ALDEA GLOBAL

DAVID CANO MARTÍNEZ,
socio de Analistas Financieros Internacionales

“Ni vamos a dar pasos atrás en el desarrollo tecnológico, ni las principales compañías cotizadas atraviesan por una crisis en su modelo de negocio"

‘Big Tech’

UNO DE LOS ACONTECIMIENTOS más notables del capitalismo o, desde luego, de uno de sus símbolos, la Bolsa, ha sido el aumento del valor de mercado de unas cuantas compañías tecnológicas estadounidenses en los últimos 15 años. Las denominadas Big Tech se han convertido en emblema del éxito de un modelo de negocio con elementos diferenciales.

La capitalización de estas compañías ha superado, y por mucho, a los estandartes de otros momentos, como las entidades crediticias en 2007 (justo antes del inicio de la crisis financiera) o las petroleras a mediados de los ochenta. Nunca antes compañía alguna había tenido una capitalización tan elevada como la que ahora registran Apple (2,4 billones de USD), Microsoft (2 billones), Alphabet (1,6 billones), Amazon (1,2 billones), Tesla (780.000 millones), Meta (476.000 millones) o NVIDIA (400.000 millones de USD). Y eso que la foto actual es peor que la del pasado noviembre.
Desde entonces, la caída de las cotizaciones ha sido en media del 30% (pero del ‐70% en Netflix y de ahí que, con su valor de mercado actual, 83.000 millones de USD, haya salido de la clasificación de Big Tech).

Con esta capitalización (sirva para el contraste que Iberdrola, con 70.000 millones de EUR, es la compañía española que más capitaliza) y la corrección reciente, muchas voces alertan de que nos enfrentamos a una nueva burbuja de valoración. Esta habría comenzado a estallar debido al inicio del endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal de EE. UU. Estaríamos ante la repetición de la famosa dot com bubble burst de 2001. Si tenemos en cuenta que el Nasdaq, el principal índice representativo de las tecnológicas, cotiza hoy un 400% por encima de los máximos de entonces, podría parecer sensato alertar del futuro proceso correctivo. Pero no estoy de acuerdo. Existe un factor fundamental y diferencial: los beneficios empresariales. En 2001 se podía vislumbrar el futuro desarrollo de la tecnología, pero todavía era una expectativa (como dato, el iPhone no se lanzó hasta 2008 y las redes sociales comenzaron a popularizarse en 2010). El mercado, como suele suceder, se anticipó, pero de forma excesiva («exuberancia irracional», del Nobel Robert Shiller, fue el término más utilizado). Hoy, la disrupción de las nuevas tecnologías es una realidad que se plasma en enormes beneficios para los principales innovadores (en 2001 apenas conseguían cubrir costes ante un volumen de negocio muy reducido). Como muestra, otro dato: el conjunto de las compañías del Nasdaq ganará este año 700.000 millones de USD (Inditex, del orden de 3.000 millones de EUR), lo que da soporte a una capitalización de 14 billones de USD (65.000 millones de EUR en el caso de la textil gallega). La ratio entre capitalización y beneficios (que en los mercados financieros llamamos PER) está en la zona de 20. Un múltiplo de valoración que apenas se sitúa por encima del promedio histórico del conjunto de acciones cotizadas (16x). Se podría entender que ante una mayor capacidad de crecimiento del beneficio por acción el inversor esté dispuesto a pagar un ratio mayor (20x vs 16x). Por ello, porque tras las actuales cotizaciones haya elevados beneficios, con capacidad no solo para resistir, sino para crecer, considero que no estamos ante una nueva burbuja tecnológica. La corrección desde noviembre debe entenderse como una típica fase bajista coyuntural tan propia en unos mercados bursátiles caracterizados por la volatilidad. Ni vamos a dar pasos atrás en el desarrollo tecnológico, ni las principales compañías cotizadas atraviesan por una crisis en su modelo de negocio, ni cotizan con unos ratios de valoración excesivos (acaso la excepción puede ser Tesla). Por cierto, tampoco creo que el endurecimiento de las políticas monetarias vaya a ser excesivo (un nivel de llegada en cotas del 2,5%–3,5% es más que asumible, más si la inflación se mantiene en esas mismas referencias).

Más debate puede generarse, en mi opinión, en torno a si es contraproducente, si es un riesgo sistémico, un fallo de mercado o un monopolio de facto contar con compañías tan grandes. Nunca antes un grupo tan reducido de empresas (siete) había tenido tanto valor de mercado (9 billones de USD). E, insisto, esta elevada capitalización no se debe a una burbuja de valoración, sino a una realidad. Nunca antes un grupo tan reducido de empresas ganaba tanto dinero (este año, 300.000 millones de USD y solo Apple, 100.000 millones de USD). Estas compañías han alcanzado en sus respectivos mercados un liderazgo tal que muchos advierten de la necesidad de “trocearlas” para fomentar la competencia y para esquivar un too big to fail, es decir, evitar que se conviertan en entidades sistémicas, como ya pasó con los grandes bancos en la crisis de 2008‐2012. Por desgracia, ese debate no lo tenemos en Europa, donde apenas existen compañías tecnológicas cotizadas de tamaño relevante. Entre ellas, ASML, que capitaliza 178.000 millones de EUR, respaldada por unos beneficios esperados este año del orden de 5.500 millones de EUR. Esa misma cantidad ganará en 2022 SAP, compañía que capitaliza 110.000 millones de EUR. Y poco más. Que el Área euro se ha quedado atrás en el desarrollo tecnológico de las dos últimas décadas se confirma con muchos indicadores. Entre ellos, el valor de mercado de las principales Big Tech.