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INFLUYENTES DE MALA SALUD
GABRIEL CRUZ
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Seguro que lo ha notado: “influyente” o “influente” en vez de influencer que es lo que todo el mundo dice. Realmente, lo primero es lo que dicta la Real Academia Española (RAE) pero como acaban de descubrir, no seguir la tendencia, aunque sea lo correcto, sorprende y es difícil. Lo mismo ocurre con los influentes o influyentes, como prefiera. Todos queremos tener más dinero, mejor salud, ser más guapos… pero no por ello invertimos en cualquier chiringuito financiero o seguimos la primera dieta que nos dicen en Tik Tok… ¿o si? Partimos del mayor encuestador de inquietudes del mundo: Google. La búsqueda “Cómo adelgazar” genera 97 millones de resultados. Hay contenido de supuestos expertos con nombres como “nutrición holística”, “terapeuta nutricional”, “nutrición integrativa”… ¿Cuántos hay de los que no debemos fiarnos? Miles.
Algunos eran como Zhanna Samsonova, influyente rusa conocida en Instagram como @rawveganfoodchef. Su cuenta sigue abierta. Entre sus 40.900 seguidores fomentaba una dieta extrema crudivegana. Es decir, comer vegetales crudos, pero en su caso, sólo frutas y zumos. En ocasiones abogaba por el ayuno seco: no ingerir nada, ni siquiera agua. Su madre, la mejor influyente de cada uno, le advirtió de que abandonara su dieta. No le hizo caso. Murió a los 39 años. Diferentes medios culparon exclusivamente a su alimentación. Más bien padeció una patología similar al cólera, que, en cualquier otra persona bien alimentada, no habría tenido consecuencias tan funestas.
EN LA PANDEMIA SE DISPARARON LAS CONSULTAS Y LOS INGRESOS POR TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
El germen de la pandemia
Hablamos con la dietista Guadalupe Blay, responsable de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y coordinadora de un máster en nutrición de la UNED. Blay señala que “en la pandemia se dispararon las consultas y los ingresos por Trastornos de la Conducta Alimentaria (TAC). Pasaban más tiempo con el móvil y el trastorno que ya padecían aumentó”. A nivel estadístico es algo que se sigue comprobando hoy, como demuestra el primer estudio en España sobre el tema. Se trata de ¿El uso y la adicción a las redes sociales están asociados con los trastornos alimentarios entre los adolescentes? Está liderado por José Francisco López-Gil y se ha publicado en mayo de este año. La investigación, realizada entre 653 adolescentes, concluye que a mayor uso de redes sociales mayor probabilidad de desarrollar un TCA. Entre ellas, destacaba Instagram porque al estar basada en imágenes, es en la que se dio mayor asociación con los trastornos alimentarios.
Tal y como nos indica Blay hacemos una búsqueda en internet con #mia (bulimia) o #ana (anorexia). Nos encontramos con cuerpos esqueléticos que compiten entre sí por ver quién es más delgada. A veces aparecen con el término “thinspiration”. La anorexia es dejar de comer para perder peso y la bulimia es su fase previa, comer sin control y vomitar tras un sentimiento de culpa. Al camuflarlas con nombres como “mia” y “ana” pretenden no mostrar esos trastornos como enfermedades mentales sino como formas de vida saludables.
Algunas de esas webs se las encontró Lis Valera, de 33 años. Con 17 sufrió un accidente de tráfico en el que murió su mejor amiga. Cayó en una depresión que desembocó en una bulimia. “Yo vivía sintiendo que mi vida no tenía ningún propósito. No tenía el valor para suicidarme de forma drástica. Así que lo hacía poco a poco, dejando de comer y vomitando hasta el agua. Recuerdo que cuando estaba muy enferma visitaba esos blogs “pro ana” y “pro mia”. Sin embargo, los iban cerrando. Podía estar enganchada a uno y a las dos semanas no aparecía”. El caso es que como señala Lis “pasé 15 años en terapias. He tenido tres hijos y no conseguía curarme. Asumí el hecho de ser crónica. Estudié dos años de un grado de FP superior de dietética y un master en conductas de trastorno alimentario. Pero fue al escribir mi libro autobiográfico La bulimia me salvó cuando verdaderamente me curé. La escritura me salvó, mi libro”.
