plasmar sus ideas en inmensos lienzos de edificios de seis o siete plantas, no parece comparable a esa otra forma de dibujar, obviamente sin permiso, firmas o desmesuradas tipografías de varios colores.


Antonio banderas dio en 2019 una segunda vida al teatro alameda, hoy teatro soho, y concitando en torno a él espectáculos estilo broadway


Además, en el imaginario de quienes vislumbraron, en su entonces decadente Ensanche Central, un lugar para el arte bohemio, digámoslo así, se incluía una forma libre, por supuesto, pero ordenada de entender ese arte. Bien: de acuerdo… Estamos abriendo el peligroso melón de definir lo que es y no es arte, cosa que desvirtuaría nuestra visita al Soho malagueño, así que permítannos zanjarlo con un fragmento de un poemario de Picasso refiriéndose a imágenes de su Málaga natal: «dibujo de sus curiosidades retorcidas caracolas de bizcocho y churro malagueño tejeringo y sus collares de manojitos de boquerones». Solo por recordarlo, don Pablo escribía seguido, sin comas, dejando en sus abstracciones literarias el mismo regusto deliciosamente confuso que en las pictóricas.

MAUS (Málaga Arte Urbano Soho) constituye la base de ese ‘Barrio del Arte’ en que se convirtió la zona. Aquí es donde el viajero tiene la oportunidad de mirar cuadros de muchos metros de altura, esquinas que adquieren vida o paredes cuyas heridas del tiempo se han integrado en una obra que las ha conferido una segunda oportunidad. Artistas internacionales como Bohamistura, Roa, D’Face, Obey, Dadi Dreucol, Manuel León, Faith47, Dal East, Pejac o Felipe Pantone firman estos trabajos que harán parase al paseante para imaginar, como poco, cómo es posible llegar a ser tan preciso colgado de un arnés o balanceándose en un andamio.

Si deseamos continuar la búsqueda por espacios interiores, hay varios puntos de destino: el edificio de la Autoridad Portuaria, donde se realizan exposiciones y actividades; la Sala Chela Mar, que está dedicada a actividades relacionadas con las artes escénicas; la Asociación de Artistas Plásticos (APLAMA), que es una enorme sala de exposiciones en sí misma; y, por supuesto, el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC) con obras de los últimos cincuenta años.

El Archivo Municipal merece, en nuestra opinión, una atención diferenciada y paciente. Por fuera es una casa familiar burguesa del XIX y, por dentro, el depósito de la documentación generada por el Ayuntamiento de Málaga desde 1489 (como dato histórico comparativo, los Reyes Católicos conquistaron la ciudad en agosto de 1487). Para muestra, ahí están las Ordenanzas que dieron los señores Reyes Catholicos a esta Ciudad para su acresentamiento y gobernación, firmado por ambos regidores el 27 de mayo de 1489. Resulta interesante la iniciativa del Archivo, denominada Un siglo en 12 meses, de manera que cada mes se muestra en la Sala de Lectura un documento correspondiente a un siglo determinado (cada año un siglo diferente), añadiendo estudios y contexto histórico.


Cuadros de muchos metros de altura, esquinas que adquieren vida o paredes cuyas heridas del tiempo se han integrado en una obra


Del CAC, que citamos de pasada unas líneas antes, podemos resaltar esa idea de «antigua modernidad» que dejamos en el subtítulo de este Al Encuentro. Ocupa el antiguo Mercado de Mayoristas de Málaga. Es un edificio histórico, Bien de Interés Cultural (se empezó a construir en 1939 y fu uno de los primeros en inaugurarse tras la postguerra), levantado a orillas del río Guadalmedina y en terrenos ganados a su cauce. Una vez cesada la función para la que se proyectó, se rehabilitó en el año 2000 para convertirlo en lo que es hoy.

La imaginación, en fin, es la seña de identidad del Soho, así que no es de extrañar que entre las iniciativas privadas figure el Museo de la Imaginación. Puede decirse que es como un miniparque de atracciones donde con efectos ópticos, sonidos envolventes y escenarios virtuales, los más pequeños pueden volar o mirar de frente a un dragón, mientras los mayores olvidan por un momento que tener diez años sucedió… ¡hace algún tiempo!


Hay espacios, como el edificio de la autoridad portuaria, la sala chela mar, la asociación de artistas plásticos o el centro de arte contemporáneo


Claro que, para imaginación, la de la mujer del alcalde malagueño que en 1817 inauguró la que hoy es todo un símbolo de la ciudad: la Farola. Es un faro en toda regla, que en ese tiempo señalaba la entrada en el puerto, pero a la alcaldesa le parecieron enaguas el recinto inferior (la casa del farero, vaya) y decidió que no era un faro, sino una farola, con lo que es la única señal marítima de este tipo en toda la Península que se denomina en femenino. No está en el Soho propiamente dicho, sino enfrente, al otro lado de la bocana portuaria. Observarla en la distancia, al atardecer, para ir a picar algo al el Barrio de las Artes o a ver alguno de los musicales que la compañía de Banderas ofrece en su teatro, ¿no es un final de jornada merecedor de que le den al viajero el título de «boquerón» adoptivo?

Fachada del Teatro del Soho.
Calle Martínez Campos, esquina Somera. Una Venus de 30 metros obra de Okuda y Remed.
Calle Comandante Benítez. Obras de D*Face, a la izquierda, y de Obey.
Pasillo de Matadero con el Puente de la Misericordia (para ser visto desde el Soho). Obra de Ben Eine.
Centro de Arte Contemporáneo. La escultura, Moving man, es de Stephan Balkenhol.
INFORMACIÓN

Oficina de Turismo de Málaga
Plaza de la Marina, 11
Tel.: 951 926 020
[email protected]
www.malagaturismo.com


 
ALOJAMIENTO

Hotel Soho Boutique Bahía Málaga ****
Somera, 8
Tel.: 952 224 305
[email protected]
www.sohohoteles.com


 

RESTAURANTES Y TAPEO

Meson Iberico
San Lorenzo, 27
Tel.: 952 603 290
www.mesoniberico.net

Las Niñas del Soho
San Lorenzo, 27
Tel.: 603 824 005
https://lasninasdelsoho.business.site

Taberna La Pechá
San Lorenzo, 14
Tel.: 634 461 563

XII Congreso Notarial Español. Bienvenida del alcalde de Málaga

AL ENCUENTRO

XII CONGRESO NOTARIAL ESPAÑOL

MÁLAGA, 19 Y 20 DE MAYO DE 2022

Con el lema «El envejecimiento de la sociedad: principal desafío del siglo», el Consejo General del Notariado aborda este foro en tres áreas de debate: respeto de la dignidad frente a protección de la vulnerabilidad, la vida centenaria y su previsión individual y la vida centenaria y su previsión social y política.

La primera impresión, dado, además, el número y el prestigio de los ponentes en las distintas mesas de encuentro, es que en este foro subyace de la idea de que las personas mayores no son solo esos ascendientes a los que corresponde cuidar, sino también seres humanos que evolucionan, que están al día, que son capaces de unir experiencia y actualidad (incluso tecnológica, sí). Será interesante, aun para quien tenga oportunidad de asistir a este XII Congreso, leerse el Libro Blanco que se editará después con las principales reflexiones.

INFORMACIÓN

XII Congreso Notarial Español

“Queremos concienciar en la necesidad de envejecer con dignidad”

Para la ciudad de Málaga es un honor acoger la celebración del XII Congreso Notarial Español, los días 19 y 20 de mayo de 2022. Málaga ofrece la oportunidad de disfrutar de una ciudad mediterránea innovadora y comprometida con el medio ambiente y con las personas, con un clima excepcional, y una amplia oferta cultural, gastronómica y natural que puede satisfacer todas las necesidades de visitantes y congresistas.

Espero que los días que estéis en Málaga faciliten la intensa actividad del programa del congreso que, además, aborda de manera muy oportuna el envejecimiento de la sociedad como principal desafío del siglo. Precisamente, en Málaga, de la mano de Naciones Unidas, queremos trabajar en la línea de concienciar en la necesidad de envejecer con dignidad y sensibilizar sobre las capacidades y habilidades que pueden aportar las personas mayores de 65 años a la sociedad. Es el objetivo principal de la Fundación Gloval Initiative on Ageing, presentada recientemente en Málaga, y que se enmarca en la Fundación GIA, una iniciativa que pertenece al Pacto de Naciones Unidas desde 2010.
Desde Málaga os esperamos con los brazos abiertos y os deseamos una feliz estancia. ¡Bienvenidos!

Francisco de la Torre
Alcalde de Málaga

Petilla de Aragón. Paisaje de Nobel

AL ENCUENTRO

PETILLA DE ARAGÓN PAISAJE DE NOBEL

Fotos cedidas por el ayuntamiento de Petilla de Aragón. La «hora bruja» en Petilla.

Panorámica con los Pirineos al fondo.

Justo cuando la cordillera pirenaica, en su tercio central, empieza a dar muestras de toda su dimensión, aparece Petilla de Aragón: una pequeña localidad que tiene en su haber la medalla de haber sido cuna de un Nobel en Medicina, Santiago Ramón y Cajal, y la singularidad de ser uno de los pocos territorios españoles que no está en la comunidad autónoma a la que administrativamente pertenece. Un tratado de historia medieval y moderna, en suma, en medio de una naturaleza impresionante y atenazado por el riesgo de despoblación.
JESÚS ORTÍZ

@JesOrtizAl

Jesús Ortíz

No espere encontrar el viajero una clásica población medieval, mantenida en el tiempo por el aislamiento montañoso, con edificios monumentales y blasonados. Se tendrá que conformar, en ese sentido, con la iglesia de San Millán, que se debate entre los estilos gótico y neoclásico (ss. XIII a XVIII), como exterioriza el singular contrafuerte de la portada, y los restos de un castillo roquero o de colina, es decir: de esos en los que las rocas donde se asientan forman parte de la estructura defensiva; aclaración seguramente innecesaria porque para la otra acepción de «roquero» -relativo al rock and roll- tendría que haber sido construido más de diez siglos después. Pero si quiere degustar la historia contada «a fuego lento», la actividad cultural y deportiva que un pueblo que se niega a estar «vaciado» y dejarse llevar por la exuberancia de las rutas de montaña, en pleno Prepirineo, ha llegado al sitio exacto.

