La literatura nos devuelve al campo

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La literatura nos devuelve al campo

El impacto de Feria, de Ana Iris Simón, combina el cuestionamiento de prioridades para muchos jóvenes con la preocupación por la España Vacía.

JULIÁN DÍEZ

Entre las consecuencias más inesperadas de la pandemia, se cita con frecuencia la del renovado interés por trasladarse al campo. Lo que parecía una moda ocasional, está teniendo una significativa relevancia en el mundo de la literatura, que ve cómo el inesperado éxito editorial del año, Feria, de Ana Iris Simón, entra de lleno en el tema y además está dando lugar a una singular polémica ideológica.

La generación del 98. El tema de la España vaciada, de las amplias regiones que han recibido recientemente nombres en algún caso tan exóticos como el de la Siberia Celtibérica, lleva siendo objeto de interés por parte de la literatura desde los tiempos de la generación del 98, con la fascinación por el paisaje castellano de Azorín o Miguel de Unamuno. Después, la novela en ámbito mesetario tuvo un corte muchas veces más tremendista y crudo, con ejemplos tan notables como los de La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela o Los santos inocentes de Miguel Delibes, que en otras de sus obras se perfiló como el gran retratista de la Castilla solitaria y apacible, en ocasiones dura, otras generosa, (recuérdese, por ejemplo, El disputado voto del señor Cayo), siempre auténtica a su manera. También fue cuantiosa la producción de novelas a partir de los años cincuenta sobre el éxodo rural a las ciudades, de nuevo con Delibes como referente con su Diario de un emigrante.

Un ejemplo de la revalorización de ese tipo de textos lo encontramos en la reciente edición de las obras completas de Francisco García Pavón. Este escritor manchego fue un bestseller en los años sesenta sobre todo gracias a su serie de historias protagonizadas por el jefe de la policía local de Tomelloso, Plinio, siempre secundado por su particular Watson, el albéitar don Lotario. Las historias de Plinio llegaron a tener adaptación televisiva al comienzo de los setenta, y sus argumentos están repletos de reflexiones sobre la progresiva desaparición de la forma de vida tradicional, el éxodo a las ciudades, la falta de lujos de un entorno que se siente recodo olvidado de una esquina perdida del mundo, etc. La riqueza lingüística del castellano de García Pavón encaja perfectamente en el retrato de esa vida obsoleta pero repleta de verdad.

Finales del siglo XX. El incuestionable jalón de esta temática llegó ya a finales de siglo con La lluvia amarilla, de Julio Llamazares, la breve pero emotiva historia del imaginario último habitante del pueblo pirenaico de Ainielle. El lugar se ha convertido desde entonces en objeto de peregrinaje para aficionados al senderismo, a la manera que lo es en Alaska el rincón en el que perdió la vida el solitario aventurero retratado por Jon Krakauer en Hacia rutas salvajes.

Con todo, la preocupación por la bajísima densidad de población (en niveles que la UE considera propios de zonas desertificadas) de casi un tercio del territorio peninsular español, no se convertiría en tema presente en los grandes medios, e incluso arranque de un movimiento político que inicialmente se hizo fuerte en Teruel, hasta la publicación del ensayo La España vacía, de Sergio del Molino. Pese a haberse convertido en un símbolo, en rigor el libro de este autor aragonés era más una reflexión sobre la relevancia artística de toda esa amplia región despoblada que sobre la razón de su existencia o posibles soluciones. Curiosamente, Del Molino parece haber descreído un tanto del concepto, es posible que por su creciente relevancia política con los movimientos que pueden estructurarse en torno al primer diputado conseguido en la actual legislatura por el movimiento ciudadano Teruel Existe.

Al poco, a La España vacía le siguieron otros libros con mayor hondura analítica y trabajo a pie de campo, caso de Los últimos. Voces de la Laponia Española, de Paco Cerdá, o Donde la vieja Castilla se acaba: Soria, de Avelino Hernández. Y nuevos trabajos al respecto fueron apareciendo a lo largo del final de la pasada década.

El debate de Feria. El siguiente éxito al respecto ha sido Feria, de la joven periodista Ana Iris Simón, que ha aportado nuevos elementos al debate, algunos que han abierto heridas incluso en términos ideológicos. El propósito del libro es claro desde sus primeras páginas: Simón se presenta como una treintañera que no ha conseguido estabilidad ni personal ni laboral, y que cree que puede ser el momento de reconsiderar si abandonar su pueblo toledano al final de la adolescencia, para buscar el sueño de una vida cosmopolita en Madrid, no resultó ser un error. No ya por su relativo fracaso personal (que ahora este éxito habrá cambiado por completo), sino como concepto en sí. Como resumió en una intervención en un acto al que asistía el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, «me da envidia la vida que llevaban mis padres a mi edad».

En resumen, Simón se cuestiona si vale la pena llegar a determinada edad con un notable bagaje cultural, con todo tipo de tecnología a su disposición, y habiendo realizado diferentes viajes por el mundo, pero sin un piso en propiedad, sin hijos, sin raigambre en el pasado ni cimiento de certeza acerca del futuro: «Somos pobres con un iPhone y Netflix», resumía en una entrevista en El País.

El libro puede interpretarse como la denuncia del autoengaño de toda una generación, aunque también desliza críticas a toda una estructura que convertía esas opciones no solo en tentadoras, sino también en socialmente más aceptadas. E incluso permite reflexionar sobre ciertas teorías en boga en torno a la necesidad de aceptar que puede aguardarnos un prolongado ciclo de decrecimiento económico, ya que asegura que la baja natalidad en su generación se debe a una pérdida de fe en el progreso, a que «en el horizonte de la generación de mis padres existía el progreso. Hoy el horizonte lo vemos negro».

Feria recoge sobre todo historias sencillas de sus primeros años en ese entorno rural, no del todo edulcorados, pero desde luego sí vistos bajo un filtro de añoranza y simpatía. La pregunta de si ese planteamiento es una cesión a posturas ideológicas regresivas o una adaptación realista a la «nueva normalidad» social ha inundado las redes sociales, donde la propia autora es muy activa, pero ella es tajante: «Nos distraen con las discusiones izquierda-derecha, cuando lo que hay es mucha gente en paro, que no cobra los ERTE y no puede ni tener hijos».

Recuerdos de infancia de Abel Hernández

Las obras biográficas Memorias de la Alcarama, El caballo de cartón y El canto del cuco, del periodista Abel Hernández, recogen sus recuerdos de infancia en la comarca soriana que da título a la primera. Cuando Hernández era apenas adolescente, la administración franquista determinó vaciar totalmente la zona (una franja de 40 kilómetros ancho y largo) para crear un enorme bosque, en el que hoy se derrumban una docena larga de pueblos abandonados sin un solo habitante registrado.

Otras fuentes

Julio Llamazares visitó recientemente a una de las personas que influyeron en la redacción de La lluvia amarilla y acaba de cumplir 101 años.

Entre las numerosas entrevistas publicadas con Ana Iris Simón y en las que explica sus ideas, nada coincidentes con ningún modelo ideológico al uso, puede destacarse esta.

Santiago Lorenzo, el autor de «Los asquerosos», hizo una lista de referentes literarios tan heterodoxa como interesante.

Los asquerosos, de Santiago Lorenzo

Quizá la principal razón de su éxito estriba en una singular combinación de factores. En primer lugar, se trata de un libro con un profundo aliento cómico, escrito además con una prosa heterodoxa y por momentos brillante. El segundo, la propia personalidad de su autor. Tras años en el mundo del cine con relativo éxito, hace unos quince se mudó a un pueblo de Segovia que permanece incógnito, y comenzó a escribir. Es decir, Lorenzo no sólo teoriza sobre el retorno al campo, sino que fue pionero años atrás y sigue manteniéndose por lo general apartado de la popularidad que le ha supuesto esta última obra. Después de tres novelas bastante interesantes pero que pasaron inadvertidas, Los asquerosos ha sumado ediciones con su historia de un personaje tímido y entrañable que se siente obligado a refugiarse en un pueblo abandonado, donde vive con una modestia más que espartana, pero cuya paz se ve rota por la llegada semanal de una caterva de domingueros retratados con certera ironía.

La copia de Mona Lisa del Museo del Prado

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CONVENIO EL PRADO-FUNDACIÓN NOTARIADO

La copia de Mona Lisa del Museo del Prado

Hace diez años una obra expuesta desde el siglo XIX en las salas del Museo del Prado centró nuestra atención. La copia de Mona Lisa. No era un cuadro desconocido, pero la gruesa capa de barniz amarillento que lo empañaba y el fondo negro le daban un aspecto tan extraño que sus catalogaciones oscilaron entre copia flamenca, española e italiana.

ANA GONZÁLEZ MOZO, Gabinete de Documentación Técnica, Museo del Prado

Fue una gran sorpresa descubrir en la reflectografía infrarroja[1] que su anónimo autor no reprodujo sólo la superficie del original, sino parte de su proceso de elaboración, oculto bajo la pintura, en el que repitió además alguna de las correcciones que Leonardo introdujo en su retrato. Esta revelación situó la copia en el círculo más cercano a Da Vinci.

