ESFERA CULTURAL
PILAR TENA,
DIRECTORA DEL INSTITUTO CERVANTES DE ATENAS. ESCRITORA
JUAN ANTONIO LLORENTE
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“Los sentimientos y los recuerdos hay que dejarlos macerar antes de ponerse a escribir sobre ellos”
-Idea, gestación y “parto” serían las cualidades de un escritor y de un gestor. ¿En qué puntos coinciden en su caso?
Para mí el buen gestor tiene que ser muy proactivo y estar lleno de ideas. Es muy importante que sepa claramente qué quiere hacer. Que al llegar dedique un tiempo a ver qué está pasando para, seguidamente, desarrollar una estrategia, que no es sino la planificación de cómo llevar a cabo una idea. Gestar bien lo que quieres hacer y, finalmente, el parto, el delivery, tiene que ser también brillante. En literatura es muy parecido. No puedes sentarte a escribir una novela sin una idea bastante clara de qué quieres decir. Aunque luego, dependiendo del escritor, se pueda improvisar más o menos. Tienes que saber escribir muy bien, buscando el tono que le quieres dar, cómo la quieres contar, con qué estructura…
-…ahí estaría la gestación.
Ahora se habla mucho de los argumentos y muy poco de la forma. La crítica cada vez se aligera más en cuanto a la calidad literaria. Me extraña cuando voy a presentaciones o leo reseñas que lo único que te cuentan es de qué va la novela, pero no cómo está escrita, qué estilo tiene… Así que, también en literatura, una vez que lo has gestado, lo “pares” y sale una novela que tienes que promocionar, y saber presentarla para que se mueva. Y sí, en el fondo el proceso es muy parecido.
-En la novela, queda convencer al lector. En la gestión, ¿a quién?
Primero, al equipo con el que vas a contar. Hacerle sentir parte esencial del proyecto. Cuando se tiene una cierta responsabilidad es fundamental saberle convencer. Solo no vas a poder hacer nada, por muy inteligente, lanzado y trabajador que seas, Es algo de lo que hasta que no gestionas equipos no te das cuenta. Ni de la cantidad de tiempo, delicadeza, cuidado y atención que requiere convencer de que el objetivo tiene sentido y que todos ellos juntos son una pieza importante para lograrlo.
-En su agenda, ¿ganan los colegas de la cultura o los de la empresa?
(Risas). Los de la cultura, claramente. Conozco a muchísima gente del mundo de la empresa, porque también trabajé en Madrid durante algún tiempo para el Círculo de Empresarios. Pero mi día a día, mi entorno, mis redes sociales, están llenas de escritores, editores, traductores, periodistas culturales…
-Gestión versus literatura. ¿Qué actividad le roba más tiempo a la otra?
¡Ahí está el punto flaco! En estos momentos estoy mucho más absorbida por mi actividad profesional. Es mi manera de ser. Tendría que volver a nacer para hacerlo de manera distinta. Si hay cosas que hacer, las hago sin ponerme límites: no tengo horarios, ni fines de semana… En un centro como el de Atenas en el que hay tantas oportunidades de realizar cosas bonitas, mi tendencia es a complicarme la vida y hacerlas, porque pienso que es mi deber.
“ESTOY ESCRIBIENDO MI NOVELA NEOYORKINA. TRANSCURRE EN LA ÉPOCA DEL V CENTENARIO”
-Más aún si cosecha resultados.
Eso es. Recientemente hicimos la muestra Miró, con una excelente acogida, y estuvimos en el festival LEA, que también recibió elogios impresionantes. Pero me he matado. Así llegamos al momento actual, muy complicado para mí en lo que supone escribir. Y lo estoy pasando mal. Estoy en medio de una novela pensando que me falta tiempo para terminarla. A veces me digo que vendrán momentos más tranquilos y ya lo haré, pero… es muy complicado. Así que a la pregunta de quién roba tiempo a qué, últimamente la vida de gestión en mi trabajo me absorbe prácticamente al cien por cien.
-Existe una evidente relación en su literatura con los países en los que ha trabajado. Un perpetuum mobile, que se traduce en obras muy movidas.
Totalmente de acuerdo. He vivido en muchos países y a cada una de mis obras las llamo así: mi novela india, mi novela irlandesa, mi novela inglesa, según el lugar en que se desarrolla. Por casualidad me han salido unas estructuras narrativas parecidas, que se corresponden con dos ámbitos geográficos y dos momentos cronológicos: un relativo al pasado y otro más o menos a la actualidad. Además, las tengo que escribir bastante tiempo después. El otro día alguien me preguntaba: “¿Estás escribiendo sobre Grecia?”. Mi respuesta fue: “No, sobre Grecia escribiré dentro de diez años en mi casa de campo cuando esté jubilada”. La de la India la escribí veintitantos años después de vivir allí. Creo que las cosas, los sentimientos, los recuerdos, hay que dejarlos macerar antes de ponerse a escribir sobre ellos.