 


EL PRÉSTAMO SE HIZO EFECTIVO PONIENDO SOBRE LA MESA PEDRO II, COMO AVAL, VARIAS POBLACIONES CON SUS CASTILLOS, ENTRE ELLOS, PETILLA DE ARAGÓN

 

Los petillanos son navarros en tierras aragonesas y la razón es la curiosa historia de un aval. La pequeña localidad y su castillo formaban parte del reino de Aragón. En 1209, el monarca aragonés Pedro II necesitó dinero, para alguna de tantas guerras seguramente, y pidió a su vecino navarro Sancho VII el Fuerte 20 000 maravedíes. Calculando los costes de vida de la época con los de ahora, estaríamos hablando de unos 350 000 euros. El préstamo se hizo efectivo poniendo sobre la mesa Pedro II, como aval, varias poblaciones con sus castillos, entre ellos, Petilla de Aragón (sí: parece que el trabajo de las personas y el esfuerzo de haber levantado sus casas, y hasta castillos, no eran un patrimonio apreciable en aquellos tiempos). Pero el aragonés murió pocos años más tarde, en 1213, cuando su hijo, el futuro Jaime I el Conquistador, tenía solo cinco años.

El caso es que vencieron los plazos del préstamo y los bienes con los que se avalaron pasaron a la corona de Navarra, hasta que, en 1232, un Jaime I liado con el control de las Baleares cedió los derechos de los citados avales a Sancho VII, con expresa renuncia a reclamaciones posteriores, como puede leerse en el Archivo General de Navarra. Así que el castillo de Petilla se unió al sistema defensivo de Navarra; pero imagínese el lector la «papeleta» de sus ciudadanos, totalmente aislados de sus paisanos y a unos treinta kilómetros de Sangüesa, sorteando montañas por el valle del río Onsella, que es la población navarra más cercana y de la que pasó a depender administrativamente.

 


EL CASTILLO DE PETILLA SE UNIÓ AL SISTEMA DEFENSIVO DE NAVARRA; PERO IMAGÍNESE EL LECTOR LA «PAPELETA» DE SUS MORADORES, TOTALMENTE AISLADOS DE SUS PAISANOS

 

Los intentos de recuperación por parte de Aragón siempre estuvieron presentes; el primero en 1312, por las bravas, cuando las tropas aragonesas sitiaron Petilla, que se resistió con ayuda enviada desde Sangüesa. Otra muestra de las precauciones frente al vecino fue durante la «Guerra de los Pedros» -entre castellanos y aragoneses-, cuando en 1362 los navarros dotaron al castillo petillano de una guarnición tres veces superior a la que se asignaba a otras fortalezas fronterizas. Y, bueno, hubo tentativas de negociación para ser devuelta la propiedad, cuando Martín el Humano (Aragón) recogió las quejas de sus súbditos en la zona, que tenían problemas para moverse por su territorio porque debían cruzar fronteras, e intentó negociar con Carlos III el Noble (Navarra), pero no hubo, por lo que se ve, acuerdo.

Luego llegaron las guerras civiles navarras y las distintas fidelidades, a partir de 1441 -que es cuando muere Blanca I de Navarra-; el reino se debilita y queda a merced de los intereses de los aragoneses, hasta que a principios del siglo XIV Fernando II, ya viudo de Isabel de Castilla y casado con Germana de Foix, cuya familia tenía intereses en Navarra, inicia la anexión de este reino al de Aragón. Y como al Católico no le gustaba tener en sus territorios fortalezas de cuyos administradores no pudiese estar seguro o que representasen un riesgo de mayores dificultades ante el amotinamiento de una población, mandó derribar el castillo; entre otros muchos, por cierto. Y solo por añadir un apunte histórico más, que da fe de los sinsabores que tuvieron que pasar los petillanos, durante la Guerra de Sucesión (inicios del siglo XVIII) Navarra fue con los Borbones y Aragón con los Austrias, ergo nuevo aislamiento.

 


LA CASA NATAL DE RAMÓN Y CAJAL SE HA CONVERTIDO EN UN CENTRO DE DIVULGACIÓN DE SU VIDA, TRABAJOS Y OBRAS, INCLUIDAS FOTOGRAFÍAS Y DIBUJOS

 

Ramón y Cajal vino al mundo en Petilla unos 150 años más tarde de aquellos acontecimientos, en 1852. Por pura casualidad, se puede añadir, porque su padre fue un médico y cirujano aragonés destinado en la población un tiempo y él tan solo vivió allí un par de años, siendo el siguiente destino del padre el pueblo aragonés del que procedía. Quizás de ahí la eterna discusión entre aragoneses y navarros (otra más) sobre si el científico era de Navarra o de Aragón. Pero los datos no dejan lugar a dudas, aunque el Nobel de Medicina dijese alguna vez que se sentía aragonés y que de Petilla no recordaba nada, lo que es lógico si salió con 24 meses de «la aldehuela humilde» donde nació.

Lo que nadie le puede quitar a la población es el mérito de tener en su casi única calle la casa natal de Ramón y Cajal y de que esta se haya convertido en un museo en el que se puede tener una visión general de cómo era la vida por allí a mediados del siglo XIX, además de servir como centro de divulgación de su vida, trabajos y obras, incluidas fotografías y dibujos, cosas estas en la que era casi profesional.

La naturaleza prepirenáica, decíamos, es otro de los grandes alicientes para acercarse a Petilla de Aragón. La mayoría de las rutas de senderismo o de bicicleta de montaña olvidan los desacuerdos fronterizos de antaño y transitan entre Navarra y Aragón por un precioso paisaje que les es común. Por ejemplo, la ruta entre Petilla y Sos, de unos 15 kilómetros, y que tiene el detalle un tanto irónico, desde el punto de vista petillano, de finalizar en el lugar donde nació el rey que mandó derribar su castillo. Muchas de estas rutas, además, suman la posibilidad de encontrarse con algún lugar histórico, como el castillo de Roita o las románicas Torres de Sibirana, que son ambas construcciones bienes de interés cultural.

Y, en fin, dentro esa rareza administrativa que es Petilla de Aragón, y hablando de naturaleza, no podemos olvidarnos de Los Baztanes. Porque el municipio petillano no es una, sino dos islas separadas entre sí y de Navarra por tierras aragonesas. Se trata de una zona despoblada, con áreas de cultivo, y en la que es posible hacer, por ejemplo, una sencilla ruta senderista circular de algo más de doce kilómetros, que pasa por la casa-torre de Baztanes y la ermita de San Antonio. Desde la primavera hasta el otoño, las facilidades para entrar en contacto con los barrancos de la zona son casi infinitas.

Las setas son otra de las señas de identidad de un lugar donde los bosques de pinos, quejigos, hayas y robles, principalmente, protegen las esporas que año tras año florecen en robellones, setas de cardo, setas de boj, perrechicos, boletus, negrillas, trompetillas… Dice la web del ayuntamiento que, «en las jornadas micológicas de otoño se han llegado a clasificar más de cincuenta especies».
Llegados a la hora pensar en gastronomía, que nadie se vaya de Petilla, salvo que sea vegetariano, sin haber probado la carne ecológica que produce el único ganadero del pueblo y cuyas reses se nutren a placer en los pastos comunales. Es muy interesante, por cierto, conocer cómo los pactos suscritos entre ganaderos vecinos en toda Navarra se transformaron en leyes durante la Edad Media y como estas subsisten, con los lógicos cambios obviamente, logrando que más del 40 % de la superficie navarra esté constituida por los denominados pastos comunales.

170 años se cumplen, en 2022, del nacimiento de Santiago Ramón y Cajal. Tras salir de Petilla siendo un bebé, el científico solo regresó una vez a su lugar de origen, en 1923. El abandono del pueblo, por parte de las autoridades de entonces, ensombreció un tanto su visita; pero la hospitalidad y el cariño de los petillanos, alguno de los cuales le había conocido de recién nacido, debió de dejarle impresionado: «Al despedirme de los rudos pero honrados montañeses, mis paisanos, oprimióseme el corazón: había satisfecho un anhelo de mi alma, pero llevábame una gran tristeza». Y continúa, intuyendo que no regresaría: «Cierta voz secreta me decía que no volvería más por aquellos lugares; que aquella decoración romántica que acarició mis ojos y mi cerebro al abrirse por primera vez al espectáculo del mundo no impresionaría nuevamente mi retina; que aquellas manos de ancianos, ennoblecidas con los honrosos callos del trabajo, no volverían a ser estrechadas con efusión entre las mías».

El Ministerio de Ciencia e Innovación ha declarado el 2022 como el año de Investigación Ramon y Cajal. El Gobierno de Navarra aprobó un acuerdo para promover la figura de Cajal y están previstos varios actos en Petilla. Esta conmemoración al margen, no cabe olvidar que gran parte del esfuerzo, más allá del trabajo, de los «honrados montañeses» petillanos de hoy es no dejar que su patria chica se sume a las estadísticas de la llamada «España vaciada». Ponen en valor, como un espacio cultural más, claro, su entorno natural, pero añaden actividades relacionadas, en muchos casos, con ese entorno, como las jornadas micológicas en otoño, la observación de estrellas y planetas en verano o las carreras de ciclismo de montaña. Otras acciones se relacionan con su paisano más ilustre, como el festival cultural Las mariposas del alma, con los niños como primeros protagonistas, cuya denominación surge de una frase del Premio Nobel: «Las neuronas son como misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental». Y, bueno, son pocos habitantes en Petilla de Aragón, es verdad, pero fiestas patronales, tradiciones, encuentros… ¡que no falten!

Iglesia de San Millán.
Casa natal de Ramón y Cajal.
Habitación donde nació el pequeño Santiago (1852).
Instrumentos de trabajo de Ramón y Cajal.

Para no perderse

El castillo de Petilla de Aragón. Juan José Martinena Ruiz. Revista Zangotzarra (2015).

Folleto interactivo de Petilla de Aragón. Luis Goñi y Luis Iturralde. Guía ilustrada de Navarra/Turismo Fácil (2012).

