Tenerife, nueve ‘menceyatos’

AL ENCUENTRO

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TENERIFE

NUEVE ‘MENCEYATOS’

Textos y fotos: JESÚS ORTÍZ

Fotos cedidas por Turismo de Tenerife

Villa de La Orotava.
Desde principios del siglo XIV, los reinos de algunas regiones europeas se fijaron en el conjunto insular canario por su privilegiada posición para proteger las rutas de especias y seda; y en él fueron estableciéndose. En la última década del siglo XV, solo Tenerife mantenía la independencia de su población y organización territorial autóctonas. Las crónicas de entonces hablan de nueve menceyatos guanches en torno a Echeyde: el sagrado territorio de Guayota el Maligno.

En esta ocasión, nuestra propuesta es llamar a las puertas de Icod, Güímar, Taoro, Tegueste, Anaga, Tacoronte, Abona, Daute y Adeje, que así se llamaban cada uno de los menceyatos –reinos, para entendernos–, y ver lo que aún conservan de cultura guanche. Eso sí, conviene empezar por el ‘décimo reino’, el del Teide, que dio nombre a la isla en tiempo de los romanos, Ninguaria, lo que derivó en Nivaria (nivis en latín: de nieve), que nos lleva a pensar en la cumbre del volcán y su habitual capa blanca; pero que también llega hasta nuestros días directo desde la lengua guanche: ti o te, que era un artículo, y el sustantivo ife, que se traduce como “pico”; de ahí Tenerife. Por ser fieles a todas las fuentes, algunos estudiosos creen que los primitivos isleños llamaban a su tierra Achined o Achineche, de donde procedería la palabra “guanche”, pero esta etimología, en fin, no nos sitúa en torno al volcán.

Una primera curiosidad es comprobar que, mientras las nueve demarcaciones eran todas costeras, los ‘dominios’ de Guayota, los más extensos de todos, ocupaban el centro de la isla y la mayor parte de ellos eran pastos comunales de verano. Los terrenos que rodean el Parque Nacional del Teide pueden dar una idea de por qué los distintos menceyes acordaron mantener ese espacio a disposición de todos, lo que además pudo servir de punto de encuentro entre los diferentes grupos étnicos, por más que tenían demarcados qué pastos correspondían a cada reino. Buen momento este para recordar que los testimonios de peninsulares llegados a la isla en torno a 1495, hablan, unos, de pobladores altos, de piel blanca y ojos y cabellos claros, mientras que otros reseñan personas de mediana estatura, fuertes y de piel morena. Exageraciones al margen, es probable que se refirieran, respectivamente, a habitantes del norte y del sur.

 


LOS ‘DOMINIOS’ DE GUAYOTA, LOS MÁS EXTENSOS DE TODOS, OCUPABAN EL CENTRO DE LA ISLA Y LA MAYOR PARTE ERAN PASTOS COMUNALES DE VERANO


 

Podemos decir que las zonas fértiles alrededor del Teide eran lugar imprescindible para intercambios sociales, entre labores de pastoreo y mirada con ojo inquieto al volcán: la imponente mole del Echeyde y sus 3.715 metros de altura. Cuentan de él que, en 1492, justo cuando Colón salía de La Gomera camino de lo que sería su gran hallazgo, el Maligno quiso salir del encierro con el que le había castigado Achamán, el dios supremo, por haber querido secuestrar a Magec, el sol. Obviamente, no lo consiguió. En lenguaje técnico, lo que observaron fueron varias toneladas de lava que fluyeron desde la cumbre hacia el mar: ya saben cómo va esto.

Tegueste era el menceyato más pequeño en extensión, pero rico en recursos gracias a los valles de Tegueste y de Guerra. Ocupaba un territorio que hoy corresponde, en parte, a los municipios de San Cristobal de La Laguna y al que mantiene, después de los siglos, el mismo nombre que le dieron los guanches. Quizás se sitúe mejor el lector si le decimos que la parte de los pastos comunales que tenían más cerca la conocerán, sin saberlo, muchos de los viajeros que hayan ido a Tenerife transitando por el aeropuerto de Tenerife Norte o de Los Rodeos. Peculiar era la posición de Punta del Hidalgo, que algunos historiadores consideran una especie de menceyato de segunda categoría (archimenceyato) dependiente de Anaga. El nombre de Tegueste, por otro lado, corresponde hoy a un municipio y localidad que se encuentra muy cerca de lo que en su momento fue el límite entre este menceyato y el de Tacoronte. Es lugar de gran riqueza arqueológica, destacando en este sentido el barranco de Agua de Dios.

 


TEGUESTE, NOMBRE GUANCHE QUE PERMANECE, ES LUGAR DE GRAN RIQUEZA ARQUEOLÓGICA, DESTACANDO EN ESTE SENTIDO EL BARRANCO DE AGUA DE DIOS


 

Tacoronte, si seguimos por la costa norte, ocupaba lo que actualmente son los concejos de Tacoronte (se repite aquí la conservación del nombre guanche), El Sauzal y La Matanza de Acentejo. La arqueología da fe de que los acantilados costeros, sus cuevas naturales más bien, eran zona de vivienda preferente para los guanches locales, junto con las de los barrancos de Cabrera y de Guayonje. Fue precisamente en los dominios de este menceyato donde los primitivos habitantes de la zona norte de Tenerife desbarataron el primer intento militar de hacerse con la isla (1494); de ahí lo de «la matanza». Parece que unos no calcularon bien sus posibilidades de victoria, sobrestimando su experiencia militar y sus armas más modernas, y otros se valieron del conocimiento del terreno y las posibilidades que les dio el barranco de Acentejo para emboscar a los recién llegados. Hoy procede visitar la Mesa del Mar, en Tacoronte, y su zona de cuevas guanches declarada Bien de Interés Cultural.

 


EN EL ANTIGUO TACORONTE ESTÁ LA MATANZA DE ACENTEJO, LUGAR QUE RECUERDA DONDE LOS GUANCHES DEL NORTE CONSIGUIERON UNA VICTORIA


 

Taoro ocupaba una franja cuyo territorio forma parte de lo que ogaño son los municipios de La Victoria de Acentejo, Santa Úrsula, La Orotava, Puerto de la Cruz, Los Realejos y San Juan de la Rambla. Tras la «matanza», la «victoria» de Acentejo recuerda el definitivo ocaso de la resistencia guanche. Ambas batallas, la de la Matanza y la de la Victoria, se dieron en escenarios próximos y mientras en la primera el actor clave fue la prepotencia de los que consideraron inferiores a los primitivos habitantes de Tenerife, en la segunda lo fue la experiencia del primer fracaso y, por supuesto, el desgaste de un ejército inferior en efectivos tras varios años de luchas. En Los Realejos, metidos en cosas bélicas, fue donde en 1496 se firmó la paz entre ambos bandos; al menos, así lo reseñó en 1604 el historiador, médico y poeta Antonio de Viana. Pero como lo contó en un poema épico, hay quien pone en duda que hubiera sido un acuerdo de paz con todas las de la ley, con vencedores y vencidos sentados a negociar una convivencia tolerable.

 


LA PAZ DE LOS REALEJOS, LUGAR EN EL ‘MENCEYATO’ DE TAORO, SE FIRMÓ ENTRE GUANCHES Y PENINSULARES EN 1496


 

Icod o Icode, entre otras varias denominaciones, es nombre que también se ha mantenido en el tiempo, dejándonos hoy el topónimo de Icod de los Vinos. Este municipio, junto con los de La Guancha y El Tanque, más una parte de Garachico, conformaban el antiguo menceyato. Contaba en el siglo XVI Fray Alonso de Espinosa, quien fue el primer cronista de Tenerife, que probablemente Icod fuese la más antigua zona de la isla poblada por los primitivos habitantes, según le contaron a él «los naturales guanches viejos». Buena muestra es la Zona Arqueológica de la Cueva de los Guanches, donde se han identificado restos del siglo VI a. de C. Hasta nuestros días ha llegado la leyenda de una chica muy guapa, Amarca, de la que se prendó Gariaiga, quien se tomó tan mal el rechazo de la moza, que acabó lanzándose al vacío desde una considerable altura. Ella, sintiéndose culpable, se sumió en una profunda tristeza y acabó con su vida de la misma manera. Seguro que el famoso drago milenario de Icod de los Vinos fue testigo de esta historia… ¡o de alguna parecida!

 


PROBABLEMENTE, ICOD FUE ZONA DE LA ISLA INICIALMENTE POBLADA POR LOS PRIMITIVOS HABITANTES, SEGÚN CONTARON “LOS NATURALES GUANCHES VIEJOS”


 

Daute o Dabte ocupaba Buenavista del Norte, Los Silos, la parte de Garachico que no pertenecía a su vecino Icod y el macizo de Teno, nombre este también heredado de los guanches. De Teno, precisamente, dicen algunos autores que pudo ser un menceyato al margen de Daute, aunque otros lo consideran un vicemenceyato. La riqueza de recursos del macizo, incluidos los defensivos, hace pensar que el hoy Espacio Natural Protegido pudo marcar alguna diferencia con sus vecinos. Es, además, tan singular paisajísticamente, que lugares como Punta de Teno, la playa de Las Arenas, Teno Alto o Masca han sido escenario de algunas millonarias producciones cinematográficas. Y para quien quiera comprobar a qué llamaban los guanches «Muralla del Infierno», tan fácil como acercarse a los acantilados de Los Gigantes: moles de lava vertida al mar con alturas de entre los 300 y los 600 metros.

 


PARA SABER A QUÉ LLAMABAN LOS GUANCHES “MURALLA DEL INFIERNO”, EN DAUTE, TAN FÁCIL COMO ACERCARSE A LOS ACANTILADOS DE LOS GIGANTES


 

Adeje, su nombre, se ha quedado igualmente entre nosotros desde tiempos guanches y denomina uno de los actuales municipios que se encuentran en lo que antes fue el menceyato. Los otros son Guía de Isora, Santiago del Teide y parte de Arona y Vilaflor. La mayoría de los historiadores están de acuerdo en que Adeje fue la sede del único mencey que gobernaba toda la isla antes de que, a su muerte, sus nueve hijos dividieran el reino en los menceyatos que hoy nos ocupan. La playa de Los Cristianos, costa de Arona, en el sur del territorio, fue el escenario de la encerrona con la que, un año después de la Paz de Los Realejos de 1496, algún desaprensivo quiso hacerse con un grupo de guanches para venderlos como esclavos. Les prometió que serían bautizados por un obispo, de visita en la isla, los atrajo a la playa y ahí los atrapó y embarcó rumbo a un destino lamentable. Parece que, afortunadamente, los Reyes Católicos fueron informados del dislate y ordenaron su liberación.

 


ADEJE FUE LA SEDE DEL ÚNICO ‘MENCEY’ QUE GOBERNABA TODA LA ISLA ANTES DE QUE, A SU MUERTE, SE DIVIDIESE EL REINO ENTRE SUS NUEVE HIJOS


 

Abona fue el reino probablemente más extenso, ocupando lo que hoy son los municipios de Fasnia, Arico, Granadilla de Abona, San Miguel, parte de Vilaflor y parte de Arona. Este último municipio también es llamado a veces Abona, con lo que sería un caso más de conservación de la denominación original guanche. De su ocupación por los antiguos pobladores nos hablan vestigios arqueológicos como el poblado de Guargacho, y su probable origen ceremonial, o la cueva sepulcral del Barranco del Pilón, donde se encontró la momia de un niño de cuatro años. Característicos de esta zona son los litófonos –piedras que suenan– utilizados probablemente por los guanches como sistema de comunicación y que se encuentran, junto con una buena colección de grabados rupestres, en lugares como Malpaso, Roque de Bento o Aldea Blanca.

 


CARACTERÍSTICOS DE ABONA SON LOS LITÓFONOS –PIEDRAS SONORAS–, UTILIZADOS PROBABLEMENTE POR LOS GUANCHES COMO SISTEMA DE COMUNICACIÓN


 

Güímar se extendía por lo que hoy son los municipios de El Rosario, Candelaria, Arafo y Güímar –otro topónimo que mantiene la denominación guanche–, con alguna parte de Santa Cruz de Tenerife y de San Cristóbal de La Laguna.

 


LOS GUANCHES DE GÜÍMAR ENCONTRARON LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CANDELARIA EN LO QUE HOY ES LA PLAYA DE EL SOCORRO


 

Muestra de la actividad humana primitiva es, o fue, el Barranco de Herques, entre los municipios de Fasnia y Güímar; y ojo, que aquí hay misterio. Parece que, en la segunda mitad del siglo XVIII, el sacerdote e historiador José de Viera y Clavijo se topó en el barranco con una necrópolis «tan llena de momias, que no se contaron menos de mil». Y, aunque es cierto que hay repartidas por el mundo una veintena de estas momias, o el ilustrado cura exageró de lo lindo o no dijo nunca a nadie el lugar exacto del enteramiento. O sea: que a lo mejor siguen ahí los cientos de xuxos (las momias)… o no. Otra historia interesante es el hallazgo, por parte de los guanches locales, de la imagen de la Virgen de la Candelaria en lo que hoy es la playa de El Socorro. La talla fue trasladada a la residencia invernal del jefe de este menceyato, la Cueva de Chinguaro, y allí permaneció medio siglo, aunque probablemente los primitivos pobladores creyeron que representaba a la diosa Chaxiraxi, cosa que la paulatina cristianización resolvió a partir del siglo XVI.

Anaga es el último de los menceyatos que encontramos tras haber circundado Tenerife. En esta zona también se mantiene el nombre guanche, utilizado para denominar el macizo (el de Anaga) que tenía casi todo su fértil territorio en el antiguo reino. Los actuales municipios de Santa Cruz de Tenerife, una gran parte, y San Cristóbal de la Laguna, también solo en parte, completaban los dominios del mencey. El Museo de Naturaleza y Arqueología de Santa Cruz de Tenerife expone, entre otros ejemplos de la cultura guanche, la Momia de San Andrés, cuyo estado de conservación es sorprendente, pero ofrece también elementos que permiten conocer mucho más que las costumbres mortuorias de los primitivos pobladores tinerfeños. El área de La Laguna fue zona principalmente de pastoreo y esto hacía suponer que serían escasos los yacimientos arqueológicos guanches. Se han venido localizando, sin embargo, un buen número de cuevas habitación, cuevas sepulcrales, grabados, cazoletas y concheros: un patrimonio bastante expoliado, por desgracia.

 


CASI TODO EL FÉRTIL TERRITORIO DEL MACIZO DE ANAGA ESTÁ EN LO QUE FUE EL MENCEYATO DEL MISMO NOMBRE


 

La herencia guanche en la actual Tenerife no solo está en los muchos topónimos y denominaciones de uso común, también en la gastronomía. Los guisos de carne de cabra, los quesos y, por supuesto, el archipopular gofio, son preparaciones culinarias que nos pueden retrotraer con exactitud a la vida isleña anterior al siglo XVI y de ahí en adelante. Es verdad que en la vieja Nivaria se llamaba ahoren a la harina de cebada tostada y amasada con miel, leche de cabra u oveja y otros líquidos, pero ‘gofio’ es palabra guanche, que los europeos conocieron en Gran Canaria y Lanzarote, y es la que llegó hasta nosotros. Y es verdad también que lo de mezclar cereales molidos y tostados con líquidos se dio en todo el mundo, pero algo tendrá el gofio que lo seguimos llamando así y no lo interpretamos como un tipo de gachas como las que, por poner un ejemplo, las legiones romanas se alimentaban y dieron nombre a las que preparamos en muchos lugares del antiguo Imperium.

Esculturas de los menceyes (1993) en la Plaza de la Patrona de Canarias, Candelaria.
Parque Nacional del Teide.
Casco histórico de La Laguna.
Los Gigantes.
Cascada en el barranco de Agua de Dios, Tegueste.
Macizo de Anaga.
Faro de la Punta del Teno.
Escultura Carla, de Jaume Plensa (2018), Santa Cruz Tenerife.
Pared Musgo en el Pico del Inglés, Parque Rural Anaga.
Iglesia de San Fernando Rey (s. XVII) en Santiago del Teide.

PARA NO PERDERSE

Un ámbito, un panel y nueve menceyatos.
Jesús Duque Arimany.
Museo de Historia y Antropología de Tenerife (2020).

Guanches. Una historia bioantropológica.
Conrado Rodríguez Martín, Mercedes Martín Oval.
Museo Arqueológico de Tenerife (2009).

Los primeros expolios de momias guanches.
Ángel Ingnacio Eff-Darwich Peña.
Canarias Arqueológica (2021).

El Burgo de Osma, de piedra y cerdo

AL ENCUENTRO

EL BURGO DE OSMA

De piedra y cerdo

Textos y fotos: JESÚS ORTÍZ

Muralla (s. XV) y puerta de San Miguel
Piense el lector que no conozca El Burgo de Osma en esas pequeñas cajitas donde alguien ha ido guardando sus mejores recuerdos, en esa sensación de íntima y grata complacencia cuando cada cosa que saca de ellas abre un mundo de historias, de vivencias, de relatos que se pueden ver y tocar. Algo así sucede con la localidad soriana, que puede presumir de diminuta caja llena de enormes sorpresas, desde su bien documentado origen arévaco y romano hasta su ilustrada universidad. O desde la fértil vega del Ucero hasta lo que han definido, no sin razón, como “la cerdo experiencia”.

