ALDEA GLOBAL

La otra vuelta al cole

XAVIER BERTOLÍN,
Director Corporativo de Educación de la
Fundación “La Caixa”


@FundlaCaixa
Instagram: fundlacaixa

NUNCA antes la vuelta al cole había cobrado tanto significado. Ni había estado tan lejos de ser ese reencuentro con compañeros y amigos tras el verano. Con la llegada de la nueva normalidad, la mochila de alumnos, padres y profesores para el nuevo curso 2020-2021 ha estado cargada hasta arriba de incertidumbre.

La pandemia nos ha mostrado con toda su crudeza problemas sociales que ya conocíamos. Ha ahondado la brecha digital y nos ha vuelto a recordar que la inclusión y la conciliación familiar son fundamentales. En la escuela, además, hemos identificado problemas de infraestructuras, de capacitación docente en lo relativo al uso de herramientas digitales y de ausencia o presencia de la aplicación real de un plan digital de centro. Los esfuerzos de la comunidad educativa se han focalizado en intentar dar, a pesar de todo, la mejor respuesta posible a un reto sin precedentes: poder garantizar el derecho a una educación de calidad y en equidad a millones de escolares que estaban confinados en sus domicilios.

Hoy sabemos que la escuela no estaba preparada para la pandemia, que no estaba preparada para dar continuidad a la actividad educativa más allá de la actividad presencial. Ni, en definitiva, para verse forzada a llevar a cabo una transición tan repentina como acelerada a un modelo de aprendizaje a distancia y online. Con serias dificultades para acceder a la enseñanza en línea por parte de muchas familias, la complejidad de la inclusión y la atención a la diversidad en un contexto virtual, la escuela sólo digital no estaba al alcance de todos. Hemos puesto a prueba con mayúsculas nuestro sistema educativo. Y esa prueba está constatando que, pese a los esfuerzos de las administraciones por impulsar la digitalización de la enseñanza en los últimos años, no se estaba produciendo, realmente, una transformación digital en el sector educativo. A esto hay que añadir que estamos conociendo, de la mano de varios organismos especializados en la materia, los efectos negativos que esta crisis está teniendo en el aprendizaje de los alumnos y en el incremento de la tasa de abandono educativo. Las expectativas a corto plazo no son nada halagüeñas.

El reciente informe Efectos de la crisis del coronavirus en educación, publicado el pasado mes de marzo por la OEI, destaca que “el cierre de los centros escolares puede afectar al aprendizaje de los alumnos, especialmente de los más rezagados. Además, agravan esta situación factores como son la situación económica y laboral en los hogares, el acceso a internet o incluso el nivel de estrés de los padres, actores fundamentales en el acompañamiento de la educación en casa”. Y desde Unesco se advierte que hasta 24 millones de alumnos desde preescolar hasta ciclos superiores podrían abandonar los colegios en 2020 como consecuencia de los cierres de sus centros escolares. Una tendencia especialmente preocupante en nuestro país, si tenemos en cuenta que el que tiene mayor tasa de abandono estudiantil del continente europeo (17,3%) según la última Encuesta de Población Activa (EPA) del INE de 2019.

Ahora bien, si en algo hay consenso en la comunidad educativa es que la asistencia presencial es necesaria. Por un lado, al evidenciarse las actuales carencias del sistema educativo respecto a la enseñanza online. Y por otro, todavía más preocupante, constatar que con el cierre de las escuelas se han acentuado significativamente las diferencias sociales. De hecho, la llamada brecha digital ha afectado desproporcionadamente a los niños de bajo nivel socioeconómico, con discapacidades y de otros grupos vulnerables.

Como confirmaba la ministra de Educación, Isabel Celaá, a comienzos de agosto “si algo hemos aprendido de la pandemia es que, además de que la escuela es insustituible, los resultados de la presencialidad también lo son”.

Pero la reapertura y el retorno de esa presencialidad necesaria deben hacerse en condiciones de seguridad y de manera compatible con la mejor respuesta general ante la Covid-19. En este sentido, un equipo de expertos de la Universidad de Harvard ha publicado recientemente un informe con diferentes indicaciones para que se reduzca el riesgo de contagio. Con este documento, titulado Escuelas saludables. Estrategias de reducción de riesgos para la reapertura de las escuelas, los investigadores aseguran que existen pruebas científicas que indican que los riesgos a los que se exponen los estudiantes y empleados se pueden reducir si las escuelas implementan estrictas medidas de control y reaccionan de manera dinámica ante los brotes que pudieran aparecer.

Así y todo, busquemos una respuesta sanitaria y educativa coherente, globalmente satisfactoria. Pasemos a la siguiente fase. No nos quedemos en una vuelta al cole con una presencialidad de saldo. Apuntemos hacia otra vuelta al cole, con las mejores condiciones de aprendizaje y enseñanza para todo el alumnado.

Partimos del hecho de que los docentes poseen diferentes niveles de competencia digital o tecnológica. Y de que esta desigualdad se traslada a los conocimientos o habilidades que adquirirán sus estudiantes. Es, por tanto, una tarea ineludible favorecer procesos formativos de capacitación que busquen la mejora de la competencia digital. Y sumarle la creación de espacios virtuales de intercambio de buenas prácticas en red, una red “entre-profes” que aprenden juntos y colaboran. A lo que hay que añadir el impulso de nuevos modelos de liderazgo en los equipos directivos de las escuelas que se comprometan, apuesten e inviertan en la formación permanente de su profesorado. Prerrequisitos indispensables para el aprendizaje del alumnado en un contexto de educación a distancia y online. Demos continuidad a la senda iniciada con lo mucho que hemos aprendido sobre educación en este tiempo de pandemia, e impulsemos la transformación educativa en la era digital.