AL ENCUENTRO
PEÑAFIEL
DE VINOS Y VACCEOS
JESÚS ORTÍZ
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Viene bien, para empezar, un poco de contexto histórico. El cultivo de la vid entró muy probablemente en la Península Ibérica con los fenicios, lo que nos remonta hasta el siglo XI a. C. Unos quinientos años después de los africanos, una oleada de colonizadores griegos, los foceos, ponen marcha el puerto comercial de Ampurias y extienden la viticultura por el levante; y el cultivo de esta fue creciendo hacia el centro peninsular, al tiempo que en el mundo conocido empezaban a tener [merecida] fama los vinos de Hispania, que se potencia con la llegada de los romanos a partir del s. II a. C.
Los vacceos que llegaron a la Península podrían haber conocido ya los secretos de fermentar zumo de uva, como fermentaban manzana (sidra) o cereales (cerveza), aunque también es probable que se topasen aquí con el cultivo de la viña y los procesos de elaboración. Siendo, como eran, unos excelentes agricultores, disponían de tierras fértiles en lo que hoy es el municipio de Peñafiel –hablamos ya de los vacceos de Pintia– y buen suministro de agua para sus cereales, con los que comerciaban y tenían nutrida clientela entre los arévacos, principalmente, con lo que no les debió resultar complicado hacer crecer la vid en sus campos.
MÁS DE UNA SESENTENA DE LAS BODEGAS LOCALIZADAS EN PEÑAFIEL Y SU COMARCA SON VISITABLES Y, ALGUNAS, AUTÉNTICOS TEMPLOS GASTRONÓMICOS
El topónimo Pintia, por cierto, ha sido adjudicado hasta hace relativamente poco a lo que hoy es Valladolid, pero no se han encontrado evidencias arqueológicas o documentales de que lo corroboren, más allá de que en el Siglo de Oro se llamase «pincianos» a los vallisoletanos. Las excavaciones en la pedanía peñafielense de Padilla de Duero sugieren, sin embargo, que el importante núcleo de población ahí encontrado encaja con las descripciones de los geógrafos romanos y, sobre todo, bastante aproximadamente con las distancias referidas a otras poblaciones que sí están identificadas, como Rauda (Roa de Duero) o Cauca (Coca). Y, por si las dudas, conviene aclarar que el Peñafiel de hoy no está sobre lo que fue el asentamiento vacceo, el cual se sitúa muy cerca, justo donde en Duratón cede soberanía al Duero.
Peñafiel se desarrolla como consecuencia del avance de los asturleoneses hacia tierras de Al Ándalus, de modo que, a principios del s. X, la población empieza a mostrar su importancia como plaza fronteriza, valor que se acrecienta cuando el Conde de Castilla, Sancho García, derrota a Almanzor que, unos años antes, se había impuesto ahí a las tropas de Ramiro II. Ese es el momento en que el lugar es nombrado por el conde castellano «la peña más fiel», Penna Fidele, y de ahí el toponímico de este estratégico paraje, que domina, desde la altura del cerro del castillo, los valles del Duero, del Duratón y del arroyo Botijas.
La Edad Media castellana marca, por tanto, la historia peñafielense, en la que destacan personajes como Don Juan Manuel, el autor de El conde Lucanor, entre otras muchas obras de prosa medieval de ficción, que era señor de Peñafiel además de otros títulos cuya enumeración no nos cabría en este reportaje. Sus restos reposan en el Convento de San Pablo (s. XIII), en una capilla de estilo plateresco y muy citada al hablar del Renacimiento español. El convento, por cierto, de estilo gótico-mudéjar, es una de las visitas imprescindibles en Peñafiel, aunque solo sea para admirar su hermosa obra exterior.
El príncipe de Viana, Carlos (1421-1461), hijo de Juan II de Aragón y hermano de Fernando el Católico, nació en Peñafiel y es otro de sus personajes ilustres, aunque poco más que ver la luz hizo en su tierra y se puede decir de su relación con la ciudad castellana se limitó a eso, más preocupado durante toda su vida por su controvertida herencia como rey de Navarra. Otro notable fue Pedro Girón de Acuña Pacheco, que era belmonteño, a quien le correspondió la misión de reconstruir el castillo de Peñafiel, en el s. XV, y dejarlo como ahora lo vemos; inacabado, eso sí, y convertido en Museo del Vino. Pedro Girón, por cierto, además de Maestre de la Orden de Calatrava, entre otros títulos, fue notario mayor del reino de Castilla desde que le nombrase Juan II de Castilla a petición de su hijo, el futuro Enrique II.