Es verdad que las crónicas romanas no cuentan mucho de ese importante núcleo urbano que fue Uxama (también pudiera ser Úxama), quizás porque los arévacos que la fundaron y habitaron pusieron freno a los conquistadores del otro lado del mediterráneo durante mucho tiempo, y ya se sabe que quien acaba venciendo escribe el relato. Hay datos que apuntan a que, desde el Cerro Castro, donde se ubicaba el poblado, se suministraban víveres a los sitiados numantinos sorteando el cerco de Escipión, lo que ayudaría que Numancia y sus 4.000 habitantes aguantasen el asedio de unos 60.000 soldados durante 15 meses y después de llevar casi 20 años rechazando al, en ese momento, mejor ejército del mundo. Es más: parece que los oxomenses celtíberos no dejaron de hostigar a los romanos durante más de ochenta años tras la caída de Numancia, aliándose incluso con algún bando durante sus guerras civiles, y hasta que fueron definitivamente sometidos en el año 72 a. de C.

Uxama Argaela fue el resultado de la romanización y la creación de un núcleo de cuya importancia habla el actual yacimiento, en el que se identifican el foro, señoriales casas, edificios públicos, acueductos o un amplio sistema de cisternas. Es recomendable iniciar la visita a la zona en el pequeño centro de interpretación que hay a la entrada, donde se puede apreciar la grandeza de lo que hubo y, digámoslo así, la importancia de lo que aún hay por excavar. Es posible, ya en el terreno, que se perciba una cierta falta de interés institucional por sacar a la luz el caudal de riqueza patrimonial que puede obtenerse en Uxama; sí y no: todo lo que rodea a la cuenca del Duero aporta tal cantidad de vestigios del paso de los distintos pobladores de la Península Ibérica que hace casi imposible la tarea de encontrar recursos para aflorarlos y restaurarlos.

 


EN EL YACIMIENTO DE UXAMA SE IDENTIFICAN EL FORO, SEÑORIALES CASAS, EDIFICIOS PÚBLICOS, ACUEDUCTOS O UN AMPLIO SISTEMA DE CISTERNAS


 

La edificación más reciente que puede verse en el Cerro Castro es una atalaya de vigilancia islámica, del siglo X, que se superpone a una estructura romana anterior. Es una de las muchas que se construyeron en ese tiempo para controlar la frontera del Duero. A sus pies, el río Ucero llegando a Osma, el castillo (s. X, modificado en el s. XV) al otro lado y el puente medieval de origen romano (s. I a. de C, reconstruido en el s. X) que los une cruzando el cauce fluvial. Castillo y puente, como la propia atalaya y otras construcciones posteriores burgenses, son casos constatables de reutilización de bloques de piedra, de factura romana, procedentes de Uxama Argaela. De hecho, la primera edificación del castillo utilizó algunos de estos bloques, que se ensamblaron sin argamasa y que pudieron ser desmontados fácilmente por ello, en el s. XVIII, para reedificar la torre de la catedral de la Asunción.

Osma y El Burgo de Osma, que hoy son un mismo municipio, tienen un recorrido de, digamos, precedencia histórica. De la Uxama celtíbera y romana se pasó a la Oxoma visigoda y a la Waxsima árabe, hasta que el caballero Gonzalo Téllez se hizo con la zona, estableció el núcleo en el promontorio donde está el castillo y la localidad empezó a llamarse Osma. Tras conquistas y reconquistas, la cosa se estabiliza y la población empezó a crecer en el llano, al otro lado del Ucero y un poco más abajo de donde el Albión le cede sus aguas.

En el siglo XII, el monje cluniacense, y posterior obispo de Osma, Pedro de Bourges restaura la diócesis, construye la primitiva catedral románica en las afueras y empieza a lograr que el arrabal que allí se forma crezca en importancia. Un caso más de pugna entre iglesia y nobleza. Alfonso VIII, a finales del s. XII, otorga privilegio al burgo de Osma para que se convierta en villa. Tenemos así, pues, dos poblaciones que se mantuvieron diferenciadas hasta que en 1967 se crea el municipio de El Burgo de Osma-ciudad de Osma, que supone la fusión de ocho poblaciones, incluidas las dos a ambas orillas del río.

 


AL PIE DEL CERRO, EL UCERO LLEGANDO A OSMA, EL CASTILLO AL OTRO LADO Y EL PUENTE MEDIEVAL DE ORIGEN ROMANO QUE LOS UNE CRUZANDO EL RÍO


 

La Catedral, por tanto, como imagen del poder eclesial, puede considerarse el símbolo de lo que hoy significa el partido judicial de El Burgo de Osma. La edificación que podemos admirar, del siglo XIII, es una pieza gótica con algún añadido neoclásico de finales del XVIII, que sustituyó a la románica. Una muestra de esta última es la sala capitular que está en un lateral del claustro. El templo merece una visita tranquila, pero también vale la pena sentarse en la plaza al atardecer, frente a la puerta principal, y dejarse llevar por el sosiego vespertino y el encanto del juego de luces crepusculares en las arquivoltas.

 


OSMA Y EL BURGO DE OSMA FUERON POBLACIONES DIFERENTES DESDE FINALES DEL S. XII HASTA SU FUSIÓN, CON OTROS SEIS MUNICIPIOS, EN 1967


 

El Burgo de Osma, pequeña caja de sorpresas, decíamos al principio, se pasea fácil por la Calle Mayor. Frente al ayuntamiento, el antiguo Hospital de San Agustín (s. XVII), que hoy alberga la oficina de turismo. Algo más adelante, el Palacio Episcopal (s. XVI), encajonado en la angustura de la calle, pero que aun así deja ver una bonita portada. Entre casas de estructura tradicional castellana, y una vez cruzada la Plaza de la Catedral, una breve inmersión medieval lleva hasta la única puerta de las murallas (s. XV) que permanece abierta y que permite salir hacia la senda del Ucero para contemplar la bien conservada fortificación.

La Universidad de Santa Catalina, antigua universidad, cabe añadir, fue un empeño del obispo de turno (mediados de siglo XVI) cuya actividad cesó definitivamente tres siglos más tarde. Nos dejó un magnífico edificio renacentista, hoy reconvertido en hotel termal, y la constatación de que en 1676 ya había pintadas universitarias (“Doctorem Almansam contra communem asserimus” escrito en grandes letras sobre el collarino de las columnas del patio la noche antes de que, en efecto y en contra de la opinión general, fuera elegido rector el Doctor Almansa. El ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos, por añadir algún dato más, obtuvo ahí el bachiller en Cánones antes de licenciarse poco más tarde en Ávila en la misma materia.

 


LA CATEDRAL QUE HOY PODEMOS ADMIRAR, DEL SIGLO XIII, ES UNA PIEZA GÓTICA CON ALGÚN AÑADIDO NEOCLÁSICO DE FINALES DEL XVIII, QUE SUSTITUYÓ A LA ROMÁNICA


 

En el paseo burgense, claro, es imprescindible cruzar el puente romano y llegar al castillo, aunque solo sea para ser conscientes de la importancia de las saeteras (estrechas aberturas por las que los defensores disparaban con ballesta) que se situaban en la parte baja del muro exterior para proteger el pie del cerro y que mandó hacer Ramiro II de León. No se tiene constancia de que hubiera algo parecido en otras fortalezas peninsulares o europeas, ni cristianas ni islámicas, y solo se encuentra algo similar en los castillos de los cruzados en Tierra Santa un par de siglos más tarde. Parece que los castellanos de Osma enseñaron a las tropas del Sacro Imperio Romano Germánico lo que era defender la base de un castillo por si fallaban las almenas.

Si entre paseos y reseñas históricas, en fin, el visitante se apunta a un refrigerio, no siendo vegetariano o abstencionista de las viandas porcinas, no debe salir de El Burgo de Osma sin haber probado un torrezno, que, si los de toda Soria tienen fama, los de la antigua Uxama están siempre en el cuadro de honor. Y para el que sea más de legumbres, que no se pierda las alubias pintas del Burgo, también llamadas de la Vega del Ucero: un lujo simplemente estofadas.

INFORMACIÓN

ALOJAMIENTO

RESTAURANTES Y TAPEO

  • Virrey Palafox
    Universidad, 7
    Tel.: 975 341 311
    www.virreypalafox.com
  • Mesón Círculo
    Mayor, 46
    Tel.: 975 341 007
  • El Lobo
    Mayor, 38
    Tel.: 975 246 371
  • Bar Arévacos
    Mayor, 49
    Tel.: 685 744 172
Interior gótico de la catedral (s. XVI).
Catedral de la Asunción (s. XII-XVIII).
Muralla (s. XVI) en la senda del Ucero.
Universidad de Santa Catalina (s. XVI).
Atalaya (s. X).
Antigua sala capitular románica (catedral, s. XII).
Yacimiento de Uxama Agraela.
Puerta lateral de la Catedral.

PARA NO PERDERSE

El castillo de Osma. Una visita a fondo.
Ricardo Sanz Aguilera.
Kochise, 2022.

Visitas y reformas en el Colegio-Universidad de Santa Catalina en El Burgo de Osma, 1550-1840.
Bernabé Bartolomé Martínez (U. Complutense de Madrid)
USAL Revistas. Historia de la Educación, 1984.

50ª. edición de las Jornadas Ritogastronómicas de la Matanza

De enero a abril de 2025

Comitiva matancera. FOTOS WEB JORNADAS DE LA MATANZA
Rito de la matanza.

Lo que comenzó siendo una iniciativa hostelera basada en un concurso de cocina, en 1974, se fue transformando en un acontecimiento anual que ya es Fiesta de Interés Turístico Regional y Premio Alimentos de España concedido por el Ministerio de Agricultura. Su creador, el hostelero burgense Gil Martínez Soto, tiene la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y sí: es un festival, que aúna las costumbres populares de la zona con la degustación de los productos derivados del cerdo, organizado por el restaurante Virrey Palafox.

Todos los fines de semana, desde mediados de enero a mediados de abril, El Burgo de Osma se convierte en un escenario en el que se reproduce en público el rito de la matanza, lógicamente con el cerdo ya sacrificado (que esto no se hace en directo, vaya). El resto de los pasos, como el chamuscado en lecho de paja o la evisceración, configuran la liturgia que puede observar todo aquel que lo desee los sábados a las 12:30 del mediodía y que va comentando un matancero, explicando las razones por las que se siguen tradicionalmente los distintos pasos. Una interesante actividad, para quien no quiera presenciar el proceso, es visitar el Museo del Cerdo y la importancia de la ganadería porcina en todo el mundo.

La jornada se completa en el restaurante con la degustación de nada menos que veintidós platos cuyo protagonista es, por supuesto, ese animal del que se aprovechan hasta los andares.

INFORMACIÓN

Jornadas de la Matanza Virrey
Calle Mayor, 2
Tel.: 975 341 311
[email protected]
www.jornadasdelamatanza.com

#notariosrurales (2)

El Burgo de Osma protagoniza el segundo capítulo del programa #notariosrurales que desarrolla el Consejo General del Notariado, con el fin de mostrar la realidad de estas localidades y la labor que en ellas realizan los notarios. Pequeños vídeos con entrevistas a personajes relevantes como su alcalde, vecinos emprendedores, y usuarios de la notaría que comparten aficiones con el notario Álvaro la Chica: “Yo era urbanita total, pero desde que llegué a este pueblo no puedo estar más contento”, explica.

El notario de El Burgo de Osma, Álvaro José la Chica (a la izda.), conversa con el alcalde, Antonio Pardo, a la puerta del ayuntamiento burgense.

Guadix y Baza, una tensa cordialidad. El Cascamorras 2024.

AL ENCUENTRO

GUADIX Y BAZA

Una tensa cordialidad

Textos y fotos: JESÚS ORTÍZ

Si hablamos de miradores, nada tan espectacular como los de 'El fin del mundo' (en la foto) o la altísima montaña-isla Cerro Jabalcón, cuyas vistas abarcan prácticamente todo el geoparque. FOTO CEDIDA POR GEOPARQUE DE GRANADA
Cuentan que un golpe de azada, a finales del siglo XV, enfrentó primero y unió después a las poblaciones granadinas de Baza y Guadix. A medio camino entre la leyenda y la historia, la devoción y el disfrute colectivo, cada mes de septiembre, bastetanos y accitanos compiten en singulares carreras, ora en negro afrenta ora en ocre desencanto: es la fiesta del Cascamorras. Más que una singularidad, es la demostración de que mantener tradiciones se convierte en el fermento de la convivencia en paz. El marco, para que todo sea inigualable, es un patrimonio natural de impresión, como el del Geoparque de Granada, y otro histórico tan amplio, en ambas localidades, que no hay civilización hispana que no esté representada en él.

Nos toca echar un rápido vistazo a dos núcleos de población, apenas separados por una cincuentena de kilómetros, cada uno con su propia historia y su carácter diferencial. También es de rigor sobrevolar esa exuberancia que es el Geoparque de Granada, denominación otorgada por la UNESCO, donde se dan la mano geología, arqueología, cultura y equilibrio ecológico. Mucho empeño que deja una primera intención: hablar de todo, sí, pero seguros de que habremos de volver a esa Granada que conocieron argáricos, fenicios, íberos, romanos, godos, musulmanes… Desde el calcolítico hasta nuestros días, vaya. Poco a poco, pues.

El Geoparque de Granada es Geoparque Mundial de la UNESCO desde el 10 de julio de 2020. Se asienta en los 4.722 kilómetros cuadrados que en los mapas de geografía podemos ver como las hoyas de Baza y Guadix; alberga, como explican sus promotores, “uno de los mejores registros geológicos continentales de los últimos cinco millones de años” –como poco, añadimos–; y es un libro abierto escrito por un río sin salida al mar, que cedía sus aguas a un gran lago y aportaba recursos a los grandes mamíferos del cuaternario y a los primeros representantes de la especie humana, por citar algunos ejemplos ‘recientes’.

 


EL GEOPARQUE DE GRANADA ALBERGA, «UNO DE LOS MEJORES REGISTROS GEOLÓGICOS CONTINENTALES DE LOS ÚLTIMOS CINCO MILLONES DE AÑOS»


 

Sus distintos paisajes y lugares de interés dejarán hoy al viajero casi sin aliento. Si pensamos en cárcavas, ahí tenemos inmensas áreas como las de la Rambla del Moral, las de Gorafe, las del Marchal o las del Negratín, estas últimas con su impresionante mirador. Claro que, si hablamos de miradores, nada tan espectacular como la altísima montaña-isla Cerro Jabalcón, con sus casi mil quinientos metros de elevación, cuyas vistas abarcan prácticamente todo el geoparque. Pie a tierra, formaciones poco comunes, como sismitas y lavas almohadilladas, yacimientos paleontológicos, restos megalíticos, hábitats trogloditas… Y “hasta el infinito y más allá”, que sería imperdonable olvidarse de las actividades de astroturismo como las que promueven desde Los Coloraos. Rutas, centros de interpretación, empresas de turismo sostenible… incluso gastronomía y alojamientos singulares, para que no falte de nada.

Baza es heredera de la antigua e importante Basti, que dio nombre a la región íbera de Bastetania. El Cerro Cepero, donde se encontraba, está poco menos de tres kilómetros del núcleo urbano actual y es un rico yacimiento de restos íberos y romanos, sobre todo, pero también visigodos y bizantinos, lo que indica actividad humana desde del siglo VII a. de C. hasta bien entrada nuestra era. El hallazgo estrella en estos lares es la Dama de Baza, escultura íbera del siglo IV a. de C., labrada en piedra caliza policromada, cuyo original está en el Museo Arqueológico Nacional, pero que tiene hasta su propia fuente en la localidad granadina. Para los romanos, era un territorio rico en minerales; los árabes lo vieron como zona de cultivo y dotaron la zona de acequias y aljibes; y, conquistas, reconquistas y levantamientos de por medio, un recaudador de Felipe II, un tal Miguel de Cervantes, llegaba a Baza a principios de septiembre de 1594 para reclamar al ayuntamiento una deuda por impuestos reales de 34.000 maravedíes. El hito histórico tiene la gracia de que era el primer lugar que visitaba el esforzado alcabalero para intentar cobrar las deudas en varios lugares del Reino de Granada y Andalucía, que por aquel entonces eran divisiones administrativas distintas.

Sin duda, la visita a los baños árabes (s. XIII), cuya rehabilitación obtuvo el Premio Nacional de Arqueología en 2009, es una de las imprescindibles para quien visita Baza. El interés por las culturas precedentes tiene sus puntos de interés en el Museo Municipal, básicamente arqueológico, que ocupa dos edificios históricos del s. XVI; y en el Centro de Interpretación de la Cultura Íbera, ubicado en la iglesia del antiguo Monasterio de San Jerónimo (s. XVI). La Fuente de los Caños Dorados (s. XVII) es un antiguo abrevadero y parada obligada del Cascamorras en su carrera hacia la iglesia-convento de la Merced (s. XVI), donde está la imagen de la Virgen de la Piedad, patrona de Baza y motivo de discordia (y hermanamiento) con los accitanos. A mayores de su casco histórico, que es bien de interés cultural, la localidad cuenta con barrios de un blanco resplandeciente, solo roto por el rojo vivo de las giraldillas, varios de ellos con las casas-cueva que propició el éxodo rural de finales del siglo XIX a su área urbana.