El algoritmo
Como señala Blay el problema es que, cuando se entra en esas páginas que animan a perder peso, el algoritmo de nuestro buscador enseña más páginas sobre el mismo tema. El problema se retroalimenta. Lo que buscan estas webs es atraer visitas para vender más publicidad a través de Google Ads (el servicio de emplazamiento publicitario de Google), cuyos anunciantes desconocen en qué webs va su anuncio. Por ejemplo, una marca de cremas puede estar, sin saberlo, patrocinando a un influente con una dieta radical. Y si hay algo que atrae visitas son los discursos extremos.
Blay señala que en los diversos estudios sobre redes sociales y trastornos de la alimentación que se han hecho, se detectó que los chicos se informan, pero no publican fotos, cosa que sí hacen las chicas. “Lo peor de esto es que cuando publican una foto y no tienen muchos likes eso les genera mucha mayor frustración, y empeora su estado”.
SI HACEMOS UNA BÚSQUEDA EN INTERNET CON #MIA (BULIMIA) O #ANA (ANOREXIA), NOS ENCONTRAMOS CON CUERPOS ESQUELÉTICOS QUE COMPITEN ENTRE SÍ
El sentirse admirado y querido es adictivo y cuanto más crece esa sensación más empujado te sientes a darle a esos miles de seguidores lo que quieren para seguir siendo querido y admirado. Como una pescadilla que se muerde la cola, sin saber que nos lleva a un precipicio. Como le pasó al fotógrafo Remi Lucidi, un francés de 30 años conocido en redes como Remi Enigma. Escalaba sin seguridad ninguna a torres cada vez más altas para hacerse selfies. Sus seguidores le animaban a seguir afrontando nuevos retos hasta que se mató al caerse de un edificio en agosto de 2023. En el caso de la nutrición no hace falta escalar, pero sus efectos en algunos casos, son los mismos.
A QUIÉN SEGUIR
En Twitter hay cuentas que ayudan, aunque, en este caso, abundan más en Instagram. Algunas son de centros para luchar contra la anorexia, por ejemplo, la de los pacientes de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) de Barcelona, con 21.000 seguidores (@stoptca_sjd). Su contenido son dibujos de pacientes.
Para una visión más científica hay numerosas instituciones como @aedninforma Academia Española de Nutrición y Dietética. Voz Científica. Nutrición y Dietética basada en Evidencia o el Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas Nutricionistas @CGCODN_Oficial
@sinazucar.org
Todos sabemos lo dañino del azúcar. En esta cuenta, Antonio Rodríguez, un fotógrafo que reconoce no ser dietista-nutricionista, aunque con un curso de nutrición deportiva, desarrolla una gran idea: fotografiar alimentos de supermercados al lado de su equivalente en terrones de azúcar.
QUÉ LEER
Hay multitud de libros que tratan sobre trastornos de la alimentación. Las redes sociales, sin ser protagonistas, sí que están presentes. Recomendamos historias personales por su gran capacidad de concienciación, tanto de enfermos como de su entorno. Uno de los primeros y más conocidos fue La pequeña que no quería engordar: Mi lucha contra la anorexia, de la modelo Isabelle Caro. Falleció a los 28 años; nunca logró superar los 30 kilos. También está Biografía del hambre de Amélie Nothomb o La bulimia me salvó cuya autora, Lis Valera, ahora dietista, nos ha hablado para este reportaje.
A QUIÉN HACER CASO
Lo mejor es buscar a su nutricionista titulado en el Consejo General de Nutricionistas
También puede guiarse por estas claves:
- Desconfíe de perfiles en lo que no se puede contrastar su formación.
- Aléjese de los dogmáticos, sin visión amplia.
- Sospeche de los que sacan muchas imágenes de su cuerpo. Abundan las de antes y después.
- Observe si las fotos son de cuerpos perfectos u obesos para comparar. Si no hay normalidad, el término medio, ¡alerta!
- Recele de aquellos que constantemente están patrocinando productos.
- Sea reticente si le recomiendan dietas muy concretas. Cada dieta depende de cada persona.