LA @

PILAR CERNUDA,

periodista

"Tengo muy cerca dos casos de jóvenes que han estado en situación de gravedad extrema por su obsesión por la delgadez"

Plato de postre

Apunten: un endocrino es un médico especializado en el tratamiento de enfermedades relacionadas con las hormonas y con el funcionamiento de las hormonas; un nutricionista es un profesional especializado en alimentación y dietética, pero no es médico.

Es importante saberlo y tenerlo en cuenta, porque con frecuencia nos dejamos llevar por los consejos e indicaciones de multitud de “expertos” que se venden muy bien pero no se han preocupado de formarse porque les interesa más fomentar su poder de convicción y convertirse en un famoso “influencer”. Personajes que -con excepciones- perjudican seriamente a parte de la sociedad actual al dar importancia exagerada al aspecto físico mientras se deja en segundo plano lo prioritario: la salud. Consejo: si desean quitarse de encima unos kilos de más, o por el contrario se sienten excesivamente escuálidos y buscan ganar unos kilos, vayan a un profesional. Nutricionista o endocrino, pero no se dejen engañar por cantos de sirena, artículos de revistas firmados por quienes se ocupan de las páginas de “sociedad” en las que caben desde los problemas sentimentales de los artistas hasta las últimas modas en decoración, ni se apresuren a comprar el best seller escrito por alguien que sabe mucho de comunicación, pero no ha pasado por ninguna universidad ni centro especializado en nutrición.

Tengo muy cerca dos casos de jóvenes que han estado en situación de gravedad extrema por su obsesión por la delgadez. En el caso de la chica, hija de un médico que a pesar de su empeño no logró que su hija aceptara que estaba en su peso, se sentía obesa y cayó en la bulimia y la anorexia. Su situación fue muy grave y salió finalmente con tratamiento psiquiátrico, internamiento de varias semanas en un hospital y un seguimiento profesional y familiar, exhaustivo durante años. Hoy se encuentra felizmente bien, pero ella misma reconoce que tiene miedo a que cualquier trastorno afectivo pueda provocar la recaída.

En el otro caso, un adolescente a punto de entrar en la universidad tuvo idéntico resultado, aunque en su caso estuvo al borde de la muerte. Al trastorno alimenticio se sumó un afán exagerado de machacarse en un gimnasio, y sufrió serios problemas cardiológicos y renales. Hoy está bien, sin secuelas, pero a pesar de los años transcurridos sus padres todavía no han olvidado la pesadilla y lo siguen vigilando con ojos atentos.

Los desarreglos alimenticios, el rechazo al aspecto físico, la búsqueda de la admiración, de lograr el peso supuestamente perfecto, no es solo un problema, es una enfermedad, y una mala praxis puede destrozar vidas. De hecho, destroza vidas y también familias. La presión social en la que se marcan unos estereotipos que no están al alcance de todo el mundo provoca la búsqueda de métodos que faciliten acercarse a esos estereotipos, y se acude a lo que está al alcance de la mano: sugerencias de amigos, artículos, internet, o publicidad engañosa a la que no llega el control de los organismos oficiales.

Los que de verdad saben, coinciden en que para mantener un cuerpo sano y en su peso, no hay más regla de oro que un equilibrio en los alimentos, abundancia de frutas y verduras, cinco comidas al día, cuerpo bien hidratado… y deporte. No es necesario pasar horas en un gimnasio, un campo de fútbol o una pista de atletismo, pero sí hacer ejercicio habitualmente y caminar todo lo posible. Una vez asumido ese criterio, de la voluntad de cada uno depende ser prudente con los azúcares, más todavía con el exceso de embutidos o de alcohol, controlar el consumo de pan y toda una serie de etcéteras que conocemos de memoria, pero que solo cumplimos cuando nos miramos al espejo y nos vemos fatal o, al llegar el cambio de estación, cuando intentamos meternos en un pantalón de la temporada anterior.

Busquemos culpables, que son multitud. Los cánones de moda, aunque empiezan a verse atisbos de racionalidad y hay marcas y diseñadores que buscan perfiles sensatos, cuerpos con las curvas propias de la edad y del sexo, y rostros expresivos, que son los que mejor reflejan la personalidad y la estabilidad emocional de quienes los lucen. También los responsables del marcaje de tallas tienen deberes que asumir: no son capaces de acordar unos cánones comunes, de manera que no provoquen que quien tenía una talla 40 se crea con peso excesivo si de pronto necesita una 42. No porque haya engordado, sino porque la marca ha cambiado las medidas.

Son culpables los medios de comunicación, que sin tomarse en serio las consecuencias de la falta de rigor -desgraciadamente sucede con frecuencia- recomiendan regímenes alimenticios copiados de cualquier parte, y sin tener en cuenta que cada persona debe cuidar su cuerpo en función de sus propias características. El régimen que sigue una persona que presume de haber adelgazado 10 kilos en cuatro meses, o engordado dos en un mes, no tiene por qué tener el mismo resultado en quien pretende aplicárselo a sí mismo. De ahí la importancia de acudir a un profesional. Todos conocemos la disparidad de eficacia en personas que han seguido el ayuno intermitente, la dieta proteica, la disociada, la de la alcachofa, de la piña, del aguacate…

Me quedo con lo que me dijo hace muchos años el que en tiempos fue considerado el mejor nutricionista español, el doctor Grande Covián, un sabio en el sentido más amplio de la palabra: “Lo más sano y lo más eficaz para estar bien es comer de todo… en plato de postre”.