 


UN RECAUDADOR DE FELIPE II, UN TAL MIGUEL DE CERVANTES, LLEGABA A BAZA EN SEPTIEMBRE DE 1594 PARA RECLAMAR AL AYUNTAMIENTO UNA DEUDA POR IMPUESTOS REALES


 

Guadix, como toda una amplia zona de Andalucía Oriental y Levante durante la Edad de Bronce, formó parte de la cultura argárica. En esta época, hace unos cuatro mil años, tienen probablemente su origen las casas-cueva accitanas, aunque originalmente serían almacenes o establos. Los íberos dotaron a Acci de estructura urbana y los romanos fundaron la Colonia Iulia Gemella Acci, seguramente en favor de algunas legiones de Julio César, de cuya importancia da muestra que tuviese su propia casa de moneda y un recientemente descubierto teatro con capacidad para 2500 espectadores. Dada su imponente alcazaba (s. X), es razonable que la Wadi Ash andalusí tuviera un destacado valor, sobre todo, nos dice la historia, para Abderramán III. Con la conquista castellana, el topónimo empieza a parecerse al Guadix actual (el sonido del nombre árabe es muy similar) y las mezquitas a convertirse en catedral o iglesias.

 


LOS ROMANOS FUNDARON LA COLONIA IULIA
GEMELLA ACCI, DE CUYA IMPORTANCIA DA MUESTRA QUE TUVIESE SU PROPIA CASA DE MONEDA Y TEATRO


 

La alcazaba, claro, llama la atención en cuanto se llega a Guadix. Es una impresionante mole de tonos rojizos situada en la parte alta de la localidad. Imprescindible la visita, que es guiada (y se agradece). El viajero tiene cita también con dos magníficas casas señoriales, los palacios de Peñaflor y de Villalegre, ambas del siglo XVI. La primera destaca por su balcón esquinado y su estructura, que sedujo al mismísimo Napoleón Bonaparte cuando anduvo dando guerra por esta parte de Europa. La segunda tiene una fachada llamativa, con dos torreones y dos grandes escudos, y un armónico patio mudéjar. En cuanto a los edificios religiosos, es mención obligada la catedral de la Encarnación (ss. XVI-XVIII), donde la estética de su portada barroca compite con la fuerza de su torre de San Torcuato y sus quince campanas, y la iglesia de la Concepción (s. VXII), construida en pleno centro de la Colonia Iulia Gamella y sobre unos señoriales baños romanos. La existencia de un iglesia-cueva, en el barrio de las Cuevas, la llamada Ermita Nueva, ya indica lo presentes que están este tipo de estructuras troglodíticas en la vida accitana. Se calcula que hay unas 2.000 viviendas de este tipo habitadas actualmente, que a fresquitas en verano no las gana nadie. El paseo por el barrio es sorprendente y el centro de interpretación de la plaza del Padre Poveda, una gozada.

GUADIX DE CINE

“De cine” es uno de los apelativos que se le adjudican a Guadix. Una sesentena de películas, si es que alguna no se nos ha escapado en el recuento, han rodado ahí algunos de sus exteriores. Y es verdad que hay un buen número de “spaghetti westerns”, dicho sea sin el más mínimo atisbo de menosprecio, como Hasta que llegó su hora, El bueno, el feo y el malo, La muerte tenía un precio o Cien rifles (muchos se acordarán de la ducha de Raquel Welch bajo el aljibe de la estación); pero no es menos cierto que hay otros títulos que seguramente no se imaginan muchos aficionados al cine, como Doctor Zhivago, El león de invierno, Rojos o Indiana Jones y la última cruzada. La estación de Guadix y, sobre todo, la locomotora de vapor RENFE 140-2054 (1928), más conocida como la “Guadix” o la “Baldwin” y que sigue operativa, han tenido papel protagonista en la mayoría de esos largometrajes. Y ahí están, al alcance de todos, para el disfrute de cinéfilos y amantes de los ferrocarriles… ¡de los de antes!

Casco histórico y puerto pesquero. El multicolor casco histórico «conserva la planta típica de una ciudad de reconquista, con urbanismo en parrilla».

PARA NO PERDERSE

El encierro del Cascamorras. Análisis de las fiestas de Granada.
Demetrio E. Brisset Martín. Gazeta de Antropología (1983).

Geoparque de Granada. Cuando el paisaje es solo el principio.
Geoparque de Granada. UNESCO Global Geopark

Guadix de cine. Rutas turísticas.
Diputación de Granada. Filmin Granada.

Cárcavas de Gorafe o 'los Coloraos' desde el mirador de Don Diego. FOTO CEDIDA POR GEOPARQUE DE GRANADA
Barro de Santiago, en Baza. FOTO WEB AYUNTAMIENTO DE BAZA
Baños árabes en Baza (s. XIII). FOTO WEB AYUNTAMIENTO DE BAZA
Fuente de los Caños Dorados.
Dama de Baza, el hallazgo estrella de estos lares.
Catedral, alcazaba y barrio de Cuevas (al fondo). FOTOS CEDIDAS POR TURISMO DE GUADIX
Teatro romano de Guadix (s. I d. de C.).
Palacio de Peñaflor (s. XVI).

INFORMACIÓN

Geoparque de Granada
Servicio de Información Turística
Tel.: 615 669 732
[email protected]
https://www.geoparquedegranada.com/

Oficina de Turismo de Baza
Alhóndiga, 1, Baza
Tel.: 958 861 325
[email protected]
https://www.bazaturismo.com/

Oficina de Turismo de Guadix
Plaza de la Constitución, s/n, Guadix
Tel.: 958 662 804
[email protected]
www.guadix.es

ALOJAMIENTO

Balcones de Piedad
(Casas-cueva a medio camino entre Baza y Guadix)
Los Balcones – Bácor (Guadix)
Tel.: 649 908 906
[email protected]
https://cuevasbalconesdepiedad.es/

RESTAURANTES Y TAPEO

  • Brasería La Tinaja
    Carretera de Baza, 77, Guadix
    Tel.: 958 662 877
  • La Bodeguilla
    Doctor Pulido, 4, Guadix
    Tel.: 673 62 28 78
  • La Noria del Duende
    Ada. de Murcia, s/n, Baza
    Tel.: 607 624 297
  • Mesón Pata Negra
    Carretera Caniles, 109, Baza
    Tel.: 692 006 630

EL CASCAMORRAS
2024

Fiesta de Interés Turístico Internacional

Baza, 6 de septiembre; Guadix, 9 de septiembre

Cuenta la tradición que un albañil o labrador accitano, según versiones, llamado Juan Pedernal, se topó en tierras bastetanas con una imagen de la Virgen María mientras removía unos escombros o trabajaba el terruño. La acción se sitúa al poco tiempo de la conquista de Baza por los Reyes Católicos y hay quien afina hasta fecharlo en 1490; es decir, un año después de que el Cid Hiaya, tras una tenaz resistencia, capitulase en favor de las tropas cristianas.

Cascamorras en Baza. Cascamorras en Guadix, Plaza Constitución. FOTO CEDIDA POR TURISMO DE GUADIX FOTO WEB TURISMO DE BAZA

Vueltos a Juan Pedernal, este se quiso llevar la imagen a su pueblo, Guadix, pero los habitantes de Baza se lo impidieron diciendo que prevalecía su derecho a quedarse con ella, por haberse encontrado en su territorio, frente al derecho del que la encontró. En la trifulca tuvo que mediar la justicia, que dio la razón a los bastetanos, pero con la condición de que estos permitiesen a los accitanos honrar a la Virgen de la Piedad, que así se llamó la advocación, una vez al año.

Más allá de esa mezcla entre historia y leyenda, sí se sabe que la comitiva religiosa que debía ir de Guadix a Baza, para estar ahí el día de su patrona, el 6 de septiembre, se fue quedando en unos pocos esforzados, que trasladaron la idea de que si conseguían llegar a la iglesia de la Merced, donde está la imagen, sin ser interceptados por los locales, se podían llevar a La Piedad a su pueblo. No lo lograron nunca, así que a su vuelta a Guadix les caía una buena reprimenda.

Hoy, y desde hace muchísimos años, las gentes de Baza esperan la llegada del Cascamorras accitano, designado para intentar la hazaña, con botes de pintura negra, menjunje que le van lanzando en los tres kilómetros de su recorrido desde el paraje de Arrodeas a la iglesia. El reto, de imposible logro, es que llegue a meta sin mancha y así se pueda llevar consigo la imagen. El resultado de la carrera es obvio: todo el mundo queda embadurnado.

Vuelto el Cascamorras a Guadix tres días más tarde, los reproches de sus paisanos se concretan en recipientes de pintura ocre con los que persiguen y salpican al emisario, por no lograr su misión de rescatar a La Piedad. Obvio, también: todos pintados de cabeza a pies.

Lo que ha separado una trifulca medieval, queda de nuevo unido cada año por litros de pintura. Cabe añadir que el candidato a Cascamorras tiene que estar en forma, porque las carreras, los empujones y, sobre todo, las llamadas “juras de bandera” –el Cascamorras haciendo girar la bandera multicolor, de cuyo mástil también penden los lazos que las hermandades y agrupaciones ofrecen a la Virgen, por encima de las cabezas de los perseguidores–, requieren un cierto entrenamiento. Para la diversión de propios y visitantes, no hay que entrenarse; solo tener en cuenta que la vestimenta los días seis y nueve de septiembre debe ser… ¡de usar y tirar!

Cascamorras en Guadix, Plaza Constitución. FOTO CEDIDA POR TURISMO DE GUADIX

La villa joiosa. Desembarco entre colores

AL ENCUENTRO

LA VILA JOIOSA

DESEMBARCO ENTRE COLORES

Textos y fotos: JESÚS ORTÍZ

Casco histórico desde el mar.

Hablamos de La Villa Alegre, si traducimos el topónimo valenciano, que la evolución lingüística ha llevado al Villajoyosa más internacionalmente conocido. Aunque hay quien discrepa sobre el origen del nombre, no suele haber controversia en la gozada que es caminar por las callejas de su casco histórico llenas de vida, nada de zonas mantenidas artificialmente para el turismo, con las bien cuidadas fachadas de sus estrechas casas, que se empeñan en delimitar espacios marcados en granates intensos, índigos, verdes suaves, ocres, malvas… Alegres son también sus fiestas, con el tradicional Desembarco, «guinda» tan divertida como ruidosa al «pastel» de sus Moros y Cristianos.

Quien sienta curiosidad por lo del adjetivo alegre asociado a un pueblo (vila), es posible que se quede con la duda. Como en tantas otras ocasiones, ni los expertos en toponimia están de acuerdo en por qué se ha llegado hasta ahí. Desde un origen fundacional por parte jónicos (Vila Joniosa) o procedentes de Jonia, lo que hoy conocemos como Grecia Asiática (Turquía en su parte continental), hasta que proviene de una especie de acción publicitaria medieval para seducir a los colonos que querían establecerse en la zona, una vez eliminada la alarma de las temibles razias (algo así como «ven aquí con tu familia, que todo es alegría»), la etimología del nombre genera teorías de todo tipo.

Alonis (o Alone) fue un asentamiento íbero de cierta importancia. Su ubicación, muy probablemente, se corresponde con la actual Villajoyosa, donde los recién llegados encontraban buenas razones para quedarse: un promontorio fácilmente defendible junto a uno de los pocos ríos de la zona, el Amadorio, buenos fondeaderos, estupenda playa para trasegar con viajeros y mercancías, abundantes terrenos de cultivo, corona montañosa en el entorno… Un clásico «lo tiene todo». Las primeras referencias escritas de las que se tiene noticia son del siglo I a. de C., pero las necrópolis del Poble Nou y la de les Casetes, en el núcleo urbano vilero, tienen tumbas del siglo VI a. de C. (fueron utilizadas sin interrupción hasta el siglo V d. de C., más de 1.000 años) y en ellas se han encontrado objetos fenicio-púnicos y griegos que dan fe de la procedencia de algunos de los que allí decidieron instalarse por razones comerciales… ¡o porque era un lugar muy alegre (emoticono de guiño)!

 


LO DE «PUEBLO ALEGRE» (‘VILA JOIOSA’) PUEDE PROVENIR DE UNA ESPECIE DE ACCIÓN PUBLICITARIA MEDIEVAL PARA SEDUCIR A LOS COLONOS


 

Tampoco escapó el lugar al interés de los romanos, que hicieron a Allon municipium en tiempos de Vespasiano y que dejaron testimonio de su presencia en infinidad de restos que están dando continuas alegrías a los arqueólogos: termas encontradas en el mismísimo centro urbano, campamento militar del tiempo de las Guerras Sertorianas (83-72 a. de C.) y la fosa que lo rodeaba, villas, mosaicos o monumentos como la torre funeraria de San Josep (s. II d. de C.); enseres y construcciones que han sobrevivido a las numerosas incursiones de los piratas berberiscos, la Guerra de Secesión o a las nefastas actividades de las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia, entre otros hechos históricos poco o nada edificantes.

La Vila medieval, su fundación, mejor dicho, hace pensar que tras la ocupación romana no hubo un núcleo godo o islámico de importancia o que hubiese generado interés en alguna de las muchas crónicas de conquista y reconquista conservadas, que citan a muchas poblaciones de los alrededores. Así que, mientras no haya descubrimientos que nos hagan cambiar el relato histórico, cabe pensar que poco o nada había cuando el capitán general de la escuadra aragonesa, Bernat de Sarriá, compró los terrenos a la Orden de Santiago en 1293 y decidió establecer una población cristiana en un territorio rodeado de núcleos urbanos que se habían significado en las revueltas contra el Reino de Valencia en años anteriores.

A partir de ahí, tras la concesión de una carta pobla (privilegio de población) y la llegada de colonos procedentes de Cataluña y Aragón, fue creciendo la «villa alegre» y su hoy multicolor casco histórico que, como cuenta en su crónica el Ayuntamiento vilero, «conserva la planta típica de una ciudad de reconquista, con urbanismo en parrilla, caracterizado por calles largas que descienden hacia el mar en paralelo a las murallas y otras que las cruzan perpendicularmente». Hablando de murallas, las medievales fueron sustituidas por las que mandó levantar Felipe II, parte de las cuales siguen hoy en pie, dado el «trabajo» que dieron en el siglo XVI las incursiones de los piratas berberiscos a los vileros y las guarniciones allí destacadas, con la misión de defender la costa alicantina.

El Vilamuseu, de obligada visita para todo aquel que quiera recorrer y sumergirse en la historia vilera, tiene pequeñas, pero muy interesantes, colecciones y documentales de lo que la arqueología va descubriendo en esas tierras que antes ocuparon íberos, fenicios, cartagineses, romanos y colonos de la corona de Aragón. Y cuando hablamos de inmersión, es casi textual si el viajero tiene la oportunidad de disfrutar la exposición sobre el Bou Ferrer y su carga de lingotes de plomo y ánforas llenas de garum. Hablamos de un mercante hundido en la costa de la romana Allon en el siglo I d.C., que es hoy un pecio de singular importancia a poco menos de un kilómetro de la costa de Villajoyosa.

 


LOS ROMANOS HICIERON A ALLON ‘MUNICIPIUM’ EN TIEMPOS DE VESPASIANO Y DEJARON TESTIMONIO DE SU PRESENCIA EN INFINIDAD DE RESTOS


 

A pesar de algunos expolios, se han logrado localizar tres mil ánforas con unos cuarenta kilos de salsa de pescado cada una y una docena de lingotes de plomo de sesenta y cuatro kilos cada cual, cuyas inscripciones permiten suponer que el cargamento era un encargo de Nerón. La madera del barco, seguramente construido en Nápoles, se mantiene en buenas condiciones y ha permitido conocer algunas técnicas de construcción naval del Imperio Romano. Bou y Ferrer, que han dado nombre al pecio y al barco, son los apellidos de dos buceadores deportivos del Club Náutico vilero que descubrieron los restos del naufragio en 1999.

La Barbera dels Aragonés es otro espacio museístico interesante. Es una casa de campo del siglo XVII que acabó transformándose en un palacete romántico. Ahí se pueden ver muebles y enseres del siglo XIX de diferentes estilos, desde isabelino y alfonsino al art decó, que conforman un viaje al pasado y a las costumbres de una época. Para quien se pregunte el porqué de la torreta, recuerde los ataques berberiscos, también de bandoleros, así que funcionaba como punto de vigilancia. Otro edificio interesante es la actual sede de la Oficina de Turismo vilera, que se encuentra en la céntrica y peatonalizada calle Colón, casi enfrente del Vilamuseu. Lo mandó construir en 1930 el industrial pesquero Vicente Lloret, que de sus viajes solía traer especies vegetales exóticas, como las dos enormes araucarias que hoy jalonan la entrada principal.