Ramón y Cajal escritor
José González Núñez. Hoyesarte.com (2020)

Ayuntamiento y plaza de Navarra.
Ruta de Petilla en bicicleta de montaña.
Vía Láctea sobre Petilla

Ayuntamiento de Petilla
Plaza de Navarra, S/N
Tel.: 948 888 107
[email protected]
https://www.petilladearagon.org/


ALOJAMIENTO Y RESTAURANTE
Hostal Ramón y Cajal
Plaza Nueva, 1
Tel.: 948 925 060
[email protected]


CERCA DE PETILLA
(Sos del Rey Católico)
Parador de Sos del Rey Católico ****
Arquitecto Sainz de Vicuña, s/n
Tel.: 948888011
[email protected]
https://cutt.ly/VOrBLFJ


La Cocina del Principal
Fernando El Católico, 13
Tel. 948 888 348
[email protected]
https://www.lacocinadelprincipal.com

Desde Santo Estevo. La Ribeira Sacra en Nogueira de Ramuín

AL ENCUENTRO

DESDE SANTO ESTEVO

Cañones del Sil desde el miradoiro de Pé do Home. En primer plano, una alvariza do vello usada para proteger las colmenas de los osos.

Antiguo convento de Santo Estevo (s. X y posteriores). Bien de Interés Cultural (1985).

Algo tienen los bosques y los ríos, las montañas y los tajos que los miles de años de fluir las aguas labran sobre estas, que a pesar de su inmensa exuberancia se convierten en íntimos refugios recoletos de quienes buscan la compañía interior, que no es lo mismo que la soledad, la meditación o, simplemente, comprender lo que pueda haber más allá del solo hecho de vivir. La orensana Ribeira Sacra, créanos, es un libro abierto donde las respuestas llegan de golpe, sin necesidad de hacer preguntas, con solo abrir los sentidos a todo lo que rodea al viajero.

JESÚS ORTÍZ

@JesOrtizAl

Jesús Ortíz

Conviene empezar explicado el porqué de «Desde Santo Estevo». Este monasterio, hoy convertido en espléndido Parador Nacional, comenzó su historia eremítica en torno al siglo VI y llegó a convertirse en un importante centro de la orden benedictina en el siglo XII. Ya el simple hecho de llegar hasta allí entre bosques y naturaleza, de ver aparecer los edificios que lo componen al cabo de una curva de la estrecha carretera que lleva hasta la portería, merece la pena. Pero, es obligado confesarlo, lo que nos llevó hasta el antiguo cenobio es el sortilegio que destila su descripción y sus historias en el libro de María Oruña El bosque de los cuatro vientos. Imposible resistirse a ver, tocar, oler o escuchar claustros, estancias y entornos, llenos de las vidas pasadas y presentes que pueblan las equilibradas mezclas de realidad y ficción contadas por la autora.

 


ENTRE LOS VINOS DE LA RIBEIRA SACRA LOS HAY DE MAGNÍFICOS A ACEPTABLES, PERO NINGUNO DEJA INDIFERENTE AL VIAJERO

 

Los nueve anillos de otros tantos obispos que decidieron retirarse, al final de sus días, en Santo Estevo de Ribas de Sil, que ese es el nombre completo del monasterio, son el núcleo de la trama creada por María Oruña. La leyenda sobre los poderes sanadores de aquéllos y las investigaciones sobre su existencia real, confirmada en noviembre de 2019 con la aparición de cuatro de ellos, sumen al lector en una atmósfera en la que los vetustos muros del convento y los bosques circundantes son como actores de una crónica que transita por el túnel del tiempo. Pero no desvelemos más, que lo recomendable es leer el libro, dejarse llevar por sus protagonistas y luego acercarse a Santo Estevo y su entorno, sin olvidar alzar la mirada hacia la izquierda de la puerta principal, a la llegada, para comprobar que, en efecto, un enorme escudo tallado en piedra representa las nueve mitras de quienes llevaron los anillos como símbolo de su ministerio.

Nos quedamos, además, con una frase de María Oruña (revista Paradores, octubre de 2020), a medio camino entre el objetivo literario y la reflexión: «A pesar de que sea una novela de historia y de intriga, en El Bosque de los Cuatro Vientos también reclamo atención a un patrimonio material, para que así perviva el inmaterial. Las historias nos unen como comunidad y nos reúnen alrededor del fuego. Nos dan algo en común, una patria. Aunque las instituciones tienen muchas prioridades, deben molestarse en que algunas cosas perduren”. Degusten, por favor, la reflexión y, por supuesto, el libro, donde el lector podrá comprobar también que la autora se ha ilustrado sobre la normativa de los protocolos notariales.

 


LA LEYENDA SOBRE LOS PODERES SANADORES DE LOS NUEVE ANILLOS Y LAS INVESTIGACIONES SOBRE SU EXISTENCIA REAL CREAN UNA ATMÓSFERA INQUIETANTE

 

Santo Estevo, como conjunto monumental, tiene un buen recorrido. Nada menos que tres claustros, la iglesia, la sacristía, el bosque encantado… Este último, al que se accede por la cafetería del Parador, tiene restos de una pequeña edificación celta, en la que nos podemos imaginar que habitó algún druida solitario, y del antiguo –e inmenso– horno de pan que permitía a los monjes medievales suministrar el básico alimento a las gentes de la comarca. Y algo importante: entre robles, castaños y demás muestras de la flora autóctona está la colina de los Cuatro Vientos, que no cuesta casi nada subirla (si vamos desde el monasterio, claro), pero que tiene la gracia de haber dado nombre al libro de María Oruña y de mostrar lugares reconocibles de sus páginas. Todo un «subidón» para los amantes de las rutas literarias: donde «tiene lugar el encuentro de los cuatro vientos, donde la leyenda habla de ritos antiguos, donde tiene lugar el encuentro con la humildad» (María Oruña, El Bosque de los Cuatro Vientos).

Los tres claustros citados e imprescindibles en la visita, son el de los Obispos (s. XII), románico en origen, aunque tiene un añadido gótico, que es donde en principio se enterraron a los propietarios de los anillos «milagrosos»; el Pequeño o do Viveiro (s. XVI), porque en él se instaló un estanque en el que se mantenían vivos los peces que llegaban del Sil y del Miño hasta pasar a la cocina anexa y de ahí al refectorio; y el dos Cabaleiros (ss.XVII-XVIII), de estilo renacentista, que es por el que se accede hoy al monasterio y que tuvo como objeto formar parte del Colegio de Artes que se fundó allí en 1562. Eran tiempos en los que, para ser estudiante, había que tener muchos «posibles»; de ahí lo de cabaleiros. Si se alojan en el parador, por cierto, apúntense a la visita teatralizada guiada por un «monje del pasado». Tiene lugar en horas nocturnas, es tremendamente ilustrativo y es también referente en el libro de Orduña.

 


«EN EL ‘BOSQUE DE LOS CUATRO VIENTOS’ TAMBIÉN RECLAMO ATENCIÓN A UN PATRIMONIO MATERIAL, PARA QUE ASÍ PERVIVA EL INMATERIAL» (MARÍA ORUÑA)

 

La Ribeira Sacra ya tiene, en su mismo nombre, toda una historia. Porque, sin pensarlo mucho, y dado que su territorio abraza, principalmente, al Miño y al Sil, parece que al decir «ribera» estemos hablando de las orillas fluviales. Pero ¿lo de sagrada? Al estudiar la etimología, los investigadores descubrieron un error en la trascripción del primer documento en que se hace referencia a la zona, donde se la llama Rouoyra Sacrata, nombre que fue interpretado como Riuoyra (ribera), entendiendo que lo de «sagrada» era por el número de conventos y de eremitas que por allí se encontraban. Pero Rovoyra provendría del latín rubus (roble), árbol totémico de los celtas que poblaban el lugar cuando llegaron los romanos y, por tanto, símbolo sagrado de los ritos druídicos.

Claro que da lo mismo que lo llamemos ribera o robledal, porque lo de sagrado lo lleva en el ADN. Lugar de preferencia para los druidas, decíamos, de elección para los muchos eremitas que quisieron huir del mundanal ruido, de los monjes que consagraron su vida a la oración, el estudio y el labora… En el antiguo monasterio de San Pedro de Rocas, muy cerca del de Santo Estevo (aunque no está en el municipio de Nogueira de Ramuín, que lo hemos establecido como «punto de encuentro»), hay un centro de interpretación de la vida eremítica y monacal en la Ribeira Sacra que aporta cantidad de datos, además de añadir la peculiaridad de poder ver una iglesia troglodita (excavada en la roca).

Miradoiros y vinos podría ser un eslogan que caracterizase a la Ribeira Sacra. Los miradores son impresionantes, tanto si se ven desde las aguas del Sil, navegando en el catamarán que sale del embarque de San Esteban, muy cerca del Parador, como si se recorre la carretera de montaña que bordea el margen derecho del río y se siguen los carteles que van indicado el camino, en parte a pie entre robledales y pinares, hacia los distintos puntos de observación. Un dicho de algunos lugareños es que «os miradoiros, visto un, vistos todos». Quizás para el que tiene la suerte de vivir en la zona, sí; para el viajero que se va asomando al vértigo de los cortados, rodeado del silencio apenas roto por el susurro del viento entre los árboles o las llamadas de algunos pájaros, cada ventana a la inmensidad fluvial es una emoción distinta.

Desde algunos puntos, la otra emoción es ver las vides de Godello, Loureira, Mencía, Braciellao… plantadas en breves terrazas sacadas a tiralíneas en las paredes casi verticales que descienden hacia el río. Es un momento en el que la razón se desboca para intentar ordenar la preminencia de dos fuerzas: la de la naturaleza y la del empeño del hombre. Y, hablando de desbocar, a mil por hora el deseo de catar algunos de los vinos que surgen de tan extremas condiciones de trabajo. Los hay de magníficos a aceptables, pero ninguno deja indiferente al viajero, sobre todo si se deja llevar en la cata por los muchos bodegueros que le abrirán sus puertas y su generosidad.