Mayor fue nuestro asombro cuando distinguimos los contornos de las montañas bajo el fondo negro. Tras analizarlo se comprobó que era un repinte añadido siglos después de la ejecución del cuadro y se decidió eliminarlo. El examen de nuestra tabla y el que en paralelo se llevaba a cabo sobre una copia de la Santa Ana conservada en los Ángeles, -ambos en colaboración con el Museo del Louvre- abrieron la puerta a nuevos planteamientos en los estudios sobre el esquivo taller de Leonardo: se copiaban sus obras mientras él trabajaba en ellas.

Educar la mirada. La copia de Lisa no es la única obra de nuestro incógnito discípulo. Hasta donde hemos podido indagar, fue el autor de la mencionada Santa Ana y de la versión Ganay del Salvator Mundi. Las tres fueron un punto de partida para articular las prácticas del taller vinciano y hacernos algunas preguntas: ¿Fue Da Vinci un auténtico maestro? ¿Se propuso algo más que enseñar a pintar a sus discípulos? Leyendo sus notas se descubre que su labor docente fue importante, sin duda combinada con la necesidad de atender a los compromisos en los que su lentitud le impedía trabajar. Ante todo, sus escritos muestran a un tutor empeñado en educar la mirada de los que le rodeaban.

Que avancemos en el conocimiento de esta y otras obras se debe, entre otras cosas, al progreso que experimentan los dispositivos de análisis que utilizamos para examinarlas, que también amplían nuestra mirada. Nos proporcionan imágenes cada vez más nítidas de los procesos de creación enmascarados por la pintura. Pero las máquinas tienen sus limitaciones y somos conscientes de que parte de la información permanece inaccesible.

La interpretación de los datos recabados requiere una profunda reflexión: ¿Cómo trabajó el pintor para alcanzar el resultado que percibimos? Responder a esta pregunta es el motor de los trabajos que desarrollamos en el Gabinete de Documentación Técnica del Museo del Prado donde, sin prisa, vamos desvelando la historia de la copia de Mona Lisa.

La ciencia del futuro -más cercano, más lejano- nos permitirá adentrarnos en sus lugares aún impenetrables y, quizás, conocer el resto del relato.

[1] Método de análisis por imagen de las obras de arte que revela trazados ocultos siempre que estén realizados con pigmentos negros.

Claves de la obra

Autor: Leonardo da Vinci (Taller de)

Tamaño: 76,3 x 57 cm.

Fecha creación: 1507-1516

Técnica: Óleo sobre tabla de madera de nogal

Ubicación: Exposición temporal Sala D (habitualmente Sala 49) del Museo del Prado

Entrevista a Lola Herrera, actriz

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Lola Herrera,

actriz

“Yo le he encontrado el alma a Carmen, una víctima de su tiempo”

El 26 de noviembre de 1979, en el Teatro Marquina de Madrid, Lola Herrera deslumbraba por primera vez al público como Carmen Sotillo, protagonista de la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario, convertida en el monólogo más importante del teatro español. Cuando cuatro generaciones de espectadores la han aclamado transmutada en Carmen, la gran dama de la escena, que acaba de concluir su última gran temporada madrileña, se dispone a despedir a su querido personaje, al que en febrero dará el adiós definitivo.

JUAN ANTONIO LLORENTE

-Llegó a Carmen Sotillo con 44 años, cuando muchas colegas suyas dicen ser invisibles. ¿A qué le suena a usted lo de la crisis de los 40?

A que existe, y de qué manera. Ahora más aun que cuando estrené el papel, que me tocó porque antes cinco actrices dijeron que no. Entonces, si una actriz había hecho buena carrera, se suponía que a los cuarenta estaba en la cresta de la ola, y eso se respetaba. Hoy todo el mundo tiene que ser muy joven. A todos los niveles. Como si no existiéramos los demás. Todas las mujeres del mundo lo dicen. No sólo en mi profesión, sino en todas. Pero en esta es muy evidente.

-¿Trabajando en solitario disfruta? ¿Compromete más que compartiendo escenario?

Siempre es mejor compartir, pero hay que buscar el disfrute en la soledad, porque también tiene sus ventajas. La soledad me importa muchísimo en mi vida privada, y también en el trabajo, porque nadie te puede estropear lo que haces, ni tú se lo puedes estropear a nadie. A veces con algunos compañeros puede haber comunicación y con otros no. El teatro es más complicado de lo que la gente se puede imaginar, porque es día con día y, aunque la función siempre sale, muchas veces no te sientes a gusto del resultado. Sin ocurrir nada tremendo, esa vez no lo has pasado tan bien como otras. ¿Si disfruto en solitario? Por supuesto, pero tienes una responsabilidad adicional, alerta con los cinco sentidos que siempre requiere esta labor, consciente además de que nadie puede echar un capote para ayudarte. La responsabilidad es tuya frente a un texto muy complicado. Aunque parezca muy sencillo y coloquial, después de tanto tiempo sigue teniendo sus dificultades. Por más que lo hagas, tienes que tirarte de cabeza ahí todos los días. Y para ello, necesitas encontrarte en un estado para el que has de prepararte antes de empezar la función y, luego, intentar por todos los medios dar todo lo mejor al personaje. Y pasarlo bien. Porque de lo que se trata es de que yo quiero disfrutar haciéndolo. Y normalmente lo consigo.

-¿Tiene alguna anécdota de un posible bloqueo?

Si, claro. No bloqueos. Simplemente lapsus. Pero no tienes más que esperar. Cuando sabes una cosa, la sabes. Lo más que ha podido pasar es una distracción por algo, y eso, dentro de la complicación de este texto, es muy fácil de retomar sin que el incidente sea perceptible por el público. Lo que hace falta es mantener la calma.  

-¿Lleva contabilizado el total de representaciones?

No tengo ni idea ni siento ninguna curiosidad. Son números, y nada más. Lo que sé cada vez que retomo la función es el poso que me va dejando a lo largo de los tiempos, y el placer de hacer un texto que te permite siempre descubrir cosas. Que cada vez que lo haces te invita a desarrollarlo, para abrir nuevas puertas y descubrir otras formas de emitir las mismas palabras. Y ese lujo es indudablemente mérito del autor.

-Como resultado de la ósmosis que se produce entre personaje y actor, después de este tiempo, ¿Lola Herrera es más Carmen Sotillo o viceversa? ¿Hasta qué punto le ha abducido?

Yo soy una intérprete de Carmen Sotillo y, como en otros personajes, he tenido que meterme a fondo en él para darle la mayor verdad posible. Lola, como actriz, está interpretando a Carmen y toda la información que ha podido recabar del personaje, lo va poniendo sobre el tapete. En cuanto a si ella es más Lola o yo más Carmen, ¿tengo acaso una vara de medir para comprobarlo? El intérprete intenta controlar al personaje, pero el personaje tiene que andar por sí solo. Como actriz, te debes poner a su disposición, para luego vigilarlo y que no se desmande. Yo le he encontrado el alma a Carmen, una víctima de su tiempo y de la sociedad en que se desarrolló. En casa le enseñaron muy mal a lo que tenía derecho en la vida, y cuando encontró un marido, tampoco se molestó mucho en convencerla de que había otros caminos y otros mundos. Se le puede juzgar como se quiera, pero lo cierto es que siento una gran compasión por ella, como una de tantas víctimas en la senda que le tocó recorrer.

-Lola Herrera hoy, ¿defiende y lucha por el feminismo?

Siendo mujer, ¿cómo no voy a luchar por mis derechos? Por supuesto que estoy al lado y en piña, con todas las mujeres que batallan, cada cual desde donde puede, por conseguir más derechos de los que tenemos, porque a mí me tocó vivir -no es que me lo hayan contado- un momento en el que no teníamos ninguno. No comprendo a la gente desmemoriada, porque hablo de un capítulo de nuestra Historia que está a la vuelta de la esquina, y quien quiera informarse, puede hacerlo.

-Decía recientemente Robert Lepage: “Los artistas no debemos convertirnos en políticos”.

Una cosa es convertirte en político y otra tener opinión. Y si te preguntan, expresarla. Yo puedo hacerlo porque, aparte de ser actriz, soy ciudadana. O primero soy ciudadana cuya profesión es ser actriz. Es una cosa natural. Pero se tiende a etiquetar a la gente por la opinión que tenga. Para el público, el artista tiene que estar por encima de lo que piense y le tendrán que valorar por lo que hace en el escenario, la pantalla o donde trabaje, no por sus ideas. Que piense lo que le dé la gana, porque estamos en una democracia, y tiene derecho a hacerlo. 

-En el monólogo, el mejor del teatro español, Carmen reprocha a Mario las posibilidades de vida que le ha robado. A Lola Herrera, ¿el monólogo le ha robado oportunidades en otros medios?