 


BERNAT DE SARRIÁ DECIDIÓ ESTABLECER UNA POBLACIÓN CRISTIANA, LA VILA, EN UN TERRITORIO RODEADO DE NÚCLEOS URBANOS ISLÁMICOS


 

Ya que citamos la información turística, algo que llama la atención en La Vila es el esfuerzo porque esta sea lo más inclusiva posible, con la incorporación en los paneles explicativos de los textos en versión «lectura fácil». Es decir: frases cortas de comprensión muy sencilla que resumen lo que los contenidos en español, valenciano, inglés o braille dicen. Algo que, a buen seguro, entusiasmará a los responsables de la Fundación Aequitas del Notariado, comprometidos a promover este tipo de recursos.

Pedruscos y olivos son protagonistas de relatos, pasando del capítulo de la historia al de la leyenda, que permitirán al visitante ver las cosas con distintos ojos. Por ejemplo, la Olivera Grossa. Es un olivo milenario, al que calculan unos 1500 años de antigüedad, que está en la pedanía de Ermita de San Antonio. Tiene la consideración de Bien de Relevancia Local, pero el sambenito de que sus astillas dan suerte. Además, los viejos cuentos le tienen por caja fuerte de amores imposibles. Los inicios, como casi siempre en estos relatos: chica de familia cristiana y chico de familia árabe que se enamoran perdidamente y se dan cita cada noche bajo las ramas del olivo; familias que se oponen a su unión y último encuentro de los enamorados, dejando sus respectivos anillos, símbolo de su compromiso en secreto, entre los nudos del árbol, que desde entonces los custodia en su interior. En fin: al menos, la cosa no acaba en tragedia.

Un poco más terrorífica es una de las versiones de lo que pasa con la Roca Encantá, que también es Bien de Relevancia Local. Está en el camino que va al puente del salto d’en Gil, sobre el río Amadoiro, que forma parte además de la ruta de senderismo de la vuelta al Cantal. De sus grietas sale una bruja que se lleva a los niños que no se portan bien o que desoyen las instrucciones paternas de llegar a casa a una hora prudente. Algo así como el «hombre del saco», vaya. Pero también está el cuento amable, según el cual, quien sale de las grietas de la piedra, en noches de luna llena, es una dama que allí esperó al amor de su vida y que ahora aparece con cintas de colores prendidas en su sombrero. Quien logre mantener sujeta una de las cintas cuando la dama regrese a la roca, encontrará el amor verdadero. Y es que no hay una buena leyenda sin amores imposibles o «garantizados». Tampoco hay una buena historia de amor, hoy por hoy, en la que no medie el chocolate. Y de este dulce producto saben mucho en Villajoyosa desde el siglo XVIII. ¿Tienen el «valor» de descubrir por qué?

Playa central.
Casco histórico y puerto pesquero. El multicolor casco histórico «conserva la planta típica de una ciudad de reconquista, con urbanismo en parrilla».
Olivera grossa. Se le calculan unos 1.500 años de edad.
Muralla y torre de la iglesia fortaleza de La Asunción (ambas s. XVI).
Casa Museo La Barbera dels Aragonés (s. XVIII). FOTO: VILAMUSEU, CC BY-SA 4.0, VÍA WIKIMEDIA COMMONS
Ayuntamiento.
Casas colgadas sobre restos de la muralla (s. XVI).
Collar fenicio (s. VI o V a. de C.)
Murallas (s. XVI).
Maqueta del Bou Ferrer (Vilamuseu).

PARA NO PERDERSE

Sobre el nombre de la ciudad ibérica y romana de Villajoyosa y la ubicación del topónimo Alonís/Alonai/Allon.
Antonio Espinosa Ruiz.


 

La Vila Joiosa Colors.
Patronato provincial de Turismo de la Costa Blanca. Turismo de Villajoyosa.


 

Fiestas de Moros y Cristianos en honor a Santa Marta.
Agencia valenciana de Turismo. Patronato provincial de Turismo de la Costa Blanca. Turismo de Villajoyosa.

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo
Colón, 40
Tel.: 966 851 371
Whatsapp: 609 773 978
[email protected]
https://turismovillajoyosa.com/

Vilamuseu
Colón, 57
Tel.: 966 508 355
Visitas guiadas: 609 771 110
[email protected]
https://vilamuseu.es/

 


 

ALOJAMIENTO
Hotel Allon Mediterrania ****
Avenida del Puerto, 4
Tel.: 965 890 209
https://www.hotelallon.com/

 


 

RESTAURANTES Y TAPEO
Som de mar
Arsenal, 38
Tel.: 606 994 323

Zercafood
Colón, 21
Tel.: 691 605 129

La Placeta
Plaza Castelar, 4
Tel.: 620 040 492

El Posit
Avda. Puerto, 23
Tel.: 966 851 519

MOROS Y CRISTIANOS:

EL DESEMBARCO

Villajoyosa, del 24 al 31 de julio de 2024

Las fiestas de Moros y Cristianos de Villajoyosa tienen cerca de tres siglos de antigüedad y son de Interés Turístico Internacional desde 2003. Sobre todo, tienen la peculiaridad del Desembarco, que las hace diferentes a otras celebraciones de este tipo. La exposición sobre las fiestas y el Desembarco del Vilamuseu es una narración más que interesante.

La referencia histórica del ingente y divertido espectáculo de las naves moras llegando a la playa y las tropas cristianas intentando rechazarlas, a cañonazos, arcabuzazos y abundancia de pirotecnia por ambas partes, es uno de tantos asaltos berberiscos a las costas levantinas. En este caso, el 29 de julio de 1538, los vileros vieron acercarse unas cuarenta galeras con malas intenciones. La historia dice que fue definitiva la participación de los lugareños, en ayuda de algunos soldados, para salvar la situación. Y con participación destacada de las mujeres: «Las mujeres, según son de suyo belicosas, discurrían por la muralla sin temor, proveyendo de armas y municiones a sus maridos, y el rato que holgaban arrojaban sobre los turcos un granizo de piedras con que los derribaban aturdidos» (Gaspar Escolano, 1610). La tradición cuenta, además, que intercedió Santa Marta, razón por la que hoy es patrona de La Vila Joiosa, que promovió un vendaval para alejar las naves atacantes de la costa.

Imposible resumir el espectáculo del Desembarc mejor que la web de turismo local: «Del 27 al 28 de Julio, La Vila Joiosa vive su noche mágica. Parece una noche más de fiesta, la música suena en los cuarteles, pero a las 3 de la madrugada comienza el ritual. Las tropas moras van al puerto para embarcar en 35 galeras, en las que ondea la media luna […]. A las 4:30, en la Costera la Mar, a los pies de las murallas de la ciudad, tiene lugar “la Baixada dels Cristians” a la playa […]. La pólvora se convierte en protagonista y la tranquilidad de una noche de verano en la costa vilera se rompe con los arcabuces, cañones, pirotecnia…». Sí: han leído bien: de madrugada… Que La Vila no les invita para esta ocasión a dormir, precisamente.

Atacantes.
Defensores.
Fútbol femenino.

Alhama de Murcia. Entre termas y peleles

AL ENCUENTRO

Alhama de Murcia

Entre termas y peleles

JESÚS ORTÍZ
Castillo (s. XI) y murallas. Finca de naranjos en primer plano.
Puede estar seguro el lector de que la tranquilidad que hoy se respira en este recoleto rincón de la región murciana ya atrajo a todo el que recaló en Alhama de Murcia. Bueno: la tranquilidad, el fértil territorio del Valle del Guadalentín en que se encuentra, sus recursos defensivos en altura y un manantial de aguas salutíferas, que ya es atractivo en sí mismo. Restos arqueológicos, por tanto, para todos los gustos. No los encontrará el viajero, eso sí, de los peleles que protagonizan Los Mayos, paradigma de humor y de ironía. Para eso, y valga esto de invitación formal, hay que ir a Alhama el primer fin de semana de mayo.

En el municipio de Alhama de Murcia hablan alto y claro los espacios naturales. Para empezar, el Parque Regional de la Sierra de Espuña y la Sierra de Carrascoy, que tienen gran parte de su territorio en terrenos alhameños. Cita obligada también la Sierra de la Muela, que sirve de abrigo a la población; los Saladares del Guadalentín, humedales que son Lugar de Importancia Comunitaria y Zona de Especial Protección para las Aves, estupendo observatorio de estas, por lo tanto; y los singulares Barrancos de Gebas, para los que difícilmente se puede buscar un calificativo que no sea «paisaje extraterrestre».

El senderismo, los deportes al aire libre o el simple encuentro con distintos ámbitos naturales pueden ser un fin en sí mismos a la hora de proyectar una visita a estas tierras diseñadas por las corrientes fluviales. Para darse una idea, desde el propio centro de la población se pueden hacer varias rutas, como la del Cerro del Castillo, que parte de la Plaza Vieja, o la circular por la Sierra de La Muela, cuyo punto de inicio más habitual es el aparcamiento del cementerio municipal. En estos dos ejemplos, las vistas, una vez ganada cierta altura, son magníficas, aunque puede decirse que el sendero de La Muela se lleva la palma con dos miradores: el de su mismo nombre y el del Embalse de Algeciras.

 


DESDE EL PROPIO CENTRO DE LA POBLACIÓN SE PUEDEN HACER VARIAS RUTAS COMO LA DEL CERRO DEL CASTILLO O UNA CIRCULAR POR LA SIERRA DE LA MUELA


 

Claro que, si de lugares con panorámicas privilegiadas hablamos, todo alhameño que se precie dirá al viajero que no se puede ir sin haber estado en el Mirador de los Barrancos de Gebas. La carretera de montaña que llega hasta allí, y que se adentra ya en la Sierra de Espuña, se rodea de naranjos y limoneros en los primeros kilómetros para ir serpenteando distraídamente por pinares y cultivos en terraza. Entre el verde de los pinos, un poco más allá, emergen los primeros barrancos, como arrugas que se hubieran ido apoderando de una piel eterna. Al mirador se accede por un camino de tierra que sale de la pedanía de Gebas. A partir de ahí, con la vista perdida sobre siglos de erosión, solo queda el sonido del viento, de algún ave y del leve estremecimiento que impone el estar frente a un paisaje hermoso y extraño, que se vuelca en el azul lejano del Embalse de Algeciras.

Alhama, explican los etimólogos, viene del árabe al-hamma, cuyo significado es «el agua caliente». Aunque sea esta la denominación que ha llegado hasta nuestros días, es el legado romano, sin embargo, el que ha marcado la impronta de la población como lugar en el que aprovechar un manantial salutífero para aliviar diversos males o, simplemente, para relajarse con un buen baño. O sea, y que sepamos a ciencia cierta –porque en los alrededores hay restos de otras culturas anteriores–, nos hablan más de dos mil años de historia desde la profundidad de las instalaciones balnearias que nos legaron los tiempos de la Pax Romana. El pueblo musulmán, como ha hecho en otros muchos lugares de la Península Ibérica, se limitó a utilizar las instalaciones con algún mínimo acomodo adecuado a sus costumbres y cultura.

Lo que hoy es el Museo Arqueológico Los Baños permite al visitante moverse con comodidad por las distintas estancias que componían el complejo romano –también el musulmán, al fin y al cabo y dado que utilizaron los mismos espacios– observando sus diferentes utilidades. Es digna de mención la adaptación de los restos arqueológicos a espacio museístico, que incluso ha podido desarrollar zonas destinadas a exposiciones temporales. Una adaptación, por cierto, que partía de un punto complicado, porque en 1848 se construyó sobre el complejo romano el Gran Balneario Hotel, que gozó de prestigio, pero que se convirtió en hospital durante la Guerra Civil y fue demolido en 1972.

El castillo, de finales del siglo XI, es el que citó el geógrafo Al-Idrisi hacia 1150 cuando describió la ruta que llevaba desde Murcia hasta Almería, indicando que esta pasaba por Hisn al-Hamma (Castillo del Agua Caliente). Su cometido era dominar la vía de comunicación entre Levante y Andalucía y cuentan las crónicas que fue una plaza difícil de conquistar durante la dominación islámica e, incluso, tras la ocupación cristiana, ya mediado el sigo XIII. Su paso de manos aragonesas a castellanas, con alguna trifulca bélica de por medio, y la poca atención por parte de sus últimos propietarios, los sucesores del marquesado de Los Vélez, trajeron consigo el deterioro en que se encontraban sus restos cuando se inició su recuperación a finales del siglo XX.

 


TODO ALHAMEÑO QUE SE PRECIE DIRÁ AL VIAJERO QUE NO SE PUEDE IR SIN HABER ESTADO EN EL MIRADOR DE LOS BARRANCOS DE GEBAS


 

Previo al levantamiento del hisn, los pobladores islámicos construyeron la aldea fortificada de Las Paleras, objeto de actuación arqueológica desde 2006, que se sitúa a un lado de la zona ocupada por el castillo y en el propio cerro. Su edificación se llevó a cabo entre los siglos VIII y IX, unos doscientos años, por tanto, antes que la alcazaba, y se abandonó tras un violento incendio mediado el siglo X. Su singularidad estriba en que se trata de un lugar que no estuvo previamente ocupado, o al menos no se han encontrado evidencias de otros asentamientos, y tampoco se ocupó después. Algún cronista de la época identificó la aldea como la «fuente de Satán», quizás por su proximidad con la sima del Vapor, de 85 metros de profundidad, en cuyo interior hay más de 40 grados y cuya humeante presencia se observa cuando la temperatura exterior es baja.

Alhama de Murcia, por lo demás, es un sitio tranquilo, decíamos al principio, cuya vida transcurre en torno al Museo de los Baños, la vecina iglesia de San Lázaro, del siglo XVIII, pero construida sobre una antigua edificación cristiana, la Plaza Vieja y su centro cultural, establecido en un caserón del siglo XVIII, y la Avenida de la Constitución, donde reina el ayuntamiento y se deja ver el Jardín de los Mártires.

 


CON LA VISTA PERDIDA SOBRE SIGLOS DE EROSIÓN, ANTE LOS BARRANCOS SOLO QUEDA EL SONIDO DEL VIENTO, DE ALGÚN AVE Y DE UN LEVE ESTREMECIMIENTO


 

Para quien tenga interés por profundizar un poco más en la historia y la cultura del municipio, siempre sin perder de vista la exuberancia natural que rodea cualquier rincón, las distintas pedanías pueden ser puntos de referencia. En la Sierra de Espuña hay dos: El Berro y Gebas. La primera, con restos de asentamientos musulmanes de los siglos XII a XIV y con su peculiar Auto de los Reyes Magos –se celebra en enero, lógicamente–, que es un pequeño sainete en que participan todos los vecinos. La segunda, con diversas estructuras hidráulicas, algunas de ellas medievales, y un yacimiento de origen romano en el que se está empezando a actuar.

En la Sierra de Carrascoy está El Cañaico, con su yacimiento íbero de La Pita (s. IV a. de C.) y restos de elementos defensivos de los siglos XIII y XIV. En zona algo más llana, cerca de los Saladares, Las Cañadas, donde el yacimiento de Venta Aledo hace pensar en un importante asentamiento romano. Y casi en la orilla del Guadalentín, La Costera, que es la pedanía más extensa de Alhama y cuenta también con restos arqueológicos romanos y medievales.

Si los paseos por senderos y rutas, empapado el caminante de naturaleza y cultura, mandan un descanso para reponer fuerzas, está en un lugar que ha hecho de la industria chacinera su forma de vida y donde el arroz con conejo y las migas marcan la diferencia. Estas últimas tienen, incluso, su broma local… o eso parece. Preguntados varios alhameños por algún restaurante o mesón donde se hagan unas buenas migas, la respuesta es coincidente: «solo hacemos migas cuando llueve». Afortunadamente, en fin, se pueden acabar degustando sin necesidad de abrir el paraguas.

Patio particular en la Avda. de Cartagena.
Panorámica desde el Mirador de los Barrancos de Gebas.
La Plaza Vieja es el antiguo centro social, político y económico de Alhama desde el siglo XIV. En ella se encuentran el Centro Cultural (en casa del s. XVIII) y el inicio de la Ruta del Cerro del Castillo.
Acceso al Museo Arqueológico con San Lázaro al fondo.
Calle Larga con la casa blasonada de la Tercia (a la derecha).
Iglesia de San Lázaro (s. XVIII).
Sala central de los baños romanos (s. I, Museo Arqueológico).

PARA NO PERDERSE

Red de senderos de Alhama de Murcia. Ayuntamiento de Alhama de Murcia. Concejalías de Turismo y Medio Ambiente.
Alhama de Murcia: patrimonio cultural y natural. Ayuntamiento de Alhama de Murcia.
Los Mayos con los cinco sentidos. Ayuntamiento de Alhama de Murcia. Concejalía de Turismo.

