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Debemos permanecer en alerta. Los empleos fraudulentos, las estafas o las ofertas engañosas, entre otras, son acciones ilegales que están a la orden del día. Implican un problema actual que es cada vez más habitual contra el cual tenemos la responsabilidad social de actuar para evitar que otros caigan en la misma trampa.
Solo conocemos una pequeña parte de esta realidad. Un fraude no supone únicamente un engaño económico sino que además de afectar a la privacidad de un individuo o colectivo, repercute sobre su dignidad. En consecuencia, los perjudicados no emprenden ninguna acción contra estas prácticas; las víctimas no quieren manifestar haber sido engañadas. Pero no habrá solución si no se reconoce que existe el problema.
En la mayoría de los casos, los timos en este sector no se resuelven ni por la vía judicial ni por la penal. Las cantidades estafadas no suelen ser elevadas pero sí es considerable el número de personas que se ven enredadas en un mismo fraude. Por esta razón, los expertos aseguran que para acabar con esta práctica es conveniente colaborar, compartir la experiencia y sacarla a la luz. Advierten sobre la necesidad de denunciar el engaño de forma pública ya que todos podemos ser víctimas de él. Y así es. Porque aunque la desesperación de una persona desempleada puede convertirla en un sujeto vulnerable a la hora de aferrarse a cualquier oferta, no existe un perfil concreto condenado a caer en la trampa. Además, los responsables de este tipo de fraude no tienden a actuar sobre un blanco determinado y tampoco se cierran a un grupo particular de individuos; su propósito es simple: a más víctimas, más dinero.
Los estafadores buscan suscitar el interés del mayor número de personas mediante ofertas muy atractivas. Normalmente recurren a algún tipo de reclamo para motivar y consecutivamente atrapar a posibles víctimas. Emplean un lenguaje muy ocurrente y sus mensajes están cargados de expresiones sugestivas tales como: “ingresos extra sin salir de casa” o “trabaje en lo que le gusta con el mínimo esfuerzo”. Ofrecen empleos cómodos con infinidad de ventajas para el trabajador, la flexibilidad horaria y los salarios elevados son dos de los grandes reclamos, y cada vez son más frecuentes los cursos de formación que incluyen la inmediata incorporación en un determinado sector profesional. Además, no pierden la oportunidad de inventar cualquier excusa para pedir dinero por adelantado.
Una vez advertidos sobre cuáles son las técnicas de apelación más comunes entre los defraudadores, debemos permanecer atentos. Pero también, y para una mayor prevención, debemos estar protegidos. Se recomienda no facilitar datos comprometidos a entidades desconocidas, descartar correos no deseados o aquellos de procedencia extraña y evitar cualquier fichero o enlace que esté incluido en alguno de estos mensajes. Conviene ser cautelosos y evitar cualquier posible riesgo. Incluso es aconsejable acudir a los buscadores si existe duda alguna sobre la veracidad de un correo, ya que, mediante una simple búsqueda, son los propios buscadores los que en numerosas ocasiones alertan a los usuarios de ofertas fraudulentas y posibles engaños.
Comprender qué actitud es la correcta y actuar conforme a ella es, por lo tanto, un factor determinante para afrontar el problema y combatir los timos en este sector. Nuestro cometido principal consiste en sospechar con el fin de tratar de averiguar si una oferta esconde cualquier tipo de enredo. Y en el caso de que sea demasiado tarde y hayamos caído en la trampa de algún farsante, debemos comprometernos y acudir inmediatamente a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para denunciar el fraude.
Por Marián Lezaun
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