ALDEA GLOBAL

Planeta agua

Naima Adén, de 14 años, en el pozo de Demissew Bizuwerk (Etiopíoa). Va todos los días a buscar agua lo más temprano posible para llegar a tiempo © UNICEF/UN0694032/Bizuwerk a la escuela.

Todos sabemos que, tras el aire para respirar, lo que necesitamos imperiosamente para seguir viviendo es el agua. Dependemos de ella, pero no somos capaces de «fabricarla»; así que estamos a merced de la que nos provee la naturaleza. Y, sin embargo, nos empeñamos en alterar el medio ambiente, en contaminar cauces y sobreexplotar acuíferos hasta, sí, quedarnos sin el líquido elemento para nuestras más elementales necesidades, incluido beber. Hoy, a poco más de dos años de haber consumido el primer cuarto del siglo XXI, mientras algunos aún abrimos un grifo despreocupadamente, casi una tercera parte de la población mundial no tiene acceso al agua potable. La situación del saneamiento es aún peor y el estrés hídrico crece con el cambio climático.
MELCHOR DEL VALLE

Uno de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas definido en la Agenda 2030, concretamente el número seis, es Agua limpia y saneamiento. La preocupación internacional es lógica, porque unimos a la sequía, con periodos cada vez más largos y estimulados por la crisis climática, una mayor demanda en todo el orbe. El resultado es que hay un creciente número de personas en países en vías de desarrollo, principalmente, que no tienen posibilidad de cubrir sus necesidades de agua. Se han definido indicadores para comprobar si en las distintas zonas geográficas se dan los pasos necesarios para lograr dicho ODS6, lo que nos permite saber que, de momento, la cosa no pinta muy bien. Por ejemplo, ya hay más personas a las que no llega el agua potable que en 2020.


SI UNA PERSONA ESTÁ A MENOS DE UN KILÓMETRO DE UNA FUENTE SEGURA O PUEDE DISPONER DE VEINTE LITROS AL DÍA, SE CONSIDERA QUE TIENE ACCESO AL AGUA POTABLE


El acceso.

Conviene empezar por tener en cuenta qué podemos entender por «acceso al agua potable» según los cánones internacionales. Si la fuente de esa agua de la que se sirve una persona está a menos de un kilómetro de su casa o si, al menos, puede disponer de veinte litros al día, se considera que dicha persona tiene acceso al agua potable. Para poner en contexto estos datos, cabe recordar que la mayoría de nosotros recorremos solo unos metros en nuestra casa o lugar de trabajo para obtener agua de boca. En cuanto a la disponibilidad, veinte litros pueden solucionar las necesidades de bebida (dos litros al día) y preparación de alimentos (cocer un kilo de patatas precisa unos cinco litros), lo que deja un escasísimo margen para las más imprescindibles necesidades de higiene personal.

Comparemos: según el XVII Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento (noviembre de 2022) en España, presentado por la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS y la Asociación Española de Empresas Gestoras de los Servicios de Agua Urbana, cada español consume diariamente 131 litros de agua. Esta cifra solo tiene en cuenta los hogares, no otros usos. Por si parece sorprendente el volumen, calcúlese que una ducha de cinco minutos consume unos 100 litros de agua, que una lavadora necesita unos 50 litros para hacer una colada normal o que un retrete usa unos 10 litros de media por descarga.

Las cifras de la escasez.

Volvamos a lo del kilómetro o los veinte litros. Con esta premisa, el 27 % de la población mundial (cerca de 2.200 millones de personas) no tenía en 2022 «agua potable gestionada de forma segura». Son las estimaciones del Programa Conjunto de Vigilancia del Abastecimiento de Agua, el Saneamiento y la Higiene (JMP) de la OMS y Unicef (actualización de julio de 2023). Obviamente, una persona puede estar cerca de un manantial de montaña cuya agua pudiera ser potable, pero no lo sabrá si no se analiza. De ahí el concepto «gestionada de forma segura» o, dicho de otra manera, hablamos de agua que llega a la ciudadanía sin riesgos para ella porque se controlan las fuentes o porque ha sido convenientemente tratada.


EL 27 % DE LA POBLACIÓN MUNDIAL (CERCA DE 2.200 MILLONES DE PERSONAS) NO TENÍA EN 2022 «AGUA POTABLE GESTIONADA DE FORMA SEGURA» (OMS Y UNICEF)


De los 142 países analizados (del resto no se han obtenido datos suficientes), varios africanos son los que están en peor situación, como Chad, R. D. del Congo, Uganda, Sudán de Sur, Tanzania o Madagascar, donde al menos la mitad de sus ciudadanos no tienen acceso al agua y en algunos de ellos la situación ha empeorado con los años, como en la R. D. del Congo, donde han pasado en las zonas rurales del 16 % en 2015 al 14 % en 2022. En la mayoría de los países europeos y Canadá el acceso supera el 99 % de la población. Países como Estados Unidos, Brasil o Rusia están en ese porcentaje, aunque sin superarlo.

Saneamiento.