 


EN SAN PEDRO DE ROCAS, MUY CERCA DE SANTO ESTEVO, HAY UN CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE LA VIDA EREMÍTICA Y MONACAL EN LA RIBEIRA SACRA

 

Nogueira de Ramuín, ya lo decíamos líneas arriba, y su capital Luíntra, pueden ser el centro de reunión desde donde ir a multitud lugares cargados de historia, llenos de leyendas –hombre lobo incluido– y pródigos en monumentos que se inscriben en tratados de arqueología, de historia o de arquitectura. Y dentro del municipio, para que no haya dudas, el Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil.

Anímense con la ruta de los miradores, con la de las bodegas, con las muchas de senderismo que se abren desde cualquier lugar. Para amantes de los caminos, nada más recomendable que intentar la ruta do contrabando, circular, que tiene origen y destino en Luintra. Un magnífico lugar, por cierto, donde comprobar que un oficio humilde, el de afilador, tiene en estas tierras orensanas marchamo de excelencia y monumento propio.

Interior del claustro de los Obispos (s. XII).
Escudo de las Nueve Mitras en la portada de Santo Estevo.

Para saber más

El bosque de los cuatro vientos. María Oruña. Ediciones Destino (2020)

Ribeira Sacra: te mereces un respiro. Consorcio de turismo de la Ribeira Sacra

El sabor de un paisaje. Consello Regulador da Denominación de Orixe Ribeira Sacra.

Iglesia troglodita en San Pedro de Rocas (s. VI).
Acceso al monasterio y al claustro dos Cabaleiros (ss. XVII-XVIII).
INFORMACIÓN

Oficina de Turismo
Estrada de Esgos, 2 (Luíntra)
Tel.: 988 201 525
[email protected]

Nogeira de Ramuín:
El corazón de la Riberia Sacra

Druida R.O.S.
Visitas teatralizadas
Tel.: 649 152 780
[email protected]

ALOJAMIENTO
Parador de Santo Estevo
Monasterio de Santo Estevo, s/n
Tel.: 988 01 01 10
[email protected]

RESTAURANTES Y TAPEO
Parador de Santo Estevo
Monasterio de Santo Estevo, s/n
Tel.: 988 01 01 10

Casa Olegario
Estrada de Viñoás, 3 (Luíntra)
Tel.: 988 20 10 25

Os Corzos
Plaza Maior, 3 (Luíntra)
Tel.: 988 20 10 65

Mesón San Roque
Santo Estevo de Ribas de Sil, 7
Tel.: 629 302 007

Montilla. Campiña e historia

AL ENCUENTRO

Montilla

Campiña e historia

Quizás el nombre de Montilla suene más al lector por la merecida fama de sus vinos, con ese abanderado dulce y contundente que la uva Pedro Ximénez otorga a los paladares tras el buen hacer de los bodegueros. Esta población cordobesa, situada en el corazón de Andalucía, es campiña, sí; y es ejemplo de que, entre olivos y viñedos, la naturaleza autóctona y su conservación pueden tener protagonismo, pero forma parte, además, de un hito en la historia de España y otro en la de nuestra literatura histórica e inclusiva, como hoy la definiríamos. Porque Montilla es el Gran Capitán y también el Inca Garcilaso de la Vega.

JESÚS ORTÍZ

Fotos cedidas por el Ayuntamiento de Montilla y la Fundación Social Universal (proyecto alzacola).

@JesOrtizAl

Jesús Ortíz

Apetece acercarse a Montilla despacito, como caminando entre las ordenadas hileras de vid y dejándose empapar, a poco que levantemos la vista hacia el altozano, del conjunto mayoritariamente blanco de casas entre las que destaca discretamente la torre de la Parroquia de Santiago (s. XVIII) y el pósito de grano (s. XVIII) construido sobre los restos del castillo (s. XIV). La propia imagen suena a sosiego subrayado por la llamada de algún pájaro, huele a campo vivo y feraz e induce a pensar en aquellos tiempos en que antepasados nuestros de distintos orígenes se disputaban las tierras más productivas.

El castillo de Montilla ocupaba, como es lógico, la parte más alta del montículo y se debió construir sobre restos de fortificaciones anteriores que fueron levantado y destruyendo, alternativamente, la lista completa de pueblos que se asentaron en la zona, empezando por los íberos. Cuando a mediados del siglo XIII la comarca pasa a manos cristianas, se organiza de nuevo el espacio defensivo y se va ampliando, torres de vigilancia incluidas, hasta llegar a ser residencia del Señorío de Aguilar. Pero, en 1508, Fernando el Católico quiso dar un escarmiento a la inconformista nobleza castellana, ya fallecida Isabel, y pagó los «platos rotos» el primer Marqués de Priego, Pedro Fernández de Córdoba, mandando arrasar el castillo, que era su residencia.

Un detalle, para quienes gusten de intrigas palaciegas, es que dicho castillo era propiedad de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Era la casa en la que había nacido y le correspondía el señorío que la fortaleza representaba. Si miramos fechas, la campaña de Nápoles, brillantemente llevada a cabo por el militar, fue en 1506: dos años antes de la destrucción de su castillo. Las famosas «Cuentas del Gran Capitán», cuando se sintió indignado porque el rey le pidiese detalle de sus gastos, fueron como consecuencia de dicha campaña. Fuese o no auténtico lo de «por picos, palas y azadones…», que hay opiniones de sesudos historiadores para todos los gustos, no cabe duda de que Fernández de Córdoba tenía su carácter y debió afear al rey algún comentario, digamos, poco amable, respecto a la generosidad con que el capitán dotaba a sus soldados. Y, claro: meterse directamente con quien acababa de «regalarte» un reino, no debe ser muy popular; pero tirar por elevación disimula más y sirve de pataleta.

Retrato del Inca Garcilaso de la Vega en su recreado despacho en la Casa del Inca

El Inca Garcilaso de la Vega nació unos años más tarde de este acontecimiento en Cuzco, hoy «capital histórica» de Perú, pero en 1539 centro de la Gobernación de Nueva Castilla. Hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la noble inca Chimpu Ocllo, su primer nombre fue Gómez Suárez de Figueroa y se renombró 24 años más tarde, probablemente viviendo ya en Montilla, como hoy le conocemos. Mestizo como era, y de lo que se sentía orgulloso y hacía alarde, recibió educación esmerada por parte de padre y madre, cada cual según los cánones de sus respectivas culturas, lo que le dotó de autoridad en sus obras históricas sobre la civilización incaica. Decidió viajar a España con 20 años y, apoyado por un tío que vivía en la población cordobesa, fijó su residencia entre los montillanos. Y allí se dedicó a leer, estudiar y escribir con un «fino espíritu, impregnado de cultura renacentista y dueño de una prosa tan limpia como el aire de las alturas andinas», como lo describe Vargas Llosa.

Hoy se conserva la casa en la que vivió unas tres décadas y en la que llevó a cabo la traducción de Diálogos de Amor, de León Hebreo, su primer trabajo publicado, y donde escribió obras como Comentarios Reales, La Florida o Historia General del Perú. El edificio data del siglo XVI y, convertido en Casa-Museo, conserva enseres y mobiliario de la época, incluyendo algunos procedentes de la casa natal del historiador en Cuzco. Es, sin duda, un «pelotazo» de historia de Montilla, pero también un canto a la igualdad del mestizaje que siempre pregonó el que, en su epitafio, pidió que fuera descrito como «varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre. Perito en letras. Valiente en armas».

De museos, ya que de ello hablamos, Montilla tiene dos espacios que no debería perderse el viajero: el de Historia Local y el de Garnelo. El primero es un compendio de hallazgos arqueológicos que permiten visualizar la evolución de la tierra montillana desde la prehistoria. Expone multitud de objetos romanos, pero sin duda lo más impactante es la colección de piezas conocidas como «el tesoro de Montilla», que se encontraron en una tumba, con toda seguridad de una persona muy importante, datada en torno al 4.500 a. C. Puede ser una pequeña decepción saber que es una copia, porque el original está en el Museo Arqueológico de Barcelona, pero, aún así, no podía faltar en el recorrido por la historia montillana.

José Garnelo y Alda nació en Valencia, ciertamente, pero fue montillano desde que tenía apenas dos años. Quien contempla su obra y lee su biografía se sorprende que de no sea más conocido en España; si acaso, alguien le llega a citar como maestro del adolescente Pablo Ruiz Picasso (14 años) porque el propio y universal malagueño se ocupó de manifestarlo en alguna ocasión. En el museo que hoy lleva su nombre hay dos plantas de la antigua Casa de Aguas, llamada así porque ahí estuvieron los depósitos del líquido elemento en una casa solariega del siglo XIX, dedicadas a Garnelo. Es la mayor colección de obras del autor, cuyos trabajos están también expuestos en museos e instituciones de Europa y América. ¿Una recomendación? Lean sobre José Garnelo y visiten luego su museo.

Y de vinos y bodegas también hemos de hablar, que no es de recibo visitar Montilla y no acercar la nariz y los labios a algunas de sus excelencias. La denominación de origen de los caldos de la zona es Montilla-Moriles, dos poblaciones separadas por poco más de 20 kilómetros, pero que engloba a otros seis municipios limítrofes más al completo, junto con otros tantos cuyas tierras están parcialmente incluidas en la D.O.P. Eso sí: la bodega más antigua del conjunto es montilla. Se trata de Alvear, fundada en 1729, que es además la más veterana de Andalucía.

Impresiona la precisión con la que se elabora el vino que lleva el nombre de la uva Pedro Ximénez. Recogen el fruto cuando está en estado óptimo de maduración, extienden con mimo los racimos al sol para que se pasifiquen, lo que suele tardar entre siete y diez días, los prensan dos veces –sacan unos 30 litros de mosto por cada tonelada de racimos recién cortados– y a partir de ahí producen los vinos de dos tipos: el de añada y el de crianza mediante el sistema tradicional de criaderas y soleras. Y créanme: nuestra explicación de este sistema nunca sería tan contundente como verlo con sus propios ojos en una de las bodegas de Montilla; sobre todo, si el final es una cata de buen Pedro Ximénez.

