CONSUMO
JOSÉ RAMÓN LOZANO PETIT,
Presidente de la Federación UNAE- Twitter: @_UNAE_
"Adquiriendo estos productos se contribuye a la destrucción de empresas legales y a la consiguiente pérdida de puestos de trabajo"
Lo barato sale caro
Artículos de moda, ropa o bolsos de marca, prendas deportivas, productos informáticos o electrónicos, instrumentos musicales, relojes, joyas, gafas, etc. Internet se ha convertido, desgraciadamente, en el paraíso de las falsificaciones.
En la red es posible encontrar todo tipo de productos falsos a través de sitios web fraudulentos, aplicaciones para móviles, redes sociales e incluso infiltrados en tiendas online legales que atraen a los consumidores con productos más baratos y de menor calidad que los originales; todo un mercado fraudulento que mueve miles de millones de euros al año gracias al anonimato y la accesibilidad casi universal de la red.
En general aún existe cierto desconocimiento entre los consumidores, ya que términos como “imitación” o “réplica” inducen a confusión a muchos compradores. Un producto falsificado implica el uso no autorizado de la propiedad intelectual del propietario de una marca para engañar a los consumidores, que creen que compran el producto auténtico, mientras que las imitaciones se parecen a los productos de marca verdaderos, pero no suelen ser idénticos.
El término réplica, adoptado del inglés, se empezó a utilizar en el coleccionismo de armas de época, para referirse a reproducciones fieles de ejemplares antiguos con un aspecto y características similares, pero que advertían expresamente que no eran originales. Sin embargo, en la actualidad se utiliza esta expresión para intentar convencer a los usuarios de que no se trata de productos falsos.
Así, en muchas ocasiones, los compradores confían en lo que ven en internet o en el prestigio de la empresa vendedora y adquieren productos sin darse cuenta de que no son auténticos. Para evitarlo es necesario comprobar la identidad del vendedor; buscar las opiniones de otros usuarios, desconfiando si son demasiado positivas; comparar el precio y las características en otras páginas, incluida la del fabricante; comprobar los derechos que reconoce el vendedor a los consumidores y la política de devoluciones; y que la página web sea segura y disponga de un sello de confianza para resolver las posibles incidencias o reclamaciones.
Pero algunos consumidores adquieren conscientemente productos que utilizan las marcas o logotipos de empresas legales por su bajo coste, situación que se agrava en épocas de crisis económica, sin ser conscientes de los problemas económicos y sociales que éstos producen, ni de los riesgos que suponen, ya que los productos falsificados presentan numerosos problemas.
En primer lugar, hay que mencionar los relacionados con la seguridad, ya que los medicamentos falsificados y otros productos relacionados con la salud carecen de control y de garantías sanitarias, y otros como material eléctrico, juguetes o pequeños electrodomésticos suelen ser de baja calidad e incumplen la normativa europea sobre seguridad. Incluso se falsifica habitualmente el marcado CE.
Por otra parte, comprar productos falsos implica renunciar a nuestros derechos como consumidores, como los de información, de garantía o de devolución del importe en caso de falta de conformidad del producto, es decir, que no se ajuste a las características esperadas; o de desistimiento en las compras fuera de establecimiento en el plazo de 14 días naturales desde la entrega sin necesidad de alegar causa.
Además, desde el punto de vista económico y social, adquiriendo estos productos se contribuye a la destrucción de empresas legales y a la consiguiente pérdida de puestos de trabajo e incluso de la creatividad, la innovación tecnológica y la cultura, ya que afectan a los derechos de propiedad industrial, intelectual y artística. También se fomentan actividades delictivas, pues estos negocios suelen estar controlados por redes ilícitas internacionales, y la explotación ilegal de trabajadores en países del tercer mundo, incluso de niños, ya que carecen de los mínimos derechos laborales, y trabajan muchas horas diarias por salarios ínfimos. Finalmente, en muchas ocasiones, la fabricación de productos falsos también supone el deterioro del medio ambiente.
Sin embargo, una controvertida sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 2022 exime de responsabilidad a Amazon sobre las falsificaciones de terceros vendidas en su tienda online, argumentando que es un mero intermediario y que no puede considerarse directamente responsable de las infracciones cometidas en su plataforma mediante ofertas de terceros, salvo que tuviera conocimiento de la ilicitud de los productos que aloje y no actúe con prontitud para retirarlos, por lo que le atribuye una importante y activa obligación de control.
Por eso es necesario que empresas, administraciones y asociaciones de consumidores sigan incidiendo en la formación e información de los ciudadanos para evitar el consumo de productos falsos, tanto de forma consciente como inconsciente. Por ejemplo, el pasado 8 de junio, con motivo del Día Mundial contra la Falsificación y la Piratería, la Oficina Española de Patentes y Marcas publicó un folleto para concienciar a la sociedad sobre los riesgos y perjuicios que conllevan las falsificaciones, que incluye un decálogo antipiratería con consejos prácticos para identificarlos.
En definitiva, como suele decirse, lo barato sale caro y, además, los productos falsificados pueden ser muy peligrosos.