AL ENCUENTRO
Turismo cultural en 360 grados
Las pantallas como vínculo con los museos
La palabra es «emociones». Cuando nos dejamos llevar por las calles de una ciudad o una pequeña población, llenas de historia o rincones que animan al sosiego; cuando vagamos por las salas de un museo y nos paramos a saborear, con tiempo, esa pieza que activa recuerdos o deseos; cuando un espacio natural nos envuelve con sonidos y silencios, quizás abriéndose al final de un sendero para dejarnos sentir la perspectiva de un ave, o cuando una celebración nos rodea con el ambiente popular y colorido de las tradiciones, ancestrales muchas veces, lo que nos hace apreciar más esas cosas, desear repetir la experiencia, compartirlo… son las emociones. Y probablemente no hay nada comparable a sentir, ver, oler, escuchar, tocar o degustar «en vivo y en directo». Si no es posible así, ¿tenemos alternativas?
JESÚS ORTIZ
[email protected]
@JesOrtizAl
Facebook: Jesús Ortiz
Fotos: capturas de los recorridos virtuales.
La respuesta más propia a la pregunta que cierra la entradilla es «no, pero sí». Si por algo nos colman los viajes, sobre todo los culturales, es porque, normalmente, se convierten en experiencias multisensoriales. Seguramente todos hemos llegado a la conclusión, aunque no lo tengamos muy en cuenta de manera consciente, de que percibimos lo que nos rodea con todos los sentidos disponibles. Si no los podemos poner al servicio de lo que hacemos, la cosa no nos entusiasma tanto. Y este es el «no» de la respuesta. Pero entre el «nada» y el «algo», cuando las circunstancias impiden la inmersión total, está lo que pueden aportar las tecnologías de la comunicación, los formatos digitales, lo que nos llega -como multitud de cosas más en estos días- a través de una pantalla de entre doce y varias decenas de centímetros de diagonal. Y este es el «sí»: el de poblaciones, museos, espacios naturales y tradiciones que se han subido al carro de la digitalización y nos permiten mantener el placer de seguir saliendo, de vez en cuando, del círculo invariable de nuestra cotidianeidad.
Cada «viaje» requiere un poco de preparación y algo de exploración en las
procelosas aguas de la red
Muchas organizaciones e instituciones, tanto públicas como privadas, ofrecen visitas no presenciales interesantes y atractivas, aunque con variedad de formatos, lo que hace que cada «viaje» requiera un poco de preparación y algo de exploración en las procelosas aguas de la red, cosa, en fin, que añade interés al proceso y activa un tanto nuestra mente para adaptarnos al camino de ratón y teclado o de dedos sobre pantallas táctiles. Los formatos son básicamente cuatro: los videográficos, que son una especie de reportaje de imagen real o de animación en los que el sonido juega un importante papel; las visitas estáticas, que permiten acceder a un expositor de fotos fijas en las que, pinchando la imagen, se obtiene ésta a mayor tamaño y algo de información; las fotos 360 grados, las más utilizadas por los espacios abiertos, en las que el observador se mueve por una visión semiesférica de todo lo que le rodea, y las visitas interactivas, quizás lo más parecido a la visita presencial, en las que el visitante navega por fotos de 360 grados en las que hay puntos y señales que indican acceso a información, paso a otras perspectivas del mismo espacio y a otras zonas del conjunto o enlace a toda la variedad de recursos que aporta el mundo digital y han sido diseñados para animar la visita.
Museos. No solo los grandes museos, sino también algunos de los que no están en nuestras previsiones cuando hacemos un viaje, por desconocidos, ofrecen recorridos virtuales por algunas de sus salas u obras. Del grupo de los primeros y más reconocidos, si de pinacotecas hablamos, está la sección Mi Prado, en el Museo del Prado, partes del Reina Sofía, básicamente un interactivo dedicado al Guernica de Pablo Picasso, el Thyssen-Bornemisza, que admite interactividad incluso con gafas de realidad virtual, los vídeos del Guggenheim, las detalladas explicaciones del Museo Nacional de Arte de Cataluña y los un poco más complicados de ver vía online como el Instituto Valenciano de Arte Moderno, el Picasso de Málaga o el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Si de pinacotecas hablamos, tenemos la sección Mi Prado y partes del Reina
Sofía, con un interactivo del Guernica
También espléndidos museos, pero con menor o nula dedicación a la pintura, podemos visitar desde nuestro sillón favorito el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de Artes Decorativas, el Museo del Traje, que ofrece la posibilidad de que la visita virtual sea estática o dinámica, el emeritense Museo Nacional de Arte Romano, muy enfocado en aplicaciones móviles, el Museo Dalí de Figueras o el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología en sus sedes de La Coruña y Alcobendas. Y entre los menos conocidos, pero con actividad digital y, en este caso, didáctica, podemos fijarnos en el Museo Lunar de Fresnedillas de la Oliva (Madrid), en el entorno de la estación de seguimiento del Apolo XI en el histórico primer viaje a la luna.
