CONSUMO

El peligroso mercado de las imitaciones

Cuando consumimos imitaciones estamos contribuyendo a destruir la economía real y colaborando con organizaciones criminales.
El consumo de productos falsificados tiene efectos negativos sobre la economía, pero también puede tenerlos sobre la salud, la seguridad y el medio ambiente ya que muchos de los productos que circulan en ese mercado alternativo no cumplen las normas de calidad ni los controles exigidos al resto de fabricantes.
MARIÁN LEZAÚN

Cuando compramos una copia ilegal estamos, además, contribuyendo a la comisión de un delito contra la propiedad intelectual, lo que atenta contra la innovación y el desarrollo y, en consecuencia, contra la industria. Sin embargo, el fenómeno sigue creciendo y ha llevado a España al tercer puesto en el ranking europeo de consumo de productos falsificados.

Un problema global. El mercado de las imitaciones, réplicas y copias falsas de productos originales es un problema global de difícil solución. Actualmente, el país más afectado por la falsificación es Estados Unidos, puesto que un 24% del valor total de los productos incautados en las aduanas de todo el mundo corresponden a derechos de propiedad intelectual registrados en país, según explican Eduardo Valpuesta, catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Navarra y Patrick O’Malley, profesor de Derecho Mercantil de la misma universidad. Le siguen Francia, con un 16,6%, e Italia con un 15,1%. Según explican estos expertos, “diversos estudios afirman que la tasa de mercado de las falsificaciones alcanza ya 6% del total (aunque la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea la sitúa en un 2,5%), lo que supondría 700.000 millones de euros de ventas frustradas para los titulares legítimos; una pérdida de 2,5 millones de puestos de trabajo, y 125 millones de ingresos fiscales anuales menos. En el caso de España, las pérdidas provocadas por las ventas ilegales alcanzan los 6.700 millones de euros y suponen la destrucción de 54.000 puestos de trabajo. Una lacra que se extiende a todos nuestros socios comunitarios. “Solo la falsificación de prendas y artículos de moda han provocado en Italia la destrucción de 88.000 puestos de trabajo en los últimos años, lamenta O’Malley.

 


EL PAÍS MÁS AFECTADO POR LA FALSIFICACIÓN ES ESTADOS UNIDOS Y LE SIGUEN FRANCIA E ITALIA


 

Estos datos demuestran la gravedad de un problema que, sobre todo, es muy complicado de controlar. “Es necesaria una acción coordinada entre gobiernos, fuerzas de seguridad, marcas y consumidores, lo que complica sobremanera poder impactar en las sofisticadas organizaciones de redes de piratería y falsificación”, explica Paco Lorente, profesor en ESIC Business School y cofundador de la consultora Wannathink.

Concienciación. Acabar con el negocio de las falsificaciones no es fácil, pero sí se puede sensibilizar a la ciudadanía de que cuando consume imitaciones está contribuyendo a destruir la economía real; está colaborando con organizaciones criminales, y está poniendo en riesgo su salud. De hecho, el Ministerio de Industria lanza cada año una campaña para concienciar a los consumidores sobre este asunto. Según la Oficina Española de Patentes y Marcas, “el 45% de los jóvenes de entre 15 y 24 años adquirió el año pasado un producto falsificado online a propósito y el 25% de los mismos accedió conscientemente a contenido pirateado”. La misma entidad estima que cada español destina 133 euros anuales a la compra de productos falsos. Por eso, Eduardo Valpuesta insiste en que “al comprar falsificaciones se potencia una industria que además de infringir derechos, explota laboralmente a los trabajadores (con una inmensa localización en China). “El antisistema que al comprar estos productos cree que está protestando ante la industria es también la persona que ayuda a perpetuar esta economía sumergida y la explotación laboral”, explica Valpuesta, quien considera que la lucha contra este mercado no es fácil. “En el comercio mundial es muy difícil actuar contra los infractores de derechos de todo tipo. Supongamos que vemos una página web que vende falsificaciones: ¿cómo reclamamos?”, se pregunta. “Lo primero sería investigar quién es el titular de la página, lo que no siempre es fácil, ni veraz. Una vez que sabemos quién es el titular podemos reclamarle, pero, a menudo, son empresas radicadas en países con sistemas judiciales laxos o poco eficientes y una reclamación es complicadísima y de éxito difícil”, explica Valpuesta. Y, en el caso de que se lograra una condena judicial, ¿cómo se ejecuta contra la empresa y contra sus bienes? “Suelen ser empresas temporales, que cierran y se reconstituyen con otra denominación y forma, sin bienes conocidos, etc.”, añade Valpuesta.