Así que empiecen su visita a esta parte de Andalucía por el barrio de la Escuchuela, recorran sus callejas blancas, empinadas y estrechas para ir a los espacios culturales, caten algunos platos locales, como las alcachofas al Montilla o el Crispín; vayan a alguna bodega de tinajas a ver si llegan a tiempo de catar el vino nuevo que sacan directamente de dichos recipientes de barro con una venencia; salgan luego a hacer la ruta de las bodegas y lagares, a llegarse a la finca de Juan Colín donde la antigua almazara de aceite, que también lo hay magnífico en esta zona, es ahora museo o a disfrutar de la Sierra de Montilla y encontrase con ese monumento a la naturaleza que es la Piedra Luenga. Quedan invitados, pues, a una inmersión total en tradición, naturaleza, enoturismo e historia.

Soleo de las uvas Pedro Ximénez

Para saber más

Museo Garnelo. Ayuntamiento de Montilla

Crónicas del Gran Capitán. Antonio Rodríguez Villa. De la Real Academia de la Historia (1908).

Historia de Montilla. Blog de Víctor Barranco García

Patio colonial de la Casa del Inca Garcilaso de la Vega

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo

C/ Iglesia, s/n

Tel.: 957 652 354

672 780 521

[email protected]

www.montillaturismo.es

 

ALOJAMIENTO

Hotel Don Ramiro ***

C/ Río de la Hoz, 4

Tel.: 957 656 779

[email protected]

www.complejorbdonramiro.es

 

RESTAURANTES Y TAPEO

La Cepa Montillana

Avenida de Andalucía, 23

Tel.: 957 738 234

[email protected]

https://lacepamontillana.metro.bar

 

El rincón del Conde

Don Gonzalo, 7

Tel.: +957 664 469

www.rincondelconde.es

 

Taberna Los Lagares

Avda. de Las Camachas,1

Tel.: 957 650 055

[email protected]

 

Taberna La Chiva

San Francisco Solano, 42

Tel.: 957 651 758

Montilla tiene dos espacios que no debería perderse el viajero: el Museo de Historia Local y el de Garnelo: el pintor maestro de Picasso.

III Jornadas Técnicas sobre el Alzacola Rojizo en la Península Ibérica: Conservación y desarrollo del territorio

Montilla, del 12 al 14 de noviembre de 2021

La Fundación Social Universal, con sede en Montilla, y la Asociación de Estudio y Conservación de la Fauna, Harmusch, organizan estas jornadas sobre el alzacola rojizo o colitajara, ave considerada «especie vulnerable», pero por cuya evolución en los últimos años puede alcanzar la clasificación de «en peligro de extinción».

Explican los organizadores que «El alzacola rojizo es un ave estival en la península ibérica, donde se reproduce para pasar el invierno en África subsahariana y presenta en nuestra comarca [la campiña de Montilla] una de las poblaciones mejor conservadas de su área de distribución. Dada su dieta insectívora es un aliado de nuestros cultivos, donde controla las poblaciones de insectos y evita que se conviertan en plaga».

Se trata de unas jornadas repletas de actividades que, aún con un destacado carácter técnico, ofrecen actividades de interés para públicos de todo tipo, como un curso de iniciación a la fotografía de naturaleza o un taller, también de iniciación, al anillamiento científico de aves. No faltan a la cita exposiciones fotográficas relacionadas con el alzacola. Los temas de charlas y mesas de debate giran, claro, en torno esta pequeña ave y su situación en España, pero también sobre asuntos de calado como estrategias de promoción y desarrollo de la biodiversidad o las posibilidades del ecoturismo como dinamizador socioeconómico.

Un fin de semana completo en el que se puede ver Montilla a «vista de pájaro».

INFORMACIÓN

Fundación Social Universal
Burgueños, 7
Telf.: 957654987
[email protected]
https://www.fundacionsocialuniversal.org

III Jornadas técnicas sobre el Alzacola Rojizo en la Península Ibérica

AL ENCUENTRO

III Jornadas Técnicas sobre el Alzacola Rojizo en la Península Ibérica: Conservación y desarrollo del territorio

Montilla, del 12 al 14 de noviembre de 2021

La Fundación Social Universal, con sede en Montilla, y la Asociación de Estudio y Conservación de la Fauna, Harmusch, organizan estas jornadas sobre el alzacola rojizo o colitajara, ave considerada «especie vulnerable», pero por cuya evolución en los últimos años puede alcanzar la clasificación de «en peligro de extinción».

Explican los organizadores que «El alzacola rojizo es un ave estival en la península ibérica, donde se reproduce para pasar el invierno en África subsahariana y presenta en nuestra comarca [la campiña de Montilla] una de las poblaciones mejor conservadas de su área de distribución. Dada su dieta insectívora es un aliado de nuestros cultivos, donde controla las poblaciones de insectos y evita que se conviertan en plaga».

Se trata de unas jornadas repletas de actividades que, aún con un destacado carácter técnico, ofrecen actividades de interés para públicos de todo tipo, como un curso de iniciación a la fotografía de naturaleza o un taller, también de iniciación, al anillamiento científico de aves. No faltan a la cita exposiciones fotográficas relacionadas con el alzacola. Los temas de charlas y mesas de debate giran, claro, en torno esta pequeña ave y su situación en España, pero también sobre asuntos de calado como estrategias de promoción y desarrollo de la biodiversidad o las posibilidades del ecoturismo como dinamizador socioeconómico.

Un fin de semana completo en el que se puede ver Montilla a «vista de pájaro».

INFORMACIÓN

Fundación Social Universal
Burgueños, 7
Telf.: 957654987
[email protected]
https://www.fundacionsocialuniversal.org

Urueña. Con los ojos puestos en los libros

AL ENCUENTRO

Urueña

Con los ojos puestos en los libros

Para quien no haya oído hablar de Urueña, que en su página web se vea, al primer golpe de vista, que tiene 189 habitantes, 5 museos y 12 librerías —y tres bares, añadimos, si se incluye el centro social—, puede ser una sorpresa. Ahí es nada: cuatro veces más librerías que bares. Es un caso único en España. Se entiende cuando tenemos en cuenta que es, desde 2007, la primera Villa del Libro española. Y, desde hace más tiempo, un pueblo que puede «leerse» como un libro más, abierto por las páginas de la historia, del sosiego, del patrimonio arquitectónico y de las costumbres populares.

JESÚS ORTÍZ

@JesOrtizAl

Jesús Ortíz

Si empezamos por dos detalles geográficos, zona elevada en mitad de la llanura y manantial de aguas limpias justo en el centro, ya se puede imaginar el lector que la historia de Urueña está marcada por una posición estratégica aprovechada por vacceos, romanos y demás visitantes, a partir de ahí, en el orden cronológico en que la historia les fue poniendo. Añádase, para mejor entender su fisonomía, que se convirtió en una villa castellana fronteriza cuando Alfonso VII dividió su reino entre sus hijos Fernando II, a quien correspondió León, y Sancho III el Deseado, para quien fue Castilla (año 1157).

Puerta del Azogue

Las murallas que hoy vemos, en magnífico estado de conservación y restauración en muchos de sus tramos, fueron mandadas construir, precisamente, por Sancho III nada más hacerse cargo del reino castellano y siguiendo la estela de su tía, la infanta-reina Sancha Raimúndez, que había mandado fortificar la villa años antes en su condición de Señora de Urueña. Si alguien piensa que es porque Sancho III no se fiaba mucho de su hermano, es posible que acierte. El de Castilla solo vivió un año después de la división de los reinos y nada más ascender al trono su heredero, Alfonso VIII, siendo aún un niño, su tío Fernando II dijo que su padre le había perjudicado y que movía las fronteras, quedándose, entre otras villas, con Urueña. Esto se revirtió una vez el joven Alfonso alcanzó la mayoría de edad y se dedicó a recuperar todo lo que habían arrebatado a Castilla los reinos vecinos (los navarros, los almohades…).

Solo por poner la situación en contexto histórico, Alfonso VIII es el que consigue que el papa Inocencio III predique una cruzada contra el andalusí Muhámmad an-Násir (Miramamolín, para los cristianos), lo que le llevó a vencer en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) al apuntarse al ataque desde templarios a malteses y demás órdenes militares de toda la cristiandad del sur de Europa. Por si acaso, y por recordarlo también —que no se quede la cosa en puro belicismo—, hablamos de un rey medieval que no solo manejaba armas y argumentos diplomáticos, sino que también fue el fundador del primer estudio general español, el Studium generale de Palencia, que muchos consideran el germen de la universidad española. Es decir: esto de un lado y, de otro, el inmenso grado de protección que la tía Sancha Raimúndez ejerció sobre los monasterios de la cristiandad hispana, custodios y copistas de manuscritos, nos permiten suponer que lo de los libros le va a Urueña en el ADN.

Librería Páramo

Las librerías son, en general, la punta del iceberg de un conjunto de profesiones entre las que se encuentran autores, claro, editores, ilustradores, impresores, encuadernadores… y, como supremos oficiantes del ritual que conecta al autor con el lector, los libreros. Decía Delibes, y escrito está en uno de los muros que enmarcan el centro e-LEA, que “El librero es copartícipe de la creación, interviene en el alumbramiento de un libro, no diré con igual importancia que el autor, pero sí de forma decisiva”, para añadir algún renglón más adelante que el lector “pone sus ojos en el libro, no pocas veces, gracias al consejo, persuasión y asesoramiento del librero”.

Las librerías, en fin, son hoy seña de identidad de Urueña. Todo empezó en 1992, cuando un joven empleado de una librería madrileña se dejó seducir por la aventura de ser él mismo: así nos lo cuenta el propio Jesús Martínez. Algún amigo, ya residente en Urueña, le condujo hasta allí y así nació la librería Alcaraván. Idas, venidas, subidas, bajadas, alegrías, crisis… Y años más tarde la Diputación de Valladolid apostó por el pequeño enclave medieval, en 2007, para convertirlo en la primera Villa del Libro de España. A partir de ahí, un poco antes en ciertos casos, se sumaron a la aventura encuadernadores, ilustradores y varios libreros más, algunos tan especializados que sus locales son templos para los amantes de los cuentos o de la literatura enológica, por ejemplo.

