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Al visitar la última sala de las colecciones del Prado, que entra ya en el siglo XX, nos llama la atención un paisaje de los Alpes. Esta cordillera, corazón montañoso de Europa, ejerció, especialmente a partir del Romanticismo, un gran atractivo para los artistas. Sin embargo, fueron pocos los pintores españoles que abordaron el motivo. Entre las más de 2.700 pinturas del siglo XIX del museo no existía, hasta 2019, ninguna obra con este tema.

'Grindelwald': Los Alpes, visión europea de Beruete

 
JAVIER BARÓN,

jefe del área de conservación de pintura del siglo XIX del Museo del Prado

POR ESO, cuando Hans Rudolf Gerstenmaier planteó la posibilidad de una donación al Prado de once pinturas del siglo XIX, insistí para que este paisaje fuera incluido. El coleccionista poseía otras obras interesantes de Aureliano de Beruete, pero esta era la que completaba mejor la representación del artista conservada en el museo y aportaba además un motivo nuevo y relevante al elenco de paisajes de aquel siglo.

Es una de las mejores obras entre las que pintó en los veranos de 1905 a 1907. Fue en este último año cuando sacó mayor provecho de su estancia en los Alpes. En lugar de los amplios e impresionantes panoramas que prefirieron los artistas románticos, el pintor madrileño captó las cumbres con mayor cercanía. El ferrocarril que unía la aldea suiza de Grindelwald, en el Oberland de Berna, con el puerto de la Kleine Scheidegg, a más de dos mil metros de altura, le permitía acceder a una buena vista sobre las cumbres de la Jungfrau y el Silberhorn, que pintó aquí.

Dominio de los recursos
Beruete trabajaba durante toda la jornada al aire libre y utilizaba tonos puros para representar los colores que veía, al modo impresionista. Lo conseguía gracias a una técnica rápida y a una atención máxima para captar el natural con una luz determinada en el escaso tiempo en que esta se mantenía. Elegía con cuidado el lugar en el que pintaba, de modo que el primer plano y el último aparecieran en una transición medida. Aquí, del prado en verde intenso, a las cumbres, que no son blancas, sino teñidas de violetas, azules, malvas y rosas. Las nieblas de las laderas, que dan un sentido de tránsito al paisaje, lo mismo que las pequeñas figuras que se mueven en el camino.

Es una de las 19 obras que realizó en tan solo 9 días. Esto atestigua un aprovechamiento intenso de las posibilidades de pintar del natural y también un dominio de los recursos pictóricos para resolver satisfactoriamente cada cuadro. A ello le ayudó el uso de una pincelada larga y fluida, que había estudiado en la obra de Velázquez, en la que llegó a ser un gran experto, y que constituye una de las peculiaridades de su estilo de madurez.

Beruete ya había abordado el paisaje de montaña en los Picos de Europa, con su primer maestro, Carlos de Haes, y en la Sierra de Guadarrama. Allí había practicado el excursionismo, desde sus años juveniles junto a sus amigos, miembros, como él, de la Institución Libre de Enseñanza. Artista cosmopolita, buen conocedor de Europa, su mirada a los Alpes revela la frescura de una aproximación libre de otra pretensión que no fuera la captación del natural, incluso allí donde este resulta más espectacular.

Claves de la obra

Autor: Aureliano de Beruete (1845-1912)
Fecha de creación: 1907
Técnica: óleo sobre lienzo
Tamaño: 56 x 81 cm
Ubicación: Sala 60A del Museo del Prado