No. Yo he estado siempre muy implicada en el teatro, porque es lo que me apasiona. Desde el principio de la televisión hasta los años 80 actué mucho en la pequeña pantalla, pero a la par que en el teatro, que nunca dejaba, porque eran compatibles. Menos al principio, porque se hacían los Estudio 1 en directo, y había que esperar al hueco entre el contrato en el teatro y la televisión. El cine prácticamente no lo he tocado. Porque no he tenido ofertas muy tentadoras ni he empujado para tenerlas. La pantalla grande no sólo me llama atención: me encanta; me vuelve loca. Pero sólo como espectadora. Al no apasionarme como actriz, no le he dedicado ningún tiempo a lo largo de mi vida, porque el teatro era muy esclavo en aquella época en que hacías dos funciones, y como luego ensayabas la que después tenías comprometida, estaba totalmente copada y sin tiempo más que para el teatro. Pero creo haber seguido el camino que quería, y estoy muy satisfecha. A veces oía decir… “pues me quedé sin hacer tal personaje”, y yo nunca he sentido esa necesidad. Hacía lo que me iba llegando, porque tampoco tenía posibilidades de otra cosa. Me quedé sola con mis hijos cuando eran muy chiquititos, y al tener que sostener mi casa, intenté dignificar hasta el papel más horrible que me dieran. Creerte lo que dices en ese caso cuesta muchísimo más trabajo que encontrar un personaje que te ayude.

-Terminando Madrid, aquí paz y luego gloria para Mario, ¿o volverá a sacar el muerto a paseo?

No voy a seguir paseando el muerto. Inicialmente, deberíamos haber terminado hace un año, pero tenemos que cumplir los compromisos firmados, que el COVID nos arrebató. Por eso se ha alargado tanto esto. En diciembre y en enero nos quedan unas cosas sueltas, para terminar específicamente en Valladolid, donde me concedieron la medalla de la ciudad. Como me la van a entregar allí, nos han pedido que representemos dos días la función, y entonces se termina.

-¿Tiene después proyectos en perspectiva?

Después, aunque tengo muchos años, tengo muchas perspectivas, pero no voy a hablar de ellas. 

-¿Como volver a escribir otro libro siguiendo a Me quedo con lo mejor?

No. No, no, no, no. Cuando me pidieron aquello, no sé por qué pero lo hice, y en su momento me sirvió por muchas razones personales. Pero lo mío no es escribir. Lo único que hago -y creo que me lo puedo permitir- es interpretar; escribir no sé.

Dónde encontrarla

Como antigua comediante de la lengua, tras pespuntear ritualmente el mapa de España entre diciembre y enero –Moguer-Utrera-Vejer de la Frontera-Medina del Campo-Boecillo-Benavente-Bilbao-Mairena del Alcor… el Carro de Tespis con ella al frente, en febrero atracará en Valladolid, su ciudad natal, para despedir allí la obra con que ha compartido la mitad de su vida.

Cultura por suscripción

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Cultura por suscripción

No son una novedad (el leasing para el disfrute de bienes como vehículos lleva años), pero parecen destinadas a convertirse en un estándar. Las suscripciones mensuales son el formato elegido de manera aplastante en el territorio de la cultura y el ocio. El pago mensual al que el usuario se ha habituado para ver películas o series se extiende a videojuegos, podcast, libros, retransmisiones deportivas, software

JULIÁN DÍEZ

El hecho de no poseer, sino pagar por el acceso a la cultura, encaja bien con algunas tendencias actuales. La movilidad laboral, las casas pequeñas, la decoración minimalista… Todo apunta a un futuro en el que los ciudadanos no tengan nutridas bibliotecas, colecciones de discos o videojuegos. Y que ni siquiera los posean virtualmente, sino que accedan a ellos de forma variable, según épocas, tendencias o relevancia de la oferta disponible en cada momento. A cambio de no poseer, no poder disfrutar del objeto, regalarlo o dejarlo en herencia, se tiene acceso desde cualquier lugar en que nos encontremos.

Los más de doscientos millones de suscriptores de Netflix en todo el mundo, ciento treinta millones de HBO y ciento sesenta millones de usuarios premium de Spotify marcan el camino hacia el futuro, y también suponen dos modelos de negocio totalmente distintos. En el caso de Netflix, al ofrecer unos determinados contenidos concretos, en exclusiva, y siempre previo pago de una cantidad mensual. En el de Spotify, con opciones preferentes de pago (el llamado freemium) o gratuitas con publicidad, y contenidos que también pueden conseguirse en otros servicios de música.

Lo que es evidente es que este modelo, con pagos que suelen andar en el abanico entre los cinco y quince euros mensuales, ha supuesto el final en la práctica de la piratería de contenidos. A cambio, no está claro que haya conseguido una mejora en las condiciones de los creadores, que por ejemplo se quejan periódicamente de los reducidísimos ingresos (según Business Insider, 0,0033 céntimos de dólar por canción reproducida) que les generan sus contenidos en Spotify.

Es en el sector audiovisual en el que el modelo de la suscripción parece más claramente decantado a una dominación absoluta. Los experimentos que lleva realizando Disney + desde su aparición (aunque no alcance las cifras de sus competidoras veteranas; su crecimiento es superior y le llevará a ellas pronto) resultan esclarecedores. Por ejemplo, han descartado poner a la venta en formato DVD o comercializar de cualquier otro modo que no sea la suscripción a Disney + sus nuevas y exitosas series, como Loki o The Mandalorian. Además, sus estrenos de cine de los últimos meses, en una tendencia espoleada por la pandemia de Covid 19, han llegado de forma simultánea a televisión, en algunos casos con pagos adicionales a la cuota mensual.

Por su madurez, las plataformas de streaming están dando pasos que todo el sector del entretenimiento parece que tendrá que recorrer en su futuro desarrollo como servicios de suscripción. La distinción entre un paquete «básico» y contenidos adicionales pagados aparte es el más obvio, pero también por ejemplo la necesidad de ofrecer cada mes uno o dos contenidos potentes que justifiquen mantener el pago, dado que una de las claves del negocio es la relativa facilidad para darse de alta o de baja.

Además, las plataformas audiovisuales se disponen a incorporar nuevos contenidos. En España, la gestión de la liga de fútbol y la Champions sigue siendo uno de los puntos fuertes de Movistar, por encima de alternativas como Vodafone, Bein o Gol Televisión, que también han ofrecido fútbol de forma simultánea. Hace un par de años, apareció otro servicio, Dazn, que ha conseguido tener la exclusiva de algunas citas relevantes como el Mundial de Motociclismo, el de Fórmula 1, la Euroliga de baloncesto o la Premier League inglesa de fútbol. La antigua Telefónica reaccionó hace unos meses llegando a un acuerdo con Dazn para ofrecer sus contenidos principales como parte de su paquete Movistar Deportes. Sin embargo, la batalla está lejos de terminarse, si hemos de hacer caso a Estados Unidos, donde servicios de streaming como HBO, Disney o Peacock (propiedad de la NBC, sin presencia exterior) ofrecen deportes en sus paquetes.

Microsoft ha tomado buena nota de toda esta experiencia para su servicio de videojuegos, Xbox Gamepass Ultimate. Por unos trece euros al mes, el usuario de esta consola tiene acceso ilimitado a unos trescientos juegos, y además recibe como regalo cada mes otros tres (que ya serán suyos online para siempre, aunque se dé de baja del servicio). Si tenemos en cuenta que las grandes novedades del sector suelen costar a partir de sesenta euros, y que el servicio Gamepass recoge algunos de ellos, es obvio que la rentabilidad para el usuario es notable. Para hacer aún más obvio que ese es su camino, la nueva Xbox ha aparecido en una opción económica sin lector de discos, dirigida a ese consumo online.

La apuesta ha venido redoblada además con la adquisición de varios estudios de videojuegos importantes y acuerdos con empresas tan significativas como EA, la reina de los simuladores deportivos. Todo ello ha hecho reaccionar a su gran rival, la Playstation de Sony, que ha reforzado su servicio homólogo. Además, han creado otros modelos de suscripción Google Play (para juegos en teléfonos y tablets Android), Apple (iPhone e iPads) y Amazon.

En cuanto al sector escrito, los periódicos han reforzado igualmente las ofertas de suscripción mensual, como medio para asegurarse visitas en el progresivo cierre de los medios de comunicación al «todo gratis», aunque el proceso está menos maduro en el campo del libro electrónico. Por un lado, porque el uso de pantallas para la lectura de libros sigue relativamente poco extendido, y por otro porque las condiciones de pago que las plataformas ofrecen a los grandes creadores y editoriales están muy lejos de sus ingresos regulares.

Amazon llegó a un acuerdo muy importante con la escritora inglesa J.K. Rowling como gran figura mediática, pero la mayor parte de las novedades más importantes siguen fuera de su servicio de suscripción Kindle Unlimited, aunque los libros en sí puedan comprarse sueltos (con precios algo por encima de la mitad que las ediciones en papel) en la propia tienda online. Movistar ha conseguido una mayor presencia de las editoriales españolas importantes en su servicio Nubico, así como numerosas revistas, pero el número de usuarios que pagan ocho euros al mes por esa suscripción, que existe desde hace ocho años, no parece elevado. Tampoco lo es, en apariencia, al menos por el momento, el número de usuarios premium que pagan por los servicios preferentes de podcast y audiolibros (iVoox, Podimo, Audible…).