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo
Plaza Constitución, 10
Tel.: 968 633 512
[email protected]
https://ayuntamiento.alhamademurcia.es/
https://www.fiestadelosmayos.es/


ALOJAMIENTO

Hotel La Mariposa * (rural)
Carretera RM-515 (Gebas)
Tel.: 968 668 032
[email protected]
www.hotellamariposa.com

Hotel Julián *** (urbano)
Av. Ginés Campos 35/37
Tel.: 968 636 133
[email protected]

RESTAURANTES Y TAPEO

El Mirador de Gebas
Camino del Mirador de los Barrancos de Gebas
Tel.: 968 633 644
[email protected]
https://elmiradordegebas.com/

El Chaleco
Avenida de Cartagena 9
Tel.: 968 630 104
https://elchalecorestaurante.com

Casa El Lobo
Av. Cartagena, 54
Tel.: 968 639 596
https://www.restaurantecasaellobo.com

FIESTA DE LOS MAYOS

Del 1 al 5 de mayo de 2024

Ambiente en los Mayos. - FOTOS DE LA OFICINA DE TURISMO DE ALHAMA DE MURCIA -

La Fiesta de los Mayos no es una tradición de esas documentadas desde los albores de los tiempos, porque su referencia más antigua es de principios del siglo XX, pero está tan fuertemente arraigada que es la fiesta por excelencia de la localidad y desde 2018 de Interés Turístico Nacional.

Muy sintéticamente, como cuentan en la web de la fiesta, «consiste en la colocación, en la puerta de las casas, de peleles o monigotes vestidos con viejas ropas de la casa y la cara pintada con rasgos humanos. Los temas básicos que se tratan suelen ser tres: la recreación de antiguos oficios ya desaparecidos y que eran típicos de Alhama; la representación de escenas de la vida cotidiana, tratadas por lo general en clave de humor y, por último y las más celebradas, las escenas satíricas que con agudeza crítica ponen de manifiesto problemas o temas puntuales de actualidad».

No se trata, por tanto, de que en «la plantá» de los peleles –que tiene lugar durante la madrugada del sábado y hasta el mediodía– se ponga un solo muñeco, sino que cada «mayo» debe componer una escena. Y cada uno de los personajes lleva un cartel que es como su parte del diálogo que este establece con los demás o que lo identifica con quien representa, sobre todo en las composiciones más irónicas. Los vecinos que deseen participar en el concurso con sus Mayos pueden optar a tres categorías: el más ingenioso en su crítica, el más original o el más representativo de las costumbres y cultura locales.

El ambiente de fiesta se completa con los Corremayos, que son los vecinos y visitantes ataviados con una saya de rombos multicolor, similar a la vestimenta que usa el personaje del arlequín en la comedia italiana. Varias puntas de esos rombos están rematadas por cascabeles, con lo que el movimiento de cada Corremayos va acompañado del indefectible tintineo. Su desenfadado desfile por las calles de Alhama, acompañados de charangas, llega a congregar a varios miles de participantes. Por diversión, claro. Y porque siempre está al final la paella, gigantesca, que el ayuntamiento ofrece a los que se han vestido de rombos y cascabeles.

Actuación arqueológica.
Corremayos.
Fútbol femenino.

Baiona, punto de reencuentro

AL ENCUENTRO

La reproducción de la Pinta, visitable, es como un pequeño museo que muestra personajes y enseres de finales del siglo XV.

BAIONA

Punto de reencuentro

JESÚS ORTÍZ

Fotos: Jorge Alonso @Cocodrilodos

Los lugares en los que cualquier ser humano siente, cuando en ellos recala, que lo que le rodea es amigable, reconocible, que le brinda protección, son los que ponen en su boca el indefectible «¡estamos en casa!». Imagínese ahora el lector varios meses de navegación a vela, un viaje a lo desconocido, un final de etapa de lo más complicado y, por fin, el calor de un puerto y sus gentes. Martín Alonso Pinzón y la tripulación de la Pinta, en marzo de 1493, llegaron a Baiona con todo ese bagaje de sensaciones: los primeros testigos del encuentro de Europa con América habían llegado a casa.
Caballos salvajes en la Serra da Groba.

La primera impresión que el viajero puede tener de Baiona es que se trata de un bastión defensivo, de la típica villa marinera gallega o de ambas cosas a la vez. Y tendrá razón sea cual sea la respuesta elegida. Lo que quizás no imagine, salvo que su punto de encuentro con la localidad bayonesa sea Baíña, en la Serra da Groba, es que también puede definirse como tierra de caballos. Y así, casi sin despeinarnos, entre este párrafo y la entradilla, ya le hemos dado cuatro buenas razones para visitar este discreto extremo sur de las Rías Baixas: primer párrafo de la pieza informativa que dio cuenta al mundo de la existencia de América, lugar con encanto de tradiciones pesqueras, posición óptima para proteger la zona de incursiones piratas y naturaleza salvaje en la que campan a sus anchas los equinos, como hace unos cuatro milenios, que sepamos.

El Outeiro dos Lameiros, en la citada Baíña, nos permite comenzar a ver Baiona en un orden cronológico. Ahí, entre la treintena de rocas que exhiben sus petroglifos esquemáticos o simbólicos, una losa casi vertical muestra más de setenta figuras de caballos, que es como una foto prehistórica de lo que los ojos del viajero del siglo XXI pueden ver en la naturaleza circundante; porque los caballos, en efecto, corretean o pastan libres en las proximidades y por donde quiera que se mire como hace, al menos, cuatro mil años. Hay dos grabados de esta losa que llaman la atención de los estudiosos: una única figura humana sobre uno de los caballos y una imagen más grande ovalada –esa a la que el gracejo popular ha denominado «el rodaballo»–. Descartado que esta última sea prueba de una visita extraterrestre (procede aquí un emoticono con gesto bulón), cabe suponer que lo que probablemente quisieron representar los autores es un corro o cercado en el que se agrupa ocasionalmente a los caballos, como los que se utilizan en la actualidad cuando tiene lugar la tradición de la rapa das bestas en varias localidades gallegas. El jinete, según esta interpretación, sería el que conducía a la manada hacia el corro y muestra que ya se había domesticado al caballo durante la Edad de Bronce en tierras gallegas.

 


UNA LOSA CASI VERTICAL EN EL OUTEIRO DOS LAMEIROS MUESTRA MÁS DE SETENTA FIGURAS DE CABALLOS, UNA DE ELLAS CON UN JINETE


 

Se puede disfrutar en estos parajes de una estupenda y sencilla ruta senderista, que sube suavemente hasta unos trescientos metros de altura, donde los panoramas sobre el mar, la villa y las islas Cíes y Estelas son auténticos espectáculos. A medio camino entre la playa de Santa Marta, que es de donde parte la senda, y el alto, está la estación arqueológica de Outeiro dos Lameiros y la losa descrita, bien señalizadas y accesibles ambas. Los tres kilómetros recorridos hasta ese punto, siguiendo el camino fluvial del Río Baíña, ya merecen la pena. Otros tres más, pasando por escaparates de la naturaleza como el Encoro (embalse) de Baíña, y el paisaje regala todo tipo de estímulos multisensoriales. Hablamos de unos 12 kilómetros en total en una ruta circular.

El Monte Boi, o Monterreal, es como una pequeña península que se abre paso entre playas, las de la Ribeira y la Cuncheira, en la que la misión defensiva se convirtió en santo y seña de su identidad y dio razón de ser a Baiona o Erizana, como era conocida la localidad en tiempos de la ocupación romana. Aunque es complicado saber con cierta precisión cuándo se construyeron las primeras fortificaciones, porque los distintos pobladores destruían primero las defensas existentes y utilizaban luego los materiales para levantar una nueva muralla (lo de siempre, vaya), sí hay muestras de que antes de nuestra Era ya estaban presentes los primeros muros defensivos.

Fue a partir de una Carta Puebla de Alfonso IX de León, fechada en 1201, cuando el fortín empezó a cobrar mayor trascendencia, al ser considerada Baiona un puerto real y tener creciente importancia su desarrollo pesquero y comercial, lo que incentivó los intentos de rapiña. Desde mediados del siglo XX, en que el Estado español adquirió el hoy denominado Parador Conde de Gondomar, el recinto amurallado y el antiguo castillo se mantienen en buen estado de conservación y conviven con las reformas para uso hotelero. De las tres torres que dan fe de su historia, la más antigua de la que existen noticias, desde mediados del siglo X, es la del Príncipe, aunque fue reconstruida total o parcialmente por orden de Felipe II (s. XVI).

Baiona, en fin, ha vivido su Edad Media con numerosos sobresaltos (asaltos de portugueses e ingleses) y se vio en medio de alguna disputa, como la de Isabel de Castilla con Juana «la Beltraneja», al hacerse fuerte en el Monte Boi Pedro Madruga, partidario de Juana, pasando a cuchillo a los seguidores de Isabel. Desaparecido Madruga e inclinada la contienda a favor de Isabel, los Reyes Católicos viajan a Baiona, renombran la pequeña península como Monte Real y, lo que es importante, «sugieren» a los bayoneses que se trasladen al interior de la fortaleza, porque la villa «está poblada en lugar donde en los tiempos pasados que ovo guerras con gentes extranjeras recibieron mucho daño, é que agora e de aquí adelante cuando las semejantes guerras acaescieran la dicha Villa está en semejante peligro de aventura é porque para el remedio dello sería bien que la población de la dicha Villa se pasase é mudase a Monte de Buey que es junto con la dicha villa que agora Nos mandamos llamar Monte Real».

 


LOS REYES CATÓLICOS VIAJAN A BAIONA, RENOMBRAN LA PEQUEÑA PENÍNSULA COMO MONTE REAL Y «SUGIEREN» A LOS BAYONESES QUE SE TRASLADEN AL INTERIOR DE LA FORTALEZA


 

De nuevo, por tanto (ya había sucedido con anterioridad), queda Baiona pueblo como modesta y vulnerable ubicación de pescadores y marineros, contribuyendo a configurar el casco histórico que hoy conocemos. No se lo pierdan, tanto por su encanto de calles empedradas y soportales, donde a cada paso surge algún edificio laico o religioso digno de contemplar con calma, como por el ambiente de bares y restaurantes, lugares de vinos y tapeo que hacen del recorrido diurno una diversión y del nocturno todo un rito. Para que conste, este espacio urbano es Conjunto de Interés Histórico-Artístico desde 1993.

El Museo Casa De La Navegación es uno de esos sitios que sale poco en las guías a uso, pero que puede dar al visitante una idea básica de lo que es la historia de Baiona y su relación con la navegación atlántica. Ahí podemos saber, por ejemplo, alguna cosa más del marinero Diego Carmona y del grumete Vasco Gómez: los dos tripulantes bayoneses que consiguieron volver a España en la nao Victoria, formando parte de la primera expedición que dio la vuelta al mundo; o de Cristóbal García Sarmiento, piloto de la Pinta cuando la nave entró en el puerto que le había visto nacer. El museo está en el casco histórico, no es muy grande y se ve con comodidad. Conviene empezar por la planta baja, que está, como dice su folleto explicativo, «dedicada a la contextualización geográfica y al origen y evolución de la villa».

Impregnados de historia, y puesto que en Baiona se come muy bien (¡ay, ese arroz con bogavante…!), procede pasear lo más posible. Por el monte, como la ruta que indicamos para ir a la zona de los petroglifos, o por lugares más poblados. Ahí está el Paseo Marítimo, desde el que no se puede dejar de ver la reproducción de la Pinta, que permanece a resguardo desde 1993. La nave, visitable, es como un pequeño museo que muestra personajes y enseres. O la visita a la Virxe da Roca, obra del arquitecto Palacios: una escultura de 15 metros pensada inicialmente para ser faro; en la mano de la imagen hay una carabela que es un curioso mirador sobre el Atlántico (se puede subir por el interior de la estatua). El Monte Boi aporta, también, un par de paseos: el interior, que permite un recorrido por la edificación histórica (requiere ser cliente del parador o, al menos, ir a tomar algo al bar o al restaurante), y el exterior, que rodea la muralla con el mar siempre pegado al caminante.

Y, hablando de mar, ¿qué tal si hacemos un viaje a febrero-marzo de 1493?

POR SI LAS DUDAS

Monterreal de Baiona. Transformaciones de un monumento.
Beatriz López Otero. Coord. José Ramón Soraluce. Universidade da Coruña (2013).

Martín Alonso Pinzón dio la primera noticia del Descubrimiento.
M.ª Montserrat León Guerrero. Universidad de Valladolid (2014).

Petroglifos de Outeiro dos Lameiros.
Francisco Javier Torres Goberna. Blog personal (2012).

Castillo de Monterreal (s. XII a XVI). Hoy, parador Conde de Gondomar.
Calle del casco histórico bayonés.
Panorámica desde la Serra da Groba, con Baiona a sus pies. En escena, Monteferro (Nigrán) y las islas Estelas y Cíes.
Senda del río Baíña.
Ambiente en el casco histórico de Baiona.
Antigua Colegiata de Santa María (s. XIII).
Capilla de Santa LIberata (s. XVIII).

INFORMACIÓN

Turismo de Baiona
Lorenzo de la Carrera, s/n
Tel.: 986 385 050

ALOJAMIENTO

Parador de Baiona ****
Avda. Arquitecto Jesús Valverde, 3
Tel.: 986 355 000
[email protected]

RESTAURANTES Y TAPEO

Rocamar
Lugar Baredo, s/n
Tel.: 986 355 204
[email protected]

O Mosquito
Rua Elduayen, 3
Tel.: 986 355 036

La Boquería
Ventura Misa, 64
Tel.: 986 355 182

EXPERIENCIAS

Para «arribar» a Baiona en barco
NABIA NAVIERA
Ida y vuelta desde Vigo, Cangas y Moaña
Tel.: 986 320 048
[email protected]

XXVIII FESTA DA ARRIBADA

1 al 3 de marzo de 2024

Escena de La Arribada (foto cedida por el ayuntamiento de Baiona).

Hace 530 años, entre el 18 de febrero y el 1 de marzo, según la crónica o la investigación que el lector repase, Martín Alonso Pinzón consiguió llegar a duras penas al puerto de Baiona. Su nave, la Pinta, desarbolada y con vías de agua, logró alcanzar un puerto español días antes de que Colón llegase con la Niña a Lisboa. No hay dudas, sin embargo, de que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, esos días en Barcelona, tuvieron la primera noticia del encuentro de la expedición española con el Nuevo Mundo merced a un correo enviado por Pinzón desde tierras gallegas.

Esto no es quitarle mérito a Don Cristóbal, como mantienen los amantes y defensores de A Festa da Arribada, que se viene celebrando desde 1996 para conmemorar esas fechas de 1493, sino dar la justa importancia al hecho de que la localidad pontevedresa y el marino protagonista de la buena nueva pusieron la letra capitular en el primer párrafo de los libros de Historia universal.

Los días de La Arribada, la Baiona del siglo XXI se transforma en algo muy parecido a lo que fue la Baiona de finales del siglo XV. El ambiente medieval impregna todo el casco histórico como en una explosión de alegría y celebración por haber conocido el descubrimiento de América: no solo actores y artesanos, sino también muchos bayoneses y visitantes salen a la calle con atuendo de la época, se imbuyen de la escenificación del relato que Martín Alonso Pinzón y los tripulantes de la Pinta hicieron de su descubrimiento y participan de la fiesta con espíritu creativo.

Para conocer el programa de actividades y espectáculos, conviene estar atento a la web del ayuntamiento de Baiona, donde también le dirán dónde se puede aparcar, cosa difícil si es que no ha llegado a puerto en carabela.

Monumento dedicado a Martín Alonso Pinzón (paseo marítimo, al pie de las murallas).

Vélez Blanco, amor de agua

AL ENCUENTRO

Castillo de Vélez Blanco (s. XVI).

VÉLEZ BLANCO AMOR DE AGUA

JESÚS ORTÍZ

Fotos: Ayuntamiento de Vélez Blanco y E. P.

El agua es seña de identidad de ese rincón en el parque natural de la Sierra de María-Los Vélez donde se cruzan los caminos entre el sur y el levante de la Península Ibérica. Manantiales, arroyos, ríos, barrancos… Agua, en fin, para el monte bajo y el alto, para los valles y los altiplanos, para unas huertas que se prometen generosas e invitan al asentamiento o a hacer un alto en el camino durante una buena temporada. Y donde enamorarse, cuenta la leyenda, mientras el líquido elemento se sabe cómplice canturreando en una fuente.

Si empezamos diciendo que la población de Vélez Blanco está presidida por un esbelto castillo, seguramente el lector que no la conozca pensará en una villa medieval. Y sí, también lo es. Pero la historia de este rincón de la provincia de Almería, muy próximo al límite con la Región de Murcia, ya empezó a escribirse en pleno Solutrense y en las paredes de los abrigos montañosos, principalmente los que miran al levante. La lista de yacimientos con pinturas rupestres y restos de distinta índole que se encuentran en el municipio es verdaderamente impresionante y varios de ellos forman parte del conjunto «Arte rupestre del arco mediterráneo de la península Ibérica», considerado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Así que conviene empezar este viaje calzando las botas de caminar por el monte.

El Indalo es la figura esquemática que se tiene por símbolo de Almería y que algún egetano del Neolítico pintó en un abrigo del monte Maimón, ese que preside la vega de Vélez Blanco cual imperturbable guardián. Son varios los refugios de dicho macizo que dan fe del paso por ahí de nuestros antepasados: Yedra, Los Letreros, Molinos, Panal, Hoyos, Las Covachas… algunos de ellos con varios espacios. El más conocido de estos abrigos es el de Los Letreros, donde está inmortalizado el Indalo o, mejor dicho, uno de los Indalos. Porque en el cercano refugio de Las Colmenas, situado en la vertiente sur del denominado Maimón Chico, está el que varios estudiosos definen como el Indalo con mayúscula, mientras que en Los Letreros sitúan «otro» Indalo y otras figuras, como la que llaman El Brujo.

