LA @

INTERNET
TAMBIÉN
CONTAMINA

Que no salga humo no significa que no contamine. Lo que sucede es que la “chimenea” está lejos de su casa, concretamente allí donde están los servidores que albergan el contenido. Se calcula que el sector de las tecnologías de la información produce el 2,5% de CO2 de las emisiones mundiales, superior al de la aviación comercial con un 2%.
GABRIEL CRUZ

@Gabrielcruztv

Calculadoras de carbono.

Para saber cuál es la huella que deja desde nuestra empresa a una explotación agrícola e incluso un ayuntamiento, el Ministerio de Transición Ecológica dispone de una calculadora. Otras empresas privadas también lo hacen y a cambio piden aportaciones para sus proyectos de reforestación con el fin de neutralizar esa huella de carbono.

¿Cuándo fue la última vez que consultó una palabra en un diccionario de papel?

No se trata de regresar a tiempos pretéritos. Contamina menos una videoconferencia que viajar todos sus participantes a un lugar común. Incluso conocí a un dirigente ecologista que estaba en contra de los vehículos eléctricos porque las micropartículas de los neumáticos contaminaban (¿pensaría moverse a caballo?). En cualquier caso, se trata de ser conscientes de que también internet contamina para poner soluciones. 

Un dato muy extendido y muy gráfico lo calculó Rabih Bashroush, profesor de infraestructuras digitales de la escuela de la Universidad Este de Londres. Según este ingeniero los cinco mil millones de veces que se reprodujo por internet el video musical de la canción Despacito, el éxito de 2017, consumió 250.000 toneladas de dióxido de carbono en solo un año. Es el equivalente a lo que consumieron Chad, Guinea-Bissau, Somalia y Sierra Leona.

Netflix reconoce que ver una hora en España provoca una emisión de 55 gramos de CO2, como si hiciera cuatro bolsas de palomitas en un microondas. A esto se suman la ingente producción de redes sociales (Tik Tok, etc. ) que generan contenidos sin parar. 

Nubes negras

Billones de archivos o cientos de miles de películas, a los que se conecta a través de internet, están en un lugar físico. Son los servidores conocidos como la “nube”. Aunque su nombre evoque algo etéreo y neutro consume una gran electricidad. Nosotros visitamos una en Alcobendas (Madrid). Para empezar, no son blancas sino enormes pasillos negros llenos de discos duros funcionando sin parar. Hay mucho ruido de los ventiladores del sistema de refrigeración que evitan que los discos duros colapsen por el propio calor que generan en su funcionamiento. Consumen tanta energía, que en caso de corte de suministro funcionarían generadores de barco para abastecerles de electricidad.  Sobre esto tenemos un claro ejemplo de ese interés del que hablábamos al principio por buscar soluciones: el proyecto Natlick de Microsoft, que ha comprobado que sumergiendo sus centros de datos en el mar del Norte en Escocia se reduciría al máximo su consumo de energía para refrigerarlos.

 


Un estudio de la Universidad de Cambridge calculó que la red Bitcoin consume anualmente la misma energía que Noruega

 

Todo deja huella

Si bien las estadísticas son dispares, coinciden en que el consumo energético de internet genera más contaminación que la aviación mundial, ya que algunos expertos incluyen la contaminación que provoca la extracción de minerales para componentes, su fabricación y transporte.  Es decir, aunque no nos conectemos ya se ha creado una huella ecológica. Así, hay cálculos que apuntan a que para que un ebook sea más “ecológico” que un libro de papel tendríamos que leer 33 obras digitales de 360 páginas cada una.  Otros cómputos aseguran que un correo electrónico de una lectura de un minuto equivale a unos 3 gramos de CO2 si lo enviamos por el móvil, pero si es por el ordenador, que consume más, supondría 5 gramos.

Aunque lo que de verdad llama la atención es el caso de las criptomonedas, lo que para algunos es una estafa piramidal para otros es una oportunidad de especulación basada en la minería de datos. Es decir, en tener miles de ordenadores trabajando sin descanso para descifrar los códigos en los que se basa el sistema. El 70% de estas granjas se encuentran en China, otra cruz más para el país más contaminante del mundo. Un estudio de la Universidad de Cambridge calculó que la red Bitcoin consume anualmente la misma energía que Noruega. El consumo anual de electricidad usado en la extracción de monedas digitales es de alrededor de 66 Terabatio hora TWh por año, una cuarta parte del consumo anual de España. A esto súmele productos de lo más variados. Por ejemplo, el arte criptográfico o NFT que hace único a través de un código un video o foto digital del que en realidad se pueden hacer copias. La desconfianza es la misma que con las criptomonedas, pero da igual, genera dinero que es lo importante.

Lo que está claro es que conforme aumentan los beneficios de una empresa digital crece su huella ecológica. Greenpeace en su informe sobre contaminación en internet (Clicking  Clean 2017, aún no ha publicado uno más actualizado) señala que Amazon  solo usaba un 17% de energía renovable, Youtube un 54% y Facebook un 60% .

Ahora surgen empresas certificadoras especializadas en otorgar sellos de neutralidad de carbono a páginas web. Lo entregan a cambio de invertir en proyectos de deforestación en los que por ejemplo se entrega 9,75 euros por cada tonelada de dióxido de carbono producida. Lo que nos llama la atención es que al pinchar en algunos de esos certificados descubrimos que las entidades que lo otorgan son empresas de marketing y comunicación. Todo es negocio.