La trampa del FOMO

Cualquiera de las principales plataformas de streaming tiene contenidos para satisfacer la demanda de cualquier consumidor medio. ¿Cómo conseguir, entonces, que alguien esté suscrito a varias? Las grandes empresas cuentan con un aliado: el fenómeno conocido como FOMO (por sus siglas en inglés, Fear of Missing Out). Se trata del temor social a no estar al día, a no conocer las últimas tendencias, a perderse algo que los demás estén disfrutando. Por ello, las plataformas procuran dosificar contenidos que prevén que tendrán un fuerte impacto en redes sociales, a fin de mantener a sus usuarios siempre a la expectativa de la llegada de nuevas producciones que justifiquen seguir adelante con la suscripción y mantenerse al día de los temas de conversación online. El mismo fenómeno se aplica, lógicamente, al mundo de los videojuegos, donde la prioridad de las distintas consolas es publicitar aquellos lanzamientos que son exclusivos para su máquina, en tanto que los lanzamientos de juegos que llegan a diferentes plataformas, o al ordenador, corren a cargo de las distintas productoras.

Otras fuentes

Ante la fuerte competencia de las plataformas de streaming, puede resultar útil esta comparativa de sus servicios y precios:

Aquí se detallan algunos servicios de suscripción poco conocidos que ya están en marcha en distintos países.

Entre los servicios de suscripción más peculiares lanzados en los últimos meses, puede destacarse el de Ikea para amueblar casas.

Una suscripción para reunirlas a todas

El reciente anuncio de Netflix de que incluirá videojuegos para móviles con su suscripción viene a subrayar una tendencia futura: la de que las grandes empresas ofrezcan bajo un paraguas común y con descuento el acceso a servicios en distintas categorías de ocio. Quien lleva más avanzado este escenario es sin duda Amazon, que en la actualidad tiene el servicio más barato de televisión (va incluido con su plataforma de venta Amazon Prime, 36 euros al año), y ofrece aparte Amazon Prime Music, Audible (podcast y audiobooks), Kindle Unlimited (libros y cómics), y videojuegos para PC, además de otras suscripciones audiovisuales como las de MGM o Starz. Sin embargo, parece más posible que las grandes marcas actuales lleguen a pactos entre ellas para ofertas conjuntas. Por ejemplo, Playstation ha dado algunos meses gratis del servicio de televisión de Apple, así como Microsoft lo ha hecho con Disney +. En España, Movistar ofrece bajo su paraguas la posibilidad de contratar tanto Netflix como Disney +.

Tríptico de la Redención: la Crucifixión

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CONVENIO EL PRADO-FUNDACIÓN NOTARIADO

ENTRE MUSEOS E IGLESIAS. Cátedra Museo del Prado 2021

Tríptico de la Redención: la Crucifixión

La IX Cátedra del Prado 2021, patrocinada por la Fundación Notariado, pondrá el foco en las obras de arte medievales del Museo del Prado, una sección poco conocida de la colección, bajo el título de Encuentros entre museos e iglesias. El legado artístico de las iglesias medievales es inmenso.

JUSTIN A. KROESEN, catedrático de historia cultural en la Universidad de Bergen (Noruega), Director de la Cátedra Museo del Prado 2021.

Cada pueblo, cada ciudad tiene al menos una iglesia con interés histórico-artístico. Para la gran mayoría de nuestros antepasados, estos templos eran los únicos espacios para ver el arte. En este sentido, iglesias y museos tienen mucho en común.

En las salas del Prado encontramos fragmentos de ese pasado medieval. Reflejan el sentido de la belleza de nuestros antepasados y a la vez nos enseñan cómo entendían el mundo y el sentido de la vida. Esta cosmovisión es diferente de la nuestra, pero no es tan lejana. Parafraseando a L.P. Hartley, podemos decir que estudiar el pasado es como viajar a otro país.

En las charlas y seminarios que conforman el programa de esta Cátedra del Prado estudiaremos la iglesia medieval y su imaginería desde el punto de vista de la historia y la historia del arte. Aprender a ‘leer’ iglesias es fundamental. Durante las vacaciones casi todos las visitamos, pero ¿las entendemos de verdad? ¿Cómo se han desarrollado a lo largo de los siglos? ¿Qué significan las imágenes que encontramos allí? ¿Cómo eran vistas y vividas en la Edad Media? Este es el reto de esta Cátedra del Prado. Más allá de conocer los autores y las fechas, el objetivo es entender el porqué del arte medieval.

La visión que tenemos de la Edad Media aún está cargada de mitos. Aunque mucha gente no lo crea, fue una época de gran conectividad europea. Intensas redes comerciales atravesaban el continente de norte a sur y de este a oeste y por ellas circulaban tanto mercaderes como peregrinos, clérigos, artistas… Por ejemplo, Michael Sittow nació en Reval, la actual Tallinn (Estonia); se formó con los mejores pintores flamencos y después se mudó a España donde llegó a ser pintor de corte de los Reyes Católicos. Trayectorias artísticas como ésta, que se extienden sobre miles de kilómetros, no fueron una excepción en la Edad Media.

Las relaciones entre Norte y Sur siempre han jugado un papel importante en la trayectoria académica de Justin Kroesen. Es catedrático de historia cultural en la Universidad de Bergen (Noruega) y conservador de la colección de arte religioso del Museo Universitario de dicha ciudad desde 2016. En 2019-2020 co-comisarió la exposición North & South, sobre arte medieval de Noruega y Cataluña. Su doctorado en la Universidad de Groningen (Países Bajos) versó sobre el retablo medieval en España.

En cuatro charlas y cuatro seminarios en noviembre pondremos las obras medievales del Museo del Prado en circulación europea. Esta cátedra invita a un viaje en el espacio y el tiempo, un viaje de ida y vuelta entre iglesias y museos, entre el pasado y el presente.

Claves de la obra

Autor: Maestro de la Redención del Prado

Tamaño: 195 x 172 cm

Fecha creación: Hacia 1450

Técnica: Óleo sobre tabla

Ubicación: Sala 58ª del Museo del Prado

En las charlas y seminarios que conforman el programa de esta Cátedra del Prado estudiaremos la iglesia medieval y su imaginería

Entrevista a Fernando García de Cortázar, historiador

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Fernando García de Cortázar,

historiador

“El patriotismo es un parentesco que debe basarse en un pasado común”

Si en los reconocimientos a su actividad pesaba la sombra del catedrático de Deusto, el historiador o el novelista, Fernando García de Cortázar empezaba este año recibiendo el Premio Bravo, destinado a profesionales de la comunicación, con que le había distinguido en diciembre de 2020 la Conferencia Episcopal Española. En estos momentos ultima un nuevo trabajo, que vendrá a sumarse a las más de setenta publicaciones que acumula.

JUAN ANTONIO LLORENTE

Se le otorga el Premio Bravo por su servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos. A estas alturas, ¿qué le ocupa -o preocupa- más de todo ello?
Cuando, al pasar de los años, en distintas ocasiones se me ha pedido que ofrezca una radiografía de mi vida, siempre ha quedado reflejado mi pensamiento de la Providencia de Dios, herencia inequívoca de una familia de doce hermanos y mi sentido de gratitud a las personas e instituciones que han sido generosas conmigo. Hoy mi inventario de agradecimientos incorpora a la Conferencia Episcopal Española por concederme el Premio Bravo de Comunicación, razonado con los argumentos que usted recoge. Desde hace ya muchos años me esfuerzo en que el humanismo de tradición cristiana vuelva a ser la referencia que nos defina, de tal forma que nuestros valores, los propios de la civilización occidental, recuperen su hegemonía. Bajo esa perspectiva debo afirmar que la dignidad del hombre y los derechos humanos son inseparables del mensaje de Jesús y que creyentes y no creyentes deben ver en el Evangelio el hecho civilizatorio más importante en la historia de la Humanidad.

Al Viaje al corazón de España, sobre el que conversamos en estas páginas, le ha seguido Y cuando digo España. Cuando dice España: ¿pesa más el paisaje, en tanto que viajero, o el paisanaje, como hombre de reflexión?
Sin duda es mi libro más patriótico, en el que como Antonio Machado sólo quiero recoger todo aquello que me emociona, los sueños de una nación profundamente viva, que con Jorge Guillén “quiero, quiero. Viva después de mí”. En esta obra pesa más el paisanaje -las grandes realizaciones materiales de los españoles, los iconos de España, sus apasionantes creaciones del alma, la deuda del mundo con nuestra patria-, pero también hay un hueco para el atlas de la belleza paisajística de nuestro país.

Apuesta por reactivar el patriotismo cultural, que nos une, y del que podemos sentirnos orgullosos. ¿Al español le falta orgullo de pertenencia? ¿Somos demasiado críticos con lo nuestro?
Hoy, con la continuidad misma de España cuestionada y nuestra convivencia resentida, queda bien claro el alto precio a pagar cuando se depone la fuerza de nuestra cultura, el vigor de nuestro significado histórico. El patriotismo es un parentesco que debe basarse en un pasado común, y lo saben todos los planes de estudio que han construido naciones con su aprendizaje de la Historia. En España necesitamos urgentemente reforzar nuestra endeble conciencia nacional, que debe ser cultivada como lo es la piedad en la infancia, en las familias de militancia religiosa. Nadie durante estos últimos cuarenta años ha cantado las baladas de la nación como hicieron los intelectuales de comienzos del siglo XX cuando se preguntaban por España. Muchos de estos hicieron ver que no bastaba con las reformas sociales y la afirmación de la democracia: había que creer en algo más. Y esto era el patriotismo cultural que cohesiona a los ciudadanos al fundamentarse en la emoción, en la grandeza de un patrimonio del que pudieran sentirse orgullosos. A través de la recuperación del tesoro de las manifestaciones literarias, filosóficas, artísticas, culturales en general, los españoles confirmarían la existencia de una personalidad nacional, más allá de cualquier esfuerzo político por impugnarla, más allá de toda indolencia cívica para preservarla.

