ESFERA CULTURAL
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CONVENIO EL PRADO-FUNDACIÓN NOTARIADO
UN MARCO SINGULAR
GEMMA GARCÍA TORRES,
restauradora del Taller de Restauración de Marcos
Este es el caso del marco original del fabuloso retrato de doña Josefa Manzanedo e Intentas de Mitjans, II marquesa de Manzanedo, pintado por Raimundo de Madrazo en 1875. Representa a la marquesa de cuerpo entero, posando en un espacio completamente desprovisto de mobiliario, tan sólo con un gran cortinaje azul adamascado de fondo, sobre el que destaca su figura estilizada y ricamente ataviada. Madrazo decide dotarle de un marco de espectacular técnica y calidad artística, pensando probablemente en la relación del mismo con la composición y temática de la pintura, pues marco y obra van al unísono.
Se trata de una pieza singular realizada ex profeso en el prestigioso taller parisino de enmarcación, Guéret Frères, fundado hacia 1852 en el número 7 de la calle Buffault de París, y cuya firma podemos ver incisa en sendos laterales del marco.
Una fuerte presencia
Ensamblado y tallado en madera de boj con latón dorado. Se inspira en los modelos de marcos trofeo de finales del siglo anterior: cimera con carcaj de flechas, guirnalda de flores y un gran cortinaje de latón dorado, que le confieren una fuerte presencia. Los acantos se retuercen en roleos vegetales dando dinamismo a todo su perímetro, mientras que las cuatro esquinas se cubren con metopas de voluminosa talla vegetal. Junto a ellas, el cabio en antipendio equilibra el conjunto. El virtuosismo de su talla es extremo; destacan las flores representadas, lilas y rosas, que a su vez acompañan a las de la propia pintura, rosas ceñidas en el pañuelo de su pecho. Igualmente, se puede relacionar el cortinaje de latón con el raso de su vestido.
SE TRATA DE UNA PIEZA SINGULAR REALIZADA EX PROFESO EN EL PRESTIGIOSO TALLER PARISINO DE ENMARCACIÓN, GUÉRET FRÈRES, FUNDADO HACIA 1852
La moderación ornamental del retrato, centrada en el vestuario y, fundamentalmente, en el cortinaje de fondo azul, articula el espacio de manera abstracta, aislando la figura femenina. Esto contrasta con la exuberante riqueza del marco. El resultado es una simbiosis perfecta entre ambos. La moldura funciona estructurando la pieza, pero además aportando fuerza expresiva al conjunto, donde se realza la belleza de la representada, al igual que la del propio marco, como si ambos fueran uno reflejo de la otra y viceversa.
El 31 de mayo 1927, según Testamentaría de la Scma. Sra. Marquesa de Manzanedo, la obra es legada al Museo del Prado. Dieciocho días después entra en la institución. Desde entonces, es pieza fundamental de la Colección del siglo XIX, no sólo por su pintura, sino también por su marco.
Actualmente, cuelga en la sala dedicada al pintor, junto con otras enmarcaciones de gran calidad, como es el caso de las procedentes del legado Errazu. Entre otras a destacar, la de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena en bronce dorado, o la del propio Ramón de Errazu, en madera de palosanto.