El castillo es monumento nacional y de una factura esbelta que llama la atención. Tiene más de doscientos metros de largo y solo unos treinta de ancho, con la torre del homenaje prácticamente en el centro y con una altura equivalente al ancho de la fortificación. Antes de que interviniera Girón, tenemos constancia de su existencia desde el s. X. Después de pasar por ahí Almanzor, Sancho García, Alfonso El Batallador y Alvar Fáñez –primo hermano de El Cid–, el infante Don Juan Manuel, tan vinculado a Peñafiel, se encarga de reconstruir el castillo, que unos años antes había sido destruido por mandato de Juan II de Castilla para castigar una revuelta de Carlos, príncipe de Viana, que en sus cuarenta años de vida no dejó de discutir con su padre, Juan II de Aragón, y con todos sus vecinos peninsulares.
SIENDO LOS VACCEOS, COMO ERAN, UNOS EXCELENTES AGRICULTORES, DISPONÍAN DE TIERRAS FÉRTILES EN LO QUE HOY ES EL MUNICIPIO DE PEÑAFIEL
El vino es omnipresente en Peñafiel. Está el museo, por un lado, que ya solo por estar situado en el castillo merece una visita detallada, en la que el viajero puede encontrar historia, maquetas, aperos, técnicas de cultivo y vinificación, fichas para diferenciar las distintas uvas y sus características, tipos de cubas y de botellas, colección de vinos internacionales… y hasta un largo pupitre con muestras de aromas que pueden entregar los distintos caldos. Por otro lado, están las bodegas, auténticos templos de la gastronomía algunas de ellas. Más de una sesentena de las localizadas en Peñafiel y su comarca son, además, visitables. Las catas son, claro, uno de los atractivos culturales y turísticos del mundo del vino. El visitante dispondrá de infinidad de ofertas y solo tendrá que decidirse por las elaboraciones de un solo productor, que se saborean mejor en la propia bodega, o por las de varios, en cuyo caso tendrá que recurrir a un «territorio neutral».
LA «LA PEÑA MÁS FIEL» DE SANCHO GARCÍA, QUE ASÍ LLAMÓ A LUGAR TRAS VENCER A ALMANZOR, ES LA PENNA FIDELE QUE DA NOMBRE A LA POBLACIÓN
Entre cata y cata, y ya, si acaso, entre asado de lechazo y tosta de pan candeal, lo más recomendable son los paseos por Peñafiel y su entorno. Si de ver monumentos hablamos, ya citamos antes el Convento de San Pablo, cuya estructura es, sencillamente, hermosa. Muy cerca, la Iglesia Parroquial de San Miguel de Reoyo (s. XVI) y la de Santa María (s. XIV), que alberga el Museo de Arte Sacro. Al otro lado del río, el Convento de las Claras (s. XVII), que es un hotel en la actualidad y en cuyo claustro se ofrece servicio de cafetería. Todo esto sin olvidar, claro, la Plaza del Coso. Es de origen medieval y fue creada para albergar espectáculos populares (torneos, toros), quedándose hasta hoy con el uso taurino y el acto religioso anual de la bajada del ángel. Los balcones de las casas circundantes, donde predomina la madera, tienen como fin servir de palcos; de ahí muchos de los remates en arabescos y la singularidad del espacio.
Paseos, rutas si lo prefieren, que no pueden dejar de lado campos y orillas fluviales. Hasta hace bien poco, lo normal en Peñafiel eran los encierros de toros por campo abierto, cosa que se cambió por tramos urbanos, únicamente, desde los años 80. Pero hasta ese momento, los novillos se soltaban en el paraje de Pajares, a poco más de cinco kilómetros de la Plaza del Coso, y eran conducidos hasta ahí por caballistas y peatones. Buen paseo, pues, emular a pastores y corredores y hacer el recorrido por esos campos. Desde el año pasado, por cierto, un día antes del comienzo oficial de las fiestas de agosto, las de la Asunción y San Roque, se hace una especie de trashumancia en esa ruta con reses mansas, para que, a pie o a caballo, se recuerde el espíritu campestre de aquellos primitivos encierros, aunque mucho más sosegadamente.
PEDRO GIRÓN DE ACUÑA PACHECO FUE, ENTRE OTRAS COSAS, NOTARIO MAYOR DEL REINO DE CASTILLA Y PROMOTOR DE LA RECONSTRUCCIÓN DEL CASTILLO (S. XV)
Para los más acuáticos, el paseo definitivo es un recorrido por la ribera del Duratón hasta su desembocadura en el Duero, haciendo parte de uno de los tramos la Senda del Duero. Y con ello volvemos a la Pintia vaccea, puesto que es justo en esa desembocadura, en su entorno, donde se desarrolló la vida del pueblo celta.