Palomares desde la muralla

El e-LEA, o el Espacio para la Lectura, la Escritura y sus Aplicaciones, es, digámoslo así, la parte institucional de la Villa del Libro. A vista de pájaro –o de dron, ahora que somos más modernos y tecnológicos–, se puede interpretar como el necesario contraste oficial al aspecto más romántico del que Alcaraván es santo y seña. Depende de la Diputación de Valladolid y su objetivo es desarrollar acciones culturales que resulten atractivas al visitante en los momentos «valle» –los que no son fines de semana, puentes o vacaciones, vaya–. Sus actividades giran, claro, en torno a la literatura, con exposiciones, aspectos pedagógicos y líneas de investigación. Y, como dicen en su página informativa, «el visitante no debe perderse la exposición permanente Visión de los Días. Poesía experimental. Francisco Pino».

Hay más espacios culturales que no conviene dejar en el tintero. La fundación Joaquín Díaz y su Centro Etnográfico, por ejemplo, donde el viajero se encuentra, entre grabados de trajes e instrumentos musicales de varias épocas, hasta una colección de gramófonos y una magnífica muestra de pliegos de cordel, que son esos impresos sueltos que distribuían los ciegos cantores por los pueblos y cuya labor cultural es digna de elogio. O el Espacio DiLab, donde la creación y el diseño son pilares de sus muchas actividades. O el museo de la música, que alberga medio millar de instrumentos de la colección de Luis Delgado. O el Museo de Campanas, donde se exponen piezas fundidas entre los siglos XV al XX.

Entrada por la Calle Real

Las calles, prácticamente peatonales, son una inmersión en el más puro ambiente castellano y medieval. En muchísimas ocasiones, también, un remanso de paz. Y, como no podía ser de otra manera, un libro abierto: las placas que identifican los viales añaden, a la lógica denominación, la explicación de por qué llevan ese nombre. Por ejemplo, la calle Catahuevos, en cuya esquina con el Corro de San Andrés está la librería Alcarabán, dice que catahuevos es el «Lugar donde los recoveros –intermediarios del producto aviar, aclaramos– solían catar los huevos que estaban frescos poniéndoselos en el hueco del ojo y mirando a la luz del sol». Dejamos al lector que «apueste» con su imaginación por qué hay calles que se llaman Abrazamoza, Bolinche, del Oro… Y que se anime a comprobar in situ si sus suposiciones son correctas.

Perderse por las calles carrasqueñas –en efecto: el gentilicio de Urueña es carrasqueño– es también encontrarse con palacetes o casonas, como la de La Mayorazga (s. XVIII), sede de la Fundación Joaquín Díaz. O con la iglesia de Santa María del Azogue, construida entre los siglos XVI y XVIII sobre lo que fue un templo medieval. Y se «apellida» del Azogue, porque está en la calle del mismo nombre y junto a la puerta en la muralla que así también se llama. Es decir, el lugar del pueblo donde tenía lugar el comercio y los intercambios. Muy cerca –bueno: no hay nada lejos en una población como Urueña– está el Ayuntamiento. No es un edificio especialmente singular, pero sí lo es la Oficina de Turismo allí instalada. Es de esos lugares donde hacen sentirse bien al visitante por el cariño, los conocimientos y la paciencia con que se explican las cosas.

Chozo en una era

Los Chozos es una de las cosas que podrían pasar desapercibidas si antes de la visita a la localidad carrasqueña no se entra a investigar un poco en la citada oficina. Son esas construcciones que se hacían en las eras y que tenían dos partes: una en forma de cúpula –sorprendente– y otra con estructura de prisma cuadrangular, ambas de adobe. La primera para las personas y la segunda para los animales. Eran el sitio donde refugiarse cuando el trillado de la parva era interrumpido por una tormenta o donde encontrar el necesario frescor en las horas centrales del día para descansar un poco o dar cuenta del correspondiente refrigerio. En la actualidad, se han reconstruido varios chozos y se gradece que sea posible entender el trabajo en las eras, que en tierras castellanas se ha mantenido hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.

Dejamos para el final una, créannos, auténtica joyita: la ermita de la Anunciada (s. XII). La mandó construir la infanta-reina que citábamos al principio, Sancha Raimúndez, para sustituir la iglesia del Monasterio que allí se encontraba. Hoy, vistas magníficas desde y hacia Urueña. Está a unos dos kilómetros del recinto amurallado, en un breve valle, lo que implica subidita de regreso. Quizás por eso, el día de la patrona (el 25 de marzo), cuando se hace la procesión de rigor, a alguien se le ocurrió la coplilla que se convirtió en chascarrillo popular: «Virgen de la Anunciada / buena es tu fiesta, / pero cuesta trabajo / subir la cuesta». Para los amantes de la historia de la arquitectura es todo un referente: su estilo arquitectónico es románico «con orientación lombarda», dicen los especialistas, y es el único monumento de este estilo que se encuentra completo en la comunidad castellano-leonesa.

El Día de las Librerías se celebra el 13 de noviembre. La Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, que lo promueve, organiza actividades de distintos tipos, pero, sobre todo, campañas para que no dejemos de entender al libro y al librero como algo esencial en nuestras vidas. En analógico, sí, pero también en digital. Lo especial que tiene lo primero es ese carácter multisensorial que nos conecta con los libros y que tan bien saben conducir los buenos libreros. Por eso, el día 13 de noviembre de 2021, y siempre, nos vemos en Urueña.

Arco de la Villa

Para no perderse

Fundación Centro Etnográfico Joaquín Díaz.
C/ Real, 4
Tel.: 983 717 472
[email protected]

Urueña, pueblo oficial.
Los pueblos más bonitos de España.

Centro E-LEA Miguel Delibes
Calle de la Costanilla, 12
Tel.: 983 717 502
Día de las Librerías.
Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros.
Ermita de la Anunciada (s. XII)
INFORMACIÓN

 

Oficina de Turismo

Plaza Mayor, 1

Tel.: 983 717 445 / 676 199 223

[email protected]

[email protected]

www.xn-uruea-rta.es/

 

ALOJAMIENTO

Solo alojamientos rurales

Más información en

https://acortar.link/ifK6GY

 

RESTAURANTES Y TAPEO

Los Lagares

Catahuevos,21.

Tel.: 983 717 554 / 629 479 634

[email protected]

www.loslagares.com

 

Mesón Villa de Urueña

Corro de San Andrés, 6.

Tel.: 983 717 063 / 606 018 345

[email protected]

www.mesovilladeurueña.es

Museo del cuento

De isla a isla. Menorca y La Palma como hitos del turismo sostenible

AL ENCUENTRO

De isla a isla

MENORCA Y LA PALMA

Como hitos del turismo sostenible

Seguro que ha escuchado o leído alguna vez la expresión “turismo sostenible”. Y, a grandes rasgos, seguro que también sabe o se imagina a qué se refiere. Para poner imágenes y sensaciones, nos acercamos a dos lugares de nuestra geografía que son, en estos tiempos de cauta desescalada pandémica, paradigma de ese tipo de turismo por sus bosques, sus playas, su cultura y su gastronomía: la mediterránea Menorca y la atlántica La Palma.

JESÚS ORTÍZ

@JesOrtizAl

Jesús Ortíz

Fotos cedidas por Fundació Foment del Turisme de Menorca y Visit La Palma

SI SE TRATA DE DEJARSE llevar por atractivos culturales y naturales en zonas donde el visitante no sienta la presión de las aglomeraciones –nada convenientes en tiempos de pandemia y por más que esta esté remitiendo– y donde, a la vez, no haya que echar de menos el rayo de sol y el chapuzón en la playa, vamos de isla a isla y, como en el Juego de la Oca, tiramos porque es sostenible. Del Mediterráneo al Atlántico, más de dos mil kilómetros en línea recta mediante, la balear Menorca y La Palma canaria.

Son Reservas de la Biosfera las dos islas y esto ya dice mucho a su favor. Menorca lo es desde 1993, «por el alto grado de compatibilidad conseguido entre el desarrollo de las actividades económicas, el consumo de recursos y la conservación de su patrimonio y de su paisaje». Para La Palma el camino fue más largo, pero no menos reconfortante. La Unesco, que es quien reconoce la condición Reserva de la Biosfera a los 701 lugares del mundo donde se encuentran estos paraísos, firmó la primera declaración para la isla canaria en 1983, pero solo para algo más de quinientas hectáreas en el entorno del Bosque de los Tilos. El 1998 se amplió el espacio a una sexta parte de la isla y en 2002, definitivamente, toda La Palma se incluyó en el programa MAB (Man and the Biosphere Programme).

En ambos casos, hay algo más que tierra firme en sus espacios reservados. Se protegen también casi dieciséis mil quinientas hectáreas del Océano Atlántico que rodea a la isla canaria y cerca de cuatrocientas cincuenta mil del Mediterráneo de la balear. Asumiendo que los números en bruto son difíciles de imaginar, pensemos en unos veintitrés mil y seiscientos veinticinco mil campos de futbol, respectivamente. Estadios, eso sí, por los que no corren deportistas sino multitud de especies marinas entre las que es habitual ver delfines, cachalotes o calderones.

La Palma es tierra de fuertes contrastes, como no podía ser menos en una isla volcánica que se encuentra en la zona subtropical del hemisferio norte. Basta subir hasta los poco más de dos mil cuatrocientos metros del Roque de los Muchachos y echar un vistazo alrededor para ser consciente de que entre la verde y un tanto salvaje espesura que se intuye en el Bosque de los Tilos y las cumbres peladas de la Caldera de Taburiente o los senderos de la Ruta de los Volcanes, apenas coloreados con algún tajinaste rosa o azul, la diferencia es notable.

Carretera vieja de Garafia (La Palma)

Los senderos, bien definidos y señalizados, son los grandes aliados del turismo ecológico de la «Isla Bonita»; los de la Caldera de Taburiente, para comprobar que en ese gran círculo, con unos ocho kilómetros de diámetro, cada día es distinto: tanto si se accede a las cumbres, como si se deja el caminante llevar por el discurrir de los barrancos; los del Bosque de los Tilos, para hacer un viaje en el tiempo y poder palpar, ver, escuchar, oler y sentir lo mismo que, de haber existido la especie humana, habría experimentado hace más de sesenta millones de años, a principios de la Era Cenozoica; o los del Roque de los Muchachos, para dejar que los ojos se bañen de distancia de día y de estrellas de noche.