 


VARIOS YACIMIENTOS EGETANOS FORMAN PARTE DEL CONJUNTO «ARTE RUPESTRE DEL ARCO MEDITERRÁNEO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA» (PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD, UNESCO)


 

Hablamos, en fin, de importantísimas muestras de, principalmente, arte rupestre esquemático en la Península Ibérica. Si el viajero es entusiasta de esta parte de nuestra historia, tiene donde elegir en Vélez Blanco –aunque mejor es darse un tiempo para verlo todo–, porque además de los anteriormente citados, están el abrigo de Las Tejeras, en el cerro del mismo nombre, con pocas pinturas, pero interesantes; los abrigos del Estrecho de Santonge, con dos paneles de arte esquemático y uno de arte rupestre levantino, situados, además, en un entorno de enorme belleza paisajística; el abrigo de Gabar, en el cerro homónimo, donde las figuras onduladas o en zigzag comparten panel con alguna representación humana, un ciervo y otros animales; los abrigos de los Lavaderos de Tello, en un meandro del arroyo del Moral, que son cinco espacios en total, uno de ellos con figuras de arte levantino; y la cueva de Ambrosio, que se considera un punto de referencia para el estudio del Paleolítico Superior y donde además de las pinturas se encontraron abundantes muestras de material lítico solutrense.

La Morería de Vélez Blanco, y volamos al Medievo, es un barrio que destila autenticidad por los cuatro costados. «Pues vaya salto en la línea histórica: desde el Solutrense hasta el siglo XIII», pensará el lector; y con toda la razón. Pero es que, salvado el gran lapso histórico que suponen los asentamientos íberos, la llegada de los romanos a la zona, haciendo transitar por ahí cerca nada menos que la Vía Augusta, y el paso de los visigodos, puede decirse que la fundación de la localidad egetana se produce cuando los musulmanes construyen una alcazaba en el lugar que hoy ocupa el castillo y los pobladores de entonces edifican sus viviendas en torno a aquella. Para darse una idea del aspecto que tenía el entorno en tiempos medievales, piénsese que había una primera muralla que rodeaba el fortín y la mezquita –la actual iglesia de La Magdalena– y otra exterior que protegía a la población. Es decir: la Morería creció entre una y otra muralla.

 


LA MORERÍA ES UNA ESTRUCTURA URBANA ESCALONADA, COMO ABRAZANDO EL CASTILLO, EN UN PAISAJE DE FACHADAS BLANCAS Y ANGOSTAS CALLES EMPEDRADAS


 

Es una estructura urbana escalonada, como abrazando el castillo, en un paisaje de fachadas blancas y angostas calles empedradas, con el mismo trazado que tenía en el siglo XVI, cuando los descendientes de los musulmanes que llegaron a la península dejaron el lugar. Para que conste, no se trata de un entorno recreado artificialmente al estilo de un parque temático. Es eso: auténtico. Pasear por la Morería merece un tiempo; a cambio, regala más de una satisfacción multisensorial y muchas sonrisas.

El Castillo, que también se suele llamar «de los Fajardo», empezó a construirse en 1506 por mandato de Pedro Fajardo y Chacón, primer marqués de los Vélez. Es decir: unos 18 años más tarde de que la zona se considerase definitivamente en manos cristianas. Los arquitectos de Fajardo trabajaron sobre los restos de la primitiva alcazaba porque el emplazamiento era el único posible, pero porque fue también la excusa del noble para edificarlo. A la corona de Castilla, que en ese momento compartían Fernando el Católico –recién fallecida Isabel– y su hija Juana I, no le hacía gracia que los nobles construyesen castillos porque podían hacerse fuertes en ellos, así que Don Pedro dijo que él no quería construir nada, sino rehabilitar la fortificación andalusí para hacerse algo parecido a un chalecito. Y le creyeron… La primera parte de la construcción, –mitad castillo, mitad residencia– siguió los cánones góticos, pero Fajardo se fijó entonces en cómo venía la moda palaciega e hizo modificar la estructura hacia el estilo renacentista, con lo que su acabado fue casi más para disponer de una residencia de lujo que para levantar un austero edificio defensivo.

 


EL PATIO DE HONOR SE VENDIÓ A UN COLECCIONISTA ESTADOUNIDENSE, QUE LO RECONSTRUYÓ PIEDRA A PIEDRA Y QUE AHORA PUEDE VERSE EN EL METROPOLITAN MUSEUM OF ART DE NUEVA YORK


 

Destacaba su hermoso patio de honor, con galería de arcos superpuestos y ventanas platerescas, y la gran escalera de acceso. Todo ello en mármol blanco de Macael (sierra de Filabres); el mismo material utilizado, por ejemplo, para la archiconocida fuente del Patio de los Leones de la Alambra o el Palacio de Carlos V. El tiempo, los expolios y la menguante fortuna de sucesivos propietarios hicieron que casi todo esto fuese desapareciendo o vendido a un coleccionista estadounidense, que lo reconstruyó piedra a piedra y que ahora puede verse en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. También hay en Ciudad de México y en París partes de lo que fue la espléndida residencia de los marqueses. Pero no todo está perdido: el castillo de Vélez Blanco sigue siendo impresionante y ofreciendo una visita, a veces teatralizada, a quienes visitan la villa. Desde sus terrazas se ve claramente el trazado medieval de la Morería y, más a lo lejos, el convento de San Luis, franciscano del siglo XVI, al otro lado del Barranco de la Fuente.

El agua, decíamos al principio, fue y es esencia de la historia egetana… y de alguna leyenda. Digamos, para empezar, que son varias las fuentes con las que los generosos manantiales de la zona se hacen presentes en las calles de Vélez Blanco a las que aún los vecinos van con sus cántaros y garrafas a proveerse de agua fresca, como la de los Cinco Caños, la de los Caños de Caravaca y la de los Caños de la Novia. La de los Cinco Caños fue mandada construir por el mismísimo Pedro Fajardo y está próxima al castillo. Además de los escudos nobiliarios de las familias Fajardo, Chacón y de la Cueva, destaca la inscripción en latín QVI GVSTAT HOS LATICES NON OBLIVISCITVR («quien bebe estas aguas no lo olvidará»); así que conviene llevar un vaso, llenarlo en uno de los caños, dar unos sorbos y ver qué pasa. Eso sí: téngase en cuenta que su caudal es el que más sufre los rigores de la sequía de entre todas las fuentes velezanas, así que mejor intentar la cata a principios de la primavera, cuando, por otro lado, el entorno es una belleza. Los Caños de Caravaca, del siglo XVIII, tienen la gracia de su ornamentación a base de azulejos con motivos de El Quijote; es lo que se puede denominar una típica fuente urbana.

 


AL ANOCHECER, VEÍAN APARECER LA FIGURA FANTASMAGÓRICA DE UNA MUJER VESTIDA DE BLANCO CON SU CÁNTARO EN LA CADERA, QUE LLENABA SU RECIPIENTE Y DESPARECÍA


 

Si desde la fuente de los Cinco Caños se sigue la pasarela que delimita el Barranco de la Canastera, a un lado aparecen los Caños de la Novia. La leyenda cuenta que, al anochecer, las gentes de Vélez Blanco veían aparecer la figura fantasmagórica de una mujer vestida de blanco con su cántaro en la cadera, que llegaba hasta el manantial, llenaba el recipiente de agua y desparecía. Cierta noche, un viajero, que no conocía la historia, se paró a descansar en el lugar. Apareció la joven y el viajero se quedó observándola; los pies de la chica rozaron entonces el agua y salió de una especie de sueño que la había llevado hasta allí día tras día. El viajero fue raudo a cubrirla con su capa y la abrazó, lo que hizo que la muchacha recuperase «la color» y se reintegrase definitivamente al reino de los vivos. Él quedó perdidamente enamorado de su belleza y hemos de suponer que a ella también le gustó el mozalbete, porque la leyenda acaba en un clásico «…y comieron perdices». En fin: otra agua que hay que probar, que seguramente va bien para el mal de soledades y hasta para el de amores.


Vélez Blanco aporta también al visitante una altísima dosis de naturaleza en estado puro. Digamos, para situar la imagen, que la población está a 1 100 metros de altitud y rodeada de cumbres que sobrepasan los 2 000 metros. Ya se imagina el lector que esto habla de ambiente fresco y tranquilo, de masas forestales, de valles y barrancos o de paisajes a vista de pájaro. Y de rutas de senderismo, como la de los miradores del Maimón Chico y del Peral, la de Sierra Larga, la de Las Muelas o la de la Ribera de los Molinos. Para los más animados hay también alguna zona de escalada, como las paredes del propio Maimón, muy cerca del abrigo de Los Letreros. Eso sí: es recomendable, para recuperar fuerzas, algunas de las peculiaridades gastronómica de la zona, como las migas de harina, los gurullos con conejo –los gurullos son unas bolitas o lengüetas hechas de pasta– o el choto a la pastoril.

 


NO FALTAN RUTAS DE SENDERISMO, COMO LA DE LOS MIRADORES DEL MAIMÓN CHICO Y DEL PERAL, LA DE SIERRA LARGA, LA DE LAS MUELAS O LA DE LA RIBERA DE LOS MOLINOS


 

Conocer las intrahistorias, además de un poco de historia, de los lugares que visitamos hacen que los paseos se degusten mejor. Por ejemplo, en este caso, la subida hasta el castillo. Cuando el viajero se tropiece con lo que queda de la iglesia de la Magdalena, podrá recordar que se construyó sobre restos de la antigua mezquita y que Pedro Fajardo ordenó que se levantase a la vez que el castillo, seguramente porque este gesto logró para sí y su familia suculentos diezmos (los impuestos que se pagaban a la iglesia). Quien pase por la iglesia de Santiago Apóstol (siglo VI), también iniciada por el primer marqués de los Vélez, tendrá en su mente que estuvo casi todo el siglo de obras porque Fajardo andaba a la gresca con el obispo de Almería por cuestiones económicas, también. Todo un culebrón, al que merece la pena echar un vistazo, las desavenencias entre el marqués y los poderes eclesiásticos, sobre todo con quien fuera obispo de Almería Diego Fernández de Villalán. Siempre hay, en fin, un retazo de vida, anterior y actual, en cada rincón.

Caños de Caravaca
Caños de la novia. El agua, esencia de la historia egetana... y de alguna leyenda.
Convento de San Luis (s. XVI).
Cueva de Ambrosio.
Abrigo de Los letreros.
Un belvedere del castillo.
Iglesia de Santiago Apostol (s. XVI).

INFORMACIÓN

Centro de visitantes Almacén del Trigo
Avenida Marqués de los Vélez, s/n
Tel.: 950 415 354
[email protected]
http://www.velezblanco.es/

ALOJAMIENTO
Casa de los Arcos ***
Calle San Francisco, 2
Tel.: 950 614 805
[email protected]
www.hotelcasadelosarcos.com/

RESTAURANTES Y TAPEO
El Molino Casa Porchas
Curtidores, s/n
Tel.: 950 415 070

Bar La Sociedad
Corredera, 12
Tel.: 950 415 027

Mesón Antonia
Al Qua Sid s/n
Tel.: 950 415 339

PARA NO PERDERSE

Arte rupestre en la comarca de los Vélez. Patrimonio mundial.
Julián Martínez García y Carmen Mellado Sáez (2010).
Instituto de Estudios Almerienses. Diputación Provincial de Almería.

Datos biográficos de Pedro Fajardo Chacón.
Diccionario biográfico de Almería. Instituto de Estudios Almerienses.

Decreto de declaración de Bien de Interés Cultural de la población de Vélez-Blanco.
Boletín Oficial de Estado Nº 98 (2002).

La notaria María del Pilar Baraza se dirige a su notaría egetana. Foto: EP

Notarios rurales

Vélez Blanco es el primer protagonista del programa Notarios Rurales que desarrolla el Consejo General del Notariado. Esta es la razón por la que, en esta ocasión, hemos querido ir Al Encuentro de la localidad egetana. Y si esta vez no hay referencias a un festival, una exposición o una actividad cultural de cualquier tipo, como es habitual en esta sección, procede significar que también cultura es participar de los valores sociales de la población en los que un fedatario público se integra. Merece la pena, querido lector, que eche un vistazo a nuestra sección La @, páginas 16 y 17 de este mismo número, donde podrá averiguar más del día a día de una notaría en un entorno rural.

Peñafiel. De vinos y vacceos

AL ENCUENTRO

PEÑAFIEL

DE VINOS Y VACCEOS

El germen de la denominación vinícola Ribera de Duero fue el nombre de una bodega peñafielense, la actual Protos, que así se llamaba desde su fundación el 1927. Pero la capacidad de las tierras en la confluencia del Duratón con el Duero para cultivar uva de calidad y elaborar buenos caldos venía de antiguo: los vacceos de Pintia, poblado cuyos restos arqueológicos muestran ocupación en la zona desde el s. IV a. C., ya practicaban el ritual del vino.
JESÚS ORTÍZ
Los aromas del vino (Museo del vino).

Viene bien, para empezar, un poco de contexto histórico. El cultivo de la vid entró muy probablemente en la Península Ibérica con los fenicios, lo que nos remonta hasta el siglo XI a. C. Unos quinientos años después de los africanos, una oleada de colonizadores griegos, los foceos, ponen marcha el puerto comercial de Ampurias y extienden la viticultura por el levante; y el cultivo de esta fue creciendo hacia el centro peninsular, al tiempo que en el mundo conocido empezaban a tener [merecida] fama los vinos de Hispania, que se potencia con la llegada de los romanos a partir del s. II a. C.

Los vacceos que llegaron a la Península podrían haber conocido ya los secretos de fermentar zumo de uva, como fermentaban manzana (sidra) o cereales (cerveza), aunque también es probable que se topasen aquí con el cultivo de la viña y los procesos de elaboración. Siendo, como eran, unos excelentes agricultores, disponían de tierras fértiles en lo que hoy es el municipio de Peñafiel –hablamos ya de los vacceos de Pintia– y buen suministro de agua para sus cereales, con los que comerciaban y tenían nutrida clientela entre los arévacos, principalmente, con lo que no les debió resultar complicado hacer crecer la vid en sus campos.

 


MÁS DE UNA SESENTENA DE LAS BODEGAS LOCALIZADAS EN PEÑAFIEL Y SU COMARCA SON VISITABLES Y, ALGUNAS, AUTÉNTICOS TEMPLOS GASTRONÓMICOS


 

El topónimo Pintia, por cierto, ha sido adjudicado hasta hace relativamente poco a lo que hoy es Valladolid, pero no se han encontrado evidencias arqueológicas o documentales de que lo corroboren, más allá de que en el Siglo de Oro se llamase «pincianos» a los vallisoletanos. Las excavaciones en la pedanía peñafielense de Padilla de Duero sugieren, sin embargo, que el importante núcleo de población ahí encontrado encaja con las descripciones de los geógrafos romanos y, sobre todo, bastante aproximadamente con las distancias referidas a otras poblaciones que sí están identificadas, como Rauda (Roa de Duero) o Cauca (Coca). Y, por si las dudas, conviene aclarar que el Peñafiel de hoy no está sobre lo que fue el asentamiento vacceo, el cual se sitúa muy cerca, justo donde en Duratón cede soberanía al Duero.

Peñafiel se desarrolla como consecuencia del avance de los asturleoneses hacia tierras de Al Ándalus, de modo que, a principios del s. X, la población empieza a mostrar su importancia como plaza fronteriza, valor que se acrecienta cuando el Conde de Castilla, Sancho García, derrota a Almanzor que, unos años antes, se había impuesto ahí a las tropas de Ramiro II. Ese es el momento en que el lugar es nombrado por el conde castellano «la peña más fiel», Penna Fidele, y de ahí el toponímico de este estratégico paraje, que domina, desde la altura del cerro del castillo, los valles del Duero, del Duratón y del arroyo Botijas.

La Edad Media castellana marca, por tanto, la historia peñafielense, en la que destacan personajes como Don Juan Manuel, el autor de El conde Lucanor, entre otras muchas obras de prosa medieval de ficción, que era señor de Peñafiel además de otros títulos cuya enumeración no nos cabría en este reportaje. Sus restos reposan en el Convento de San Pablo (s. XIII), en una capilla de estilo plateresco y muy citada al hablar del Renacimiento español. El convento, por cierto, de estilo gótico-mudéjar, es una de las visitas imprescindibles en Peñafiel, aunque solo sea para admirar su hermosa obra exterior.

El príncipe de Viana, Carlos (1421-1461), hijo de Juan II de Aragón y hermano de Fernando el Católico, nació en Peñafiel y es otro de sus personajes ilustres, aunque poco más que ver la luz hizo en su tierra y se puede decir de su relación con la ciudad castellana se limitó a eso, más preocupado durante toda su vida por su controvertida herencia como rey de Navarra. Otro notable fue Pedro Girón de Acuña Pacheco, que era belmonteño, a quien le correspondió la misión de reconstruir el castillo de Peñafiel, en el s. XV, y dejarlo como ahora lo vemos; inacabado, eso sí, y convertido en Museo del Vino. Pedro Girón, por cierto, además de Maestre de la Orden de Calatrava, entre otros títulos, fue notario mayor del reino de Castilla desde que le nombrase Juan II de Castilla a petición de su hijo, el futuro Enrique II.