Destacar alguno de estos ejemplos, y por aquello de que «sobre gustos no hay nada escrito», es un puro ejercicio de diversión, de dejarnos llevar por lo que nos provoca más curiosidad cuando entramos y vemos lo primero que se nos presenta. Por aquí hemos apuntado al Museo Dalí de Figueras, situado físicamente en una casa fortificada medieval del siglo XI, que ganó importancia con la baronía de Pùbol en pleno Renacimiento y que, muy deteriorada y tras mucho tiempo de abandono, fue adquirida por Salvador Dalí en 1969. Hoy es el Castillo Gala Dalí de Pùbol, que se estrenó como museo en 1996 y que supone toda una eclosión de creatividad por parte del genio, cuyo padre, notario -por cierto-, hubiera preferido que se dedicase a las leyes, pero que acabó aceptando que se instalase en la madrileña Residencia de Estudiantes, ahí es nada, para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, espacio este que también dispone hoy de un recorrido virtual, pero hecho con Adobe Flash Player, programa que el fabricante dejará de distribuir el último día de 2020 y que, además tiene demasiadas complicaciones de uso.
La estructura de la página de visita virtual al Museo Dalí es la de fotos 360 con entradas interactivas
La estructura de la página de visita virtual al Museo Dalí es la de fotos 360 con entradas interactivas. Uno de sus recursos inmersivos es la posibilidad de uso de gafas de realidad aumentada. El símbolo del ratón, que nos permite caminar por los espacios, adentrarnos en las salas o descubrir lo distintos elementos, forma un círculo blanco. Si se hace coincidir con otros del mismo color que están en el suelo, estaremos una especie de «visita guiada» por espacios y obras singulares. Pero si el visitante apunta con él a cualquier sitio, puede ir, digámoslo así, por libre, mover las fotos base a su antojo e ir de planta en planta en busca de cosas concretas.
Los círculos, como el que acabamos de citar, protagonizan esta visita en modo online a la casa-museo. En el paseo los encontrará de colores mostaza, rojo y azul verdoso. Se trata, también, de hacer coincidir el blanco con alguno de los otros. En los amarillentos hay descripciones y documentos de la sala o zona en la que se encuentra el visitante. Los rojos parten de preguntas que se responden inmediatamente o incitan a descubrir detalles. Y los azulados aportan información algo más detallada, enlaces a distintos tipos de recursos o hasta la posibilidad de penetrar en alguna de las instalaciones, como es el caso del «Taxi lluvioso» que ocupa el centro de la Sala 2 o «El Patio».
Entre el «nada» y el «algo», cuando las circunstancias impiden la inmersión
total, está lo que pueden aportar las TIC
Desde luego, es todo un lujo como recurso didáctico. Cualquier profesor, con un poco de paciencia e ingenio, puede «meter» a sus alumnos en la visita del mismo modo que se realiza la clásica excursión de una mañana para patear las losas del museo. Y es tremendamente entretenido para cualquiera de nosotros que quiera pasar un rato agradable inmerso en ese monumento al surrealismo que creó Salvador Dalí.
Llegados a este punto, habrá quienes se pregunten si no vamos a hablar también de visitas virtuales a ciudades, espacios naturales o tradiciones populares como apuntábamos al principio. La verdad es que, puestos a buscar, tenemos una lista tan enorme, y constantemente creciente, de lugares, que necesitamos alguna página más. Así que permítannos invitarles a que compartan con nosotros una segunda parte de «Turismo cultural en 360 grados». Veremos ciudades desde perspectivas a veces inimaginables, como Salamanca, Barcelona o Valencia; monumentos y espacios como parques urbanos, algunos todo un libro de historia, desfiladeros y acantilados, o descripción de tradiciones que son ya todo un icono de la sociedad en la que se llevan a cabo.
Un paseo en coche de caballos por la Feria de Abril sevillana, mirando en
todo nuestro entorno y recibiendo el sonido de lo que miramos
¿Qué no se imaginan lo de las tradiciones? Bueno, va: guárdennos el secreto quienes lo conozcan… ¿se imaginan un paseo en coche de caballos por la Feria de Abril sevillana, mirando en todo nuestro entorno y recibiendo el sonido de lo que miramos? ¿O entrar una caseta y marcarse unas sevillanas? Solo faltaría el rebujito o el tubo de cerveza, pero nada impide que se lo prepara en su casa, lo acompañe de una de jamón con sus correspondientes picos o regañás y disfrute del espectáculo. Pues eso: que nos vemos en el número que viene.
Para no perderse
Museo del Prado
Museo Reina Sofía
Museo Thyssen-Bornemisza
Museo Guggenheim
Museo Nacional de Arte de Cataluña
Instituto Valenciano de Arte Moderno
Museo Picasso de Málaga
Museo de Bellas Artes de Sevilla
Museo Arqueológico Nacional
Museo de Artes Decorativas
Museo del Traje
Museo Nacional de Arte Romano
Museo Dalí
Museo Nacional de Ciencia y Tecnología
Museo Lunar