“LO ESTOY PASANDO MAL. ESTOY EN MEDIO DE UNA NOVELA PENSANDO QUE ME FALTA TIEMPO PARA TERMINARLA”
– ¿Autobiógrafa o cronista?
Un poco de las dos cosas, porque siempre hay algo de mi vida en las novelas. Escribo sobre la vida; sobre lugares que conozco, sin esquivar momentos más sentimentales, intimistas, de los que hay muchos en mis libros. Y también en la mayoría de ellos hay una crónica casi política, social, del momento, entrelazada con la historia que cuento. En los años que pasé en la India acababan de asesinar a Indira Gandhi. Como fue un momento muy especial, reflejo el ambiente que se vivía en Nueva Delhi y en la India en general. La historia irlandesa, exactamente lo mismo: se habla en la primera parte de una Irlanda en los años sesenta, de una serie de temas políticos y sociales, intentando dibujar una crónica de cómo era el Dublín de los 60, cuando yo era muy pequeña. En este caso, más que recuerdos son cosas que me han contado, y que comparo con el Dublín de años más tarde. Con Inglaterra, ocurre lo mismo: viví allí la época de Margaret Thatcher, en un Londres muy peculiar, muy especial.
-El título que cuesta encajar como autobiográfico para alguien tan activo es Cómo sobrevivir a un despido.
Pues no. No es ficción. Es absolutamente autobiográfico. Me echaron de un trabajo, y lo escribí. Ariel, cuando lo publicó, al no ser un manual de autoayuda, lo denominó Libro técnico para ayudar a la gente a buscar empleo.
– ¿Cuántos libros lleva publicados?
Siete.
-Habida cuenta de que la cadencia en su aparición es de dos años, el que viene, tocaría…
-(Risas). Mira cómo te has dado cuenta… Exactamente cada dos años, por lo que, en efecto, me encantaría publicar otro antes de que termine 2024. Estoy escribiendo mi novela neoyorkina. Transcurre en la época del V Centenario. Una novela en la que hay muchísimo de la realidad de los Estados Unidos en esa época. Empieza con la nominación de Bill Clinton y Al Gore en el Madison Square Garden donde, por casualidad yo estaba. Como viví aquel momento, me pareció una manera bonita de empezar la novela, porque fue una noche muy impresionante. Pero son también los años del SIDA en Estados Unidos… Un periodo muy intenso y apasionante además para la Administración española. Con todo el tema del 92 hubo una serie de experiencias y entornos muy interesantes, unidos al aparato público de esa España de Felipe González, que organizó los eventos. Una operación extraordinaria de diplomacia pública de la que luego se ha hablado tanto. La gran operación de imagen fue la que entonces se propuso: mostrar al mundo la nueva España, surgida tras la Transición y las elecciones democráticas, que empezaba a consolidarse en un momento económico positivo y que Felipe González decidió, con una estrategia extraordinariamente trazada, que iba a aprovechar para lanzar al mundo esa nueva España del 92: Olimpiadas, Expo de Sevilla, Quinto Centenario, creación del Instituto Cervantes y de tantas otras instituciones de las que la gente no se da cuenta. Como las “casas”: de Asia, de América… Se lanzó un mensaje al mundo que todos los que estábamos fuera y trabajábamos en este proyecto cumplíamos a rajatabla. Loa mensajes se positivizaban. Por ejemplo: no hablábamos nunca del Descubrimiento de América, sino del Encuentro de los Mundos. No nos referíamos a la expulsión de los judíos, sino a la Herencia de Sefaradí.
-Toda una apuesta semántica.
Absolutamente, pero muy bien diseñada, y todos teníamos instrucciones muy claras de cómo había que presentar aquello. Y esa coherencia, digamos, esa cohesión entre los que trabajábamos en eso hizo que el proyecto fuera muy exitoso. Ese es el escenario de fondo de mi nueva novela, con una subtrama que recuerda a La embajadora, mi libro indio, porque tiene un poquito de intriga, Ahí sitúo la historia. Creo que puede ser divertida. Vamos a ver cómo me sale. Tengo ya ciento y pico páginas escritas. Pero ya digo, mi gran problema es que tengo muy poco tiempo. Necesitaría encerrarme en un sitio con dos semanas por delante para volverme a poner en marcha.
-Su paso por el Cervantes, ¿dará para un libro o para una saga?
Ja ja… Para una saga.
-Familiarizada con tantos géneros, ¿en cuál la incluiría?
En el de intriga (más risas).