 


EN ESPAÑA, LAS PÉRDIDAS PROVOCADAS POR LAS VENTAS ILEGALES ALCANZAN LOS 6.700 MILLONES DE EUROS Y SUPONEN LA DESTRUCCIÓN DE 54.000 PUESTOS DE TRABAJO


 

En la misma línea, Alejandro Ruelas, experto en estrategia, innovación empresarial y profesor de la Universidad de Navarra, advierte que cuando compramos algo barato debemos pararnos a pensar en las consecuencias. “Para poder vender barato tienes que producir barato y eso solo puede hacerse sin innovar, copiando y pagando poco a los trabajadores”, insiste. Por eso, para este experto no solo las falsificaciones lastran la economía sino también los productos low cost y las marcas blancas. “Estamos en un sistema muy laxo legalmente que termina con las empresas que generan valor y, a la larga, eso es muy peligroso”, explica Ruelas. Las pérdidas para las marcas originales son enormes y eso acaba lastrando el crecimiento: “Lo peor que le puede pasar a una economía desarrollada es que se reduzcan las marcas”.

Los productos más copiados. Pero, ¿qué clase de productos son los que se prestan más a las imitaciones. No hay estadísticas, pero lo más falsificado es la propiedad intelectual (música, películas y juegos electrónicos). Le siguen el calzado deportivo, la ropa, los artículos de cuero, informática, cosmética y productos de cuidado personal. Se estima que sólo en el negocio de la cosmética un 16% de las ventas son productos falsificados. También se copian medicamentos e incluso productos de alimentación, a pesar del esfuerzo que se hace para concienciar a la población y evitar, en la medida de lo posible, este tipo de prácticas. “El 80% de los productos falsificados se venden online”, explican Valpuesta y O’Malley. En cuanto a los países de procedencia se afirma que de Turquía vienen muchas prendas de vestir, de Hong Kong, la telefonía y la informática, y de Malasia, los productos cosméticos. “No obstante, alrededor del 75% de los productos falsos proviene de China”, reconocen los expertos.

Detectar un producto falso

Saber si estamos comprando un producto original no siempre es fácil, especialmente cuando acudimos a una plataforma online. Lo mejor es fiarse sólo de portales reputados y comprobar la titularidad de las páginas. Muchas webs de apariencia normal son empresas temporales que venden productos falsos. En la venta física, normalmente el lugar o forma de venta indica la procedencia de los productos y suele ser más sencillo identificar las imitaciones. “Cada vez son copias mejores elaboradas. Han evolucionado mucho en el cuidado de los detalles como logotipos, etiquetas o método de elaboración que antes revelaban su condición a primera vista”, explica Paco Lorente, profesor en ESIC Business School y cofundador de la consultora Wannathink. “Si la falsificación es buena cuesta más descubrirla. Hay que fijarse en el tipo de envase y packaging, en la etiqueta del fabricante, en los datos, etc. También, el precio es un indicador clave, los chollos y las gangas son difíciles de encontrar, por lo tanto, hay que desconfiar si proviene de una tienda informal, y en el caso de internet, debemos revisar siempre las páginas oficiales”, advierte.

LOS ESPAÑOLES GASTAMOS DE MEDIA 133 EUROS ANUALES EN PRODUCTOS FALSIFICADOS DE MANERA CONSCIENTE

El perfil del consumidor de imitaciones

El consumo de productos falsificados es un acto, en gran medida, consciente, aunque bien es cierto que muchas veces es difícil saber si estamos ante una réplica perfecta. La Euipo (Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea) los clasifica en tres comportamientos. En primer lugar, está el llamado antimarca que es aquel que compra falsificaciones como forma de protesta o crítica al capitalismo y a los altos precios de las marcas. En un segundo grupo está el narcisista, el que quiere ropa de marca o cuyo ámbito social le exige ropa de marca, pero no puede pagarla. Y, en tercer lugar, se encuentra el engañado, que es aquel que no sabe que compra falso. Paco Lorente, profesor en ESIC Business School y cofundador de la consultora Wannathink, añade que “el consumidor más joven de falsificaciones (16 y 24 años) ha crecido en los últimos tiempos. Según Lorente “la proliferación de webs donde poder adquirir productos falsificados ha crecido y es una manera fácil, cómoda y anónima de hacerte con ellos; de hecho, ya son casi la mitad de las compras en este tipo de productos. Algo mucho más silencioso que los manteros que vemos en calles o playas, pero que tiene un mayor impacto”. Alejandro Ruelas, profesor de estrategia e innovación empresarial en la Universidad de Navarra, define a este tipo de consumidores como una persona a la que le gusta aparentar, que recurre a las falsificaciones de manera aspiracional y que no respeta las reglas del mercado.

Para saber más

La Oficina Española de Patentes y Marcas ha lanzado una campaña institucional contras las falsificaciones y para concienciar a los consumidores del problema que representan.

La Oficina de la Propiedad Intelectual en Europea ha publicado un informe en el que analiza el impacto de la propiedad intelectual en la economía europea y la conducta de los consumidores ante las falsificaciones.

El Instituto vasco de consumo dispone en su web de una guía para detectar productos falsos y evitar su consumo.