“No creo que exista un historiador cabal que desprecie la aportación que a la Historia puede hacer la buena literatura”

¿Estamos viviendo un momento crucial del que quiere dejar testimonio? La historia, nos recuerda Walter Benjamin, no es el puro recuento de lo que suponemos sucedió en el pasado, sino lo que brilla en un instante de peligro. Durante las últimas décadas hemos rodado por una pendiente de desidia intelectual; de complaciente ignorancia; de feroz relativismo; de altanera deslealtad a nuestros principios. Se ha preferido el entretenimiento a la cultura; el placer al esfuerzo; la intensidad de los momentos fugaces a la tenacidad de una obra duradera, y hemos acabado borrando el perfil rotundo de nuestra nación. La tormenta en la que vive España desde hace unos cuantos años ha producido un desarme ideológico de tal magnitud que la sociedad se ha visto desprotegida ante todo lo hermoso que nuestra civilización había levantado, convertido en tierra donde habita el olvido. Quien ha defendido el concepto Patria en tantas acepciones, ¿cómo reacciona cuando alguien sugiere cambiarlo por el de Matria?  Podría interpretarlo como una gracieta y provocarme una sonrisa si no obedeciera a una perversa manipulación del lenguaje. Tenía razón el evangelista Juan cuando decía que todo comienza en el verbo, todo arranca de la palabra. También el desbarajuste doctrinal; la arrogancia impostada; el populismo desmelenado; el feminismo desorejado; la excitación iletrada de quienes creen que nos pueden mandar. Su primer trabajo novelístico, Tu rostro con la marea, recibió el Premio Novela Histórica Alfonso X el Sabio. Al escribir, ¿siempre aflora el historiador? Siempre aflora el amante de la historia y la literatura. Porque si la historia es la ciencia del cambio, que lo es, ella misma tiene que cambiar en sus métodos y dar ejemplo de adaptación a sus destinatarios. En mis más de setenta libros he tocado todos los palos en la Historia y como dijo un prestigioso crítico literario, estaba cantado que acabaría escribiendo una novela. Que mi preocupación por la belleza de la narración y mi voluntad de estilo me llevarían a abordar en serio la ficción y la literatura con el objeto de experimentar las posibilidades que ofrecían estas para la reconstrucción viva del pasado. No creo que exista un historiador cabal que desprecie la aportación que a la Historia puede hacer la buena literatura. Para escribir Tu rostro con la marea pude disponer de viejas lecturas almacenadas desde mis años de formación humanística en la Compañía de Jesús. A ellas debo la familiaridad con Günter Grass, Robert Musil, Thomas Mann, Kipling, Joseph Roth o Cesare Pavese, de lectura obligada para moverme en el período de entreguerras y dibujar el panorama de aquellos años de llamas, la era de los huracanes de acero. Tras la segunda, Alguien heló tus labios, nos dejó con ganas de más. Si cada nuevo título le absorbe algo más de dos años… nos debe dos. Mis lectores, si es así, tendrán que esperar o perder toda esperanza de que vuelva a la novela porque ésta es mucho más exigente en tiempo que el ensayo, y a mí me reclama una atención que en esta hora grave de España prefiero dedicar a los contratiempos de mi patria. Ahora mismo estoy trabajando en los últimos capítulos de un nuevo ensayo que mezcla paisaje e historia a través de un emocionante y comprometido relato, que se lee desde las inquietudes del presente.  ¿Trabaja sin presiones de agentes? No tengo agente, aunque en distintas ocasiones varias personas me han ofrecido representarme. A mí las presiones me vienen de los editores que, con su amistad, me chantajean para que salte de una editorial a otra o para que cada año publique un libro. ¿Concurre a premios literarios? ¿Le interesan?  ¡Oh, no! Soy muy mayor para ejercer de meritorio y creo que los premios literarios deben empujar la creatividad de los más jóvenes y la acogida por las editoriales mientras que los viejos debemos defendernos con nuestra trayectoria y el conocimiento que el público tiene de nuestra obra. Cuando escribe, ¿piensa en “su” lector? ¿Qué le pide? ¿Qué se exige a cambio? ¡Claro que pienso! Siempre he pensado en los lectores y más en concreto en los que me vienen siguiendo desde hace más de cuarenta años. Busco apasionadamente la claridad, la seducción del lenguaje, el instruir deleitando, como decían los clásicos, y evito con idéntica pasión el aburrir a quienes leen mis libros, procurando no mortificarles con un léxico profesoral de casta universitaria, de petete sabelotodo. Les exijo a cambio que no equiparen la fácil comprensión y la lectura amena con la falta de profundidad, que además no sé exactamente lo que es. Dice Saint-Exupéry en El Principito: “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás”. ¿Es indulgente consigo mismo? Veo que conoce mis gustos literarios. Cuando el gobierno francés me condecoró con las Palmas Académicas agradecí la distinción con un discurso en el que afirmaba mi querencia por Francia, al estar entre mis escritores favoritos Saint-Exupéry, Montaigne y Camus. La máxima de “El Principito” precipita ahora mi examen de conciencia para concluir que a lo largo de mi larga carrera universitaria jamás he participado en peleas entre historiadores ni en juicios públicos por la labor de mis colegas. ¡Ah!, por supuesto, no me flagelo, ni llevo ceniza en la cabeza para acordarme de que mis libros tendrán una vida finita.

«Busco apasionadamente la claridad, la seducción del lenguaje, el instruir deleitando, como decían los clásicos»

Criptoarte, una moda inversora que exige atención

ESFERA CULTURAL

"Criptoarte", una moda inversora que exige atención

La rentabilidad de algunas inversiones en obras artísticas inmateriales ha sido notable, pero una potencial volatilidad similar a la de las criptomonedas y la complejidad del mercado, plantean dudas de su viabilidad para no expertos.

JULIÁN DÍEZ

La moda de 2021 es comprar el título de propiedad de cosas inmateriales. Naturalmente, la explicación es algo más compleja, pero en líneas generales se trata de un fenómeno en el que es difícil determinar qué tiene más peso, si la similitud con un mercado de arte confuso pero muchas veces rentable o con la burbuja especulativa de las criptomonedas, de incierta evolución.

Hay quien piensa que entrar a tiempo en este fenómeno supondrá ganancias, y quien ve en él un nuevo caso de tulipomanía, término que se utiliza para las distintas inflaciones artificiales, inspirado en la locura por los tulipanes de la Holanda del siglo XVII.

Objetos no fungibles. Intentemos explicar este tipo de comercio artístico de la manera más sencilla y desapasionada posible. Los NFTs (Non-Fungible Tokens), objetos no fungibles, es decir, que no se desgastan) son títulos de propiedad de ficheros digitales que, de hecho, están disponibles y al acceso de cualquier persona. Pueden ser fotos, composiciones artísticas, columnas de periódico, tuits o literalmente cualquier cosa digitalizable, y por la que su creador haya abonado unos euros (en criptomonedas) para crear un título de propiedad con una tecnología conocida como blockchain.

Pero pese a que esas «obras» sean accesibles, sólo habrá un dueño: quien tenga el título de propiedad de blockchain, único, intransferible e inviolable debido a que la tecnología con la que se crea es descentralizada y tiene las mismas posibilidades de venirse abajo que la propia internet en su conjunto (al menos, esa es la teoría ahora mismo). Cualquiera puede ver el primer tuit de la historia, que publicó el CEO de la empresa, Jack Dorsey; pero dueño sólo hay uno, una persona anónima que pagó 2,9 millones de dólares por el derecho a serlo de manera oficial.

Para muchos, esta revolución lleva el concepto del arte ya demasiado lejos, pero la historia está repleta de momentos en los que se han operado cambios que pudieron parecer igual de chocantes en su momento. Recordemos, por ejemplo, el impacto de la fotografía, una reproducción fidedigna de la realidad de la que se podían llevar a cabo incontables copias, en contraste con todo lo asumido previamente en torno a la pintura. Los desafíos de Marcel Duchamp convirtiendo un urinario en objeto artístico, la asunción progresiva del cine, el cómic o los videojuegos como formas de arte, la comercialización de manifestaciones artísticas intangibles como el videoarte o las performance, o la venta de las litografías certificadas por los autores (copias, al fin y al cabo), como «obras de arte originales al alcance de la clase media», son algunos de los fenómenos que ha vivido el arte en el último siglo y pudieron considerarse en su momento tan disruptivos como el de los NFTs.

¿Una buena inversión? Precisamente, según los defensores de este fenómeno naciente, los NFTs vienen a dar respuesta a una cuestión abierta: ¿cómo dar valor a una obra que puede reproducirse de forma exacta e ilimitada? Si se considera que «la propiedad» es un concepto demasiado etéreo para servir de respuesta, se puede tener en cuenta otro fenómeno reciente: la revitalización del mercado de los discos de vinilo en una era en que la música está al alcance de cualquiera, gratis o por una reducida suscripción mensual. Sin embargo, en ese caso está implicada la posesión física de un objeto, la mística incluso que le puede rodear, que es justo lo que no pueden tener los NFTs.