El castillo es monumento nacional y de una factura esbelta que llama la atención. Tiene más de doscientos metros de largo y solo unos treinta de ancho, con la torre del homenaje prácticamente en el centro y con una altura equivalente al ancho de la fortificación. Antes de que interviniera Girón, tenemos constancia de su existencia desde el s. X. Después de pasar por ahí Almanzor, Sancho García, Alfonso El Batallador y Alvar Fáñez –primo hermano de El Cid–, el infante Don Juan Manuel, tan vinculado a Peñafiel, se encarga de reconstruir el castillo, que unos años antes había sido destruido por mandato de Juan II de Castilla para castigar una revuelta de Carlos, príncipe de Viana, que en sus cuarenta años de vida no dejó de discutir con su padre, Juan II de Aragón, y con todos sus vecinos peninsulares.

 


SIENDO LOS VACCEOS, COMO ERAN, UNOS EXCELENTES AGRICULTORES, DISPONÍAN DE TIERRAS FÉRTILES EN LO QUE HOY ES EL MUNICIPIO DE PEÑAFIEL


 

El vino es omnipresente en Peñafiel. Está el museo, por un lado, que ya solo por estar situado en el castillo merece una visita detallada, en la que el viajero puede encontrar historia, maquetas, aperos, técnicas de cultivo y vinificación, fichas para diferenciar las distintas uvas y sus características, tipos de cubas y de botellas, colección de vinos internacionales… y hasta un largo pupitre con muestras de aromas que pueden entregar los distintos caldos. Por otro lado, están las bodegas, auténticos templos de la gastronomía algunas de ellas. Más de una sesentena de las localizadas en Peñafiel y su comarca son, además, visitables. Las catas son, claro, uno de los atractivos culturales y turísticos del mundo del vino. El visitante dispondrá de infinidad de ofertas y solo tendrá que decidirse por las elaboraciones de un solo productor, que se saborean mejor en la propia bodega, o por las de varios, en cuyo caso tendrá que recurrir a un «territorio neutral».

 


LA «LA PEÑA MÁS FIEL» DE SANCHO GARCÍA, QUE ASÍ LLAMÓ A LUGAR TRAS VENCER A ALMANZOR, ES LA PENNA FIDELE QUE DA NOMBRE A LA POBLACIÓN


 

Entre cata y cata, y ya, si acaso, entre asado de lechazo y tosta de pan candeal, lo más recomendable son los paseos por Peñafiel y su entorno. Si de ver monumentos hablamos, ya citamos antes el Convento de San Pablo, cuya estructura es, sencillamente, hermosa. Muy cerca, la Iglesia Parroquial de San Miguel de Reoyo (s. XVI) y la de Santa María (s. XIV), que alberga el Museo de Arte Sacro. Al otro lado del río, el Convento de las Claras (s. XVII), que es un hotel en la actualidad y en cuyo claustro se ofrece servicio de cafetería. Todo esto sin olvidar, claro, la Plaza del Coso. Es de origen medieval y fue creada para albergar espectáculos populares (torneos, toros), quedándose hasta hoy con el uso taurino y el acto religioso anual de la bajada del ángel. Los balcones de las casas circundantes, donde predomina la madera, tienen como fin servir de palcos; de ahí muchos de los remates en arabescos y la singularidad del espacio.

Paseos, rutas si lo prefieren, que no pueden dejar de lado campos y orillas fluviales. Hasta hace bien poco, lo normal en Peñafiel eran los encierros de toros por campo abierto, cosa que se cambió por tramos urbanos, únicamente, desde los años 80. Pero hasta ese momento, los novillos se soltaban en el paraje de Pajares, a poco más de cinco kilómetros de la Plaza del Coso, y eran conducidos hasta ahí por caballistas y peatones. Buen paseo, pues, emular a pastores y corredores y hacer el recorrido por esos campos. Desde el año pasado, por cierto, un día antes del comienzo oficial de las fiestas de agosto, las de la Asunción y San Roque, se hace una especie de trashumancia en esa ruta con reses mansas, para que, a pie o a caballo, se recuerde el espíritu campestre de aquellos primitivos encierros, aunque mucho más sosegadamente.

 


PEDRO GIRÓN DE ACUÑA PACHECO FUE, ENTRE OTRAS COSAS, NOTARIO MAYOR DEL REINO DE CASTILLA Y PROMOTOR DE LA RECONSTRUCCIÓN DEL CASTILLO (S. XV)


 

Para los más acuáticos, el paseo definitivo es un recorrido por la ribera del Duratón hasta su desembocadura en el Duero, haciendo parte de uno de los tramos la Senda del Duero. Y con ello volvemos a la Pintia vaccea, puesto que es justo en esa desembocadura, en su entorno, donde se desarrolló la vida del pueblo celta.

Torre del Reloj (s. XI) rodeada de luceras de las bodegas.

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo de Peñafiel
Plaza del Coso, 31
Tel.: 983 881 526
[email protected]
www.turismopenafiel.es

ALOJAMIENTO
Hotel Convento las Claras ****
Plaza de los Comuneros, 1
Tel.: 983 878 168
[email protected]
www.hotelconventolasclaras.com

RESTAURANTES Y TAPEO
Molino de Palacios
Avenida de la Constitución, 16
Tel.: 983 880 505
[email protected]
www.molinodepalacios.com

Ambivium
Camino de Carraovejas s/n
Tel.: 648 466 707
[email protected]
www.restauranteambivium.com

Casa la Abuela
Plaza Coso, 38
Tel.: 646 314 762

Caffé Torero by-Félix
Plaza España, 5
Tel.: 983 881 939

LOS VACCEOS DE PINTIA

Digamos, para empezar, que Pintia es una zona arqueológica que podemos definir, apurando mucho, como ciudad, pero que se compone de varios espacios diferenciados y separados entre sí. La romanización posterior y la ocupación visigoda fueron añadiendo elementos que complicaron un poco la identificación de los espacios vacceos y, por si fuera poco, la sistemática destrucción de restos para el aprovechamiento agrícola casi nos deja huérfanos de conocimientos de esta parte de nuestra historia. Lo bueno es que se siguen distinguiendo los trazados vacceos y que la necrópolis, al menos, sigue dando todos los años alegrías a los investigadores. El desarrollo económico y cultural durante los cuatro siglos previos al cambio de era es el origen de este importante yacimiento.

Empecemos, para explicar el territorio pintio, por Las Quintanas, que era la zona urbana propiamente dicha. Como explican en la web del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg, «quedaba delimitada entre el curso del río Duero y una línea defensiva artificial claramente observable en la fotografía aérea y recientemente detectada sobre el terreno, dotada de una compleja obra defensiva que incluye una muralla y un sistema de tres fosos consecutivos a lo largo de algo más de un kilómetro de perímetro». Al otro lado del río está Carralaceña, que era el barrio alfarero, separado de la población por el curso fluvial para evitar que un incendio en los hornos se propagase por Las Quintanas.

Las Ruedas, el lugar que más posibilidades de investigación está proporcionando actualmente, era la necrópolis. La hicieron los vacceos, pero la siguieron usando, tal cual, los romanos. «Este espacio sepulcral, de unas seis hectáreas de extensión, fue objeto de uso ordenado y continuado a lo largo de más de medio milenio, entre el final del siglo V a. C. y el inicio del II d. C.», explica la web antes citada. Los ritos funerarios eran de incineración y los restos del fallecido y de su ajuar (armas, adornos, pertenecías) se metían en una vasija de barro y se enterraban. El gran conocimiento de la sociedad vaccea que están aportando las más de trescientas tumbas recuperadas hasta el momento es motivo de elogio por la comunidad internacional de historiadores.

Pintia no es un sitio muy, digámoslo así, lucido a la hora de ser visitado, pero cuando el viajero escucha las explicaciones de los guías, resulta de lo más emocionante imaginar el poblado, la vida de los vacceos, su trabajo de agricultor o alfarero experto, sus avances tecnológicos, los juguetes con que entretenían a sus hijos… Concierte una visita guida, pase antes por la oficina de turismo de Peñafiel, que está en la Plaza del Coso, donde hay un centro de interpretación y déjese llevar. La experiencia es inolvidable y ayudará a los que se esfuerzan por recuperar la historia.

Necrópolis de Las Ruedas.

INFORMACIÓN

Centro de Estudios Vacceos
(Visitas guiadas)
Plaza Mayor, s/n
Padilla de Duero (Peñafiel)
Tel.: 983 881 240
www.pintiavaccea.es

PARA SABER MÁS

Los Vacceos: cultura y ritos funerarios de un pueblo prerromano del valle medio del Duero.
Carlos Sanz Mínguez.
Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León (1998).

Castillo de Peñafiel. Jesús de la Villa Polo y Daniel Sanz Platero (2019).

Fachada de la iglesia del convento de las Claras (s. XVII).
El Duratón bordeando el convento de Las Claras.

CONVIENE ACLARAR QUE EL PEÑAFIEL DE HOY NO ESTÁ SOBRE LO QUE FUE PINTIA, QUE SE SITÚA MUY CERCA, JUSTO DONDE EL DURATÓN CEDE SOBERANÍA AL DUERO


 

Convento de San Pablo (s. XIV).
Plaza del Coso.
Viña de Carraovejas.
Torre del homenaje (Castillo, s. XV).

Zarautz. Tradición vasca

AL ENCUENTRO

ZARAUTZ

TRADICIÓN VASCA

Panorámica desde Santa Bárbara.

Hay todo un universo de sensaciones para el viajero que recala en Zarautz, como las producidas por ese un mar, entre infinito y playero, enmarcado entre acantilados; o como el impacto emocional de rincones, costumbres y palacetes capaces de trasportarle, sin necesidad de máquinas del tiempo, a los veranos aristocráticos del siglo XIX; o como compartir la humildad colorida y alegre de auténticas supervivientes vegetales, que han encontrado en las dunas de Iñurritza un hogar en el que ser libres.
JESÚS ORTÍZ

Según nos cuentan en el Museo de Arte e Historia de Zarautz, el territorio que hoy ocupa la población ya estaba poblado hace unos setenta milenios, en pleno Paleolítico. Las sucesivas crecidas y retiradas marinas dieron lugar a un paisaje de dunas y marismas en el que se fueron asentando tribus celtas, probablemente várdulos, no sin antes haberse hecho dueña del lugar un tipo de jara, txara o zara en euskera, que probablemente ha dado nombre a la localidad.

 


BIEN ENTRADO EL SIGLO XIX, LA REALEZA Y LA ARISTOCRACIA, Y NO SOLO LAS ESPAÑOLAS, CONVIRTIERON A ZARAUTZ EN LUGAR DE REFERENCIA PARA VERANEAR


 

Las ballenas

Fueron, entre los siglos XIII y XVI, la principal fuente de ingresos de los zarauztarras, recurso muy común en los pueblos costeros cántabros. En esos tiempos se construyeron torres defensivas, necesarias en un núcleo sin murallas, como la Torre Luzea (s. XV), que aún se muestra espléndida y muy bien conservada en el centro de la villa. Pero la captura de los cetáceos fue decayendo poco a poco y dando paso a otras maneras de ganarse la vida (astilleros, textiles…), hasta que, bien entrado el siglo XIX, la realeza y la aristocracia, y no solo las españolas, convirtieron a Zarautz en lugar de referencia para veranear.

Curiosamente, ya en esos tiempos de visitantes ilustres, en 1878, se pescó la penúltima ballena en la zona con las artes tradicionales de chalupa y arpón. Y decimos «en la zona», y no en Zarautz, porque la proximidad geográfica de esta localidad con la de Guetaria, a tan solo tres kilómetros, llevó a que el avistamiento se hiciese a la vez desde ambos lugares, con lo que las respectivas tripulaciones de pescadores llegaron simultáneamente al sitio donde se encontraba el mamífero marino. Arponazos de unos y de otros, tiras, aflojas y conflicto final, juicio incluido, sobre quiénes eran los propietarios de la pieza cazada. Tardaron tanto en dilucidarlo, que la captura se pudrió, llevaron sus restos a San Sebastián y ahí se quedó su esqueleto, hoy expuesto en el Acuarium.

La nao Victoria

Esa que trajo de vuelta al guetariense Juan Sebastián el Cano tras completar la primera, e involuntaria, vuelta al mundo, pudo haber sido construida en Zarautz, según algunos manuscritos, aunque la historia oficial dice que fue en el astillero de Ondárroa (Vizcaya). Una convicción, esta última, que se basa en un acta notarial fechada en Sevilla en 1518, en la que el hijo del propietario de la embarcación y vecino de la localizad vizcaína dejaba constancia de que la nave les había sido requisada «para yr a descubrir a las Yndias del Mar Oçéano». Que pueda adjudicarse, en cualquier caso, la construcción de un buque con una capacidad de carga de más de cien toneladas al astillero zarauztarra, ya es buena muestra de la importancia que llegó a tener.

 


SE HIZO DUEÑA DEL LUGAR UN TIPO DE JARA, TXARA O ZARA EN EUSKERA, QUE PROBABLEMENTE HA DADO NOMBRE A LA LOCALIDAD


 

La relación de la villa con los grandes barcos queda patente hoy por hoy en los restos del Cargadero de Mollarri (s. XX), que están considerados patrimonio histórico industrial. Aunque hay un centro de interpretación donde se entiende bien la enorme importancia que tuvo el complejo, ya es toda una experiencia llegar hasta el lugar, acercarse a los acantilados e impregnarse del paisaje que lo rodea. Se trataba, por intentar resumirlo, de un sistema de vagonetas colgantes que, mediante un trazado de 11 kilómetros de cables, llevaba el mineral de hierro desde las minas de Asteasu hasta los buques cargueros franceses e ingleses, principalmente, que allí atracaban. El sendero hasta el cargadero, un paseo de lujo por la naturaleza… ¡y un buen ejercicio!, porque los más de cuatrocientos escalones de subida excavados en la ladera del Talaimendi dan para «quemar» varios toldotxos (pinchos de merluza típicos de Zarautz) bien regados con txakolí.

El veraneo aristocrático

fue la consecuencia de los consejos médicos que, siguiendo los preceptos del mismísimo Hipócrates, llevaron a la Reina Isabel II a bañarse en agua de mar en los meses en los que meterse en el Cantábrico es, digámoslo así, más agradable. Su residencia en Zarautz (1865 y 1866) era el señorial Palacio de Narros (s. XVI). La real decisión tiró de la aristocracia cortesana y pronto se construyeron grandes mansiones, algunas desaparecidas, en las que llegaban a alojarse hasta medio centenar de personas, entre propietarios e invitados, más todo un ejército de empleados que atendían sus necesidades diarias. Esto puede dar una idea del crecimiento, en época estival, que tuvo el sector servicios en el prehistórico erial de las txaras.

Al nombre de la reina Isabel II, han de unirse otros como Alfonso XIII y su segunda esposa la reina María Cristina; el ilustrado Juan María de Eguirre, Marques de Narros; o Balduino de Bélgica y su esposa la española Fabiola de Mora o la duquesa de Alba. En la primera quincena del siglo XX el auge era tal, que el propio Alfonso XIII inauguraba en 1916 el Real Club de Golf de Zarautz: el más antiguo de la Península Ibérica. Mar, cinematógrafo, golf, casino, buen pescado, buenas carnes… Hasta Marlene Dietrich y Jackie Kennedy se vieron seducidas por tal conjunto de encantos.

 


SEGÚN ALGUNOS MANUSCRITOS, LA NAO VICTORIA, ESA QUE TRAJO DE VUELTA A JUAN SEBASTIÁN EL CANO, PUDO HABER SIDO CONSTRUIDA EN ZARAUTZ


 

El surf

Es otro de los atractivos que se suma hoy a la oferta turística zarauztarra. «En la playa, la más larga de Gipuzkoa –explican desde el ayuntamiento–, se forman olas de fama mundial. La playa de Zarautz es, por tanto, un atractivo para surfistas de todo el mundo, y prueba de ello es que durante todo el año vemos en nuestras calles surfistas que llegan desde diferentes rincones del planeta». Tras el verano, tiene lugar un campeonato que antes estaba inscrito en el circuito internacional pero que, tras la pandemia, es de organización local, lo que no le resta ni un ápice de interés para los miles de practicantes y aficionados llegados hasta de las antípodas y que se dan cita en los 2,5 kilómetros de arenal.

Otras actividades más tranquilas, sin salir del núcleo de la población, son el paseo hasta la ladera del Talaimendi, que antes citamos, y la subida hasta el Torreón de Vista Alegre, en Santa Bárbara. El primero comienza bordeando la zona de dunas que abre paso al biotopo de Iñurritza por un camino de madera cubierto para que las pelotas de golf de limítrofe campo no impacten en los transeúntes o bañistas. El entorno es un paraíso para especies de flora que no sobreviven en otros lugares. Luego, tras cruzar por un pequeño puente el arroyo San Pelaio, a por los famosos cuatrocientos y pico escalones. La otra ruta, la de Santa Bárbara, se inicia en pleno casco urbano por una antigua calzada empedrada que forma parte del Camino de Santiago entre Zarautz y Guetaria por la costa. A las magníficas vistas de la villa, el camino une el paseo entre cepas de hondarribi zuri: la uva que da lugar al txacolí.

