EN ESTE PAÍS

EVA ALCÓN,
rectora de la Universitat Jaume I de Castelló

“En CRUE Universidades Españolas nos preocupa la disminución del peso de la demanda de estudios de ingeniería y ciencias"

Universidad, sociedad y progreso

El objetivo primordial de las universidades es el de formar profesionales cualificados, con conciencia crítica, capaces de cuestionar las condiciones de la sociedad actual y de responsabilizarse respecto de las diversas problemáticas sociales, ambientales, económicas, políticas y culturales de la modernidad. En definitiva, formar ciudadanos y ciudadanas capaces de desarrollarse profesionalmente y de implicarse en la construcción de sociedades más justas e igualitarias.

Son numerosos los análisis e informes que confirman que las sociedades más avanzadas son aquellas que destinan más recursos a la educación superior y a la investigación. Tampoco cabe duda que los estudios universitarios son un claro vector de promoción social porque aumentan la probabilidad de acceder a empleos más estables, de mayor calidad y con mejores retribuciones.

Por ello, para la formación del estudiantado, la universidad asume de manera muy activa la actualización de los conocimientos y su adaptación a las necesidades sociales y de los sectores productivos. Una adaptación que no siempre tiene la flexibilidad que nos gustaría, pero más frecuente de lo que muchas veces se atribuye a la Universidad y que se traduce en aspectos como la actualización de la oferta académica, la renovación de planes de estudio, el impulso a la innovación educativa y el desarrollo de competencias transversales entre nuestro estudiantado que ofrecen, a su vez, un valor añadido a la formación reglada universitaria.

Pese a estos esfuerzos, somos conscientes de que todavía hay ámbitos de mejora. Por ejemplo, como así queda recogido en el informe La contribución socioeconómica del sistema universitario español, en CRUE Universidades Españolas nos preocupa la disminución del peso de la demanda de estudios de ingeniería y ciencias que representan en nuestro país tan solo el 18,4% y 5,9%, respectivamente, frente a la media del 21,2% y del 8,1% de la UE-28. Ante esta situación, insistimos en la necesidad de despertar vocaciones en estos ámbitos desde las primeras etapas de la escolarización, porque estas áreas serán, en un futuro inmediato, las de mayor crecimiento, calidad y estabilidad en el empleo.

En todo caso, nuestro compromiso con la excelencia del sistema universitario es global. En este sentido, a finales de 2020, CRUE Universidades Españolas presentó la estrategia Universidad 2030. Qué sociedad queremos dentro de una década, un documento consensuado que recoge una batería de propuestas –en materia de docencia, investigación, transferencia, sostenibilidad, transformación digital, internacionalización, igualdad, personas y financiación– para que el Sistema Universitario Español impulse el cambio de rumbo de España hacia la Economía del Conocimiento en 2030, con la Universidad como motor de ese cambio.

En este documento proponemos, entre otras cuestiones, que se pase de un sistema de verificación y acreditación de titulaciones a otro de acreditación de centros, basado en la autonomía y la confianza en las universidades, con la obligada rendición de cuentas, tan asumida ya en la cultura de gobernanza universitaria. Consideramos que es imprescindible flexibilizar las etapas iniciales de los títulos para que el estudiantado pueda seguir itinerarios académicos abiertos en dos o más titulaciones de grado de la misma rama o de diferentes ramas de conocimiento.

Necesitamos, además, impulsar la formación dual de grado y máster –combinando ejercicio profesional y formación académica–, la formación a lo largo de la vida y el desarrollo de titulaciones conjuntas de carácter internacional, tal y como demanda una economía globalizada. Con ello, desde las universidades mejoraremos la empleabilidad del estudiantado, formando profesionales más solventes y versátiles, dotados de los conocimientos propios de la profesión, las competencias digitales y transversales del actual entorno tecnológico, y las habilidades necesarias para la cooperación en un mundo sin fronteras.

La transferencia del conocimiento a la sociedad que se realiza desde la universidad tiene su pilar fundamental en la formación de nuevas promociones de ciudadanos y ciudadanas profesionales y genera un impacto en el progreso de nuestras sociedades cuyo beneficio es difícil de cuantificar. Por ello, la relación de las universidades con el tejido productivo tiene siempre como motivación fundamental, primero, el desarrollo personal y profesional de su estudiantado, después, el de sus titulados y tituladas, y, finalmente, el de la sociedad de su territorio de influencia en su conjunto.

La gran cantidad de empresas nacidas y ‘criadas’ en nuestros viveros empresariales, de iniciativas de colaboración en nuestros parques científicos y tecnológicos, de proyectos de cátedras y de aulas generados con el sector empresarial, son una muestra irrefutable del buen resultado que da este modelo de relación entre empresa y universidad, más aún con un tejido productivo como el español, con una capacidad limitada –por el tamaño de sus empresas- de inversión en I+D+i, aunque también en este ámbito se están produciendo avances.

Como pueden comprobar, lejos del inmovilismo que a veces se nos atribuye como institución, la Universidad es un espacio en constante cambio que contribuye a la trasformación de la sociedad para responder a los grandes retos del presente y del futuro. Somos plenamente conscientes de todo nuestro potencial como sistema universitario para responder a los desafíos de un contexto marcado por la globalización, el ‘big data’, la transición verde y las transformaciones rápidas y profundas en todos los ámbitos. Un escenario muy exigente al que las universidades debemos responder con responsabilidad institucional y desde un compromiso firme con la defensa de los valores de convivencia de los que nos hemos dotado como sociedad democrática.