Más allá de las cuestiones puramente artísticas, ¿son estos títulos de propiedad una buena inversión? La respuesta es difícil de dar, justo en el momento en que sus hermanas con mayor protagonismo financiero, las criptomonedas, atraviesan una fase de volatilidad, después de años en los que han multiplicado su valor, y no faltan incluso los vaticinios de derrumbamiento. Las voces que insisten en una u otra dirección son igual de abundantes en los dos sentidos. Indudablemente, habrá quien se enriquezca con el criptoarte lo mismo que habrá quien se equivoque en las compras, sin contar con que se intuye que será un mercado propicio para avispados faltos de escrúpulos ante la necesidad de conocimientos técnicos de cierto nivel (o un asesoramiento fiable) para garantizar la validez y rentabilidad de las adquisiciones.

Por el momento, lo que sí puede asegurarse es que las cantidades en juego han crecido sustancialmente en el último año. Según un departamento especializado de BNP Paribas, el sector movió 338 millones de dólares en 2020, un incremento de un 138% respecto al año anterior, y en abril de 2021 ya se había alcanzado esa cifra, que por tanto en teoría podría fácilmente triplicarse a lo largo del año. Pero sufrió un parón en seco en mayo. La venta estrella hasta el momento fue la de «Everyday’s: The First 500 Days», un collage con 500 fotos de las que lleva haciéndose diariamente desde hace más de una década el artista conocido como Beeple (Mike Winkleman), que fue vendida en Christie’s por 69 millones de dólares.

Casos de éxito. Otros casos de éxito de los últimos meses han sido la venta en Sotheby’s de obras sueltas del colectivo Pak por 16,8 millones de dólares; la reventa del corto del propio Beeple «Crossroad 1/1» (diez segundos de duración) por parte del coleccionista Pablo Rodríguez-Fraile a un comprador anónimo con una revaloración de 66.666 a 6,6 millones dólares; o las ventas de algunos memes populares de internet, como el gato pixelado sobre un arcoiris Nyan Cat por 600.000 dólares, o la de la foto conocida como «Disaster Girl» de una niña sonriendo ante su casa en llamas, que la protagonista vendió por 400.000 dólares.

«Disaster Girl», Zoe Roth, que hoy tiene 21 años, tuvo el buen criterio de aprovechar una de las ventajas del blockchain: introdujo en el contrato de venta una cláusula, que figura en el propio fichero, por la que obtendrá un porcentaje de posibles reventas futuras. Un elemento que convierte en muy atractivo este formato para los artistas, que vienen reclamando hace tiempo ser partícipes en alguna medida de esa revalorización de sus obras cuando ya no están en sus manos. La tesis es que no es justo que un artista que vendió por unos cientos de euros sus primeras obras vea cómo luego se revenden por cientos de miles o millones sin percibir ni un euro.

Algunas productoras de cine, la NBA de baloncesto (que ha creado su propio mercado virtual, Top Shots), la BBC o Samsung, además de las principales casas de subastas, se cuentan entre las grandes empresas que han manifestado su interés por estas formas de comercializar sus productos y que se han puesto a la cabeza en una revolución cuyo alcance todavía no es fácil de adivinar. Sin que pueda descartarse, tampoco, un pinchazo súbito.

Una faena taurina y los derechos de la propiedad intelectual

Entre los NTFs ((Non-Fungible Tokens) que se han vendido en los últimos tiempos con gran notoriedad mediática están algunas jugadas deportivas. El hecho seguramente será empleado en la causa que viene emprendiendo en los últimos tiempos el torero Miguel Ángel Perera, respaldado por el abogado y matador retirado Hugo de Patrocinio, para registrar como propiedad intelectual una faena que realizó en 2014 en la plaza de Badajoz. La intervención de Perera esa tarde fue grabada y se presentó en el Registro de la Propiedad Intelectual junto con un libreto descriptivo, pero su registro fue rechazado. Comenzó un largo proceso que llegó el pasado mes de febrero al Tribunal Supremo, que confirmó la imposibilidad del registro: en su sentencia, se indicaba que la faena era irreproducible por tener elementos aleatorios, además de no poder determinarse cuáles de sus componentes eran originales. El ejemplo aducido por la defensa de Perera, que las coreografías sí son admitidas, servía al tribunal para incidir en que están pautadas y pueden repetirse sin factores como el que supone, por ejemplo, el comportamiento del toro. De Patrocinio aseguró en varias entrevistas que estaban meditando recurrir ante el Constitucional, y sin duda los elementos aleatorios presentes en un partido de baloncesto pueden ser usados como argumento. Eso sí, tendrán que considerar una cosa: quien ha vendido el NFTs de un tapón de Lebron James ha sido la NBA, la entidad en sí, no el jugador ni los cámaras que tomaron la imagen.

Otras fuentes

Uno de los aspectos polémicos del blockchain es el coste energético para su mantenimiento, que se explica en este reportaje.

El reportaje de la agencia Reuters sobre el fenómeno del vídeo de Beeple, revendido por 6,6 millones de dólares, comienza con el propio vídeo, de diez segundos.

El BBVA publicó recientemente un análisis del fenómeno original de la tulipomanía.

Un artículo muy crítico sobre todo el fenómeno, tras un par de meses de elevación de los precios.

Las esculturas invisibles de Salvatore Garau

Este mes de mayo, coincidiendo con todo el fenómeno del criptoarte, se anunciaba la venta de una escultura inexistente por 15.000 euros. El artista sardo Salvatore Garau sacó a subasta inicialmente su obra «Io sono» en una conocida galería milanesa por 6.000 euros, pero las pujas se elevaron. «Io sono» no es nada, en contradicción con su título. El comprador sólo recibirá el certificado de garantía del artista, con la descripción de la obra: «Escultura inmaterial para colocar en una casa particular dentro de un espacio libre de cualquier estorbo. Dimensiones variables, aproximadamente 150 x 150 centímetros». Según Garau, «en el vacío hay un contenedor de posibilidades positivas y negativas que son constantemente equivalentes; en definitiva, hay una densidad de eventos». Garau ya expuso ante la Scala de Milán un «Buda en contemplación» consistente en un cerco blanco sin nada en su interior, y ha anunciado nuevos trabajos de carácter similar en vista de la resonancia de estos. Aunque Garau ha conseguido atención mediática con estas propuestas, recordemos que otras similares jalonan la historia de otras artes: desde los lienzos en blanco (como los de Robert Rauchenberg) o monocromos que abundan en la pintura contemporánea hasta la obra «Cuatro, treinta y tres» del compositor de vanguardia John Cage, consistente en ese periodo (cuatro minutos y treinta y tres segundos) de completo silencio. Dividido en tres movimientos, eso sí.

Santo Domingo de Silos entronizado, de Bartolomé Bermejo

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Santo Domingo de Silos entronizado, de Bartolomé Bermejo

La monumental figura de santo Domingo de Silos pintada por Bartolomé Bermejo es una imagen impactante, una de aquellas obras que recuerda cualquiera que visite las salas de pintura gótica del Museo del Prado.

JOAN MOLINA FIGUERAS, Jefe del Departamento de Pintura Gótica española

Nos hallamos ante un auténtico icono, frontal e hierático, recreado mediante un lenguaje absolutamente ilusionista con el que se da forma a las ricas indumentarias del santo y al trono arquitectónico que preside. El resultado es una composición original y poderosa; una nueva vuelta de tuerca en la larga tradición medieval de imágenes mayestáticas de santos y autoridades eclesiásticas.

A menudo, los procesos de creación de grandes obras fueron difíciles. Este fue el caso de la tabla que nos ocupa, cuyos complejos entresijos conocemos gracias a los registros notariales, una fuente de información fundamental para historia del arte.

En 1474 Bermejo firmó un contrato para realización de un retablo dedicado a santo Domingo de Silos. La lectura del documento permite constatar que el pintor siguió a rajatabla algunas de las minuciosas cláusulas establecidas por los clientes –como la representación del santo a la manera de un obispo sentado en un trono decorado con las figuras de las siete virtudes– pero que, en cambio, hizo caso omiso de otras prescripciones de orden técnico y estético –como cuando decidió no aplicar relieves y pastillajes para los dorados-. En resumen, la libertad creativa del pintor acabó imponiéndose a las disposiciones establecidas en el contrato.

Cuando aceptó el encargo Bermejo era ya un reputado pintor, pero seguramente con cierta fama de informal. De ahí que en el registro notarial se estableciera una pena de excomunión si no finalizaba el conjunto pictórico antes de finales de 1475. Los temores eran fundados: en 1477 Bermejo tan sólo había concluido la gran tabla central con la imagen del santo entronizado. Decepcionados, los clientes decidieron hacer pública la sentencia de excomunión, que comportaba ciertas restricciones laborales más que penas espirituales. Eso sí, no desistieron de su empeño en que finalizase el retablo y ese mismo año le ofrecieron un nuevo contrato, ahora junto al pintor Martín Bernat. El hecho de que se encomendase a este último la supervisión de la obra y el control de las jornadas laborales de su conocido socio, señala hasta qué punto los clientes se temían que Bermejo volviera a incumplir los pactos establecidos. Y, en realidad, no les defraudó: las otras dos tablas del retablo que han llegado hasta nuestros días fueron ejecutadas por Martín Bernat, lo que señala que, por segunda vez, Bermejo incumplió sus obligaciones contractuales. Suponemos que hartos, los clientes ya no insistieron más.

