ALDEA GLOBAL

ANTONIO GARAMENDI,

presidente de CEOE

@garamendi

Ser empresario: pasión, esfuerzo y adaptación

La Real Academia de la Lengua define el término empresa como la “acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”.

Sin duda es una descripción muy acertada puesto que una empresa, como la entendemos en CEOE, es una combinación de acción, esfuerzo y determinación.

Una empresa o ser empresario requiere de una tensión constante por mantener el rumbo. Un sacrificio (a menudo muy ligado al riesgo que implica la inversión que se realiza) que solo se puede sostener desde la pasión y la idea clara de dónde se quiere llegar. Los empresarios arriesgan para conseguir mantener a flote su empresa.

Sin embargo, muchos son los que han caminado por esta senda y no han llegado a término o han tenido que echar el cierre antes de tiempo.

Por tanto, ampliando un poco más el sentido de la palabra empresa, podríamos decir que esas líneas maestras que la definen bien podrían completarse diciendo que para que la empresa sea exitosa la acción, el esfuerzo y la determinación no siempre son suficientes. Es necesario dar un paso más.

¿Qué podemos aprender entonces de aquellas empresas longevas, que mantienen el pulso de la actividad durante años, décadas o incluso siglos?

Hay otras líneas comunes en la forma de trabajar de estas compañías que pueden acercarnos aún más a la idea de éxito. Es esa experiencia de la empresa que se ha mantenido durante años, la que inspira y muestra las claves para los futuros empresarios.

De un lado, podríamos hablar del compromiso con las personas. Tanto aquellas a las que van dirigidos los bienes o servicios producidos como las personas que forman parte de las organizaciones. El compromiso en todos los niveles de la empresa hace que su trayectoria se enfoque siempre hacia la mejora, y una empresa mejor siempre tendrá resultados positivos para toda su estructura: empleados, clientes y empresarios.

Aquellos que saben lo que es mantener un negocio en plena forma durante muchos años saben que solo se consigue desde la unidad de acción. Dicho de otro modo, el compromiso de las personas que sacan adelante el trabajo diario es fundamental para que la empresa evolucione unida en la misma dirección.

Además, ese compromiso de los empleados para con su empresa y sus valores garantiza la participación y la creatividad, es decir, el valor añadido y la puesta en práctica del talento.

De otro lado, para poder fomentar ese mismo compromiso, es fundamental que la empresa funcione con reglas claras y con transparencia. En último término, de lo que hablamos es de confianza en todas las direcciones del proyecto empresarial. La transparencia de una empresa lleva a vincular a todos en sus retos y objetivos.

 


                                                       Solo poniendo a las personas en el centro de las cosas podremos hacer que nuestras empresas sean más competitivas

 

Para acabar de perfilar esa idea del compromiso en el seno de las empresas, señalar que este es hoy más importante que nunca. Solo poniendo a las personas en el centro de las cosas podremos hacer que nuestras empresas sean más competitivas, entre otras cosas porque el talento es la verdadera materia prima de cualquier compañía.

Así es que aquella empresa que quiera perdurar en el tiempo debe dejar de mirarse a sí misma como un centro de producción y obtención de beneficios. Las compañías también son y deben considerarse generadoras de valores y promotoras del bien común. Una forma de entender la actividad que se ha consolidado aún más a raíz de la crisis del COVID-19.

Otro elemento necesario para que una empresa permanezca en el tiempo es la adaptación constante al entorno y a los cambios. Vivimos años de gran incertidumbre a todos los niveles y, por ello, el término acción ha cobrado un nuevo significado.

Las empresas de hoy se mueven en entornos cambiantes que trascienden lo más evidente, que son las transformaciones tecnológicas. En estos momentos, además de asumir que la digitalización es un proceso imparable y una ola a la que es necesario subirse para beneficiarse de las ganancias de competitividad que aporta, hay que entender que el mapa geopolítico o incluso las pirámides demográficas tienen enormes implicaciones en las dinámicas económicas y, en consecuencia, en el devenir de las empresas.

Todo ello requiere un aprendizaje constante y tomar conciencia de en qué entorno se desarrolla nuestra actividad. Desde CEOE, creemos que el tejido empresarial español es plenamente consciente de la necesidad de apostar por la digitalización y la innovación como elementos clave de competitividad empresarial.

Otro eslabón de esa cadena, pero sin duda uno de los más importantes, se encuentra la formación. Del mismo modo que la empresa tiene que aprender, su capital humano también debe permanecer en un proceso de constante formación.

En décadas pasadas, era la experiencia lo que podía marcar la diferencia entre una empresa y su competidora. Esa experiencia siempre será necesaria, pero cada vez más, la adaptación será el elemento clave del desarrollo empresarial. El mundo cambia y las empresas con él.

Por último, las empresas afrontan en estos momentos, por primera vez en la historia reciente, el reto de la sostenibilidad. De unos años a esta parte, la necesidad de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, no como una estrategia o como un elemento estético, sino como un factor más de competitividad, ha hecho que las empresas se embarquen en cuestiones como la necesidad de cumplir criterios de eficiencia energética y la transición ecológica. En este sentido, no podemos dejar nadie atrás. Las empresas contribuyen de manera real y efectiva a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y ese es el camino que debemos seguir.

Por todo ello, podemos decir que los fundamentos para poder asegurar la longevidad de nuestras empresas nos hablan de personas, compromiso y esfuerzo; pero no olvidemos que el mundo cambia cada vez más rápido. Actuemos hoy para poder ganar el futuro.