Menorca puede dar sensación, en un primer golpe de vista, de que es poco variada. Quizás sea porque la actividad agrícola de siglos ha conferido a su superficie un aspecto como de inmensa colcha de retales y abuela, que cubriese y protegiese un preciado tesoro. Pero a nada que el viajero se mueva entre la Tramuntana, la mitad norte, y el Migjorn, la sur, observará que los colores y las formas de esa colcha denotan distintas personalidades y enmarcan diferentes paisajes: tierra de colinas suaves del lado que mira a la Estrella Polar y surcada de barrancos en la zona opuesta; costas suaves donde entre calas y pequeños cabos un enamorado del mar pie a tierra podría pasarse la vida, en la Tramuntana, y acantilados impensables, al sur: rectos muchos de ellos, como si alguien los hubiera plantado ahí para respaldo de playas largas y serenas.

De entre las joyas de la isla, si de naturaleza a raudales hablamos, posiblemente la más característica es el Parque Natural de S’Albufera des Grau. La protagonista del espacio es una laguna de unas setenta hectáreas y en su entorno hay como un muestrario de todo lo que supone Menorca, como humedales, bosques, dunas o islotes, ya en la zona marítima, llenos de vida. Y si durante la visita surge la oportunidad de ver a algún águila pescadora yendo al «mercado», ya ha merecido la pena; y más al amanecer. Porque para atardecer, el de Pont d’en Gil, al otro lado de la isla y cerca de Ciudadela; esculpido, más que labrado, en un brazo de roca que se adentra en el mar. E importante para un ecoturista: a todos los lugares se puede llegar por el Camí de Cavals, un sendero que rodea la isla y que es pura historia.

Faro Cavallería (Menorca)

La historia también forma parte del sentido sostenible que tienen estos dos destinos. Y si nos centramos en esta, imposible no mencionar ese inmenso museo al aire libre menorquín que son los restos de la cultura talayótica. Talayots, navetas, dólmenes e hipogeos, repartidos en una treintena de bien conservados yacimientos, siguen siendo motivo de estudio para datarlos correctamente y definir en qué momentos de las edades de Bronce y de Hierro se construyeron. Un detalle más: «Menorca Talayótica» es, en el momento de escribir estas líneas, candidata a Patrimonio Mundial de la Humanidad. En Mahón, el viajero puede percibir su carácter estratégico para asuntos militares e imaginarse la fundación de la ciudad por parte de un hermano de Aníbal, Magón, los saqueos de Barbarroja o los setenta años de ocupación británica. Ciudadela, más administrativa y aristocrática, como corresponde a la antigua capital isleña, merece el paseo por su casco histórico, sin perder de vista al obelisco que conmemora el asalto de la flota otomana el 9 de julio de 1558.

Los primitivos palmeros eran los benahoritas, cuyo origen pudiera estar en algún antepasado bereber que hubiese salido del continente africano en busca de mejores sitios (¡y vaya si los encontró!). Un punto para empezar a entender a estas gentes, muy belicosas en el decir de los conquistadores continentales, es visitar el Museo Arqueológico Benahoarita, en Los Llanos de Aridane, pero sin dejar de encontrarse con los parques arqueológicos de Belmaco, el Tendal y la Zarza, donde es posible darse una mejor idea de las condiciones de vida de estos pobladores. Todo un tratado de astrología, por ejemplo, los petroglifos de Zarza; y un libro gordo de historia antigua imaginar a la familia de los reyes Juguiro y Garehagua instalada en el caboco (cueva) de Belmaco, donde tampoco faltan los petroglifos. En Santa Cruz de La Palma, la capital de la isla, la brisa suena a América: su puerto era el último europeo en la escala de los primeros viajeros al continente americano y de donde salía hacia allí la caña de azúcar que se producía en la isla. Su Juzgado de Indias (1558, Felipe II), es más, fue el primero de toda España en el que debían registrarse los barcos que comerciaban con las colonias del otro lado del «charco».

Las experiencias marinas, claro, son casi obligatorias cuando el destino vacacional es una isla. Si hemos de empezar por una singularidad, los siete faros de Menorca lo son. El Camí de Cavals antes citado nos puede llevar a casi todos ellos a caballo, claro, en bicicleta o, si el viajero está más entrenado, caminando. Lo bueno que tiene es que no se pierde de vista el mar en todo el recorrido y que permite disfrutar de un crepúsculo en el faro de Cavalleria o comprobar la furia de los elementos –a poco que se dé el día, por supuesto– en el de Favarix. Y podrá comprobar, quien no lo haya experimentado, que detenerse a mirar el mar pegado a un faro es siempre el principio de una historia, porque todos tienen un «algo» que excita la imaginación.

En la isla atlántica es muy común salir a descubrir cetáceos: delfines, cachalotes, calderones, rocuales… se muestran sin demasiados temores y hasta se convierten en animados y juguetones compañeros de singladura. Es más que recomendable, para el turista garante de la sostenibilidad, que la compañía en la que contrate su excursión de avistamiento tenga la certificación «bandera azul», que concede el Gobierno de Canarias. Y eso aportará otra perspectiva cultural: el buen hacer de los pilotos acercándose a los grupos en un ángulo de treinta grados, nunca de frente, en perpendicular o por detrás, navegando a la misma velocidad que el miembro más lento del grupo y dejándoles su espacio vital, indicando a los habitantes marinos que queremos compartir, no invadir.

La gastronomía, el concepto, incluye dos aspectos que enlazan directamente con la idea de sostenibilidad ligada a los lugares que visitamos: el mercado de proximidad y el cultural desde el punto de vista de las costumbres y los hábitos antropológicos. Pero también porque se pueden descubrir sabores y texturas que, a la postre, resultan inolvidables. Podemos hablar, así, del mojo palmero, que es el mojo picón o rojo hecho con pimienta picona palmera. Imprescindible con una carne o unas simples y magníficas papas arrugás. Y, bueno: el gofio, que es el resultado de cocinar harina de distintos cereales. En La Palma hay noticia de que ya los benahoritas lo consumían, procedente de semillas de amagante, en vez de cereales, y de raíces de helechos; hoy, incluso hay un Museo del Gofio en el municipio de Garafia. Pida el viajero un queso de cabra artesanal, para saber lo que es «pelotazo» de sabor, y saboréelo en otro momento asado y con mojo verde. Para los amantes de los vinos, las catas pueden ir desde los blancos, de la singular uva malvasía, hasta los tintos, de negramol y albillo, envejecidos en teas de pino canario.

Los Balcones, en Santa Cruz de La Palma (Foto S. Santos)

En Menorca, si de cocina marinera hablamos, imprescindible mencionar la caldereta de langosta. De este crustáceo se pueden localizar dos tipos en la isla: los de roca, de pequeño tamaño, y los de fondo, mayores, pero menos sabrosos. Su pesca está regulada y sometida a inspecciones para proteger la especie. Eso significa que no hay demasiada abundancia de langosta menorquina en los mercados y que el viajero debe recordar un principio si quiere degustar la especialidad gastronómica: si tiene un precio sospechosamente bajo (y al margen de que el guiso esté bueno o no), no será langosta local. Donde será casi imposible toparse con suplantaciones de productos alimentarios es en el terreno de los quesos de vaca, donde la denominación «de Mahón» reina indiscutiblemente. Otro tanto puede decirse de la sobreasada menorquina, más magra que la de otros lugares, y que puede ser fresca o curada, y el cuixot, con su toque anisado. Entre otras muchas posibilidades, dos cosas más: la oliaigua, una sopa muy simple que se hacían los payeses en tiempos de escasez, y el arroz de la tierra, que (debe ser para descolocar al forastero) no se hace con arroz, sino con trigo machacado en el mortero.

Y sí: playas estupendas, tanto bañadas por el Mediterráneo como por el Atlántico, para el dolce far niente, de vez en cuando, tumbados a la sombra y disfrutando de alguna bebida refrescante o para actividades organizadas, que las hay respetuosas con el entorno y la naturaleza, para el solaz de los más pequeños de la familia. Si la apuesta del viajero es por el turismo sostenible, ya sabe: de isla en isla.

Taula del poblado talayótico de Trepucó (Menorca)
INFORMACIÓN

LA PALMA
Visit La Palma
Tel.: 922 423 100
(Cabildo)
[email protected]
www.visitlapalma.es

MENORCA
Fundació Foment del Turisme de Menorca
Tel.: 971 368 678
[email protected]
www.menorca.es

Para no perderse

Menorca Reserva de la Biosfera
Agència Menorca Reserva de Biosfera, Departament de Medi Ambient i Reserva de Biosfera.
Consell Insular de Menorca.

La Palma Reserva Mundial de la Biosfera. Fundación Canaria Reserva Mundial de la Biosfera La Palma.

GASTRONOMÍA LOCAL
LA PALMA
Asador del Campesino
Travesía Casco Urbano
de Barlovento, 34
Barlovento
Tel.: 922 186 906
Twitter: @elcampesinobarlovento
 
Chipi-Chipi
Juan Mayor, 42
Santa Cruz de La Palma
Tel.- 922 411 024
www.chipichipi.es
 
 
MENORCA
Es Cranc
Escoles, 31
Fornells
Tel.: 971 37 64 42
www.escranc.com
 
Ca N´Aguedet
Lepant, 30
Es Mercadal
Tel.: 971 375 391
 
La Josefina
Moll de Llevant, 292
Mahón
Tel.: 971 353 368
Cascada de los Tilos (La Palma) (Foto S. Santos)

Nava, entre sidra y agua

AL ENCUENTRO

NAVA

ENTRE SIDRA Y AGUA

Cuentan las crónicas de los tiempos de Augusto que cuando los romanos llegaron a las tierras bañadas por el Cantábrico, los pobladores de lo que hoy llamamos Asturias fermentaban el mosto de manzana para hacer sicĕra. Veinte siglos largos después, la ‘bebida embriagadora’, que eso significa la palabra latina, tiene su capital en Nava, que se ha convertido en templo de la sidra. Y también del agua. No solo por sus ríos y manantiales, sino porque los propios romanos también encontraron aguas puras y medicinales en la pedanía naveta de Fuensanta; aguas que, en 2021, celebran los 175 años desde que se oficializó su condición de ‘utilidad pública’.