INFORMACIÓN
Oficina de Turismo de Peñafiel
Plaza del Coso, 31
Tel.: 983 881 526
[email protected]
www.turismopenafiel.es
ALOJAMIENTO
Hotel Convento las Claras ****
Plaza de los Comuneros, 1
Tel.: 983 878 168
[email protected]
www.hotelconventolasclaras.com
RESTAURANTES Y TAPEO
Molino de Palacios
Avenida de la Constitución, 16
Tel.: 983 880 505
[email protected]
www.molinodepalacios.com
Ambivium
Camino de Carraovejas s/n
Tel.: 648 466 707
[email protected]
www.restauranteambivium.com
Casa la Abuela
Plaza Coso, 38
Tel.: 646 314 762
Caffé Torero by-Félix
Plaza España, 5
Tel.: 983 881 939
LOS VACCEOS DE PINTIA
Digamos, para empezar, que Pintia es una zona arqueológica que podemos definir, apurando mucho, como ciudad, pero que se compone de varios espacios diferenciados y separados entre sí. La romanización posterior y la ocupación visigoda fueron añadiendo elementos que complicaron un poco la identificación de los espacios vacceos y, por si fuera poco, la sistemática destrucción de restos para el aprovechamiento agrícola casi nos deja huérfanos de conocimientos de esta parte de nuestra historia. Lo bueno es que se siguen distinguiendo los trazados vacceos y que la necrópolis, al menos, sigue dando todos los años alegrías a los investigadores. El desarrollo económico y cultural durante los cuatro siglos previos al cambio de era es el origen de este importante yacimiento.
Empecemos, para explicar el territorio pintio, por Las Quintanas, que era la zona urbana propiamente dicha. Como explican en la web del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg, «quedaba delimitada entre el curso del río Duero y una línea defensiva artificial claramente observable en la fotografía aérea y recientemente detectada sobre el terreno, dotada de una compleja obra defensiva que incluye una muralla y un sistema de tres fosos consecutivos a lo largo de algo más de un kilómetro de perímetro». Al otro lado del río está Carralaceña, que era el barrio alfarero, separado de la población por el curso fluvial para evitar que un incendio en los hornos se propagase por Las Quintanas.
Las Ruedas, el lugar que más posibilidades de investigación está proporcionando actualmente, era la necrópolis. La hicieron los vacceos, pero la siguieron usando, tal cual, los romanos. «Este espacio sepulcral, de unas seis hectáreas de extensión, fue objeto de uso ordenado y continuado a lo largo de más de medio milenio, entre el final del siglo V a. C. y el inicio del II d. C.», explica la web antes citada. Los ritos funerarios eran de incineración y los restos del fallecido y de su ajuar (armas, adornos, pertenecías) se metían en una vasija de barro y se enterraban. El gran conocimiento de la sociedad vaccea que están aportando las más de trescientas tumbas recuperadas hasta el momento es motivo de elogio por la comunidad internacional de historiadores.
Pintia no es un sitio muy, digámoslo así, lucido a la hora de ser visitado, pero cuando el viajero escucha las explicaciones de los guías, resulta de lo más emocionante imaginar el poblado, la vida de los vacceos, su trabajo de agricultor o alfarero experto, sus avances tecnológicos, los juguetes con que entretenían a sus hijos… Concierte una visita guida, pase antes por la oficina de turismo de Peñafiel, que está en la Plaza del Coso, donde hay un centro de interpretación y déjese llevar. La experiencia es inolvidable y ayudará a los que se esfuerzan por recuperar la historia.
INFORMACIÓN
Centro de Estudios Vacceos
(Visitas guiadas)
Plaza Mayor, s/n
Padilla de Duero (Peñafiel)
Tel.: 983 881 240
www.pintiavaccea.es
PARA SABER MÁS
Los Vacceos: cultura y ritos funerarios de un pueblo prerromano del valle medio del Duero.
Carlos Sanz Mínguez.
Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León (1998).
Castillo de Peñafiel. Jesús de la Villa Polo y Daniel Sanz Platero (2019).
CONVIENE ACLARAR QUE EL PEÑAFIEL DE HOY NO ESTÁ SOBRE LO QUE FUE PINTIA, QUE SE SITÚA MUY CERCA, JUSTO DONDE EL DURATÓN CEDE SOBERANÍA AL DUERO