La cara B del acceso al agua potable es el saneamiento. Es decir: qué pasa con el agua que hemos utilizado y va a parar a las alcantarillas, a pozos negros o al mismísimo campo. Hablamos de un fluido mezclado con todo tipo de residuos, algunos de los cuales son contaminantes o, incluso, portadores de agentes infecciosos que pueden comprometer la salud de las personas. A nadie se le escapa que el cólera, y no es más que un ejemplo, es una dolencia causada por un bacilo, cuya propagación está estrechamente ligada a la falta de agua potable y saneamiento. Según la OMS (septiembre de 2023), en 2022 se notificaron a esta organización 472.697 casos de cólera y 2.349 muertes por su causa.

Volvemos a las estimaciones del JMP antes citado: en 2022, más 3.400 millones de personas seguían careciendo de saneamiento gestionado de forma segura. Esta cifra es la suma de los 1.900 millones con servicios básicos, los 570 millones con servicios limitados, los 545 millones con servicios no mejorados y los 419 millones de personas que hacen sus necesidades al aire libre. La buena noticia, aunque parezca poco importante, es que en el bienio 2020-2022 el porcentaje de aguas residuales tratadas a nivel mundial ha subido un dos por ciento.

Estrés hídrico.

Que no se renueven las fuentes de agua es lo que nos hace mirar al cielo «con ojo inquieto, si la lluvia tarda», como contaba Antonio Machado de su «hombre de casino provinciano» (Del pasado efímero, 1912). Muy resumidamente, se puede entender por estrés hídrico la situación que se produce cuando en una zona geográfica hay más demanda de agua de la que es posible obtener de lagos, ríos, embalses y aguas subterráneas de esa misma zona. Consumimos agua para usos agrícolas, que acaparan el 70 %, industriales (19 %) y domésticos (11 %). Otro importante «demandante» de agua es el aumento de la temperatura: por cada grado de incremento hay un 20 % menos de renovación en superficies y acuíferos.


EN 2022, MÁS 3.400 MILLONES DE PERSONAS SEGUÍAN CARECIENDO DE SANEAMIENTO GESTIONADO DE FORMA SEGURA


A la hora de clasificar la situación de mayor o menor estrés hídrico en el mundo, los distintos organismos que lo calculan se basan en criterios diferentes, por lo que no es posible dar una cifra en la que estén de acuerdo todos. Podemos centrarnos en las estimaciones del Banco Mundial, que permiten visualizar la situación. Según este organismo, hay países que superan la proporción del 1.000 % en la relación demanda-oferta. El caso extremo es Kuwait, donde dicha proporción es del 3.850 %; es decir: consumen casi cuarenta veces más agua de la que se genera naturalmente y tienen que recurrir a las desalinizadoras, lo que les hace gastar más de la mitad de su consumo nacional de energía en transformar el agua salada en potable. Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Libia y Catar están en situaciones parecidas. En varios países de América, como Canadá y Brasil, y del norte de Europa, además de Australia o Rusia, entre otros, la renovación de agua es superior a la demanda. España, al igual que Estados Unidos, Alemania o Italia, está entre los países en los que el estrés hídrico se sitúa entre el 25 y el 50%.

Queda, en fin, recordar al biólogo marino Jacques-Yves Cousteau: «Olvidamos que el ciclo del agua y el ciclo de la vida son uno mismo». Podemos recordarlo a diario, cuando hacemos el simple ejercicio de abrir un grifo para beber agua.

Desigualdad

Uno de los elementos para tener en cuenta cuando hablamos de abastecimiento de agua es la mayor vulnerabilidad de la mujer. En el informe ONU-Unicef de julio de 2023 se analiza profundamente la desigualdad de género en torno al agua potable, el saneamiento y la higiene. Lo que se observa en todo el mundo es que son mayoritariamente las mujeres las que se encargan de ir a recoger agua para los hogares, aspecto que es más notorio en el caso de las niñas respecto los niños. Según Cecilia Sharp, directora del Departamento de Agua, Saneamiento e Higiene de Unicef, «Cada paso que dan las niñas para recoger agua es un paso que las aleja de la educación, el juego y la seguridad».

El caso extremo de estrés hídrico es Kuwait, donde consumen casi cuarenta veces más agua de la que se genera naturalmente.

Tratamiento de las aguas residuales domésticas

Según los datos de seguimiento del ODS6 (ONU-Agua), el tratamiento adecuado de las aguas residuales domésticas en España llega al 79,90 % del volumen total utilizado. Por compararlo con otros países desarrollados, la media en Europa es del 86,48 %, casi igual que en América del Norte. Por debajo de España está Italia, con un 70,22 %, aunque nuestros vecinos Francia y Portugal son más activos, tratando el 87,94 % y el 87,51, respectivamente. En el norte y centro Europa, la situación es aún mejor: Alemania, 98,96 %; Dinamarca, 98,79 %; Países Bajos, 99,79 %; Suecia, 96;98 %.

Para saber más

Portal de datos sobre el ODS 6.
ONU-Agua. Interactivo con datos de 2022.

Progress on household drinking water, sanitation and hygiene 2000-2022. Joint Monitoring Programme for water supply, sanitation and hygiene. OMS y UNICEF.

Global water, sanitation and hygiene.
OMS, informe anual 2022.