El casco histórico

Tiene el clásico encanto de los pueblos de pescadores que desarrollaron un especial señorío. Es toda una experiencia pasear por calles recoletas entre palacios, como el de Narros; casonas, como la Casa Portu (s. XVI) y la Casa Makatza (s. XV); y monumentos religiosos, como Santa María la Real (s. XVI) o los conventos de Santa Clara (s. XVII) y de los Padres Franciscanos (s. XVII), sin dejar en el olvido la singularidad de la ecléctica ermita de Santa Marina, tímidamente asomada a la calle entre edificios de viviendas, que fue construida en 1932, aunque se sospecha que había ahí otra del mismo nombre del siglo XVII.

Y ya que hemos hablado de pinxos y de txacolí, no dude el viajero que una buena forma de comprobar la excelencia gastronómica de este rincón del País Vasco es recorrer bares y tabernas catando esos pequeños bocados de alta cocina que caracterizan aquí el siempre atractivo «picoteo». Y si del joven vino blanco se trata, varias bodegas alrededor ofrecen visitas y catas. Nadie se puede ir de Zarautz, en suma, sin haber visitado una bodega de txacolí, sin haberse dado unas alegrías gastronómicas o sin comprobar que los pescadores siguen suministrando excelente producto a los restaurantes.

EUSKAL JAIAK (FIESTAS VASCAS)

DEL 1 AL 9 DE SEPTIEMBRE DE 2023

Participación popular en las Euskal Jaiak. Foto web Turismo de Zarautz.

Cuentan que el origen de las Euskal Jaiak fue un esfuerzo por prolongar el veraneo un poco más allá de finales de agosto, cuando el periodo vacacional clásico suele echar el cierre. Sea como sea y a qué o a quien haya que dar las gracias, las fiestas son hoy todo un estallido de folclore popular, como lo define la web Turismo de Zarautz.

Nos podemos fijar, como algo muy característico, en los certámenes de danza popular, de trikitilaris y de jóvenes bertsolaris. Para quien no conozca Euskadi, o no sea de este rincón de la Península Ibérica, podemos definir la trikitixa como un tipo de acordeón, llegado a tierras vascas en el siglo XIX, cuyos instrumentistas tocan normalmente acompañados de un pandereteroa (panderetero). De hecho, el trikiti es como se suele definir al tipo de música que genera el dúo y que ya es un clásico en las romerías.

 


VECINOS Y VISITANTES, TODOS ATAVIADOS CON TRAJES TÍPICOS, BAILANDO POR LAS CALLES AL RITMO QUE MARCAN LOS TXISTULARIS Y LOS TRIKITILARIS.


 

Para explicar lo que es un bertsolari, acudimos al Etxepare Euskal Institutua: «El bertsolarismo es el arte de inventar bertsos y es, a su vez, el movimiento social creado en torno al mismo. Un bertso no es un verso, el bertso es toda la estrofa». Y añade que, desde que iniciamos el siglo XXI, se considera el bertso un género retórico: «El objetivo no es improvisar textos de gran calidad literaria sino emocionar al público. Las y los bertsolaris, por tanto, son gestores de emociones».

La gran emoción para propios y extraños es, sin duda, el remate a toda una semana de actividades, diversión, fiestas y música por doquier: el 9 de septiembre, el Día Grande… Una jornada en que lo difícil, casi imposible, es ver a alguien que no esté ataviado con alguno de los trajes típicos de la zona y que no se arranque a bailar por las calles al ritmo que marcan los txistularis (intérpretes de la flauta llamada chistu y el tamboril), los trikitilaris y otros ejecutantes de instrumentos populares. Es toda una profunda inmersión en la cultura popular vasca.

Tradición playera.
Toldotxo.
Cargadero de Mollarri (s. XX).
Palacio Narros (s. XVI).
Zona de surf pegada al biotopo de Iñurritza.
Torre Lucea (s. XV).
Casa Portu (s. XVI), sede del Ayuntamiento.
Santa María la Real (s. XVI).
Musika Plaza.

Para no perderse

Museo de Arte e Historia de Zarautz


 

Evolución cronotipológica de las inhumaciones medievales en el Cantábrico Oriental: el caso de Santa María la Real de Zarautz (Gipuzkoa).
Alex Ibáñez Etxeberria y Alfredo Moraza Barea. Departamento de Arqueología Histórica Sociedad de Ciencias Aranzadi (2005).



Fotos antiguas de Zarautz: un paseo por el pasado.
Referencia: [email protected]

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo de Zarautz
Kale Nagusia, 30
Tel.: 943 830 990
[email protected]
www.turismozarautz.eus


 

ALOJAMIENTO
Hotel Karlos Arguiñano ****
Mendilauta, 13
Tel.: 943 130 000
https://www.hotelka.com/es/hotel


 

RESTAURANTES Y TAPEO
Gure Txokoa
Gipuzkoa Kalea, 22
Tel.: 943 835 959
[email protected]
www.restauranteguretxokoa.es


 

Kandela Jatetxea
Torre Luzea, 2
Tel.: 943 834 959
[email protected]
http://restaurantekandela.com


 

Kirkilla
Santa Marina kalea, 12
Tel.: 943 131 982
[email protected]
www.kirkilla.com


 

Txiki Polit
Musika plaza
Tel.: 943 83 53 57
[email protected]
www.txikipolit.eus


 

Salegi Taberna
Plaza Barren, 3
Tel.: 943 133 272


 

Taberna Naparrak
Plaza Barren, 1
Tel.: 943 133 170

Bailando en las calles al ritmo de trikitilaris. Foto web Turismo de Zarautz.

Morella. Donde sientan bien los años

AL ENCUENTRO

MORELLA

DONDE SIENTAN BIEN LOS AÑOS

La vista a lo lejos, por cualquiera de los caminos que llevan a Morella, es de un recinto amurallado y bien fortificado, con sus casas salpicando la ladera de una empinada colina, cuya cumbre se funde con el castillo que otea todo lo que ocurre a su alrededor. Es una primera impresión que, indefectiblemente, queda grabada en el viajero: en su memoria y en su imaginación; porque la panorámica da, sin duda, para fantasear con batallas y asedios medievales o, en un plano más pacifista, con mercados, fiestas, romerías, procesiones… Y no es que se haya detenido el tiempo; es que la sientan muy bien los años.
JESÚS ORTÍZ

De alguna manera, se produce una relación osmótica entre el visitante y el ambiente morellano. Tras la primera y contundente imagen de la aproximación a las murallas, que va moldeando la imaginación del viajero, todo acaba formando parte de quien pasea por Morella, incapaz de sustraerse a los sucesivos impactos: el entorno urbano; las calles, callejas y pasajes; los edificios señoriales, los monumentales y los de arquitectura tradicional; las plazuelas, los pequeños comercios o la presencia volátil de los hornos de leña donde se da vida al pan de siempre o a los imprescindibles flaons.

Els Ports, o Los Puertos, es la comarca de interior castellonense en la que reina Morella y de la que casi podemos decir que es parte del Maestrazgo. Casi, porque nunca se incluyó entre los territorios que controlaron por ahí las órdenes militares del Temple, San Juan y Montesa (Maestrazgo viene de maestre, máxima autoridad de los monjes castrenses), pero está rodeada por el área geográfica que incluye aquella denominación y que se reparte por las provincias de Castellón, Lérida y Teruel. Hablamos, va en el nombre, de una zona montañosa en cuyas sierras el viento y las corrientes fluviales han ido formando cortados y «muelas», que muestran sus caras ocres y rojizas entre los verdes de la vegetación.

 


EL MISMÍSIMO CID CAMPEADOR ESTUVO CUATRO VECES AL PIE DE LAS MURALLAS MORELLANAS Y CUENTAN LAS CRÓNICAS QUE NUNCA LOGRÓ ENTRAR


 

Y en una de esas «muelas», precisamente, está Morella. Ya imagina el lector, por el paisaje que acabamos de describir, que la capacidad defensiva es una de las características que hicieron de la localidad objeto de deseo de los pobladores prehistóricos, para empezar, y de íberos, romanos, visigodos, musulmanes… El mismísimo Cid estuvo cuatro veces al pie de las murallas morellanas y cuentan las crónicas que nunca logró entrar. Ganó batallas en su entorno, según la Historia Roderici, pero Morella, que entonces pertenecía a la taifa de Lérida, se le resistió. Vaya a saber qué contó Rodrigo a su jefe en aquel momento, el rey de la taifa de Zaragoza, para explicar las dificultades de traspasar aquellas murallas.

 


EN LA CANTERA DE LA PARRETA DE MORELLA, DE DONDE SE EXTRAE ARCILLA ROJA, SE HAN ENCONTRADO RESTOS FÓSILES DE VARIAS ESPECIES DE DINOSAURIOS


 

Morella la Vella es una masía que está a unos seis kilómetros del centro urbano. En su entorno está la muestra de que los primeros pobladores de la Península ya tuvieron aprecio por la zona: un conjunto de pinturas rupestres, declaradas Patrimonio de la Humanidad (1998), que representan escenas de caza y que dan fe de que la cabra fue un animal importante por esos lares y en aquellas épocas. Hay varias cuevas con pinturas en la zona: la del Barranquet, la de Llepús o la Coveta de la Cornisa, a las que se deben añadir las galerías Alta y del Roure. Solo se pueden visitar algunas y, aviso para entusiastas, es necesario concertar una cita en la oficina de turismo morellana para verlas de cerca.

También debió ser la zona del gusto de los habitantes del Cretácico Inferior, porque en la cantera de la Parreta de Morella, de donde se extrae arcilla roja para hacer cerámica, se han encontrado restos fósiles de varias especies de dinosaurios y de algunos tipos de vertebrados no dinosaurianos, como pterosaurios y plesiosaurios, amén de peces, anfibios, tortugas, cocodrilos… Quienes saben de esto califican el registro fósil de la comarca de El Ports como «uno de los más abundantes y diversos de la Península Ibérica». El Museo de Dinosaurios de Morella ofrece una muestra más que interesante de lo que se va descubriendo en la cantera de arcilla.

La mola fue del gusto, en fin, de los sucesivos pobladores que vieron en ella un lugar ideal para instalarse. De íberos y romanos, se han localizado restos de edificaciones en el área del castillo. Poca cosa, lógicamente, porque cada uno que llegaba, sobre todo si era a «sangre y fuego», hacía obra nueva sobre los restos. De tiempos de visigodos, siglo VII, hay un yacimiento en la misma cantera donde se localizan los restos de los dinosaurios. Tuvo que ser importante el asentamiento, dicen los arqueólogos, porque uno de los edificios pudo haber tenido unos doce metros de altura, a lo que hay que añadir estructuras posteriormente añadidas de origen andalusí.

Puede decirse, pues, que Morella ha estado habitada sin interrupción desde hace unos cinco mil años, aunque lo que más huella ha dejado en su fisonomía es la Edad Media. A partir de la reconquista, sobre todo; aunque también la pertenencia de la ciudad a la taifa de Lérida, hablamos de la ocupación musulmana, por tanto, aportó lo que hoy es algún resto visible en lugares como la base de las murallas o de algunos muros del castillo. Pero, en fin, abundando en la idea de que el que llega nuevo remodela y redecora la casa, es el transcurrir de los tiempos a partir de la llegada de Jaime I, en enero de 1232, la que marca esa estética arrolladora de la ciudad de Morella.

El castillo, por omnipresente, ya es todo un tratado de historia. Según un texto publicado en La Gaceta de Madrid en 1931, con motivo de la declaración del monumento como bien de interés histórico-artístico, «cada piedra encierra historias, leyendas, alianzas y conflictos. Salones y Patio de Armas que han sido escenario de las batallas de El Cid Campeador, de contiendas como la Guerra de Sucesión, y eje de las guerras Carlistas. Estas piedras han sido testigo de los tiempos de Cátaros y Austrias». Imposible no asumir la descripción. Hoy se entra a esta fortaleza (s. XIII y sucesivos) por lo que fue el claustro del Convento de San Francisco (s. XIV) y en su interior se puede visitar el Palacio del Gobernador (s. XV), construido aprovechando una de las muchas cuevas en las paredes de la mola.

 


EN EL CASTILLO, «CADA PIEDRA ENCIERRA HISTORIAS, LEYENDAS, ALIANZAS Y CONFLICTOS; SALONES Y PATIO DE ARMAS QUE HAN SIDO ESCENARIO DE BATALLAS»


 

Las murallas tienen tanta historia encima como el castillo y su estado de conservación es sobresaliente. Hablamos de un cinturón de dos kilómetros y medio, con alturas de entre diez y quince metros, construidas entre los siglos XIV y XV, con dieciséis torres y siete puertas, entre las que destaca la de San Miguel (s. XV), que se puede considerar la entrada principal a la ciudad, entre otras cosas por sus dos imponentes torres de planta octogonal. Muy cerca de este acceso, en la base de la mola, está un acueducto construido en el s. XIV del que se conservan dos tramos y que da una fidedigna idea de cómo se hacía llegar el agua a un aljibe en la Plaça de la Font desde la fuente de Vinatxos, que Jaime I cedió a Morella pasado medio siglo de su entrada triunfal tras la reconquista.

La Iglesia de Santa María, entre los monumentos religiosos, tampoco se queda atrás en cuanto a importancia histórica y arquitectónica. De estilo gótico, y construida entre los siglos XIII y XVI, se abre al viajero por las impresionantes puertas de los Apóstoles y de las Vírgenes, ambas en la misma fachada, solamente igualadas en el grado de asombro del visitante por la escalera de caracol interior que sube al coro. Su protagonismo en la historia surge en pleno final del Cisma de Occidente. Cuando ya solo quedaban dos papas en discordia (llegaron a ser tres), se citaron en Morella Benedicto XIII (el Papa Luna), Fernando I de Aragón y fray Vicente Ferrer. No se puede decir que arreglasen del todo el conflicto, porque Benedicto «se mantuvo en sus trece» a pesar de ser rechazado desde ese momento, pero en los anales de la iglesia arciprestal quedó escrito que ante su altar se reunieron un rey, un papa y un santo.

Hay, por supuesto, más edificios reseñables civiles y religiosos, desde la propia sede del ayuntamiento, gótica del s. XV, y un puñado de casas solariegas que dan muestra de la importancia que tuvo Morella en la Edad Media, hasta la ermita de Santa Llúcia i Sant Llacer, con su intrahistoria de asesinatos, pero es imposible dejar de citar aquí otro tipo de monumento: la gastronomía morellana y los productos locales que la sustentan. A la cabeza de esos productos está la trufa. Durante los meses de enero a marzo, cuando se recolecta la tuber melanosporum, tienen lugar las jornadas de la trufa Morella-Els Ports, en las que los restaurantes morellanos hacen maravillas con este «oro negro». En paralelo, el Festival Gastro-Literario Morella negra como la trufa: vino, novela y hongo… ¿se puede pedir más? Bueno, sí: quizás empezar cada menú con algún queso «de servilleta» y finalizarlo con un flaó, santo y seña de la repostería local, bien relleno de requesón y almendras.

Acueducto (s.XIV)
Arquitectura popular morellana.
Panorámica de Morella.
Calle Blasco de Alagón.
Iglesia de Santa María (ss. XIII a XVI), con sus dos puertas: de los Apótoles, la mayor, y de las Vírgenes.
Puerta de San Miguel.
Puerta del Forcall.
Puerta del Rey.

INFORMACIÓN

Oficina de Turismo
Plaza San Miguel, s/n
Tel.: 964 173 032
[email protected]
www.morella.net/morellaturistica

ALOJAMIENTO


Hotel Cardenal Ram ***
Costera de la Suner, 1
Tel.: 964 160 046
[email protected]
https://hotelcardenalram.com/

RESTAURANTES Y TAPEO


Casa Roque
Cuesta San Juán ,1
Tel.: 964 160 336
[email protected]
www.casaroque.com

Vinatea
Blasco de Alagón, 17
Tel.: 964 160 744
[email protected]
www.restaurantevinatea.com

Casa Pere
Blasco de Alagón, 22
Tel.: 964 160 215

Bar Prats
Virgen del Pilar, 24
Tel.: 964 160 160

Bar Xuso
Julià Prats, 14
Tel.: 964 173 050

Para no perderse

Los dinosaurios de la Cantera del Mas de la Parreta, Morella (Formación Morella, Barremiense superior, Cretácico Inferior): Sistemática, análisis filogenético e implicaciones paleobiogeológicas.
José Miguel Gasulla Asensio. Memoria para optar al grado de Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid (2015).


Morella Turística. Ayuntamiento de Morella

Se inicia la carrera (foto web Caballos de Vino).

INFORMACIÓN

Bando Caballos del Vino
C/ de las Monjas – Casa de la Cruz
Tel.: 669 081 842
[email protected]
https://caballosdelvino.org/
(Nota: la carrera de los Caballos del Vino puede verse en directo, vía YouTube, en la web).

Casa Museo de los Caballos del Vino
C/ Gregorio Javier, 21
Tel.: 868 185 096
[email protected]
http://museocaballosdelvino.com