JESÚS ORTÍZ

@JesOrtizAl

Jesús Ortíz

No deja de ser cierto que la sidra es bebida tradicional en muchas partes del mundo, sobre todo de la Europa atlántica, pero no lo es menos que cuando añadimos la palabra “natural” la mirada se vuelve hacia el norte de España y, sobre todo, Asturias. Expresiones como chigre, culín (o ‘culete’) y espicha se identifican con el Principado y con esa bebida rubia, refrescante y divertida, por el ritual que la envuelve. De oriente a occidente, del interior a la costa, en cualquier localidad asturiana hay lagares, industriales o artesanales, desde donde se distribuye el mosto fermentado de manzana. La mayor concentración de ellos se encuentra en la denominada ‘Comarca de la Sidra’, formada por seis municipios limítrofes y cuya capital es la tierra de los navetos.

Nava, junto con Bimenes, es el concejo más interior de la media docena que componen la mancomunidad. Es, por tanto, una zona de montaña o, más exactamente, al pie de montañas como ese símbolo local que es Peñamayor. Nada mejor, por cierto, que llegarse hasta Les Praeres, al pie de su cumbre, para darse un buen baño de paisaje, aunque sin saber muy bien si uno debe sentirse azor flotando por encima de los verdes eternos o ciervo henchido de espacio para correr, pastar o berrear; esto último para los machos y llegado el momento, claro. No se pierda, por cierto, ese ‘momento’ cuando el verano va cediendo sitio a los tonos otoñales: es todo un espectáculo.

El municipio es, en fin, más de disfrutar las rutas rurales que las urbanas, aunque el centro de la localidad, en torno a la Plaza de Manuel Uría, tiene ese aire recoleto que anima a dejarse envolver por la personalidad de los colores de las fachadas, mientras el paseante disfruta de unos ‘culetes’ de sidra en una de las terrazas con que se prolongan los chigres circundantes. Es el sitio para comprobar cómo “sus vecinos se han distinguido a través del tiempo por la defensa y valoración de la sidra”, según explicó el jurado de los premios Princesa de Asturias, cuando concedió el título de Pueblo Ejemplar 1996 a su mancomunidad vecinal.

Capilla de Santa Lucía (siglo XVIII), En Ceceda

El Museo de la Sidra está pegado a esa plaza y su fin es dar a conocer la bebida, su origen, elaboración y características, además de la cultura y tradiciones que la rodean. Al margen de escenas que recrean el camino seguido por la manzana desde la pomarada hasta, una vez fermentado su mosto, el paladar de quienes lo degustan y de la exposición de utensilios tradicionalmente utilizados antaño para las distintas tareas, hay un pequeño llagar mecánico que suele hacer las delicias de los niños… ¡y de algún mayor! El visitante toma una manzana, la sitúa en la entrada del artefacto y ve cómo su pieza de fruta pasa por el tren de lavado, se trocea, se maya (se prensa), se recoge el mosto y se pasa este directamente a la cuba de fermentación. Toda una experiencia que termina, como no podía ser de otra manera, aprendiendo a escanciar y tomando una ‘sidrina’ (dulce, o sin alcohol, para quien lo desee).

Difícil saber con exactitud en qué época o civilización nace la sidra. El hecho de que los romanos la conocieran e identificaran, cuando observaron su utilización entre los habitantes del arco atlántico, hace pensar en que su consumo viene de lejos. Y es más que probable que el cultivo de la manzana, las pomaradas, haya sido la alternativa en las zonas geográficas donde es complicado criar vides. Pero, llegados a los tiempos actuales en que los métodos de agricultura vitivinícola permitirían plantar viníferas casi en cualquier sitio, dígale usted a un asturiano que le cambiamos la sidra por el vino. En el mejor de los casos, le contestaría que si no pueden ser ambas cosas… Y si, con permiso de la pandemia, puede el lector acercarse a Nava en la segunda semana de julio, podrá ser partícipe del Festival de la Sidra, que en 2021 irá por la 64 edición, y degustar la de distintos elaboradores mientras presencia el concurso de escanciadores y comprobar el amor de los astures por una de sus señas de identidad.

Las Foces (hoces) del Río Pendón es una de las rutas de senderismo más populares en Nava. Parte de la entrada del Balneario de Fuensanta y es una ruta circular de poco menos de nueve kilómetros, que transcurre entre panorámicas para dejar colgadas en las retinas cual obras de arte, aguas cristalinas, puentes tapizados de musgo, cascadas, caminos labrados en la piedra y majadas pastoriles. Es un imprescindible, pero hay más: la ruta del Picu La Mua, la de Santo Tomás de Priandi, la de la Coroña de Castru, la de la Ribera del Río Peña o el Sendero del Remediu.

Cabe hacer especial mención, por su concepción, de la Ruta de los Escolinos (escolares). Se concibió en 2007 como un ejercicio de educación medioambiental por parte de los alumnos del IES Peñamayor de Nava y que sus promotores definen como “un recorrido por la arquitectura tradicional asturiana, en un entorno lleno de belleza, ante la animada mirada del monte Peñamayor”. Es una ruta circular, de nueve kilómetros y muy fácil, que parte del polideportivo de Nava. Conveniente llevar para hacerla el documento elaborado por los escolinos, que está en bable —advertencia para no asturianos—, o localizar a alguno de los alumnos que la haya hecho en los últimos años para que ayude como guía.

Palacio de la Ferrería (siglo XIV)

El Palacio de la Ferrería tiene la cualidad de aunar senderismo, historia, leyendas, naturaleza y paisaje en torno a un monumento cuya primera piedra es probable que date de principios del siglo X, aunque lo que ahora se ve corresponde al siglo XIV y se organiza en torno a la torre gótica. Perteneció a los Álvarez de las Asturias o a sus ancestros, que eran de las Asturias, pero no todos Álvarez (Díez, Fernández, Rodríguez, según fueran hijos de un Diego, Fernando o Rodrigo). Se llega a la casa fortificada por un precioso sendero paralelo al Río Prá, que parte, como el de las Foces, del Balneario de Fuensanta.

No es fácil saber a qué la dedicaban sus primeros propietarios, aunque, por su carácter rural, es posible que fuese lugar donde administrar las posesiones de la familia circundantes o de descanso, bien alejado de la corte. Sí parece contrastado el origen del nombre: herrería, porque allí se fabricaban armas blancas. El sitio es precioso, pero lo que más ha marcado su existencia es la historia o leyenda, nadie lo puede asegurar, de que por allí correteó de niña Jimena Díaz, la hija de Diego Fernández de las Asturias, Conde de Oviedo, y esposa de Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid”. Como Jimena nació a mediados del siglo XI, la única posibilidad de que sus andanzas por La Ferrería sean ciertas es que, en efecto, la casa tuviera una construcción anterior a la que hoy se conserva. Pero es lo mismo: el encanto de identificarla con la noble dama no se lo quita nadie.

Ceceda, por no dejar nada atrás digno de ser visto, es una pedanía naveta que se hace visible, al otro lado de la carretera nacional, por un conjunto de casas, hórreos y otros pequeños edificios apiñados en lo alto de una colina, cuyo origen bien pudo ser un castro celta, lo que da idea de su situación y las vistas en su entorno. Predomina el estilo colonial en sus casas, propio de los indianos. Sus callejas se ven, más que cuidadas, mimadas por sus vecinos. Todo un pelotazo de armonía al que contribuyen muestras de la arquitectura local y la preciosa capilla de Santa Lucía (siglo XVII).

INFORMACIÓN

Turismo de Nava
Plaza José Vicente Ordóñez «El Turrao»
Tel.: 985 714 477
[email protected]
http://www.ayto-nava.es

Museo de la Sidra
Plaza Príncipe de Asturias, s/n
Tel.: 985 717 422
www.museodelasidra.com
(Se pueden concertar visitas combinadas con recorridos por lagares de Nava).

La campeona de escanciadores 1999, 2004 y 2005, Susana Ovín, sirviendo un ‘culete’ en La Barraca.

Para no perderse

El léxico de la sidra y el vino en la diplomática medieval asturiana en latín (siglos VIII-XIII). Perfecto Rodríguez Fernández. Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos n.º 109-110 (Oviedo, 1983).

Red de senderos del Concejo de Nava. Edita: Ayuntamiento de Nava.

Ruta de los escolinos. Con el apoyo de IES Peñamayor, Nava.

RESTAURANTES, CHIGRES Y BARES

Casa Mino-Villa de Nava
Carretera Oviedo-Santander
Tel.: 985 718 070
[email protected]
www.hotelvilladenava.com

La Barraca
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Los 175 años de Fuensanta
Fachada del Balneario de Fuensanta (mediados s. XIX)

Fue el 31 de mayo de 1846 cuando el manantial de Fuensanta obtuvo el reconocimiento de agua minero medicinal de Utilidad Pública por Real Orden, “por sus propiedades terapéuticas y su composición única y equilibrada”. Esta declaración fue paralela a la construcción del balneario, al que empezaron a ir aquellos que buscaban paliar sus males estomacales, renales, dermatológicos y un largo etcétera en el que se incluía el alivio de la anemia. Como curiosidad, aún se conserva la bañera de mármol macizo que se hizo para la reina Isabel II.

Pero esto no es más que un hito de la historia que comienza, hasta donde sabemos, con la llegada de los romanos a Hispania; y que se perpetúa en el tiempo, como demuestran documentos como la Carta Puebla del Concejo de Nava de Alfonso X el Sabio (siglo XIII) o las referencias de un peregrino del Camino de Santiago, en el siglo XVIII, que habla en su diario de “la presencia de una fuente termal medicinal, a orillas del rio Prada, que tiene nombre de Fuente Santa por haberse observado que a ningún enfermo agrava y sí alivia».

Hoy, y aunque no tiene actividad balnearia, Fuensanta es una prestigiosa marca de agua mineral bien conocida y apreciada en España, pero también demandada en países como Estados Unidos, México, República Dominicana, Panamá, Puerto Rico, China, Emiratos Árabes o Marruecos. Sin duda, Nava, la capital de la sidra, se potencia también con el agua.