Las intrahistorias del retablo de santo Domingo de Silos que nos cuentan los registros notariales señalan hasta qué punto, incluso en la Edad Media, algunos artistas pudieron sortear las reglamentaciones jurídicas. Primero con su personal interpretación de las cláusulas contractuales a la hora de ejecutar la solemne imagen del santo y, más adelante, con su decisión de abandonar el proyecto –desconocemos si por cuestiones económicas, artísticas o puramente personales–, Bermejo pone de relieve hasta qué punto un pintor con extraordinarias cualidades, y una no menos acusada personalidad, fue capaz de imponerse a cualquier norma o convención que limitase su arte. Deo gratias.

Claves de la obra

Autor: Bartolomé Bermejo

Tamaño: 242 x 130 cm

Fecha creación: Hacia 1474

Técnica: Óleo sobre tabla

Ubicación: Sala 51ª del Museo del Prado

Entrevista a Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE)

ESFERA CULTURAL

Santiago Muñoz Machado,

director de la Real Academia Española

"Nos preocupa principalmente la unidad de la lengua"

Santiago Muñoz Machado nos recibe en su despacho de la RAE, sancta sanctorum del español para seiscientos millones de hispanohablantes englobados en la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). Da fe de sus palabras un busto de Cervantes, causa y razón de gran parte de lo que se “cocina” en la Docta Casa, que dirige este catedrático de derecho, escritor e historiador, impulsor de iniciativas como el Proyecto LEIA, que enseña a las máquinas a hablar correctamente nuestra lengua, o la elaboración de diccionarios como el Histórico de la Lengua Española o el Panhispánico del Español Jurídico.

JUAN ANTONIO LLORENTE

-En su gestión como director de la RAE: ¿pesan el jurista, el profesor y el escritor?

Esta es una institución que, como todas, necesita ser gestionada, y cuyo trabajo de administración no es distinto sustancialmente al de cualquier otra, pública o privada. No como una empresa, ya que no tenemos ninguna intención de lucro, ni esperamos beneficios económicos. Pero hay que gestionarla igual, cuidando los gastos, y procurando siempre tener ingresos suficientes para funcionar. En cuanto a las decisiones relativas a la lengua, no es el director quien las resuelve, sino el pleno de la Academia, donde somos 46 miembros numerarios. Nos reunimos cada jueves y resolvemos en marcos de debate muy interesantes sobre palabras, conceptos o ideas muy variopintas. Contribuyen, naturalmente, nuestros compañeros filólogos, pero también cualquier especialista en las distintas ramas del saber. Tener un médico, un arquitecto o un economista en el pleno da seguridad cuando tratamos palabras de esos campos, confiando en alguien que nos aportará ideas exactas y útiles.

-Hace dos años, al ocupar el cargo, algún medio escribió que entre sus objetivos estaba mejorar su solvencia económica. Superada la mitad del mandato: ¿podría evaluar lo conseguido hasta el momento?

El modelo de gestión necesitaba mejorarse. Pasada la mitad del mandato, me siento contento de los resultados, porque me encontré una RAE con graves problemas de financiación, que creo superados en su totalidad. Los Presupuestos Generales del Estado han sido más generosos con nosotros y un nutrido elenco de grandes empresas nos ayudan a financiar los proyectos más importantes de la institución. Todo está funcionando y me parece que hay que estar contentos con lo que estamos haciendo. Tenemos numerosos proyectos, estamos trabajando mucho, cuento con un equipo extraordinario y estoy muy a gusto.

“El español lo hablan seiscientos millones de personas y es muy importante que sea en una misma lengua, basada en las mismas reglas”

-¿Con qué fuentes de financiación se sostienen, aparte del capítulo mencionado de los Presupuestos Generales del Estado?

La Academia se nutre en primer lugar de los Prepuestos Generales del Estado, como le decía, de donde procede su aportación principal, asegurando los gastos corrientes. Luego, de los ingresos que producen nuestras obras y aquellos trabajos por los que nos retribuyen y, como tercer pilar, de las generosas aportaciones de un buen número de empresas a las que les gustan nuestros proyectos y los patrocinan, muchos de ellos a través de la Fundación pro-RAE, que se constituyó a instancias del Rey Juan Carlos. Ahora la preside Felipe VI, y en su patronato están algunas instituciones del Estado, autonómicas, de ayuntamientos y, sobre todo, aquellas grandes empresas que aportan las sumas necesarias para desarrollar nuestro trabajo.

-Esa ley de mecenazgo que nunca llega, la estarán esperando como agua de mayo…

No tenemos muchas esperanzas de una Ley de mecenazgo que solucione nuestros problemas ni los de ninguna gran institución sin ánimo de lucro. Llevo trabajando toda la vida en el mundo de las fundaciones y a la Ley de mecenazgo le he dedicado cuarenta años, para sólo llegar a hacer buenos proyectos que nunca hemos conseguido que compartan los gobiernos sucesivos. No se entiende muy bien en España el papel que tiene el mecenazgo de las grandes empresas. Supondría un cambio en la filosofía. Lo vamos a intentar, celebrando incluso con la Asociación de Fundaciones -que contribuí a crear y que hoy reúne a mil de estas instituciones-, unas jornadas que hemos dado en llamar Filantropía, para ver si conseguimos llegar al alma de los grandes políticos con lo que significa, ha significado y es realmente un filántropo.

-Hasta 1979 no tuvieron una mujer académica. La primera fue Carmen Conde…

Las mujeres tardaron en incorporarse en numerosos estamentos por un problema de cultura. Me resulta curioso cuando me preguntan por qué la RAE las marginó. La RAE no: la Sociedad y la Historia entonces no consideraban a las mujeres. Tenían una posición determinada en la sociedad y en la familia, y se las dejó al margen del sistema general del trabajo, de la política… La RAE no fue una excepción. Hizo exactamente lo mismo que, por ejemplo, el Consejo de Ministros, que tampoco incorporó a ninguna ministra hasta bien entrado el presente siglo.  

Si me pregunta si había mujeres con méritos bastantes para entrar en la RAE, la respuesta es si. ¡Qué bien habría estado, de haber existido en sus tiempos la Academia, tener en sus plenos a Santa Teresa de Jesús! O que se hubiera incorporado a ella Emilia Pardo Bazán, a quien se negó la entrada por ser mujer. Así fue y así hay que decirlo. No se le negó como escritora, porque era la mejor de su siglo. Y posiblemente, junto a Santa Teresa, la mejor escritora de la Historia de España.

¿Se está ganando terreno en ese aspecto? De las cuarenta y seis sillas, ¿cuántas están ocupadas por mujeres?

Al haber fallecido Margarita Salas, una de nuestras grandes científicas, quedó libre la suya y, para sustituirla, se ha elegido a Paloma Díaz-Mas, que será la octava. Pero aun no ha tomado posesión del cargo. Tenemos ocho, por tanto. Y en crecimiento, puede decirse, porque la voluntad de la Academia es tratar de ampliar el número de mujeres que forman parte de nuestro pleno.

-¿Cuentan en el mismo con algún representante extranjero?

No. Para ser académico de la RAE es condición ser español. Mario Vargas Llosa es el único miembro que no ha nacido en España, pero es español.

-¿Mantienen vinculación con otras academias de lengua no hispana?

Institucionalmente, ninguna. Pero las dos academias europeas que más próximas nos quedan por las funciones que desarrollan y los fines que persiguen son la Académie Francaise y la Accademia della Crusca. 

-¿No han pensado intercambiar experiencias?

Cada una tiene una lengua en la que trabajar y a la que proteger, como es su misión, y son muy distintas. En la francesa, por ejemplo, los académicos son fundamentalmente escritores, mientras aquí sólo son un tercio del pleno. Aparte de que nuestro abanico de preocupaciones y de trabajos es más amplio que el suyo. Pero mantenemos todo el respeto y la colaboración personal con alguno de los académicos franceses, y también con los italianos.

-Pocas campañas en la Historia han calado tanto con un slogan: Limpia, fija y da esplendor

Ese fue el lema originario, obtenido en un pequeño concurso de ideas que se hizo entre los académicos de 1713. Venció Limpia, fija y da esplendor frente al otro que se propuso: Aprueba y desaprueba. Era mejor lo de fijar y dar esplendor, que tanta gente conoce y ha dado mucho juego en la historia de la Academia. No obstante, lo hemos abandonado casi del todo, porque la idea de limpiar, fijar y dar esplendor, la Academia la tiene resuelta. En sus obras principales; con un diccionario que ha “limpiado” mucho; fijando las palabras del uso léxico; una gramática que enseña a escribir, o una ortografía que explica como hacerlo con corrección. Ahora nos preocupa principalmente la unidad de la lengua. Si hubiera que elegir un lema hoy, en los carteles, los membretes y las vidrieras habría que poner “Unidad”. Porque el español lo hablan seiscientos millones de personas, y es muy importante que sea en una misma lengua, basada en las mismas reglas. Con un vocabulario si no igual, porque no es exactamente el mismo, por lo menos, unificado. Reconocible por unos y por otros. A esto nos dedicamos principalmente. Y para esto nos sirven nuestras colegas las academias americanas y las academias de la lengua de todo el mundo.

-La ASALE, que usted preside ¿Cuántas academias reúne?

Con la nuestra, 23. Y nos coordinamos aquí, al ser el director de la RAE presidente nato de ASALE desde que se fundó hace 70 años.

-¿Han apostado por la modernización? ¿Cómo se llevan con las redes?

Debemos atender los retos de cada día. En una sociedad que evoluciona mucho y a toda rapidez, no podemos desatender lo que está pasando con la tecnología; qué ocurre con las máquinas que hablan nuestro propio idioma; qué pasa con los aparatos que traducen automática pero incorrectamente…

Hay mucho que hacer en ese campo, y la RAE no es la de hace 300 años. Ahora la Academia es digital.

“No podemos desatender lo que está pasando con la tecnología. La RAE no es la de hace 300 años. Ahora la Academia es digital”

Un movimiento ganador para el ajedrez

ESFERA CULTURAL

Un movimiento ganador para el ajedrez

La serie Gambito de dama impulsa el número de practicantes del juego milenario, uno de los grandes beneficiados por las horas de ocio aislado en la pandemia.

JULIÁN DÍEZ

La pandemia ha tenido consecuencias inesperadas incluso en el apartado del ocio. Por ejemplo, difícilmente se podría haber esperado hace poco más de un año que un sutil y bien conocido juego milenario multiplicara su número de practicantes. Y que el impulsor de ese fenómeno fuera una serie de televisión basada en una novela publicada hace 35 años, y que se tradujo hace diez al castellano pasando totalmente inadvertida.

Sin embargo, el hecho es que Gambito de dama se ha convertido en uno de los fenómenos de los últimos años, y que su impacto ha trascendido a las multimillonarias audiencias mundiales (unos 70 millones de hogares la han visto) que es capaz de obtener una plataforma de servicio global como Netflix. Las consecuencias han sido tan llamativas como que los tableros de ajedrez estuvieron agotados durante semanas en muchas tiendas, en lo que supone un singular colofón a un periodo que ha sido en líneas generales muy positivo para el mundo de los juegos de mesa.

Suben las ventas. Un ejemplo de esta singular moda es el del impacto en Rechapados Ferrer, modesta firma catalana con 14 empleados. Uno de sus tableros aparecía en la partida decisiva de la serie, que se desarrolla (y fue filmada) en Berlín. La marca vende la práctica totalidad de los 20.000 tableros que producen anualmente a través de distribuidores alemanes, y alguien de producción de la serie debió comprar el tablero allí. Los responsables de Rechapados Ferrer no sabían que uno de sus modelos con remates de marquetería rojos y amarillos había sido visto por millones de telespectadores y se vieron de repente desbordados por los pedidos. Ahora mismo tienen lista de espera de más de un año.

Goliath Games, una de las principales productoras mundiales de juegos, cifró en un 1000% el incremento de sus ventas relacionadas con el ajedrez durante 2020. La web Chess.com reconoció un aumento de un 400% en el número de visitas y un incremento del 160% en el número de partidas disputadas en su aplicación, con tres millones de jugadores activos. Según la Federación Internacional de Ajedrez, el número de estudiantes inscritos en torneos pasó de treinta a cincuenta millones a lo largo del pasado año. El impacto se ha percibido incluso en pequeñas academias de enseñanza del juego, como la madrileña Ajedrez con cabeza, que casi ha duplicado su número de alumnos.

La incidencia ha sido especialmente significativa entre mujeres, que siempre han sido un colectivo minoritario en el juego. Hasta el año pasado, apenas el 16% de ajedrecistas federados eran mujeres, pese a ser un deporte que de entrada no hace distingos entre sexos (si bien existe un mundial femenino específico). Tampoco les ha acompañado mucho el éxito, ya que sólo una mujer ha llegado a estar entre los diez mejores ajedrecistas del mundo (la húngara Judit Polgar, ya retirada) y hoy apenas son tres entre las cien mejores.

Tirón femenino. Sin embargo, el carisma de la protagonista de Gambito de dama, Beth Harmon (interpretada por la argentina Anya Taylor-Joy), ha impulsado sobre todo a mujeres, incluso adultas, a retomar esta actividad, con un impacto numérico significativo. Eso sí, los expertos avisan de que, a pesar de que la serie refleja el juego mejor de lo que es habitual, contiene bastantes inexactitudes. El ejemplo más notable es que no se muestra ninguna partida terminada en tablas, cuando es el resultado más frecuente entre jugadores de alto nivel. Tampoco merece aprobación el detalle de corte dramático sobre el consumo de pastillas de la protagonista, puesto que sería difícil que mantuviera un rendimiento alto con ese tipo de adicción. El más conocido experto en ajedrez español, Leontxo García, planteaba en su análisis de la serie un reto para el futuro: «Hacer una buena peli sobre las numerosas facetas apasionantes del ajedrez sin recurrir para nada al crimen, las drogas o la paranoia».

En cambio, se ha destacado la verosimilitud de las partidas retratadas, en las que se ha tenido el detalle de reproducir algunos grandes juegos de la historia del ajedrez. También gustó la falta de glamour que acompaña a la mayor parte de los eventos reales de este mundillo: conviene recordar que, según cálculos oficiales, las ganancias medias en torneos y campeonatos de los cien mejores jugadores del mundo andan en torno a los 29.000 euros anuales, y en la práctica totalidad de los casos complementan sus ingresos con tareas de enseñanza, redacción de artículos y libros, exhibiciones privadas…

La Beth Harmon de Gambito de dama pasa por ese tipo de vida un tanto insegura hasta llegar al campeonato del mundo, que como la propia serie termina convertido en un evento de interés global. De hecho, según los expertos, entraría en la historia del ajedrez en la misma categoría que el duelo entre Bobby Fisher y Boris Spassky en los años setenta; los sucesivos mundiales entre Garri Kaspárov y Anatoli Kárpov en los ochenta, o las partidas del propio Kaspárov contra programas, a caballo del fin del milenio.

Una novela recuperada

La serie Gambito de dama está basada en una novela de Walter Tevis, un escritor de notable prestigio en Estados Unidos pero relativamente poco conocido fuera. Su fama deviene sobre todo de las adaptaciones audiovisuales de otras de sus obras más notables, caso de El buscavidas, convertida en mítico filme protagonizado por Paul Newman, su continuación El color del dinero o El hombre que cayó a la Tierra, con David Bowie. Tevis, que murió relativamente joven y tuvo notables problemas de adicciones, tuvo una carrera de moderado éxito pero en la que nunca alcanzó las ventas que ha conseguido esta, su quinta novela (originalmente publicada en 1983), tras su adaptación televisiva, cuando llegó a colocarse en el primer puesto de ventas de The New York Times. Fue traducida al castellano por primera vez hace una década (con el título de Gambito de reina) por una pequeña editorial, Amarelle, y la misma versión realizada entonces por Rafael Marín ha sido la empleada por Alfaguara para su nueva edición del pasado enero.

Otras fuentes

Infografía sobre el impacto de Gambito de dama en las búsquedas de internet

Vídeo en el que Magnus Carlsen, mejor jugador del mundo de ajedrez, desentraña la popular serie de Netflix Gambito de dama.

17 películas y documentales para apasionados del ajedrez.

Nueva propuesta de Garri Kaspárov, la red social Kasparovchess, bajo el paraguas del conglomerado francés de las telecomunicaciones Vivendi.

La carrera por enfrentarse a Carlsen

La mejor prueba para saber si Gambito de dama tendrá efecto en la popularidad del ajedrez profesional la tendremos cuando Magnus Carlsen ponga en juego su título mundial del 24 de noviembre al 16 de diciembre próximos, en Dubai. Antes, los ocho mejores jugadores del momento se están disputando el derecho a desafiar al que muchos consideran el mejor jugador de la historia, en un proceso que se vio interrumpido la primavera pasada por la expansión del covid-19. El ruso Ian Nepomniachtchi y el francés Maxime Vachier-Lagrave encabezaban la clasificación tras la disputa de siete partidas, de forma sorprendente, dado que el galo es un jugador relativamente veterano y que accedió al torneo por la negativa a disputarlo por temor a la pandemia por parte de uno de los favoritos, el azerí Timur Radjanov. En todo caso, cabe esperar que los jugadores en el segundo y el tercer puesto del ranking mundial, el estadounidense Fabio Caruana y el chino Ding Liren, ofrezcan aún fuerte resistencia. Una final entre Carlsen, a estas alturas ya un mito, y Caruana, fuertemente respaldado por empresas estadounidenses, podría tener audiencias récord en la actual coyuntura. Sería además la revancha del último Mundial celebrado, en el que el resultado fue de empate a seis y Carlsen se impuso en una «prórroga» de partidas semirrapidas, su punto fuerte.